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Se busca compañera de piso: ¿por qué las chicas no quieren convivir con chicos?
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Se busca compañera de piso: ¿por qué las chicas no quieren convivir con chicos?

Con un mercado del alquiler al alza, muchos optan por vivir con otras personas para reducir costes. Pero a la hora de buscar, hay menos oferta para el género masculino: ¿por qué?

Foto: Foto de archivo de un joven en su sofá. (Europa Press/Jesús Hellín)
Foto de archivo de un joven en su sofá. (Europa Press/Jesús Hellín)

"Se buscan chicas, preferentemente". Fue una de las frases que Julián, profesor de 25 años, tuvo que escuchar con más frecuencia durante su búsqueda de piso en Córdoba. Por aquel entonces (de esta historia hace ya unos cuatro años), compartía un apartamento en la ciudad andaluza con otras dos personas (chico y chica) y todos querían mudarse. Después de varias negativas y muchos dolores de cabeza, decidió preguntar a uno de los caseros el por qué de esa decisión. La respuesta fue tajante: "Ellas son más limpias, más ordenadas".

El testimonio de Julián no es anecdótico. Son varios los hombres que, preguntados durante la elaboración de este artículo, han contado que, a la hora de buscar un hueco en un piso compartido, ellos siempre tienen las de perder. Los datos avalan sus declaraciones: según cifras de Idealista, en la Comunidad de Madrid, una de las que tienen los alquileres más tensionados de todo el país, hay 2,8 pisos exclusivamente para chicas por cada piso solo para chicos, casi el triple.

La tendencia se extiende a otras provincias con problemas de vivienda similares, como Baleares, Valencia, Barcelona o Málaga. Esta última posee el porcentaje más alto de pisos solo para chicas de todas las analizadas, con casi un tercio de la oferta destinado únicamente a ellas, mientras la primera es la más paritaria. Aun así, las viviendas habitadas solo por mujeres doblan a las que son exclusivas de hombres.

Aunque lo más común en los anuncios para compartir es que el piso sea mixto, sí que hay ocasiones en que existe una preferencia clara por las chicas. De hecho, no es extraño encontrar en esos anuncios textos como el siguiente, hallado entre los apartamentos para compartir en Barcelona: "Hello! Buscamos a una chica para nuestro piso [...]. Es fundamental que la chica esté trabajando y sea para larga temporada (mínimo un año). Nosotros somos dos chicas y tres chicos españoles". Este otro anuncio, para convivir en una casa familiar en Alpedrete (Madrid), tiene la misma estructura: "Se alquila habitación para una o dos personas [...]. De preferencia mujer. No hay problema si hay un menor [...]. En el piso estamos tres personas: mi pareja, mi madre y yo".

De forma generalizada, los precios del alquiler en España se han disparado desde el final de la pandemia. Muchos son los que, una vez acabado el periodo universitario, se ven obligados a seguir compartiendo piso porque su situación económica no les permite otro tipo de hogar. Antonio Carroza, presidente de Alquiler Seguro, sustenta este argumento y añade que es evidente que "la subida generalizada de los precios y un deterioro de las condiciones laborales de la población han hecho que se retrase la edad en la que los jóvenes pueden irse a vivir solos". En España, los jóvenes se emancipan a los 30 años, de media, una de las edades más tardías de los países de la Unión Europea, según cifras de Eurostat.

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A la escasez en la oferta para el género masculino se suman otras cuestiones no menos importantes: ¿Cómo son esos pisos que habitan los hombres?, ¿pagan más o menos que ellas?, ¿cuánta gente vive? Las características varían de forma considerable dependiendo de la provincia de la que se hable. En el caso de Madrid, las habitaciones de ellas tienen un precio medio de 418,4 euros, mientras los masculinos ascienden a 431,2. Barcelona es la que presenta mayores divergencias en este sentido, pues ellas pagan de media unos 800 euros, mientras ellos ni siquiera rozan los 500.

En otros lugares, como Málaga, el tamaño es el elemento discordante. Mientras los pisos de chicas tienen una superficie media de 133,5 m², los de los chicos se quedan en 102,1. Este es también el tamaño medio de las casas masculinas de Valencia, mientras las del género contrario suelen tener unos 10 m² más. Baleares es la que menos distancia marca entre los dos géneros porque los precios son, en ambos casos, bastante más altos que en el resto del país.

Con el tema estadístico resuelto y los datos dando la razón a los hombres que lamentan tener menos opciones para alquilar, falta intentar entender cómo se llega a esas diferencias. ¿Evitan las mujeres compartir piso con hombres?, ¿les cuesta realmente a los hombres encontrar piso?, ¿qué papel juegan los caseros en todo esto?, ¿no son las chicas también problemáticas?

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Carroza estima que el principal criterio a la hora de buscar compañero son las preferencias y los gustos comunes: "Más que chicas que busquen a otras chicas para convivir, en nuestros archivos tenemos anuncios que dan más peso a criterios como la edad o el origen. Por ejemplo, hay pisos de estudiantes que proceden del mismo sitio porque eso les otorga cierta confianza. Al final, se busca que la gente te pueda aportar algo". Sin embargo, otras personas creen que la diferencia entre que sea compañero o compañera es lo más importante.

"Los chicos (hetero): un asco"

Claudia, de 32 años, vive en Madrid y busca una compañera con la que convivir. Trabaja en el sector tecnológico y ya pasa ocho horas diarias en un equipo de diez personas en el que es la única mujer. Por eso, cuando llega a casa, prefiere disfrutar de un poco de "energía femenina, para variar".

Para ella, además, hay otro factor importante en su preferencia por las chicas para compartir piso, que consiste en evitar la posibilidad de que la relación se sexualice: "No he vivido esto exactamente con un compañero de piso, pero sí que personas de mi entorno cercano, como compañeros de piso de parejas mías o compañeros del trabajo, han desarrollado pequeños crushes por mí en algunas ocasiones, con una situación que llegó incluso a ponerse desagradable". Tampoco tendría problemas en convivir con chicos gais, con quienes "nunca se ha sentido violentada".

"Tardé dos meses en encontrar algo decente, ya que todo lo que había a un precio normal era solo para chicas o para estudiantes"

El testimonio de Marcos (nombre ficticio ya que prefiere no identificarse), que comparte vivienda desde hace varios años en la capital, no es menos sorprendente. El joven, de 25 años, trabaja en una revista. Hace unos años tuvo una experiencia "un tanto difícil" con una compañera. Tras una situación bastante tensa que se prolongó en el tiempo, la chica acabó pegando un puñetazo al otro miembro del hogar y le lanzó un tendedero al propio Marcos. Después de esto, no se volvieron a ver. A pesar de la gravedad de los hechos, reconoce que este momento no fue peor que la única convivencia que tuvo con un “hombre hetero”, la cual califica como "la peor de todas".

Dos meses de sufrimiento

En el otro extremo del espectro se ha encontrado Fran, de 25 años y también trabajador del sector tecnológico que, después de cuatro años viviendo en Sevilla, decidió cambiar de ambiente y buscar un nuevo hogar: "Tardé dos meses en encontrar algo decente, ya que todo lo que había a un precio normal era solo para chicas o para estudiantes". También señala que los apartamentos mixtos se encontraban "en peores zonas" o presentaban un precio más elevado.

Algo similar le pasó a Manuel, de 18 años, que hace escasas semanas fue con tres amigos a Granada en busca de un piso para compartir en su primer año de universidad. Vieron cuatro sin éxito alguno. Los caseros se negaban porque "preferían chicas a chicos". Cuando preguntaron el porqué, uno de ellos dejó caer que "los chicos siempre la lían más".

"Los hombres suelen hacer más fiestas o cuidan menos del mobiliario"

María, terapeuta ocupacional en la actualidad, también vivió una experiencia parecida en su etapa universitaria. Compartió piso en Málaga con tres chicas hasta el tercer año de carrera, cuando un amigo suyo le planteó ocupar la habitación que se había quedado libre. Si bien en este caso ellas no tenían problema, su casera fue bastante reticente, ya que sostenía que "un chico no va a cuidar del piso porque los chicos no suelen ser muy limpios". María aclara que al final no solo lo consiguieron, sino que al año siguiente repitieron todos.

Rechazar a los chicos para cuidar la inversión

En ocasiones, los propios caseros vetan a los chicos, tal y como les pasó a Manuel o al amigo de María, por temas relacionados con la limpieza o la tranquilidad. El presidente de Alquiler Seguro apunta que algunos propietarios consideran que los inquilinos de género masculino pueden suponer un "puntito de riesgo", ya que "los hombres suelen hacer más fiestas o cuidan menos del mobiliario”.

Alfredo tiene un piso en alquiler en Arganzuela (Madrid) en el que actualmente vive una chica y busca alguien que ocupe la habitación sobrante. En otra ocasión, no le importaría el género del nuevo inquilino, pero en este caso busca una mujer: "En el piso hay actualmente una chica argentina muy joven que acaba de llegar a España y he pensado que estaría más cómoda con alguien de su mismo género. [...]. No tiene nada que ver con la limpieza, la tranquilidad o las costumbres. Simplemente, creo que así puedo hacer la vida más fácil a la chica".

¿Y las mujeres qué?

La respuesta corta a la pregunta "¿Las mujeres no son nunca el problema?" es no, y el caso de Eva es un ejemplo representativo. La joven empezó a compartir piso en Madrid hace casi una década y recuerda con claridad sus peores experiencias, todas con chicas, que ahora son sus "mejores historias al tomar unas cañas". El primer caso, el de una compañera del colegio mayor en que había estado el primer año y que le ofreció compartir piso. Aunque ella ya sabía que la chica era un desastre, no se esperaba hasta dónde podían llegar las cosas: "Teníamos que ir limpiando detrás de ella. Había una mesa en el salón en la que ella solía estudiar y limpiando me encontré una tostada pegada a unos apuntes de enero. Estábamos, mínimo, en abril [...] La cosa es que yo quería a esa chica un montón porque era muy buena tía, pero para vivir… pues mal".

Helena, estudiante de 22 años, también vivió situaciones desagradables no mucho tiempo después, cuando decidió que era buena idea irse a vivir con otras cuatro amigas que recién había conocido en su residencia: "Fue una de las decisiones más caóticas que he tomado". La convivencia se fue deteriorando con el tiempo por la incompatibilidad de las inquilinas, hasta el punto de crearse dos bandos totalmente enfrentados (al nivel de una batalla campal). La propia Helena reconoce que "irse a vivir con intereses tan distintos a los tuyos y sin conocerlas realmente es muy difícil". Su casero no admitía chicos porque "las chicas suelen ser más limpias".

Una de sus últimas experiencias sí que fue con un chico y reconoce que, aunque la convivencia iba bien, "se notaba que era un hombre, sobre todo en el tema de la limpieza", cosa que le da "un poco de rabia". El piso estaba ubicado en Carabanchel, una zona de Madrid donde los apartamentos exclusivamente de chicas suponen más de un tercio de la oferta total. Los datos reflejan esta tendencia en otros distritos de la periferia, como Moratalaz, Vallecas, Hortaleza o Vicálvaro, donde esta cifra se dispara hasta el 40,7%.

La declaración definitiva que podría zanjar toda polémica es quizá la de Laura, empleada de medios que, a sus 29 años, por fin ha dejado de compartir piso: "Desde que vivo sola, yo ya no quiero vivir con nadie". Sin embargo, la situación actual no tiene pinta de cambiar la forma de vivir más popular (por obligación) de los jóvenes y los no tan jóvenes que, cuando ya no puedan más con su compañero, solo podrán tirar los dados de nuevo y esperar a tener mejor suerte.

"Se buscan chicas, preferentemente". Fue una de las frases que Julián, profesor de 25 años, tuvo que escuchar con más frecuencia durante su búsqueda de piso en Córdoba. Por aquel entonces (de esta historia hace ya unos cuatro años), compartía un apartamento en la ciudad andaluza con otras dos personas (chico y chica) y todos querían mudarse. Después de varias negativas y muchos dolores de cabeza, decidió preguntar a uno de los caseros el por qué de esa decisión. La respuesta fue tajante: "Ellas son más limpias, más ordenadas".

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