Cuando llega el calor, este pueblo te enamora: así es la España rural que resucita en verano
Municipios como Torresandino o Puebla de Sanabria viven la realidad de la despoblación durante la mayor parte del año, pero en verano todo cambia. Ahora, los jóvenes llenan sus calles
Rodrigo se va este curso a vivir a Málaga, después de pasar los últimos estudiando en Burgos. Pero, de momento, bajo el sol de agosto, nadie lo mueve de su pueblo. Allí tiene a toda su cuadrilla y por ahora, dice, no se pierde las fiestas. El joven se explica por si resulta raro, pero es fácil ver que no está solo en su decisión mientras trabaja en el chiringuito de la piscina del municipio, Torresandino, en Burgos. Sirve bebidas y snacks sin parar, rodeado de niños y familias que pasan la mañana de este jueves veraniego a remojo. Lo curioso es que este municipio burgalés cercano a la ribera del Duero no llega a los 600 habitantes y no para de perder población.
Este enclave y todos los que rodean su comarca son un ejemplo perfecto de un fenómeno que no para de repetirse verano tras verano. Hay una España rural que pasa la mayor parte del año viendo cómo el lugar envejece, la población más joven no para de irse y cuesta retener siquiera los servicios más básicos, pero que en verano todo explota y se transforma. En Torresandino, donde aún mantienen colegio público y oficinas bancarias, solo han nacido tres niños desde 2017. Sin embargo, en agosto de 2022 pernoctaron, de media, 1.000 menores de 25 años en este municipio y los de alrededor (hablamos del área de Torresandino, ya que el MITMA ofrece datos agrupados para localidades de menor tamaño).
"La llegada de chavales en verano es algo muy común aquí. Muchos jóvenes siguen viniendo porque tienen un arraigo que viene de los abuelos, la mayoría, pero viven fuera. Crecen los veranos aquí y siguen volviendo para las fiestas y demás", explica Carmen, una de las vecinas del pueblo, que tampoco es residente todo el año. "El tema es cómo mantener el arraigo año tras año y generación tras generación, porque aquí se sigue perdiendo población", añade. Como ella, es difícil encontrar vecinos en este municipio que estén empadronados aquí. A unas dos horas de Madrid, cerca de Aranda de Duero, Burgos, Palencia y Valladolid, el enclave es perfecto para segundas residencias. Interior y rodeado de campo es algo más fresco y mantiene cierta población. Pero es complicado imaginarlo como primera. "O trabajas en la agricultura o no te sueles quedar", añaden.
El caso de esta comarca burgalesa es solo uno más dentro del fenómeno. Lugares de interior con problemas muy importantes de despoblación que siguen enganchando a miles de veraneantes. Ocurre aquí, pero también en zonas como Puebla de Sanabria, Zamora, o el Valle de Valdebezana, también en Burgos. Muchos de estos puntos ya han aceptado su sino y se han adaptado, construyendo parques y piscinas o explotando sus espacios naturales al máximo. Pero tienen un futuro incierto. ¿Puede resistir un municipio con todos sus servicios simplemente con veraneantes?
El propio Ayuntamiento de Torresandino ha intentado poner en marcha iniciativas para girar las tornas y asentar más población. En 2021 lanzó una propuesta para ceder terrenos del pueblo a la construcción de viviendas para jóvenes y el municipio está lleno de actividades de distintas asociaciones del lugar para mantener activo su atractivo todo el año. "Se hacen cosas, pero es complicado", comenta Pablo, un joven que ronda la treintena. "Yo por ejemplo teletrabajo aquí en verano y hay otro chico que hace lo mismo, pero no nos planteamos quedarnos todo el año por falta de alternativas de ocio y estilo de vida. Al final la mayoría de los que nos conocemos aquí ya hemos crecido en otros entornos. Sí tengo amigos agricultores que están aquí todo el año", añade.
Rejuvenecer en verano, olvidado en invierno
Yendo a los datos, vemos que esta vuelta a la vida de los municipios es característico de lugares pequeños, pero no solo interiores, sino también costeros. Entre todos destaca Noja (Cantabria), donde el número medio de jóvenes que pasó la noche allí en agosto de 2022 se situó un 250,9% por encima de lo normal, llegando hasta los 6.389. Este es un caso extremo, que genera enormes tensiones en los vecinos de la población, de unos 2.600 habitantes. El pueblo pasa de los 3.000 vecinos del invierno a los 100.000 de agosto. Los problemas se disparan por la llegada en tromba y los asuntos como la gestión de los espacios. Manzanas vacías casi todo el año o problemas de aparcamiento están a la orden del día.
Pero el caso del litoral cántabro no se diferencia de otros espacios de la costa en los que los pueblos se ven beneficiados y perjudicados de igual forma por la llegada masiva de turistas de todas las edades. Entre los que más jóvenes reciben se encuentren algunos como Oropesa (Alicante), Peñíscola (Castellón) o Torrenueva Costa (en la costa granadina). Sin embargo, los rincones más recónditos de la geografía española, aquellos más atacados por la despoblación, también tienen un fuerte poder de atracción para los más jóvenes, aunque solo sea en los meses de verano. Las fiestas, ferias y otros eventos veraniegos siguen llamando la atención, tanto que incluso marcas como la cervecera Mahou o Loterías del Estado han centrado sus anuncios de este verano en los pueblos.
En la comarca de Torresandino la media de menores de 25 años que pernoctaron en 2022 fue de 436. En el mes de julio ya se vio un incremento del 52,5%, hasta llegar a los 664. Pero en agosto, la cifra se disparó y se posicionó un 132% por encima de la media, con más de 1.000 jóvenes durmiendo en estos pueblos que en lo más duro del invierno están casi vacíos. Otro caso igual de representativo es el del Valle de Valdebezana, que pasa de una media de 1.231 jóvenes a 3.200 en el mes de agosto, o la zona de Puebla de Sanabria, donde se produce un incremento del 149,6%, hasta superar también las 3.000 personas menores de 25.
¿De dónde salen esos chavales? Las ciudades y localidades de mayor tamaño son las más perjudicadas en esos meses. Los mejores ejemplos son Sevilla y Madrid, donde las pernoctaciones de los menores de 25 descienden en casi un 20% en el mes de agosto, lo que supone una bajada de más de 125.000 personas en el primer caso y de más de medio millón en el segundo.
Algo particular en estos pueblos, respecto a la costa, es que la llegada de los jóvenes mitiga la crisis poblacional momentáneamente colocando estos municipios en una realidad llena de juventud. En Torresandino, la población de menos de 25 años que pasó la noche en la zona en enero de 2022 fue del 10,2%, mientras esa cifra se incrementó en ocho puntos en agosto. La tendencia es parecida en el Valle de Valdebezana, mientras la población comprendida en este grupo de edad en enero suponía el 12,5% del total, en agosto aumentaba en siete puntos, rozando el 20%.
Si miramos a las zonas de playa, en casos como el de Alcúdia o Calvià, en las Baleares o en Almonte, en Huelva, donde el volumen de turistas provoca un incremento exponencial de la población, el porcentaje de menores de 25 sobre el total de población se mantiene estable en todos los casos, con variaciones incluso negativas. Es decir, en la costa ven cómo aumenta la población de todos los rangos de edad, mientras que la España interior ve un impacto claro de los más jóvenes. Una situación que puede ayudar a entender por qué tantos menores que no viven allí durante el año entienden el lugar como un espacio seguro e idílico para ellos y desean volver.
"Los jóvenes vienen mucho por las fiestas, y mientras se incentiven por parte del ayuntamiento y sigan apostando por ellas, la gente más joven seguirá viniendo", comenta Rodrigo. Un paseo por el pueblo basta para ver claramente ese cambio de los jóvenes. Es raro no ver alguna bici cruzar por las calles, chicos de corta edad se mueven a su aire por todo el casco y la piscina está a rebosar de menores que pueden rondar los 10 años. "Se está muy bien aquí", añade el joven.
Con la natalidad por los suelos
El problema es lo que queda tras esta locura estival. La "revitalización" que disfrutan estos municipios en los meses estivales nada tiene que ver con la situación a la que se enfrentan el resto del año: una población envejecida y tasas de natalidad que rozan el cero absoluto. En 138 de las 371 localidades de la provincia de Burgos, no ha nacido ningún niño en los últimos cinco años.
Estos días, en las piscinas de Torresandino es fácil ver niños nacidos en la última década. Como la familia de Carlos que viene del norte y recoge los bártulos para ir a comer a casa. Son de uno de los municipios de la comarca, pero no se cansan de venir al pueblo. "Vivir aquí es difícil por el trabajo y demás, pero los niños son la mar de felices y la cuadrilla que tienes aquí nunca se pierde", comenta. Como ellos, lo raro es ver estos días grupos de mayores sin ningún niño o menor con ellos. Los parkings de bicis están a rebosar y el frontón o las pistas de pádel se llenan de chavales.
Es difícil saber cómo quedará la comarca en unos años, pero para intentar que no caiga en el olvido, la Asociación Amigos de Torresandino ha llenado el municipio de fotos antiguas del pueblo. Carteles de gran tamaño cubren balcones y muestran cómo era hace unos años. Paco, que vivió en este pueblo hasta los 9 años y vuelve ahora con Milagros, opina que la idea tiene un gran valor. "Es un lugar que deja huella y no me extraña que la gente vuelva. Vivir, no sé si quedará gente viviendo aquí en unos años, pero ya te digo yo que hace 50 años que me fui de aquí y este sitio no se olvida", termina.
Rodrigo se va este curso a vivir a Málaga, después de pasar los últimos estudiando en Burgos. Pero, de momento, bajo el sol de agosto, nadie lo mueve de su pueblo. Allí tiene a toda su cuadrilla y por ahora, dice, no se pierde las fiestas. El joven se explica por si resulta raro, pero es fácil ver que no está solo en su decisión mientras trabaja en el chiringuito de la piscina del municipio, Torresandino, en Burgos. Sirve bebidas y snacks sin parar, rodeado de niños y familias que pasan la mañana de este jueves veraniego a remojo. Lo curioso es que este municipio burgalés cercano a la ribera del Duero no llega a los 600 habitantes y no para de perder población.
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