Los aliados de Yolanda Díaz rechazan entrar en batalla con Iglesias: "Hay que ignorarlos"
Podemos reivindica su 'autonomía' dentro del grupo, comparándose con los comunes o Compromís. Las otras formaciones de Sumar creen que el partido morado está cada día más desconectado de la calle
La noche del 23-J, la izquierda se llenó de euforia ante un resultado electoral inesperado, mientras PP y Vox veían saltar por los aires sus opciones de gobernar. Minutos después, Pablo Iglesias ya advertía de que los cinco diputados con carné morado rendirían cuentas, directamente, ante la dirección de Podemos, y horas después cuestionaba el resultado de Yolanda Díaz. Ione Belarra hizo lo propio a posteriori. El día de la marmota para buena parte de las formaciones integradas en Sumar, que en privado mostraban su indignación por las cargas de profundidad lanzadas por un partido que concurrió dentro de la misma candidatura, al que las encuestas vaticinaban su desaparición de haberse presentado por separado. Y que, antes, durante y después de la campaña, ha cargado contra la estrategia, ha criticado a los aliados o ha reivindicado a figuras que en la plataforma entienden que, hoy por hoy, restan.
Como norma general, los partidos dentro de la coalición que comanda Díaz lo tienen claro. "Hay que ignorarlos", afirman. Insisten en que, cada día, Podemos se dirige a un público más reducido. También que sus mensajes "cada vez tienen menos repercusión". Consideran que han quedado fuera del debate público y que "cada vez hay más gente cansada" con su actuación. Esto es, con cuestionar el rumbo que marca la líder del espacio. Con repetir que el veto a Irene Montero fue "cruel" e "injustificado y hará que quienes tomaron esta decisión se arrepientan durante años", en palabras del histórico secretario general morado. Y con seguir pronunciándose públicamente sobre la vida interna de la coalición, justo lo que todos los dirigentes de la izquierda consideraban, anteriormente, que les había pasado una seria factura.
"Mucha tranquilidad. No hay que entrar a las provocaciones", resume un dirigente de Sumar, que pide "centrarse en lo importante", que es lo que desean "quienes nos han votado". "Su capacidad de desgaste es muy limitada", apunta otra destacada figura del espacio político de la izquierda a la izquierda del PSOE. Defienden que los morados dedican demasiado tiempo a hablar del pasado y de la vida orgánica, a objetar en directo sobre el rumbo actual, cuando ya no son la fuerza hegemónica y apenas cuentan con esos cinco de 31 diputados. Hasta a presumir de sus propios logros desde el Gobierno, pero apenas se centran en propuestas de futuro.
Hay una parte de los dirigentes bajo el paraguas de Sumar, por contra, que piden "normalizar las discrepancias", sin caer "en el monotema que pretende Iglesias". Dicho en plata, evitar "el cierre de filas", decir, que los resultados el 23-J fueron "históricos" o incurrir en "vendettas absurdas", como comparar el momento político de 2023 con el de 2015. Leído sin contexto, el resultado de este domingo supone un retroceso, toda vez que han perdido más de 700.000 votantes con respecto al "peor resultado" de Unidas Podemos, como recriminaban Belarra e Iglesias a Díaz.
La cuestión es que la mayoría de los aliados de Sumar, así como el núcleo duro de la vicepresidenta, están eufóricos por haber sobrevivido a semanas de guerra interna, a la activación del voto útil por parte del PSOE y al desplome en las encuestas. Por haber logrado movilizar a la izquierda dos meses después de otras elecciones, aunque sea el PSOE quien ha experimentado un crecimiento.
La cúpula de Podemos, salvo los dirigentes que también eran candidatos, ha optado por un perfil bajo en campaña hasta que Belarra multiplicó su presencia, en el tramo intermedio. Distintos aliados de Sumar les acusaban de estar de brazos caídos, de no pelear ante el riesgo de que el PP y Vox formaran Gobierno, mientras los morados afirmaban haber sido "invisibilizados", asegurando que la vicepresidenta segunda había "renunciado" al feminismo. Con Belarra a la cabeza, reivindicaron a Montero, su legado, y hasta la "responsabilidad histórica de su militancia".
Iglesias irrumpió para cargar contra la estrategia de Díaz, que Podemos ya había identificado como errónea, tiempo atrás. Están convencidos de que, con un discurso mucho más combativo en fondo y forma, habrían logrado un mejor resultado. Y ahí, el resto de aliados de Sumar niega la mayor.
Entienden que, sin la difícil confluencia lograda, sin el liderazgo de Díaz, el resultado habría sido demoledor para la izquierda. Más, si cabe, tras la debacle en las elecciones autonómicas y municipales, en que Podemos fue expulsado de parlamentos como el de Madrid o Valencia. Compromís acusó el golpe; los comunes perdieron el Ayuntamiento de Barcelona, y Más Madrid retrocedió en el consistorio de la capital, pero creció en la Asamblea. El varapalo fue especialmente grave para los morados. "No conectan con gente de la calle, que está bien feliz por lo sucedido", abundan.
La noche electoral, buena parte de estos dirigentes daba por hecho que Podemos y la propia Montero, que se retiró del foco público para centrarse únicamente en su ministerio tras su exclusión de las listas, no tendrían espacio para pelear a la interna. Al menos, no mientras hubiera la más mínima opción de reeditar el Gobierno de coalición. Se equivocaban.
El discurso de Belarra en el cierre de campaña, el pasado viernes, generó malestar, pero optaron por mantenerse en silencio. Y es lo que quieren seguir haciendo, aunque asumen que los dardos de Podemos continuarán. Que la formación morada reivindique su autonomía dentro del grupo parlamentario entra dentro de lo esperado, pero otras fuerzas de Sumar recuerdan que, si dejan el grupo parlamentario en el Congreso, perderán el 23% de recursos que les corresponden por el acuerdo de coalición. La convivencia, entienden, es necesaria para la izquierda. Y Podemos argumenta que reclama exactamente lo mismo que Compromís o los comunes, que en la pasada legislatura gozaron de libertad de voto en un tema tan sensible como la proposición de ley del PSOE para prohibir la prostitución y reforzar el castigo a los puteros.
Díaz, que no acostumbra a responder públicamente sobre cuestiones internas, arrojó a Podemos el dato del "millón de votos" logrado, junto con IU, el 28-M, en respuesta a sus críticas por haber retrocedido hasta los tres millones de votantes. No se recuerda una respuesta pública tan contundente, aunque fuera tras varias repreguntas en una entrevista en La Sexta, desde que Belarra reclamó seguir negociando el acuerdo de coalición, al arranque de junio, cuando también denunció que no garantizaba la representatividad de Podemos.
El miércoles, en su despedida como portavoz parlamentario de Unidas Podemos en la Cámara Baja, Pablo Echenique, que volverá a su plaza en el CSIC, se declaró "orgulloso de haber hecho mucho ruido". Es precisamente ese ruido, también su forma de desvelar las peleas internas, lo que quieren evitar en Sumar. Hoy asumen que lo tienen difícil, y optan por ignorarlos.
La noche del 23-J, la izquierda se llenó de euforia ante un resultado electoral inesperado, mientras PP y Vox veían saltar por los aires sus opciones de gobernar. Minutos después, Pablo Iglesias ya advertía de que los cinco diputados con carné morado rendirían cuentas, directamente, ante la dirección de Podemos, y horas después cuestionaba el resultado de Yolanda Díaz. Ione Belarra hizo lo propio a posteriori. El día de la marmota para buena parte de las formaciones integradas en Sumar, que en privado mostraban su indignación por las cargas de profundidad lanzadas por un partido que concurrió dentro de la misma candidatura, al que las encuestas vaticinaban su desaparición de haberse presentado por separado. Y que, antes, durante y después de la campaña, ha cargado contra la estrategia, ha criticado a los aliados o ha reivindicado a figuras que en la plataforma entienden que, hoy por hoy, restan.
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