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Feijóo concede al PSOE gobernar Barcelona y Vitoria y compensa sus pactos con Vox
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ACUERDO HISTÓRICO

Feijóo concede al PSOE gobernar Barcelona y Vitoria y compensa sus pactos con Vox

El PP vuelve al carril central tras el regalo a Collboni y reparte poder a izquierda y derecha. El líder popular mira al 23-J con una posición de fuerza: controla el 61% de las grandes urbes, más del doble que los socialistas

Foto: Jaume Collboni, investido alcalde de Barcelona tras un acuerdo 'in extremis' con comunes y PP que arrebató el poder a Xavier Trias (d). (EFE/Quique García)
Jaume Collboni, investido alcalde de Barcelona tras un acuerdo 'in extremis' con comunes y PP que arrebató el poder a Xavier Trias (d). (EFE/Quique García)
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Alberto Núñez Feijóo recupera el relato de la centralidad tras protagonizar un giro sin precedentes en Barcelona. A menos de una hora para que arrancase el pleno de investidura, los Comunes dieron la sorpresa y anunciaron que votarían a favor del candidato del PSC, Jaume Collboni. Toda la presión estaba sobre los hombros del PP. Ellos estaban dispuestos a facilitar un gobierno de Xavier Trias si los socialistas no le daban garantías de que mantendrían a Ada Colau fuera de su equipo. Pero el volantazo de los Comunes llevó a Génova a poner sus votos en la cesta del PSC, una decisión que permite al líder popular huir del marco del aislamiento con Vox y rescatar la imagen de político templado. El hombre de Estado que quiere llegar a la Moncloa mirando a derecha e izquierda.

El histórico acuerdo entre el PP y el PSC en Barcelona para frenar al independentismo está cargado de implicaciones. Más aún en la antesala de unas elecciones generales. La única alegría municipal que salva a Pedro Sánchez del desastre total viene de manos de Feijóo. Y no solo en la segunda ciudad de España. En Euskadi, los populares se aliaron con PSOE y PNV para extender cordones sanitarios frente a Bildu. Regaló Vitoria a los socialistas y varios ayuntamientos, como el de Durango, a los nacionalistas vascos, con el objetivo de reducir el control institucional de la izquierda abertzale radical.

Foto: Collboni, nuevo alcalde de Barcelona. (EFE/Quique García)

El mapa municipal que quedó impreso en la jornada del sábado, fecha en la que debían constituirse los más de 8.000 ayuntamientos de España, sitúa a Feijóo en una posición de fuerza de cara al 23-J. Y no solo por un resultado que le permitirá gobernar en más del 60% de las grandes ciudades. El golpe en Barcelona y el cordón en Euskadi permite a Génova reivindicar la geometría variable con la que Feijóo reparte poder a izquierda y derecha. Y desinfla la estrategia de Sánchez de desgastar a su rival por sus "pactos de la vergüenza" con la ultraderecha. El éxito del PP en la última cita con las urnas se cimenta, en parte, con el apoyo de Vox. Pero también ha puesto la alfombra roja a su principal rival político en dos capitales de vital importancia para el PSOE.

Es política "adulta", "patriótica", de "sentido común", "generosa", "de Estado". Los apelativos que empleaban altos cargos del PP para definir el acuerdo de Barcelona dan cuenta de la estela discursiva que seguirá la dirección popular en las próximas semanas para diluir su dependencia de Vox. La renovada posición de fuerza que Génova exhibirá en campaña se basará en la aptitud de su líder para romper los bloques graníticos de izquierda y derecha y recuperar el carril central que había quedado en segundo plano por la ya normalizada convivencia con los de Santiago Abascal. No hay que olvidar que el mayor acercamiento a la ultraderecha se ha producido bajo la presidencia del propio Feijóo. Vox tocará poder en nada menos que 140 ejecutivos municipales y seis grandes capitales, donde ya han puesto en la diana las políticas de género e igualdad.

Con todo, inclinar la balanza a favor del PSC en Barcelona no ha sido una decisión fácil para Feijóo. El resultado de las urnas le situó desde el principio en una encrucijada. La presión de la clase empresarial catalana para que facilitase la investidura del candidato del seny no pasó desapercibida en el PP. Pero asumir el rol de colaborador del independentismo era un precio a pagar demasiado alto, una mácula capaz de hundir sus ya escuálidas perspectivas electorales en Cataluña. La presión llevó a Génova a telefonear a Ferraz para forzar el acuerdo. El pasado jueves, Elías Bendodo alzó frente a Santos Cerdán su línea roja: o gobernaba sin Colau, o gobernaba Trias.

El PP no se planteaba apoyar directamente al candidato soberanista, sino que optarían por votarse a sí mismos. Aunque en el ámbito municipal, lo mismo daba. Si no hay una suma alternativa que impulse a otro candidato, se impone la lista más votada, que en este caso era la de Junts. El PSC negó el compromiso de no incluir a Colau en su ejecutivo hasta el final. La presión era máxima. Pero todo cambió en cuestión de minutos. A última hora, los comunes dieron un giro anunciando el voto a favor de la investidura de Collboni, sin la exigencia de entrar en su equipo de gobierno. Y puso al PP el voto a favor de sus cuatro ediles en bandeja de plata.

La decisión del PP tendrá implicaciones inmediatas en la política barcelonesa. Jaume Collboni fue investido alcalde ante el enfado mayúsculo de Xavier Trias, que puso la guinda al insólito pleno del sábado con un sonoro "¡que les den a todos!". El socialista gobernará en minoría, a nada menos que once votos de la mayoría absoluta, lo que llena de interrogantes su agenda ejecutiva en la ciudad condal. Pero el PSC tiene su bastón de mando. Y los populares, su relato. Feijóo exhibe imagen de "estadista" que ha cerrado la puerta al "partido de Puigdemont" y al "populismo" de Colau. "Hemos dado un paso adelante hacia la España del diálogo".

Foto: El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, tras ser elegido alcalde (EFE/Quique García)

El PSOE maquilla su declive

El giro de guion en Barcelona cambia hasta cierto punto el relato para los socialistas. Recuperar la segunda ciudad de España, sobre todo tras la apuesta de Pedro Sánchez por "pacificar" Cataluña, es una victoria de contenido simbólico. El maquillaje barcelonés, no obstante, no cambia la realidad. El PSOE solo gobierna en seis de las 30 ciudades españolas más pobladas después de perder frente al PP bastiones como Sevilla o Valladolid. Son solo dos ejemplos, pero dan una imagen muy ilustrativa de la situación en la que queda el poder municipal de los socialistas después de un mandato muy favorable, iniciado en 2019 con un PP decaído y acechado por Ciudadanos y Vox. Cuatro años después, las tornas han cambiado y la absorción de los naranjas por parte de los populares ha teñido de azul el mapa municipal del país en el preludio de las elecciones generales del próximo 23 de julio.

Junto con Barcelona y Vitoria, los socialistas solo controlan otras cuatro ciudades entre las 30 urbes más pobladas. Son Las Palmas de Gran Canaria, donde la exministra Carolina Darias será alcaldesa; el bastión de Abel Caballero en Vigo; L’Hospitalet de Llobregat, donde Nuria Marín perdió la absoluta; y Sabadell, donde repite Marta Farrés. Estas seis ciudades suman 3 millones de habitantes, aunque más de la mitad (1,6 millones) corresponden a Barcelona, el botín que le ha regalado el PP.

La marca de los populares está mucho más alta. El PP gobierna al 61,4% de la población de las ciudades con más de 50.000 habitantes, casi el doble de lo que tenía hasta ahora (31,8%), mientras que el PSOE pasa del 43,3% al 27,4%. Importante tener en cuenta que antes de la carambola barcelonesa, ese porcentaje se situaba en un escuálido 20,9%. Eso, en números absolutos, se traduce en 15,4 millones de personas gobernadas por el PP, frente a los 6,8 millones que viven en ayuntamientos en manos de los socialistas. Menos de la mitad.

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Román G. Aguilera) Opinión

La debilidad municipal del PSOE casi no tiene precedentes y deja al partido con los ánimos por los suelos en una precampaña cuesta arriba. Pedro Sánchez asumió los malos resultados de su partido y justificó así la necesidad de convocar los comicios, pero ha colocado a su partido en una tesitura complicada. La militancia y el músculo financiero del partido están agotados después del trabajo previo a las locales y autonómicas. El desánimo cunde entre los afiliados, sobre todo en esas ciudades y pueblos donde los socialistas han perdido el poder. Y todavía falta por repartir el botín de las diputaciones, que también se verán arrastradas por la ola popular y provocarán una importante pérdida de poder institucional a los socialistas.

Sánchez intentará cambiar el relato con el mitin que protagonizará este domingo en Dos Hermanas, su ciudad fetiche, donde comenzó la reconquista del poder en el PSOE. Esta localidad sevillana es la única de las 13 ciudades con más de 100.000 habitantes de Andalucía donde los socialistas gobiernan desde este sábado. Hasta ahora los socialistas tenían 6, pero se han dejado por el camino Sevilla, Granada, Jerez de la Frontera, Huelva y Jaén. Otra muestra del declive es que mientras que Juanma Moreno estuvo en las investiduras de sus nuevos alcaldes en Sevilla, Granada y Cádiz, el líder del PSOE acudió a la toma de posesión del alcalde de La Rinconada, una ciudad de unos 40.000 habitantes en el área metropolitana de Sevilla donde gobierna el jefe de los socialistas sevillanos, Javier Fernández de los Ríos.

Foto: Zapatero y Sánchez, el pasado 3 de marzo. (EFE/Borja Sánchez-Trillo) Opinión

La caída del PSOE es el resultado de la pérdida de 400.000 votos respecto a las municipales de 2019, combinada con los 1,9 millones de sufragios que ha ganado el PP de Alberto Núñez Feijóo. Pero en muchos ayuntamientos los socialistas se han encontrado sin socios a su izquierda para amarrar las mayorías en lugares donde han sido los más votados, como es el caso de Valladolid, Elche, Burgos o Alcalá de Henares. En esas ciudades, los populares se han aliado con Vox para hacer alcalde al candidato del PP a pesar de no ser los ganadores en número de votos, una circunstancia que amenaza también con hipotecar el futuro de Alberto Núñez Feijóo, y comprometer su credibilidad cuando habla de "gobernar en solitario".

Todo ello responde también a la debilidad de las candidaturas de la izquierda a la izquierda del PSOE. Yolanda Díaz no quiso presentarse con Sumar en las municipales, en una estrategia que ya inauguró Podemos en 2015. El objetivo era no desgastar la marca en unos comicios en los que existe un importante voto dual. La diferencia es que en 2015 el ciclo político era otro y las candidaturas de izquierda desembocaron en los llamados ayuntamientos del cambio: Manuela Carmena en Madrid, Ada Colau en Barcelona, Joan Ribó en Valencia, José María González, Kichi, en Cádiz. Ni uno de esos alcaldes mantiene hoy el bastón de mando y lo mismo ocurre en otras ciudades donde hubo este tipo de partidos, como Zaragoza, Santiago de Compostela o La Coruña.

Alberto Núñez Feijóo recupera el relato de la centralidad tras protagonizar un giro sin precedentes en Barcelona. A menos de una hora para que arrancase el pleno de investidura, los Comunes dieron la sorpresa y anunciaron que votarían a favor del candidato del PSC, Jaume Collboni. Toda la presión estaba sobre los hombros del PP. Ellos estaban dispuestos a facilitar un gobierno de Xavier Trias si los socialistas no le daban garantías de que mantendrían a Ada Colau fuera de su equipo. Pero el volantazo de los Comunes llevó a Génova a poner sus votos en la cesta del PSC, una decisión que permite al líder popular huir del marco del aislamiento con Vox y rescatar la imagen de político templado. El hombre de Estado que quiere llegar a la Moncloa mirando a derecha e izquierda.

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