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El pulso hasta el final entre Díaz e Iglesias abrasa Sumar: "Si hay pacto, nacerá muerto"
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Guerra en la izquierda

El pulso hasta el final entre Díaz e Iglesias abrasa Sumar: "Si hay pacto, nacerá muerto"

Las negociaciones han dejado en evidencia tensiones insalvables entre las formaciones de izquierda. Los socios alertan a la vicepresidenta de que Montero boicoteará desde dentro

Foto: La líder de Sumar, Yolanda Díaz. (EFE/Cati Cladera)
La líder de Sumar, Yolanda Díaz. (EFE/Cati Cladera)
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Si Pedro Sánchez pretendía espolear con el adelanto electoral a Yolanda Díaz y Pablo Iglesias para acelerar las negociaciones sobre el encaje de Podemos en Sumar, lo ha logrado. Estos días, los contactos han sido permanentes, y salvo sorpresas habrá fumata blanca en horas, pero la urgencia ha evidenciado que la mala relación entre los protagonistas va mucho más allá de sus encontronazos en las redes sociales. “El pacto nacerá muerto”, lamentan desde los equipos de los socios de la vicepresidenta del Gobierno. Las acusaciones mutuas entre Iglesias, Ada Colau o Mónica García recrean las sospechas acusatorias que desde hace meses rondan a Más País, Compromís o los comunes: “Irene Montero es un caballo de Troya”.

La inclusión de la ministra de Igualdad en las listas ha sido siempre un escollo. No solo por la posición que ocupe, sino porque los socios de Díaz la ven como una “amenaza” para el futuro del proyecto. En primer lugar, consideran que es un perfil quemado que, lejos de aportar a la plataforma, resta. En segundo lugar, interpretan su presencia como mantener el cordón umbilical con Iglesias. Ambos supuestos, para los equipos de Compromís, Más Madrid y los comunes, se traducirán en un menor resultado en las urnas.

Para apuntalar esta teoría, recuerdan que el fin de Podemos se inició cuando Iglesias y Montero adquirieron su vivienda en Galapagar, desde donde hoy siguen dirigiendo el futuro de la marca que surgió del 15-M, según fuentes del partido morado. Los socios de Díaz hacen hincapié en que hace dos años los votantes “castigaron” a Iglesias en las elecciones a la Comunidad de Madrid y que ahora lo harán con Montero, a la que ya no ven como un referente de la izquierda. Su conclusión es que penalizará el resultado de Sumar el 23-J.

Los hay que van más allá y se sitúan en el día después de las generales. Como ocurre en las filas socialistas, en las otras formaciones de izquierdas el ambiente tras el 28-M es de derrota. Dan por hecho que hay más opciones de estar en la oposición que de reeditar la coalición con el PSOE. En este escenario, el temor es que Montero y Belarra conviertan la convivencia del grupo en un “auténtico infierno”. Entre las conspiraciones de las que unos y otros se acusan, este sector plantea que Iglesias aprovechará el resultado de las urnas para cuestionar a Díaz e intentar “dinamitar” el futuro grupo en el Congreso desde dentro. De ahí que sea determinante la proporcionalidad en los asientos que se ceden a los morados.

Foto: Yolanda Díaz durante una visita a Doñana esta mañana. (Europa Press/A. Pérez)

Aunque Iglesias ha impuesto una dialéctica a cara de perro, sí ha ido rebajando las exigencias. El batacazo en las municipales y autonómicas ha ayudado. Si partieron pidiendo un 50% de los puestos de salida, ahora estarían hablando de seis, “siendo extragenerosos”, en posiciones de salida en las listas de Madrid, Comunidad Valenciana y Cataluña. La oferta tiene trampa, porque son los territorios de Compromís, Más País y los comunes. Cuadrar el puzle es harto complicado.

La falta de empatía entre los emisarios tampoco ha ayudado. Iglesias y Díaz no han conversado ni una sola vez sobre cómo encajar las piezas de Podemos en Sumar. Su relación es inexistente. La vicepresidenta es consciente de que quien la designó trabaja ahora para acabar con su proyecto político. Díaz habla con Belarra. Esta última no tiene manos libres. Según relatan asistentes a algunas de las reuniones, nunca cierra ningún fleco sin antes salir, ella o alguien de su equipo, a hablar por el móvil. Incluso se ha dado el caso de que al volver defienden lo contrario de lo anteriormente planteado. Como ejemplo, el día que Pedro Sánchez anuncia el adelanto electoral, que no consultó con la parte morada del Gobierno, estaba reunida la ejecutiva y pese a que Belarra aconsejó no hacer declaraciones, se la obligó a dar una rueda de prensa donde no aceptó preguntas.

Foto: Irene de Miguel. (EFE/Vicente Roso)

El segundo nivel son la secretaria de Organización de Podemos, Lilith Vestrynge, y el jefe de gabinete de la vicepresidenta, Josep Vendrell. Han estado llevando el grueso del intercambio de mensajes y a veces su relación ha sido tensa. La dependencia de las emisarias moradas del llamado clan de Galapagar ha sido un lastre siempre. Además de Iglesias y Montero, el núcleo duro lo componen Juan Carlos Monedero y Juanma del Olmo, hombre fuerte del exvicepresidente. Su ensoñación es que haya un Gobierno PP-Vox para “volver a la calle” y reeditar Podemos desde Sumar.

En Podemos, son cada vez más los que cuestionan en privado las estrategias de los fundadores, pero pocos los que les han perdido el miedo. Saben que la disidencia se paga. Estos han puesto sus esperanzas en Yolanda Díaz y esperan que sea capaz de aguantar los envites de Montero.

¿Por qué con todas estas prevenciones es mejor ir juntos a las elecciones? La respuesta es el funcionamiento de la ley electoral. El bloque de la derecha ya experimentó en carne propia el desgaste que supone ir con tres marcas. Es mejor sumar, aunque reste.

Si Pedro Sánchez pretendía espolear con el adelanto electoral a Yolanda Díaz y Pablo Iglesias para acelerar las negociaciones sobre el encaje de Podemos en Sumar, lo ha logrado. Estos días, los contactos han sido permanentes, y salvo sorpresas habrá fumata blanca en horas, pero la urgencia ha evidenciado que la mala relación entre los protagonistas va mucho más allá de sus encontronazos en las redes sociales. “El pacto nacerá muerto”, lamentan desde los equipos de los socios de la vicepresidenta del Gobierno. Las acusaciones mutuas entre Iglesias, Ada Colau o Mónica García recrean las sospechas acusatorias que desde hace meses rondan a Más País, Compromís o los comunes: “Irene Montero es un caballo de Troya”.

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