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El reencuentro secreto de Felipe, Guerra y sus ministros en plena convulsión interna del Partido Socialista
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En un lujoso restaurante de Madrid

El reencuentro secreto de Felipe, Guerra y sus ministros en plena convulsión interna del Partido Socialista

Los dos líderes históricos del socialismo encabezaron el cónclave con decenas de invitados en la primera planta de un restaurante madrileño

Foto: Felipe González llega a la cena en el restaurante La Manduca de Azagra, en la calle Sagasta. (Sergio Beleña)
Felipe González llega a la cena en el restaurante La Manduca de Azagra, en la calle Sagasta. (Sergio Beleña)

Felipe González y Alfonso Guerra, los dos líderes que llevaron al PSOE a su mayor victoria histórica en 1982, volvieron a juntarse mucho tiempo después. Fue el principal reencuentro de un cónclave secreto celebrado en un lujoso restaurante de Madrid. Les acompañaron decenas de sus ministros en aquellos gobiernos socialistas de chaqueta de pana surgidos tras aquella foto en el Palace. Mientras tanto, ahí fuera, muchos años después, sus herederos protagonizaban con luz y taquígrafo otra jornada convulsa fruto de los desencuentros entre las políticas del presidente Sánchez y algunos de sus barones, que se aproximan al examen de mayo como si fuera una tanda de penaltis de Qatar.

Javier Solana remetiéndose la camisa, José Luis Corcuera con un loden verde, Carlos Solchaga muy sonriente… Uno a uno se iban uniendo a la reedición de un Consejo de Ministros, esta vez en la primera planta de un restaurante de la céntrica calle Sagasta de Madrid. Sus dueños, muy atentos a la llegada de los invitados para abrirles la puerta, pidieron no tomar fotos del interior. Una puerta acristalada dejaba ver un salón en tonos ocres con mantelería blanca impoluta. Había llovido a mares en Madrid, pero la mayoría de los exministros socialistas llegaron al lugar andando. Los hubo con bastón, con mascarilla o tocados con sombrero de señor mayor. Otros iban todavía con escolta. A alguno le costó trabajo la maniobra de bajar del coche.

placeholder Alfonso Guerra a la salida de la cena en el restaurante La Manduca de Azagra, en la calle Sagasta. (Sergio Beleña)
Alfonso Guerra a la salida de la cena en el restaurante La Manduca de Azagra, en la calle Sagasta. (Sergio Beleña)

A las 20:20 llegó el primero. Ni siquiera había abierto todavía el restaurante y dio varias vueltas a la manzana como buscando una puerta de autoridades que no apareció. Acabó dando golpes en la cristalera reclamando que alguien le dejase pasar. En ese momento ya no caía agua en la calle, pero el día estaba desapacible. Es una zona muy transitada, pero no costaba distinguir cierta estética y poso de ministro de los ochenta acercándose al establecimiento. Dentro recordarían batallas o cosas de su época, como cuando el PSOE albergaba en su seno familias y corrientes.

placeholder Manuel Chaves sale del restaurante La Manduca de Azagra. (Sergio Beleña)
Manuel Chaves sale del restaurante La Manduca de Azagra. (Sergio Beleña)

Jerónimo Saavedra, Joan Majó, Pedro Solbes, Manuel Chaves... Así, hasta unos 40 exministros, según las estimaciones. Pasaban los minutos e iban llegando de forma escalonada como a una alfombra roja. Los había más conocidos, más longevos, más mediáticos y otros que ya empezaron sus ataques a Sánchez mucho antes que Lambán o Page. Concretamente, cuando estaba Zapatero. Alguno posó para la cámara, como Felipe, quien incluso se quitó la mascarilla para que se le viera bien. Saludó y entró. Guerra, en cambio, solo entró. Y si saludó, no se le escuchó. Un día antes había concedido una entrevista en Onda Cero en la que le exigió algo más de sustancia al presidente para pasar a la historia que exhumar un cadáver.

placeholder De izquierda a derecha: Jerónimo Saavedra, Joaquín Almunia, Javier Solana, Joan Majó, Suárez Pertierra y Carlos Solchaga.
De izquierda a derecha: Jerónimo Saavedra, Joaquín Almunia, Javier Solana, Joan Majó, Suárez Pertierra y Carlos Solchaga.

La presencia de Guerra tenía el aroma a reconciliación o desagravio. Hace unas semanas, Sánchez organizó un acto en el que capitalizó aquella victoria que ahora cumple 40 años, efeméride fértil para la publicación de libros, biografías y memorias. El presidente se incluyó en una revisión del cartel electoral de la victoria del 82 en la que alguien hizo desaparecer las fábricas humeantes de entonces. La Moncloa quiso contar con Felipe, pero no con su vicepresidente. Si en 20 años a España no la iba a reconocer ni la madre que la parió, en 40, Guerra ni siquiera salió en la foto de tanto moverse.

placeholder Abel Caballero. (Sergio Beleña)
Abel Caballero. (Sergio Beleña)

Sus críticas a la Moncloa sirven ahora de nexo de unión con una parte del PSOE que reniega de los pactos con independentistas a través del Código Penal. Page y Lambán han terminado esta semana de fijar el umbral de la indignación con la Moncloa sin dejar mucho margen intermedio a sus compañeros. La Manduca de Azagra fue el restaurante elegido para este último baile. No es el típico sitio en el que pongan una televisión para escuchar a Juan Carlos Rivero narrar la victoria de Francia sobre Marruecos. Tampoco un noticiero donde escuchar el augurio de la inminente extinción de su régimen del 78 antes de que les diera tiempo siquiera de pedir el postre.

Felipe González y Alfonso Guerra, los dos líderes que llevaron al PSOE a su mayor victoria histórica en 1982, volvieron a juntarse mucho tiempo después. Fue el principal reencuentro de un cónclave secreto celebrado en un lujoso restaurante de Madrid. Les acompañaron decenas de sus ministros en aquellos gobiernos socialistas de chaqueta de pana surgidos tras aquella foto en el Palace. Mientras tanto, ahí fuera, muchos años después, sus herederos protagonizaban con luz y taquígrafo otra jornada convulsa fruto de los desencuentros entre las políticas del presidente Sánchez y algunos de sus barones, que se aproximan al examen de mayo como si fuera una tanda de penaltis de Qatar.

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