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Feijóo seguirá la 'vía Mañueco' tras el 28-M: priorizar al PSOE, pero negociar con Vox
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ELECCIONES AUTONÓMICAS Y MUNICIPALES

Feijóo seguirá la 'vía Mañueco' tras el 28-M: priorizar al PSOE, pero negociar con Vox

El PP forzará hasta el final la estrategia de que el PSOE permita gobernar a "la lista más votada", pero asume que el trato para llegar al poder dependerá de Santiago Abascal

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, acompañado de Alfonso Fernández Mañueco y Fernando López Miras. (EFE/Javier Lizón)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, acompañado de Alfonso Fernández Mañueco y Fernando López Miras. (EFE/Javier Lizón)

Nadie en el PP se plantea reeditar el pacto que facilitó la entrada de Vox en su primer Gobierno autonómico, de la mano de Alfonso Fernández Mañueco. Pero sí replicarán el modelo de negociación que inauguró el presidente de Castilla y León cuando inició la ronda de contactos para su investidura. Pese a que las relaciones estaban prácticamente rotas, el barón popular llamó a consultas en primer lugar al socialista Luis Tudanca para proponerle un acuerdo que permitiese mantener a raya al grupo encabezado por Juan García-Gallardo. Como era de esperar, el intento no prosperó, y el PP terminó firmando su primer pacto de coalición con los de Santiago Abascal, una alianza que nadie desea en Génova, pero a la que tampoco cierran la puerta.

Todo dependerá de la aritmética. El PP aspira a lograr una "mayoría suficiente" que les evite pasar por el aro de un pacto con Vox, ya que, a juicio de algunos dirigentes populares, podría cerrarle a Alberto Núñez Feijóo las puertas de la Moncloa. Génova insiste en que ese panorama también se dibujó en Andalucía y, finalmente, Juanma Moreno se impuso con mayoría absoluta. De hecho, en el PP creen que la campaña del miedo a Vox con la que azuzó la izquierda terminó arrojando más papeletas a la urna del barón popular.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), conversa con la vicepresidenta primera, Nadia Calviño (c), y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. (EFE/Fernando Villar)

Pero el partido que se jugará en mayo será mucho más intenso. Feijóo aspira a teñir de azul grandes feudos socialistas como la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Aragón o Extremadura. Aunque los populares insisten en que las encuestas no deben empezar a leerse a partir de enero, cuando a su juicio empezará a medirse el impacto real de los últimos escándalos de Sánchez en las siglas del PSOE, la realidad que avanzan los últimos sondeos es que PSOE y PP están prácticamente empatados, y que la balanza se decidirá gracias a los partners de cada uno.

En la Comunidad Valenciana, por ejemplo, el entorno de Carlos Mazón da por segura la victoria si Unidas Podemos no logra representación parlamentaria. "Inclinaría la balanza", analizan las fuentes consultadas, que también asumen que será necesario llegar a un acuerdo con Vox para sacar adelante una eventual investidura. Con todo, la máxima de Feijóo pasa por que los territorios prioricen en su ronda de contactos al PSOE, como hizo Mañueco en su momento, para ofrecerle un pacto que limite la influencia y capacidad de exigencia del partido situado a su derecha. Pero asumen de antemano que será una vía muerta.

Foto: Alberto Núñez Feijóo. (Daniel González)

En el proceso de construcción de un perfil moderado que Feijóo ha querido mantener desde su salto a la política nacional, el líder del PP siempre ha abierto la puerta a una oferta que el PSOE rechazó de antemano: firmar un acuerdo entre los dos grandes partidos que permita gobernar a la lista más votada, una fórmula con la que se podría escorar a los "extremismos" y "populismos" del mapa político. Así lo declaró el líder de la oposición en una entrevista para El Confidencial el pasado mes de abril, y la oferta continúa vigente.

Los populares creen que los socialistas tienen mucho más que perder que ellos, puesto que el PSOE se juega ocho territorios en las próximas elecciones autonómicas, mientras que el PP solo someterá dos de sus autonomías al escrutinio de las urnas: Madrid y Murcia. En ambos casos, la reelección está prácticamente hecha, especialmente en el caso de Isabel Díaz Ayuso, que persigue igualar el récord de Moreno y firmar una mayoría absoluta.

Foto: El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. (EFE/Jesús Monroy)

Pero Génova da por perdida una bala que el PSOE ya ha esquivado. Solo quedaría Vox. Y ahí el modelo que desea implantar Feijóo es, precisamente, el que ha seguido la presidenta madrileña: una mayoría amplia que no evitaría un pacto con los de Abascal, pero sí vetar su acceso a cuotas de poder. En este caso, en Génova esperan que el "castigo" de Castilla y León, en el que Fernández Mañueco tiene que lidiar día a día con los exabruptos de su vicepresidente, Juan García-Gallardo, convenza a un puñado de votantes de Vox de que un gobierno en solitario es "una garantía de estabilidad".

Los planes de Génova se cruzan con los de Vox, que aspira a firmar nuevos gobiernos autonómicos con el PP, al menos en cuatro autonomías: Murcia, Castilla-La Mancha, Baleares y Comunidad Valenciana. El partido aspira a repetir la experiencia de Castilla y León, al menos en varias de estas comunidades, lo que allanaría el camino a Santiago Abascal para hacerse con algún asiento de la Moncloa si a Feijóo no le dan los números a finales de 2023. El precio es alto, y las urnas deciden.

Nadie en el PP se plantea reeditar el pacto que facilitó la entrada de Vox en su primer Gobierno autonómico, de la mano de Alfonso Fernández Mañueco. Pero sí replicarán el modelo de negociación que inauguró el presidente de Castilla y León cuando inició la ronda de contactos para su investidura. Pese a que las relaciones estaban prácticamente rotas, el barón popular llamó a consultas en primer lugar al socialista Luis Tudanca para proponerle un acuerdo que permitiese mantener a raya al grupo encabezado por Juan García-Gallardo. Como era de esperar, el intento no prosperó, y el PP terminó firmando su primer pacto de coalición con los de Santiago Abascal, una alianza que nadie desea en Génova, pero a la que tampoco cierran la puerta.

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