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"¡Y ganó el PP en Muxía!": ¿Cambió algo el accidente del Prestige en la política gallega?
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SE CUMPLEN 20 AÑOS

"¡Y ganó el PP en Muxía!": ¿Cambió algo el accidente del Prestige en la política gallega?

En las elecciones municipales de 2003, el PP revalidó la alcaldía en alguna de las áreas más afectadas por el chapapote pese a las críticas sobre su gestión de la tragedia. ¿Qué pasó?

Foto: Una foto de hace 20 años en la misma playa gallega, hoy limpia. (Brais Lorenzo)
Una foto de hace 20 años en la misma playa gallega, hoy limpia. (Brais Lorenzo)

"Después de todo y a pesar de todo, el PP volvió a ganar". El relato político de lo que sucedió tras la catástrofe y el movimiento social que siguieron al Prestige son un manantial inagotable de debates en la sociedad gallega, desde las tabernas de los puertos hasta los despachos y las facultades. La disparidad en los análisis, sobre las consecuencias electorales que provocó la catástrofe, emerge 20 años después con la efeméride del hundimiento del petrolero.

Un sector de la opinión pública considera que el PPdeG se llevó apenas un rasguño en aquel enorme trauma colectivo. Por el contrario, hay voces que señalan la catástrofe del Prestige como un punto de giro que provocó la pérdida de un poder que los populares no han vuelto a recuperar. ¿Qué pasó realmente?

Foto: Imagen de una de las playas afectadas por el vertido del Prestige (REUTERS)

En Muxía, la zona cero que recibió a decenas de miles de voluntarios y periodistas de medio mundo, se reflejaron en las elecciones municipales de mayo de 2003 las dos caras de la misma moneda. El alcalde, Alberto Blanco (Partido Popular), revalidó la mayoría absoluta con la que contaba desde 1999. Para unos, aquella fue la demostración de que la ciudadanía mantenía su apoyo, entre acrítico y sumiso, a un partido político responsable de una gestión desastrosa —"¿para eso hemos ido a ayudar, para que los votéis otra vez?, lamentaban algunos voluntarios tras las elecciones—. Para otros, aquellos resultados fueron los frutos de una calculada campaña de marketing político, destinada a demostrar con una lluvia de millones y promesas que el PP había salido indemne de la crisis.

Las dos son lecturas incompletas y, sin embargo, complementarias y necesarias para comprender lo que pasó. El profesor de Ciencias Políticas y comentarista político, Antón Losada, asocia la victoria por mayoría absoluta en Muxía a que su alcalde de entonces no tenía responsabilidades de gestión en la catástrofe. "¿Por qué no iba a ganar? ¿Por qué iba a castigar la ciudadanía del PP al alcalde de Muxía? ¿Hundió él el barco?", lanza en batería las preguntas Losada.

El actual alcalde de Muxía, feudo del PSdeG desde hace más de 15 años, Iago Toba, atribuye la victoria popular al despliegue de medios que el partido liderado por Aznar en aquel momento destinó a su localidad: "Fue extraordinario el esfuerzo del Partido Popular, y todos los recursos que manejaban desde el Gobierno español, la Xunta, la Diputación y el Concello". El regidor, en su primera legislatura en el cargo, afirma que todas las estructuras del PP "se volcaron en Muxía", a través de "una estrategia muy trabajada y estudiada", aduce Toba.

Iago Toba (PSOE).

El periodista Manuel Rivas considera que hablar de Muxía para dimensionar el éxito de la gestión electoral del Partido Popular supone simplificar la mirada. El escritor alude a que más allá del mencionado municipio, el electorado gallego sí penalizó a la formación liderada por Manuel Fraga: "Cambiaron las mayorías en las grandes ciudades, como en A Coruña, y la posibilidad de formarse coaliciones progresistas".

Alberto Blanco, alcalde entonces de Muxía, recordaba en 2019 para La Voz de Galicia que "el Prestige fue un desastre… y una oportunidad", y que todo podría haber sido mejor si entre 2005 y 2009 no hubiese gobernado en la Xunta el bipartito de PSOE y el BNG, antes de que Feijóo recuperarse el Gobierno autonómico para los populares. Sin embargo, el regidor actual de Muxía, Iago Toba, considera que el municipio fue el experimento para tapar con millones el rastro de la indignación. Toba se remite, en su explicación, a los meses de precampaña cuando "los 'conselleiros' de la Xunta, que manejaban mucho dinero en inversiones, venían continuamente a anunciar cosas".

"Los 'conselleiros' de la Xunta, que manejaban mucho dinero en inversiones, venían continuamente a anunciar cosas"

Sin salir de la Costa da Morte, a treinta y cinco quilómetros de Muxía, se encuentra Laxe. Su exalcalde, Antón Carracedo (PSOE), sostiene que el relato creado alrededor de la fortaleza del Partido Popular en los comicios del 2003 se debe al peso mediático que ejerció el gobierno de la Xunta de Galicia. Cuando estalló la tormenta de contaminación provocada por el Prestige, Carracedo llevaba tres años en la alcaldía, cargo en el que se mantuvo hasta 2015, momento en el que decidió retirarse de la política en activo. "Xunta y Gobierno dieron pasta "a punta pala y compraron voluntades", recuerda. Además, reflexiona en voz alta sobre el mensaje que trasladó el PP, a través de los medios de comunicación, sobre su gestión de la catástrofe: "Estaban orgullosos de que muchos marineros, que es cierto, quisieran otro Prestige. No hubo control de ningún tipo".

En otro territorio da Costa da Morte, Carnota, hablamos con otro exregidor, en este caso del Bloque Nacionalista Galego, que afrontó también en su primera legislatura, la marea negra frente a sus costas. "Quedas de alguna manera alarmado y también frustrado. Era una situación dramática y trágica", relata Xosé Manuel García. Su caso, como el de Carracedo, es otro ejemplo de la derrota del Partido Popular en uno de los territorios más perjudicados por la marea negra: "Teníamos todo prácticamente sin limpiar y estaban todos los dispositivos actuando y de alguna manera, había que priorizar", explica García sobre su reelección en 2003.

placeholder El exalcalde de Laxe, Antón Carracedo. (B.L.)
El exalcalde de Laxe, Antón Carracedo. (B.L.)

El profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, Antón Losada, considera que los populares retuvieron "con gran habilidad los concellos por el esfuerzo de crear marcas blancas". Tras el Prestige, continúa Losada, "mucha gente no se quiere presentar con las siglas del PP. Ahora no queda nada de eso, todos volvieron al PP". El politólogo vivió desde su posición de secretario de Relaciones Institucionales de la Xunta el fin del fraguismo: "Las elecciones de 2005 no se entienden sin el Prestige". Y condensa el pensamiento de parte del electorado ante la gestión de Fraga con el petrolero: "Ya está bien del PP. No es la mejor opción. Vamos a probar otras cosas". Manuel Fraga ganó las elecciones, pero la resaca del pecio a la deriva le hizo perder más de 35.000 votos respecto a 2001 y lejos de la hasta entonces mayoría absoluta habitual.

Por su parte, el exvicepresidente de la Xunta con el Partido Popular, Xosé Luís Barreiro Rivas, explica en el libro Lecturas sobre el desastre del Prestige, que el petrolero provocó "la quiebra del populista mito Fraga, a quien mucha gente seguía viendo como un conseguidor de cosas que la racionalidad política nos negaba". La extinción del fraguismo, tras las municipales de 2003, se evidenció tanto en el control de las diputaciones provinciales como de varias capitales de provincia: en Lugo el PSOE volvió a gobernar; en Pontevedra la coalición formada por BNG y PSOE desplazó al PP del poder y en la capital, Santiago de Compostela, el Partido Popular cosechó otra derrota electoral.

Desde la perspectiva nacional, la inmediata respuesta de ayudas económicas calmó las aguas, sobre todo en sectores afectados directamente por la marea negra como el pesquero, pero no frenó un mar de fondo que acabaría incidiendo en las elecciones generales de 2004. La gestión del Prestige, la guerra de Irak y los atentados del 11M, fomentaron la primera derrota electoral de Mariano Rajoy. Para Manuel Rivas, el Prestige resultó determinante en la derrota popular: "Aznar estaba en el mejor de los mundos cuando pasa lo del Prestige y escribe en sus memorias": "Lo que acabó con nosotros fue el Prestige y Nunca Máis y el movimiento contra la guerra. Está escrito", reivindica el escritor coruñés.

placeholder Tras el Prestige, Muxía ha vivido una reconversión en la que el sector pesquero ha perdido fuerza en favor del turístico. (B.L.)
Tras el Prestige, Muxía ha vivido una reconversión en la que el sector pesquero ha perdido fuerza en favor del turístico. (B.L.)

La Xunta es mucho, pero no todo

"Galicia se le fue de las manos". La frase es de Emilio Pérez Touriño, el presidente socialista del bipartito, que vivió un convulso mandato de tres años y medio. Su sentencia la recupera el periodista Xosé Hermida en Chapapote (Libros del KO). El análisis político sobre la crisis del Prestige que realiza Hermida hilvana cómo aquello ocasionó una crisis interna de los populares gallegos durante y después de la marea negra. Una grieta que, por momentos, creció como el agujero en el casco del petrolero, hasta la herida profunda que se generó tras la pérdida de la Xunta en junio de 2005.

Sólo la victoria de Feijóo en los siguientes comicios taponó la hemorragia, un muy probable hundimiento y la pérdida de la hegemonía. Las crónicas posteriores coincidían en un supuesto ultimátum que los alcaldes y demás cargos locales del PP le dieron la dirección autonómica: aguantarían hasta el 2009, cuando llegase la oportunidad de reconquistar la Xunta, batallando desde los concellos. Si no lo conseguían, la sangría sería ya insalvable. Al final, aquello se salvó sobre la bocina.

"Solo la victoria de Feijóo en los siguientes comicios taponó la hemorragia, un muy probable hundimiento y la pérdida de la hegemonía"

Desde los comicios de 2020, el PPdeG ocupa 42 de los 75 escaños del Parlamento gallego (el 56%) con el 47,96% de los votos válidos. Se beneficia, además del sistema diseñado a medida en la época de Manuel Fraga, de los elevados porcentajes de abstención que se reproducen en los comicios autonómicos. En las últimas citas (2016 y 2020), el electorado que no ha ejercido su derecho al voto se ha situado por encima del 50% del censo.

Es aquí donde, a juicio de algunos analistas, se sitúa una de las claves del éxito del PP. Buena parte de la sociedad rechaza sus políticas y, como tal, no las apoya. El asunto es que las fuerzas de izquierda tampoco consiguen recoger este descontento, y por ello mucha gente prefiere quedarse en casa. Antón Losada recurre a un sentimiento que resume el camino expedito hacia el poder que ha encontrado el PP en Galicia: "La sociedad gallega está instalada en la resignación. Esto es lo mejor que podemos tener". Para Losada "no hay nada más demoledor en política que la resignación". Sin embargo, según el mapa electoral actual, esta hegemonía no se aplica cuando los comicios son a nivel municipal.

placeholder Vista aérea de Muxía considerada, a nivel político y mediático, la 'zona cero del Prestige'. (BL.)
Vista aérea de Muxía considerada, a nivel político y mediático, la 'zona cero del Prestige'. (BL.)

El talón de Aquiles municipal

En la actualidad, el PP no gobierna en ninguno de los 10 mayores municipios de Galicia, pero sí en 3 de los 20 más poblados (Arteixo, Ribeira y O Porriño). Solo en Arteixo cuenta con mayoría absoluta. De cara al 2023, y antes de su marcha a Madrid, Feijóo y el PPdeG pusieron en marcha un nuevo plan para recuperar las alcaldías, con el objetivo de curar su talón de Aquiles. Las previsiones electorales no son, sin embargo, muy favorables, pese a la recuperación en las encuestas nacionales y la campaña permanente de promoción de alcaldables promovidas desde la Xunta.

En los municipios de la Costa da Morte que más sufrieron la marea negra, el poder se le atraganta al PP en el símbolo de Muxía desde 2007. Nunca han gobernado en Camariñas o Corcubión, en 2015 perdieron Fisterra, Ponteceso o Cee. Frente a ello, se han mantenido al mando, con escasos paréntesis, en Ribeira, Cabana, Porto do Son o Arteixo, e incluso han recuperado terreno en el último mandato en Malpica de Bergantiños o Laxe.

Sólo en 2011, meses antes de la victoria arrolladora de Rajoy y en pleno ocaso del PSOE de Zapatero, el PP recuperó parte de la fuerza que tuvo en algunas ciudades antes de 2003, y volvió a mandar en las tres de las cuatro diputaciones provinciales. En 2015 cayeron A Coruña y Pontevedra. En 2019, además, se quebró por primera vez la mayoría absoluta de José Manuel Baltar en la de Ourense. Sólo el pacto para ceder como contraprestación la alcaldía de la capital a Gonzalo Pérez Jácome salvó los muebles para una dinastía que lleva más de 30 años gobernando la provincia.

En la actualidad, el vendaval Abel Caballero en Vigo (Pontevedra), el retroceso en plazas clave de la provincia coruñesa y la fuerza local del PSOE en los ayuntamientos de Lugo alejan al PP de la posibilidad de recuperar los preciados organismos provinciales.

"Vista desde la distancia, Galicia parece de nuevo adormecida", expone Xosé Hermida en su crónica política de las consecuencias del Prestige. "Y, pese a todo, nada ha vuelto a ser lo mismo". "Como tierra de brumas, es fácil desorientarse y concluir que todo acabó como un espejismo lampedusiano", añade. Comparte Losada desde una terraza de Compostela la misma perspectiva: "Después de 14 años de Feijóo, Galicia está tanto o más anestesiada que en los años más brillantes de Fraga".

Foto: Fotografía de archivo (18/11/2002) facilitada por ORP ARMADA del petrolero Prestige. (EFE)

Voces como la del escritor Rivas denuncia cómo se marca un trazo grueso y condescendiente sobre la sociedad gallega, bajo argumentos como el de la sucesión de mayorías absolutas conservadoras. "Mansedumbre, indiferencia, individualismo. Esos tópicos se fueron todos al carallo", expone Rivas ante la visión general que se traslada habitualmente de Galicia. Realiza el alegato un día después de la victoria en Italia de la ultraderechista Meloni y con la evidencia del avance electoral de la extrema derecha en el interior de la península ibérica. Sin embargo, en el Parlamento Gallego, este tipo de formaciones no tiene un sólo asiento. En noviembre de 2019, justo antes de que el mundo se sacudiese con la pandemia, Galicia fue una de las cinco comunidades autónomas donde la izquierda sumó más del 50% de los votos en los comicios generales.

Pese a todo, en el próximo aniversario del Prestige escucharemos, de nuevo, la misma letanía. Aquella que se repite y que obvia el Nunca Máis, los cambios en ayuntamientos, diputaciones y la retirada por derrota de Fraga. Una que solo atiende a una respuesta cosida al encéfalo: ¡Sí, sí, pero el PP ganó en Muxía!

"Después de todo y a pesar de todo, el PP volvió a ganar". El relato político de lo que sucedió tras la catástrofe y el movimiento social que siguieron al Prestige son un manantial inagotable de debates en la sociedad gallega, desde las tabernas de los puertos hasta los despachos y las facultades. La disparidad en los análisis, sobre las consecuencias electorales que provocó la catástrofe, emerge 20 años después con la efeméride del hundimiento del petrolero.

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