Es noticia
Habla la trama de Avilés del 11-M: los "pringaos" cocainómanos que propiciaron el atentado
  1. España
18º aniversario de los atentados

Habla la trama de Avilés del 11-M: los "pringaos" cocainómanos que propiciaron el atentado

Individuos de los bajos fondos facilitaron la dinamita a los yihadistas. "No me dijo que eran explosivos. Me subí en el autobús y me fui a Madrid tan tranquilo", recuerda uno de ellos

Foto:  'El desafío: 11-M'.
'El desafío: 11-M'.

La célula yihadista del 11-M no habría matado a 192 personas en Madrid en marzo de 2004 sin la colaboración de un atajo de delincuentes de baja estofa de Avilés. Era una representación del lumpen asturiano en la que se mezclaron exmineros reconvertidos en matones de barrio, consumidores de droga, menores de edad con ambiciones en el mundo del hampa y entre todos ellos el portero de un antro de mala muerte que informaba a la Guardia Civil. Vendían explosivos de las minas por hachís; tantos kilos de dinamita, tanta droga. La historia reciente de España cambiaría para siempre tras una reunión en un McDonald's del barrio madrileño de Carabanchel donde sellaron su acuerdo estos asturianos y los representantes de la célula yihadista.

Algunos de los protagonistas de la conocida como trama de Avilés comparten sus recuerdos 18 años después en un documental de Prime Video que se estrena este viernes bajo el título 'El desafío: 11-M'. Esta derivada de los atentados centra uno de sus cuatro capítulos. Los cabecillas eran un exminero dedicado al trapicheo de drogas llamado Emilio Suárez Trashorras y su cuñado, Antonio Toro Castro, otro delincuente habitual de la zona. Enviaron los explosivos a Madrid usando a menores de edad como el Gitanillo: “Yo conocí a Emilio en la calle, en el barrio. Las primeras impresiones son de un tío que, hostia, yo quiero ser como él. Un tío que puede, que se pega con la gente, que le echa narices. Fue cuando Emilio me pide que lleve una mochila a Madrid”.

El Gitanillo tenía entonces 16 años. Ahora tiene 34. Comparece ante la cámara ocultando su rostro. Viste un pantalón tejano y una camisa arrugada. Su cuerpo ya no es el de un adolescente. También se aprecia una cierta distorsión en su voz que disimula una profunda ronquera: “Mi padre tuvo muchos problemas con las drogas y cuando estás en ese tema de drogas al nivel que estaba mi padre, pues no tenía dinero para consumir, entonces se dedicaban mucho a robar y la mayor parte de mi infancia él se la pasó en la cárcel”. El Gitanillo fue el encargado de llevar en autobús parte del explosivo a Madrid en una mochila. “Creo que Emilio me dijo que era una partida mala de hachís que había que devolver”. No hizo más preguntas.

Al llegar a la capital, llamó a un teléfono que le habían facilitado. Era el del jefe de la célula yihadista, Jamal Ahmidan, ‘el Chino’. Le entregó la mochila y nunca más volvieron a verse. “No me dijo que eran explosivos. Me subí en el autobús, dejé la bolsa abajo en los maleteros y me fui de viaje a Madrid tan tranquilo”. La Audiencia Nacional le condenó a seis años de internamiento en régimen cerrado y cinco años más de libertad vigilada. Quedó libre en 2010. Hubo otro viaje. En este caso, el portador fue el joven al que llamaban ‘Jimmy Colacao’. “Me los presentan unos chavales que conocemos y yo empiezo a vender chocolate [droga]. Lo vendía como agua de mayo. ¿Qué pasa? Que me ofrecen vender cocaína, yo también empiezo a consumir y ahí es cuando empiezo a perder”.

Jimmy Colacao consumía la mayoría de la droga que tenía que vender para Suárez Trashorras y Antonio Toro, por lo que contrajo con ellos una deuda de más de 4.000 euros que había que devolver de alguna manera. “Me dijeron: ‘Mañana quiero la pasta’. Me pusieron una pistola en la cabeza. Me dejaron en casa y a la hora aparece Emilio. Me dice que, si le bajo una mochila a Madrid, la deuda con ellos quedaba saldada”. Uno de los guardias civiles que participan en el documental comenta que “ni en sus mejores sueños” los yihadistas pudieron prever que iban a encontrar a "un grupo de 'pringaos' que iban a ser capaces de proporcionarles 200 kilos de explosivo industrial".

El confidente Lavandera era el encargado de la seguridad de un tugurio llamado Club Horóscopo. En su fachada hay un cartel que dice “Sala de fiestas, American Show”. Allí acudían con asiduidad Trashorras y Antonio Toro, y por eso les conocía. “Al principio era cuidar las serpientes, llevar los reptiles, todo esto. Luego empecé a hacer de seguridad. Acabé siendo el jefe, no había nadie más allí que mandara más que yo. Era proteger a las chicas, echar a borrachos, siempre violencia, suciedad… Ahí veía los peores instintos del ser humano”. Este personaje secundario del 11-M cobró relevancia porque compaginaba su labor en el club con la de informante de la Guardia Civil. Y fue al cuartel a avisar del rumbo que estaban tomando esos dos exmineros.

Lavandera conoció a Antonio Toro Castro porque se lo presentó una de las chicas que trabajaban en el club. Ambos empezaron a coger confianza. Antonio Toro le confesaba, por ejemplo, lo que odiaba a su cuñado Trashorras. “Para Antonio Toro, su hermana era una diosa y ver que se casaba con un anormal le fastidiaba mucho”. Lavandera recuerda que Suárez Trashorras era “un mierda” que “iba de coca hasta las cejas” y se mostraba como “el matón del mundo”. Iban ofreciendo explosivos a todos: “Me ofreció, pero nunca me los enseñó. No sé si eran 300 kilos, 900 u 800, pero era algo fuera de serie. Es que ni el Ejército era capaz de conseguir esa cantidad de dinamita”.

Este confidente fue a la Guardia Civil: “Les dije lo que sabía, dónde estaban los explosivos, cuántos eran, a quién tenían que pillar… A mí no me escuchó nadie”. La Guardia Civil, 18 años después, insiste en que esa información aportada por su colaborador no era significativa porque en Asturias no es raro que la gente tenga cantidades de dinamita. “A toro pasado dice que informó, pero nadie aportó ningún dato sólido que pudiera conducir a lo que después sucedió. Antonio Toro y Suárez Trashorras eran dos desgraciados que estaban buscando hacerse un hueco en el mundo del hampa”, replica ante la cámara un agente del Instituto Armado que oculta su rostro por seguridad.

Al final, los exmineros asturianos encontraron un hueco en el mayor atentado de la historia de Europa. Fue por medio de Rafa Zohuier, otro de los condenados por el 11-M. Esta persona, de nacionalidad marroquí, había coincidido en prisión con Antonio Toro y conocía a miembros de la célula islamista del 11-M, por lo que ejerció de nexo entre quienes buscaban explosivos y quienes estaban dispuestos a vender sin mirar a quién. La Guardia Civil relata que Emilio Suárez Trashorras "no se para a pensar en lo que ha hecho hasta que se tiene la noticia de que se han producido los atentados''.

Foto: EC Diseño.

Así lo relata el Gitanillo: "Recuerdo que vino Emilio a buscarme a casa, fuimos a un bar y estuvimos viendo las imágenes. Emilio llamaba al Chino, no contestaba nadie y ahí fue cuando se puso Emilio nervioso. Intuía lo que había pasado y lo dijo ahí en el bar: ‘Menuda la que ha armado el Chino". La Audiencia Nacional condenó a Suárez Trashorras a 34.715 años y medio de prisión como cooperador necesario de 191 asesinatos consumados y 1.856 asesinatos en grado de tentativa. Su cuñado, Antonio Toro, resultó absuelto inicialmente, aunque la Fiscalía pedía 23 años de prisión para él.

Luego, el Tribunal Supremo le impuso cuatro años de cárcel por tráfico de explosivos que se sumaron a una condena anterior de 11 años y siete meses por narcotráfico. Por su parte, Jimmy Colacao apenas recibió tres años de condena por trasladar los explosivos. En el documental, el Gitanillo recuerda una frase que le dijo el Chino al despedirse de él: “Nos veremos en esta vida o en la otra”.

La célula yihadista del 11-M no habría matado a 192 personas en Madrid en marzo de 2004 sin la colaboración de un atajo de delincuentes de baja estofa de Avilés. Era una representación del lumpen asturiano en la que se mezclaron exmineros reconvertidos en matones de barrio, consumidores de droga, menores de edad con ambiciones en el mundo del hampa y entre todos ellos el portero de un antro de mala muerte que informaba a la Guardia Civil. Vendían explosivos de las minas por hachís; tantos kilos de dinamita, tanta droga. La historia reciente de España cambiaría para siempre tras una reunión en un McDonald's del barrio madrileño de Carabanchel donde sellaron su acuerdo estos asturianos y los representantes de la célula yihadista.

Guardia Civil Audiencia Nacional Terrorismo
El redactor recomienda