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Los ‘neng’ de Trashorras y el confidente bonachón
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Los ‘neng’ de Trashorras y el confidente bonachón

De abnegado confidente a jefe de una pandilla de jovenzuelos bacalaeros. José Emilio Suárez Trashorras intentó salir de su extensa declaración del martes y el miércoles

Foto: Los ‘neng’ de Trashorras y el confidente bonachón
Los ‘neng’ de Trashorras y el confidente bonachón

De abnegado confidente a jefe de una pandilla de jovenzuelos bacalaeros. José Emilio Suárez Trashorras intentó salir de su extensa declaración del martes y el miércoles con la imagen de honrado ciudadano que informaba a su amigo el policía Manolón de cada uno de los pasos que daba en su sacrificada inmersión en el oscuro mundo de la delincuencia. Sin embargo, la media docena de imputados que declararon ayer mostraron otros rostros muy diferentes de él. Y ninguno de ellos bueno.

Raúl González Peláez, Rulo, ya había desvelado en la sesión de la mañana al Tribunal la conversión del minero en traficante de cocaína al detalle: un gramo, 60 euros (ver crónica anterior). Sin embargo, la trouppe que le siguió lo dejó aún peor parado. El primero fue Iván Granados Peña, Piraña, un joven grandón que cuando llegaba los fines de semana se metía 3 ó 4 rayas de cocaína y unos “cacharros” (cubatas) con su amigo Suárez Trashorras. Granados negó la acusación de haber cubierto las espaldas al ex minero mientras éste recogía una partida de cartuchos en Mina Conchita, pero reconoció que sí le ofreció 1.000 euros por viajar a Madrid con una mochila repleta de dinamita para entregársela a Jamal Ahmidan, El Chino.

Granados aseguró que se negó a ello y que, además, cuando Trashorras le dijo que entonces le iba a ofrecer el trabajito a un amigo común, El Gitanillo, le recriminó la idea y nunca más quiso volver a saber nada más del asunto. Sin embargo, en sus declaraciones ante la Guardia Civil había sido más locuaz y llegó a implicar en la sustracción de la Goma 2 ECO a otro de los imputados, Raúl González. Cuando en la sesión del jueves le hicieron ver este pequeño detalle, Piraña culpó a los agentes que le interrogaron y a sus sofisticados métodos de presión: dijo aquello porque le ofrecieron la libertad y una pizza si así lo hacía. Su oronda figura explicaba por qué no pudo resistir tan tentadora oferta gastronómica.

‘Mochileros’ sin recompensa

Sergio Álvarez Sánchez y Antonio Iván Reis Palici, dos neng con acento asturiano, sí bajaron aquellas mochilas hasta Madrid. El primero, a quien llamaban Amokachi, aseguró que Trashorras le engañó dos veces. La primera, cuando le dijo que en el interior de la bolsa de deportes que le daba sólo había 30 kilos de cds piratas. La segunda, cuando fue a cobrar los 600 euros que le había prometido por el encargo. El ex minero se lo despachó con dos “cachos” de hachís y el pago de una deuda de cien euros que tenía con otro joven. Al final, la recompensa se la fumó con sus colegas y se puso a trabajar de carnicero en un supermercado que, por la tacañería de Trashorras, parecía bastante más rentable que formar parte de su banda.

Antonio Iván Reis, Jimmi, también se sintió engañado por el ex minero. Éste le había prometido acabar con una deuda por hachís que mantenía con su cuñado, Antonio Toro, si le bajaba a Madrid una mochila que le dijo contenía diez kilogramos de chocolate en mal estado. Reis, a quien la deuda ya le había costado la televisión, la play station y el desagradable sensación de tener una pistola en la sien, aceptó sin dudarlo y se fue en autobús hasta la capital a hacer la entrega a Jamal Ahmidan, El Chino. Allí le esperaba otro susto: el terrorista le quitó la cartera y el móvil. Con el miedo aún en el cuerpo, el minero le dio un último disgusto: ni pagó la deuda ni le dio la propina de 300 euros que le había prometido.

De abnegado confidente a jefe de una pandilla de jovenzuelos bacalaeros. José Emilio Suárez Trashorras intentó salir de su extensa declaración del martes y el miércoles con la imagen de honrado ciudadano que informaba a su amigo el policía Manolón de cada uno de los pasos que daba en su sacrificada inmersión en el oscuro mundo de la delincuencia. Sin embargo, la media docena de imputados que declararon ayer mostraron otros rostros muy diferentes de él. Y ninguno de ellos bueno.