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Telefónica y Arabia Saudí, entre el teatro corporativo y el fallo sistémico
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Telefónica y Arabia Saudí, entre el teatro corporativo y el fallo sistémico

El desconocimiento oficial de la irrupción de la monarquía autoritaria de Oriente Medio en el capital de la operadora española pone de relieve deficiencias en la seguridad del Estado

Foto: Logo de Telefónica en uno de sus edificios de Barcelona. (Reuters/Nacho Doce)
Logo de Telefónica en uno de sus edificios de Barcelona. (Reuters/Nacho Doce)
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En septiembre de 2018, en la salida de Madrid por la carretera de A Coruña, donde está ubicado el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), saltó la alarma de que algunos exejecutivos de Telefónica habían sido contactados por Elliot Asset Mangament, un gran fondo activista estadounidense, con intención de entrar en el capital de la operadora española e intervenir en la gestión. En otras palabras, de sentarse en el consejo y pedir el troceo de la compañía, incluidos los negocios considerados estratégicos para el país.

Aquel movimiento por la puerta de atrás provocó una gran tensión en el consejo de administración de Telefónica y fue bloqueado por las autoridades pertinentes. Elliot abortó la operación, pero un año después sí consiguió desembarcar en AT&T, que en 2013 se había acercado a la multinacional española, que en aquellos momentos cotizaba por encima de los 10 euros, lo que suponía unos 53.000 millones de euros de capitalización bursátil. Las cuestiones de Estado también influyeron en el descarrilamiento de la compra de Repsol por parte de la rusa Lukoil o la adquisición de la red de transporte de Iberdrola por parte de CVC, transacción que dos años después de su cierre fue revertida con la intervención de la empresa pública REE.

Foto: El presidente ejecutivo de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. (EFE/Javier Lizón)

De algunas de esas operaciones estuvo informado Miguel Sánchez San Venancio, ex número dos del CNI, fichado por Telefónica en 2016 nada más ser nombrado Pallete presidente. Un experto en asuntos de seguridad nacional con un profundo sentido de los intereses del Estado, que viaja con frecuencia a Washington —este año, cerca de tres veces— para intercambiar información con sus homólogos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) sobre los riesgos geopolíticos que afectan a España y a su principal operadora de telecomunicaciones. Entre estos asuntos, las relaciones con Huawei, la multinacional china que es proveedora de la saudí STC, o el presunto pinchazo de un cable submarino con millones de datos de las grandes tecnológicas que une EEUU con España por el puerto de Bilbao.

Con este buen engranaje informativo, fuentes financieras y políticas no ocultan su extrañeza de que ni Telefónica ni el Gobierno supieran nada de la entrada de Arabia Saudí en el capital de la multinacional con sede en España hasta horas antes de la comunicación oficial. Especialmente cuando Saudi Telecom Company (STC) venía tejiendo la compra de acciones desde hacía meses, con abogados y bancos contratados al efecto. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) tampoco advirtió en ningún momento que la monarquía árabe rebasara el 3% del capital, de forma directa o indirecta, límite a partir del cual debía haber informado de su presencia.

Tanto en la multinacional, que en cuestión de minutos emitió un comunicado dando por buena la adquisición del 9,9%, como en el Ejecutivo, niegan haber tenido información alguna. José María Álvarez-Pallete se enteró en California, donde estaba de viaje personal. De haberlo sabido, debía haberlo comunicado a su consejo de administración, algunos de cuyos miembros, como La Caixa y BBVA, han mostrado su extrañeza por el desconocimiento de la operación, que les obliga a compartir capital, y habrá que ver si silla en el consejo, con un régimen autoritario muy alejado del respeto a los derechos humanos según el concepto occidental.

Aunque admiten que la operación le viene muy bien, fuentes próximas a Pallete reiteran que el primer ejecutivo español no sabía nada

Aunque admiten que la operación le viene muy bien y refuerza la posición de la alta dirección en un momento en que se suceden las destituciones en la cúpula de rivales como los presidentes de Orange, Vodafone y BT, fuentes próximas a Pallete reiteran que el primer ejecutivo español no sabía nada. Otras indican que en Telefónica hubo varias reuniones antes del verano ante los indicios de que fondos soberanos de países de Oriente Medio, como Abu Dabi y Qatar, estaban en contacto con inversores para tomar una participación en la teleco. A algunas de esas reuniones asistieron Pallete, el jefe de Seguridad Global, en contacto permanente con el CNI, y Laura Abásolo, directora financiera. Fuentes del mercado aseguran incluso que GIP, el fondo estadounidense dueño del 20% de Naturgy, también se había dirigido al grupo español con intenciones más largoplacistas, más transparentes y de menos riesgo diplomático para España.

Una cuestión esencial, como refleja la publicación del Financial Times el pasado viernes, en la que incide en que Arabia Saudí se ha convertido en "un dolor de cabeza para la Administración Biden" al provocar una subida del precio del petróleo del 25% en dos meses al recortar la producción de crudo, en consonancia con Moscú. "Riad no tiene ahora mismo muchos amigos en Washington", decía el artículo en referencia a la preocupación de Estados Unidos sobre la deriva del régimen autoritario de Oriente Medio. Un país al que España vende armamento militar y barcos y que ahora se sentará en el consejo de administración de Telefónica si el Gobierno no lo impide.

Si lo facilita, alimentará la teoría de que alguien de la Moncloa sí lo sabía y que las manifestaciones de sorpresa responden a un guion preestablecido. Si lo impide, pondrá de relieve que el sistema de seguridad nacional de información, dirigido por Esperanza Casteleiro desde la destitución hace un año y medio de Paz Esteban, y el de Telefónica han fallado.

En septiembre de 2018, en la salida de Madrid por la carretera de A Coruña, donde está ubicado el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), saltó la alarma de que algunos exejecutivos de Telefónica habían sido contactados por Elliot Asset Mangament, un gran fondo activista estadounidense, con intención de entrar en el capital de la operadora española e intervenir en la gestión. En otras palabras, de sentarse en el consejo y pedir el troceo de la compañía, incluidos los negocios considerados estratégicos para el país.

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