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Guerra total por la tecnología energética: el ganador liderará el futuro
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Guerra total por la tecnología energética: el ganador liderará el futuro

La descarbonización ha sumido a eléctricas, petroleras y gasistas en una batalla de todos contra todos donde será clave convencer al mundo de cuáles serán las tecnologías que marcarán el paso

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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Más allá del elevado precio actual de luz, gas y carburantes, la batalla de medio y largo plazo entre las energéticas pasa por sus apuestas tecnológicas. Desde sus fortalezas y debilidades, cada empresa trata de imponer su modelo. La batalla está servida a todos los niveles. Cada compañía, ya sea petrolera, gasista o eléctrica, pretende influir sobre los dirigentes políticos para que regulen a su favor o sobre los medios de comunicación para convencer a la opinión pública.

La clave, apuntan fuentes del sector, estará en acertar con las tecnologías que se impongan y que usaremos en las próximas décadas. Bajo un consenso generalizado de la reducción total de emisiones de CO₂ para 2050, cada firma tiene su visión, basada en preservar su cuenta de resultados actual y ofrecer una respuesta que permita a los accionistas mantener el valor de sus inversiones en el largo plazo.

La batalla más visible en la actualidad es la que viven las compañías del sector de los hidrocarburos y las eléctricas. Firmas como Iberdrola o Endesa están echando el resto para convencer a los gobernantes de que la mejor apuesta de futuro pasa por electrificar usos tradicionalmente realizados con combustibles fósiles. En términos de negocio, tratan de quedarse con parte de la cuenta de resultados que hasta ahora era territorio exclusivo de petroleras y gasistas.

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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En este sentido, la prueba de esta lucha más evidente se da en España con el Fondo Nacional para la Sostenibilidad del Sistema Eléctrico. Este fondo, en tramitación parlamentaria, trata de que las primas a las renovables que paga la factura de la luz pasen a ser costeadas también por petroleras y gasistas. La consecuencia es que bajaría el precio de la electricidad y se encarecerían gas y carburantes. Ahí pugnan sin cuartel Iberdrola y Endesa, a favor, frente a Repsol, Naturgy o Cepsa, frontalmente en contra.

Todos saben que se juegan mucho. Los desarrollos tecnológicos del futuro vendrán de aquellos modelos que regulatoriamente tengan más ventaja. Uno de los retos tecnológicos actuales pasa por hacer viables las calefacciones eléctricas frente a las de gas natural y gasóleo. Iberdrola y Endesa han presentado infinidad de proyectos para captar fondos Next Generation con los que desarrollar la bomba de calor y conseguir calentar hogares con luz, terreno vedado hasta ahora de gasistas y petroleras. Las eléctricas juegan a su favor con el hecho de que la electricidad no emite, siempre que parta de energías renovables.

Para tratar de contrarrestar este efecto, las firmas cuyo negocio está basado en los combustibles fósiles tratan de poner en valor el futuro de los gases renovables y los biocombustibles. Al igual que las eléctricas piden fondos europeos de recuperación para la bomba de calor, petroleras y gasistas lo hacen para sus productos líquidos y gaseosos.

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Firmas como Enagás o Naturgy se afanan en promover los gases renovables. Saben que el futuro de sus activos de transporte y distribución por tubería depende de que haya gas que no contamine y se pueda transportar por los mismos conductos por los que hoy lo hace el gas natural. En la misma lógica, las petroleras tratan de introducir en el mercado los biocombustibles a través de diversas iniciativas y alianzas con empresas de otros sectores. Su modelo de distribución de carburantes depende de lograr soluciones competitivas y que sean bajas en emisiones.

Muchos expertos creen que todos estos modelos convivirán, pero la realidad apunta a que el que logre convencer a los reguladores de las propuestas más eficientes se llevará el gato al agua. Y en eso, al menos en España, por ahora ganan los que creen que el modelo de electrificación con renovables es el más idóneo. Sin embargo, no todo el consumo energético pasa por ahí.

Foto: Imagen: Laura Martín.

Una de las grandes incógnitas actuales viene del transporte. De nuevo, hay diferentes propuestas. Cada vez se ve más claro que los vehículos de combustión tienen los días contados. La pregunta que se hace el sector es cuántos días. No es lo mismo 2025 que 2035. Y sobre todo y más importante, cuál es la alternativa. Sirva de ejemplo SEAT, que apostó con mucha fuerza por los automóviles movidos con gas natural comprimido para poco tiempo después centrarse en el vehículo eléctrico con baterías.

Las automovilísticas están yendo en la mayoría de casos hacia el coche eléctrico, pero hay otra tendencia también por apostar por la pila de hidrógeno. El hidrógeno verde como solución allí donde no es capaz de llegar la electricidad cada vez suena con más fuerza. De hecho, todas las empresas, ya sean petroleras, eléctricas o gasistas, están apostando por este compuesto al que, por ahora, ven como una tecnología inmadura pero con muchas posibilidades. No en vano, el hidrógeno verde es una de las apuestas más claras para atraer inversiones de los fondos Next Generation EU.

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En lo que respecta al sistema eléctrico, también hay incertidumbres importantes relacionadas con la tecnología. En la actualidad, todas las miradas e inversiones se centran en la fotovoltaica y la eólica, no ya como apuesta de futuro sino de presente. De hecho, aquellas empresas que más rápidamente se fueron hacia estas tecnologías, como Iberdrola o Acciona, ahora están liderando el mercado.

Pero, de nuevo, la electricidad producida con placas solares y aerogeneradores no es suficiente, ya que dependen de la meteorología y hay momentos en que no sirven. Ahí, la apuesta más clara va hacia el almacenamiento a gran escala. Gigabaterías que sirvan de acumuladores para almacenar el sobrante de la fotovoltaica y la eólica como respaldo al sistema. Si se logra este escenario, la energía será cada vez más barata, pero la incertidumbre siguiente vendrá de contar con suficientes materias primas para producir esas baterías y que estas mantengan una vida útil capaz. El litio se convierte, en este sentido, en arma geopolítica.

Lejos quedan ya investigaciones —como la que llevó a cabo Francia que pretendían lograr la fusión nuclear, conocida como proyecto ITER. Una apuesta, por ahora fallida, que pretendía abastecer de electricidad barata el mundo con pocas centrales atómicas.

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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Otra incógnita pasa por saber hasta qué punto la energía distribuida (autoconsumo y comunidades locales de energía) es capaz de cambiar el actual modelo centralizado. De nuevo, una opción —la de producir tu propia energía en el tejado de casa o del trabajo— que se prevé tenga un gran futuro dada la elevada inversión que está habiendo para estos proyectos. Sin ir más lejos, este mismo jueves, el fondo canadiense Brookfield anunciaba su entrada en Powen, una empresa dedicada a la instalación de autoconsumo tanto a nivel residencial como sobre todo a nivel industrial.

Un modelo, el distribuido, que es un golpe en la línea de flotación de compañías como Red Eléctrica, propietaria de las grandes líneas de transporte en alta tensión, cuya retribución y uso dependen de los usuarios que utilizan la red. Ahora, todos los consumidores usan la red, pero empiezan a emerger modelos en que los usuarios pueden producir su propia electricidad sin depender de la misma. Empieza a funcionar el modelo aislado.

Todo ello, además, cuando los grandes parques de energías renovables, el vector de inversión más claro en la actualidad, empiezan a chocar con la oposición local de los territorios donde se ubican. Este jueves, también Seo Bird Life se congratulaba de que el País Vasco hubiera denegado los permisos para varios parques. Un nuevo foco de incertidumbre de cómo será el sistema eléctrico en el futuro.

En este contexto, varias firmas de renovables que pretendían salir a bolsa en la primera mitad de 2021 tuvieron que aplazar sus planes. Y la incertidumbre tecnológica actual está sembrando de dudas el terreno bursátil. Solo hay que ver el dispar comportamiento de empresas del sector fotovoltaico, con fuertes subidas y bajadas que muestran las dudas a futuro sobre estas compañías.

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El último elemento de duda en el medio y largo plazo, y no menos importante que los anteriores, es hasta qué punto la eficiencia va a ser capaz de reducir las necesidades energéticas de la población. La pandemia ha sido un buen ejemplo de cómo el teletrabajo ha golpeado durante meses la cuenta de resultado de las petroleras. Los edificios autosuficientes y con menores necesidades de consumo son otra de las grandes apuestas que parten de la Comisión Europea.

La mejor forma de descarbonizar la economía no es sustituir unos combustibles por otros, sino evitar su uso, señalan diversos expertos centrados en esta materia. Aplicaciones de teleconferencia como Zoom han crecido en bolsa casi al mismo ritmo que se hundían las aerolíneas durante la crisis del covid-19. Todos los expertos dan por hecho que parte del tráfico va a desaparecer. La petrolera Cepsa admitía en una reciente emisión de bonos que firmas como Apple y Google suponen una amenaza para su negocio. Telefónica hace gala de las emisiones de CO₂ evitadas a la atmósfera gracias a su contribución tecnológica para permitir el teletrabajo. La tecnología aplicada a la eficiencia, en este sentido, irá recortando el pastel que actualmente se disputan las energéticas, ya sean eléctricas, gasistas o petroleras. Todo ello, para lograr el objetivo final: suministro de energía abundante, seguro y asequible para toda la población.

Más allá del elevado precio actual de luz, gas y carburantes, la batalla de medio y largo plazo entre las energéticas pasa por sus apuestas tecnológicas. Desde sus fortalezas y debilidades, cada empresa trata de imponer su modelo. La batalla está servida a todos los niveles. Cada compañía, ya sea petrolera, gasista o eléctrica, pretende influir sobre los dirigentes políticos para que regulen a su favor o sobre los medios de comunicación para convencer a la opinión pública.

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