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La crisis energética ralentiza la lucha contra el cambio climático
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Horizontes energéticos (I): Arranca la COP 26

La crisis energética ralentiza la lucha contra el cambio climático

El impacto que está provocando sobre la economía y la sociedad la escalada sin precedentes de los suministros básicos está poniendo a prueba a muchos Gobiernos, incluido el español, que se ven obligados a cambiar algunas prioridades

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
Imagen: Irene de Pablo.
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Este domingo arranca la cumbre por el clima en Glasgow (Escocia), conocida como la COP 26. A diferencia de anteriores citas, esta convención internacional llega salpicada por una crisis energética sin precedentes que está golpeando con fuerza a toda Europa, abanderada siempre en la lucha contra el cambio climático. Los precios de los suministros básicos (luz, gas y carburantes) han subido a niveles nunca antes vistos, lo que está teniendo un impacto directo sobre el poder adquisitivo de los ciudadanos (la inflación marca máximos de 30 años).

Dicha problemática hace que los distintos Gobiernos estén replanteando sus estrategias de descarbonización, o al menos moderando su intensidad, acuciados por atender otras prioridades en el corto plazo. La crisis es tal que países como Austria han alertado esta misma semana de que durante el próximo invierno puede haber apagones, un extremo que, de darse, es difícilmente sostenible desde el punto de vista social y político para las economías desarrolladas.

La cumbre por el clima es el evento internacional más importante en la cooperación internacional de lucha contra el cambio climático. Además, se ha convertido en una cita donde empresas, administraciones y todo tipo de actores aprovechan para mostrar su vertiente más ecológica (el conocido como 'greenwahsing'). La tendencia ecologista, sobre todo en Europa, está llamada a ser clave en los próximos años tanto en lo político, social, económico y cultural. Sin embargo, la crisis energética actual, que además ahoga la recuperación pospandemia, hace que los grandes países estén revisando sus prioridades, al menos a corto plazo.

placeholder Foto de archivo de una industria contaminante. (Reuters)
Foto de archivo de una industria contaminante. (Reuters)

Sin ir más lejos. China e India, los dos países que más contaminan del mundo, ya se han desmarcado antes de que arranque la COP 26 y han advertido de que rechazarán aumentar sus objetivos de descarbonización. Países como España, que fue de los países que adquirió compromisos de reducción de emisiones de efecto invernadero más ambiciosos dentro de la Unión Europa, se está viendo obligado a movimientos que parecían ya cosa del pasado. Por ejemplo, hacer acopio de carbón para evitar problemas en una hipotética coyuntura de desabastecimiento de gas este invierno, tal y como están alertando Austria.

Es precisamente la lucha contra el calentamiento global y los consensos supranacionales lo que está provocando, o como mínimo exacerbando, los desajustes. China no quiere quedarse atrás en esta carrera y está sustituyendo por gas una parte del consumo que históricamente venía haciendo con carbón. La fuerte demanda de este combustible fósil por parte del gigante amarillo ha disparado los precios. A la mayor demanda, se suma una oferta menguante fruto del consenso por buscar tecnologías más limpias. Cada vez se invierte menos en la producción de gas natural, lo que intensifica a su vez la escalada del precio al reducir la producción de este recurso. Un círculo vicioso pospandemia que ha sumido a las economías occidentales en la mayor crisis energética de lo que va de siglo, ya que a día de hoy, las renovables no son suficientes para abastecer la demanda.

A la mayor demanda de gas, se suma una oferta menguante fruto del consenso por buscar otras tecnologías más limpias

En este contexto, surgen voces que se preguntan si hemos ido demasiado lejos con la descarbonización y la lucha contra el cambio climático, dada la crisis actual. No tanto por acelerar la inversión en tecnologías limpias sino por cerrar anticipadamente otras. María Pilar Guijarro, socia directora del despacho especializado energía Watson Farley & Williams, considera que ha faltado pedagogía sobre el coste que implica esta transición energética: "Es necesario concienciar sobre el coste que va a tener y sobre todo lo que tendremos que pagar. El camino que vamos a recorrer es un camino caro. Para cumplir con el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima), que fija el objetivo de España de un modelo energético absolutamente renovable, necesitamos implantar tecnologías y plantas cuanto antes y cuantas más, mejor. Necesitamos 50 gigavatios para cubrir la demanda que tenemos ahora mismo. El cierre escalonado y ordenado de las nucleares y el carbón no nos deja más alternativa que los ciclos combinados con tecnologías fácilmente gestionables, que se alimentan con gas. Como no tenemos ni reservas ni almacenamiento de gas, dependemos de su compra a una contraparte que no siempre nos da las garantías o el confort que necesitamos".

En este contexto de menos carbón y menos nuclear, hueco que ocupan ahora en España las centrales de gas, esta misma semana, la vicepresidenta Tercera del Gobierno y Ministra para la Transición Energética, Teresa Ribera, viajaba de urgencia a Argelia para tratar de convencer a sus homólogos del norte de Europa de que mantuvieran abierto el gasoducto que atraviesa Marruecos y suministra a España y que se cierra el domingo. Tres semanas antes hizo lo propio el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, para tratar de garantizar que Argelia cumplirá con sus compromisos de suministro. Con un solo tubo disponible, la dependencia de Argelia es cada vez mayor. Es en ese contexto en el que hay que entender operaciones humanitarias como la llegada del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, a tratarse de su enfermedad en España pese al enfado de Marruecos. El miedo a un duro invierno que dispare la demanda de gas a nivel mundial ya no se produce solo por la amenaza de elevadísimos precios tanto del gas como de la electricidad, sino también por el temor al desabastecimiento. Cualquier problema con el suministro que procede de Argelia puede ser letal. Por eso el Gobierno extrema las cautelas.

Foto: La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera. (EFE)

Tanto Teresa Ribera como la vicepresidenta Primera, Nadia Calviño, han tratado de apaciguar el ambiente en las últimas horas diciendo que el suministro de gas a España está garantizado para el invierno. Pero eso no quita para poner todas las salvaguardas necesarias con la seguridad de suministro, sea cual sea la coste a nivel medioambiental. Así se explica que este mismo jueves, un barco con 20.000 toneladas de carbón ha atracado en el puerto de Ferrol. La responsable de la terminal portuaria de Endesa en Ferrol, Ana Belén Paz, asegura que la compañía eléctrica "compra carbón para completar las reservas que ya tiene y, de esta manera, estar en disposición de atender a las necesidades del mercado". Otros países como Alemania mantienen una buena parte de su generación con carbón y países como Japón se desmarcaron en 2020 del consenso occidental con el anuncio de la construcción de 22 centrales de carbón. Una rara avis en la tendencia actual.

En un contexto actual español, con todas las plantas de carbón con planes de cierre, España se ha hecho si cabe más dependiente del gas. De ahí la necesidad de mantener buenas relaciones con países terceros. Sobre todo con Argelia, suministrador de casi la mitad del gas que consume España al año. Algo similar ocurre en el norte de Europa, donde se ven necesitados de aprovisionarse de gas ruso. El país gobernado por Vladimir Putin no bombea todo el gas que Europa quisiera, aunque en las últimos días ha abierto la mano.

Otra vuelta de tuerca a la lucha contra el cambio climático explica, en parte, esta situación. El gas ha llegado a estar por encima de los 100 euros MWh en octubre cuando habitualmente está en 20 euros MWh, lo que a su vez dispara la electricidad. Los dirigentes rusos advirtieron en los días con los precios más tensionados que Europa cada vez firmaba contratos de suministro de gas más pequeños y por menos periodo de tiempo. Una política alineada con la descarbonización que servía durante el hundimiento del consumo que trajo la pandemia. Pero superada la crisis sanitaria, la demanda se ha disparado y la disponibilidad no es la misma. Por eso, Rusia y su firma estatal Garzprom, vinculan el mayor suministro de gas a Europa a la firma de contratos de gas por más largo plazo.

Rusia y su firma estatal Garzprom, vinculan el mayor suministro de gas a Europa a la firma de contratos de gas por más largo plazo

Con el gas por las nubes y la debilidad geopolítica en máximos, países como Francia han llegado a plantear que se considere la energía nuclear como verde. El país galo es uno de los mayores productores de electricidad con uranio del mundo. Aunque la energía atómica tiene problemas medioambientales de otra índole, actualmente actúa como producción base barata y sin emisiones de CO2. Un analista consultado por El Confidencial destaca que si además de tener más plantas de carbón abiertas, se hubiera prorrogado la vida útil de la central nuclear de Garoña, como ya se exploró, España podría abordar esta crisis energética con mayores garantías tanto de precios asequibles como de seguridad de suministro. Es decir, menos dependiente del gas.

En este punto, es especialmente simbólica la demolición que ha llevado a cabo Iberdrola de la planta térmica de carbón ubicada en Velilla del Río Carrión (Palencia). La eléctrica vasca ha hecho coincidir este hito con la semana de inicio de la COP 26 en Glasgow, sede de su filial Scottish Power. Con esta acción busca enarbolar su perfil de empresa alineada con la lucha contra el cambio climático.

placeholder Voladura de la chimenea principal de la central térmica de Velilla del Río Carrión de Iberdrola.
Voladura de la chimenea principal de la central térmica de Velilla del Río Carrión de Iberdrola.

Hace cuatro años, en 2017, el presidente de la multinacional, Ignacio Sánchez Galán, y el entonces ministro de Energía, Álvaro Nadal, vivieron un duro enfrentamiento por el futuro de la instalación palentina. Mientras Iberdrola quería cerrarla sin atender a ningún otro planteamiento, el titular de energía buscaba que la compañía vendiera esta planta antes de decretar su cierre. Lo que esgrimió Nadal por aquel entonces es que disponer de plantas como la de Velilla podría abaratar el precio de la luz o ser alternativa en un escenario de precios tensionados del gas, coyuntura que le tocó gestionar en enero de 2017. Su hipótesis era que si las empresas preferían cerrar sus centrales de carbón antes que venderlas era porque así podrían utilizar más sus ciclos combinados de gas como respaldo y lograr mayores precios por la electricidad. Con el gas por las nubes, tanto Iberdrola como Endesa y Naturgy ya han decretado el cierre de todas sus centrales de carbón, por lo que la dependencia actual del gas es superior. El carbón es incluso más caro, pero hubiera podido actuar como energía alternativa de respaldo ante un invierno de escasez gasística.

Foto: El ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal. (EFE)

"Nadal -explica un exalto cargo de Red Eléctrica- entendía el sector energético como un factor macroeconómico que había que mantener a ralla para no perjudicar a consumidores e industria, que de esa manera podrían exportar más y generar más riqueza y prosperidad. Sin embargo, para Teresa Ribera, a su llegada al ministerio, se trataba más de un sector de la economía que se debía descarbonizar cuanto antes. No es casualidad que la cartera de Energía con Rajoy estuviera ligada al ministerio de Industria pero cuando llegó Pedro Sánchez a la Moncloa trasladó esta competencia al Ministerio de Medioambiente". Hoy, la crisis energética ha dejado la cuestión ambiental en un segundo plano y la principal preocupación es la contención de precios. Desde Transición Ecológica se ataca hasta a los derechos de emisión de CO2, vistos hasta hace poco como un elemento catalizador del cambio hacia tecnologías más limpias. Sin embargo, hoy ponen el acento en que están sometidos a especulación y eso está disparando el precio de la electricidad.

Otros actores empresariales como José Benjumea, CEO de Powen, empresa espdecializada en autoconsumo, tiene otra visión. Cree que España tiene una ventaja competitiva con el resto de Europa que es el recurso solar, por lo que considera que se debe apostar por las renovables al máximo para alcanzar cuanto antes la independencia energética y estar cada vez menos expuesto a países terceros suministradores de gas. Un planteamiento que cree que servirá para la la reindustrialización de nuestro país por esa ventaja respecto al norte de Europa. Según estima, la crisis actual es coyuntural con lo que sería un error mirar ahora hacia otras tecnologías fósiles.

En línea con lo anterior, el exministro socialista y expresidente de Red Eléctrica, Jordi Sevilla, se sorprende del retraso en la planificación de inversiones de REE, pilar fundamental para poder absorber toda la capacidad renovable que necesita el sistema para prescindir de otras tecnologías. Según explica, muchas decisiones de inversión están pendientes de saber si van a tener acceso y conexión a red o no, y para eso necesitan mayor claridad, por lo que pide celeridad con esta cuestión. Precisamente, la gestión de la crisis energética retrasa al ministerio en labores de medio plazo como pueda ser la planificación hasta 2025 de inversión en redes de transporte. De nuevo lo urgente limita otras cuestiones.

La crisis aún durará meses

La gestión de la crisis aún puede durar. Aunque las previsiones de precios energéticos han fallado estrepitosamente en el pasado, actualmente hay un consenso en que la coyuntura de altos precios se mantendrá durante meses. "Con la tendencia alcista que se espera en el mercado del gas en los próximos meses, tal y como indican los futuros, es de esperar que los precios de la electricidad se mantengan por encima de los 100 euros MWh en los próximos meses" explica Carlos Solé, socio responsable de energía en KPMG. Desde Transición Ecológica han tomado medidas hasta abril, pero cada vez surgen más voces que creen que la situación se puede alargar.

Ahora está por ver cómo aguanta el tirón el Gobierno de España y otros países para no frenar la descarbonización que se habían marcado y que estos días abordará la COP 26. Según un exalto cargo del ministerio de Industria, "el problema está en el cortoplacismo de la política". "Ahora el mercado está dando señales de precio altas que indican un elevado grado de escasez. Las acciones encaminadas a anestesiar los precios de la energía sólo provocan problemas en el futuro, porque industrias y particulares no hacen las inversiones necesarias, encaminadas a potenciar las renovables y el almacenamiento, que permita abandonar otras tecnologías fósiles". Según su criterio, "los políticos no son capaces de aguantar la coyuntura actual por sus intereses electorales, con lo que provocan finalmente que la transición se ralentice. Si se anestesia el precio de la luz y el gas -como están tratando- empresas y consumidores no tendrán incentivos para implementar soluciones como más renovables y eficiencia. Si otros países sí lo hacen, pese al dolor coyuntural, al final del camino seremos menos competitivos".

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la presentación del proyecto España 2050. (EFE)

Para ejemplificar esto asegura que no hay más que mirar a nuestra historia reciente. "En los años 80 se anestesió el precio de la energía y eso provocó quiebras años más tarde en diversos sectores y otras actividades donde ya era demasiado tarde para la reconversión, tras años de parálisis". Por eso, aboga ahora porque se dé cobertura a los vulnerables y se permita al mercado que dé las señales adecuadas para acelerar la transición energética. Si se congela el recibo del gas, como se ha hecho a costa de generar deuda, los usuarios no tienen el incentivo de ahorrar y eso deriva en derroche, que a la postre puede intensificar la falta de suministro, explica. Eso, además, retrasa la descarbonización.

Pero la realidad de la política es que la transición energética y los mensajes de protección del planeta que se van a escuchar estos días en la COP 26 muchas veces están reñidos con el bienestar a corto plazo de los ciudadanos, al que son mucho más sensibles los gobernantes, detalla este exalto cargo de Industria. El ministro de Consumo, Alberto Garzón, advirtió este verano que se debía comer menos carne para contaminar menos y el plan España 2050 advertía, además de reducir la ingesta de carne, realizar menos viajes, consumir menos ropa y electrónica. La polémica la zanjó el presidente del Gobierno diciendo que un chuletón al punto es imbatible, después de un aluvión de críticas por las palabras del ministro del Consumo. Cuando la descarbonización y la lucha contra el medioambiente choca con el bienestar social del día a día de la población, como ocurre ahora con la energía, mantener el discurso a nivel político de salvar el planeta siempre es más complicado. Lo urgente se vuelve prioritario antes que lo importante.

Horizontes energéticos

Horizontes Energéticos es un serial editado por El Confidencial que pretende abordar la situación energética actual en un momento en que la incertidumbre sobre los suministros se ha convertido en uno de los temas clave de la actualidad a todos los niveles.

Este artículo es el primero de toda una serie que se irán publicando durante las próximas dos semanas y que abordará la situación energética que vive el mundo en general y España en particular desde los diferentes ángulos que ofrece la energía como elemento estratégico a nivel macroeconómico, político, geopolítico, empresarial, medioambiental o social.

Con la COP 26 como punto de partida, Horizontes Energéticos ofrecerá contexto, análisis y perspectiva desde una amplia visión de este sector estratégico que está llamado a marcar, en mayor o menor medida, la vida de los ciudadanos durante las próximas tres décadas.

Este domingo arranca la cumbre por el clima en Glasgow (Escocia), conocida como la COP 26. A diferencia de anteriores citas, esta convención internacional llega salpicada por una crisis energética sin precedentes que está golpeando con fuerza a toda Europa, abanderada siempre en la lucha contra el cambio climático. Los precios de los suministros básicos (luz, gas y carburantes) han subido a niveles nunca antes vistos, lo que está teniendo un impacto directo sobre el poder adquisitivo de los ciudadanos (la inflación marca máximos de 30 años).

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