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Pallete, Alierta y los vientos del cambio para usar el avión privado de Telefónica
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roces por la gestión de la ong de la operadora

Pallete, Alierta y los vientos del cambio para usar el avión privado de Telefónica

José María Alvarez-Pallete ha obligado a su antecesor a hacerse cargo de varias facturas por utilizar el jet de la compañía para vuelos con más cariz personal que corporativo

Foto: El presidente ejecutivo de Telefónica S.A, José María Álvarez Pallete. (EFE)
El presidente ejecutivo de Telefónica S.A, José María Álvarez Pallete. (EFE)

El asunto de Francisco González en BBVA ha puesto de manifiesto que una retirada a tiempo, con honores, incluso con agradecimientos muy superiores al retorno que obtuvieron los accionistas bajo su mandato, es siempre una victoria. Incluso una decisión inteligente. Irse a tiempo, cuando la lucidez logra imponerse a los egos habituales en los consejos de administración del Ibex, suele ser un buen consejo. Lo contrario supone arriesgarse a que surjan roces y contratiempos.

Telefónica, salvando las enormes distancias de un caso tan polémico como el del comisario Villarejo, transita desde hace algún tiempo por su propio proceso sucesorio. La compañía, su nuevo presidente, José María Alvarez-Pallete, y su antecesor, César Alierta, no terminan tampoco de romper amarras, por mucho que el empresario zaragozano ya dejara también su asiento de vigía en el consejo de administración. Y como cambiar las costumbres con las que Alierta gestionó la empresa durante 16 años no se puede hacer de un día para otro, la relación genera algún rasguño que otro entre las partes.

Foto: Carlos Torres y Francisco González. (BBVA)

La última causa de discrepancia ha sido la gestión de la Fundación Telefónica y la Fundación Profuturo, esta última creada exprofeso con un talón de 325 millones de euros tras la salida de Alierta de la presidencia de Telefónica en la primavera de 2016 y compartida con ‘la Caixa’.

El bróker maño, íntimo amigo de FG, impuso en diciembre el nombramiento de una directora general, Carmen Morenés, y de una directora del gabinete de presidencia, Magdalena Brier, que no sentaron muy bien en el patronato, gobernado por exdirectivos de la propia multinacional de las comunicaciones.

El principal problema fue que Alierta las quiso imponer también como responsables de la ONG que comparten con la caja catalana de su buen amigo Isidro Fainé, más cercano ahora a Pallete que a su viejo colega de reinado. Saltaron las chispas porque una cosa es ser el presidente de ambas instituciones por agradecimiento a los servicios prestados, y otra cosa es imponer nombramientos como cuando era el principal ejecutivo de la operadora. El patronato se ha rebelado y su sucesor, también.

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La cuestión se ha extendido también al uso del avión privado de Telefónica, un cómodo medio de transporte del que Alierta ha podido seguir disfrutando desde que dejó su cetro hace ahora casi tres años. Desde hace unos meses, Pallete ha impuesto un código de disciplina muy estricto para usar este exclusivo medio de transporte.

Las reglas valen para todos los miembros del consejo de administración y altos directivos que necesiten desplazarse con celeridad en el famoso Gulfstream G650 por razones laborales. Se trata de una de las aeronaves más rápidas del mundo, con una velocidad de crucero de 957 kilómetros por hora y que a la empresa le costó 51,6 millones de euros en 2013.

Pero la medida de carácter general llegó después de una serie de incidentes particulares. Alierta había utilizado el avión corporativo para asuntos más privados que corporativos. En la Fundación y en Telefónica alertaron del componente ocioso de algunos de estos vuelos, por lo que Pallete ha optado por obligar a todos los interesados a justificar con argumentos muy sólidos el poner a volar el costoso aparato. Y la medida ha tenido efectos retroactivos. Hasta el punto de que, según han confirmado distintas fuentes, han forzado al expresidente a pagar unas facturas por el uso injustificado del avión. Facturas que han sido cursadas por la compañia y que Alierta ha abonado religiosamente.

Desde ambos entornos se asegura que los dos directivos mantienen una relación cordial, de respeto mutuo, pero una cosa es la amistad y otra el uso riguroso de los activos de la compañía. Nuevos tiempos, nuevos hábitos más saludables.

El asunto de Francisco González en BBVA ha puesto de manifiesto que una retirada a tiempo, con honores, incluso con agradecimientos muy superiores al retorno que obtuvieron los accionistas bajo su mandato, es siempre una victoria. Incluso una decisión inteligente. Irse a tiempo, cuando la lucidez logra imponerse a los egos habituales en los consejos de administración del Ibex, suele ser un buen consejo. Lo contrario supone arriesgarse a que surjan roces y contratiempos.

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