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La pesadilla de la asignatura pendiente: por qué cada vez dedicamos más tiempo a la formación
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La pesadilla de la asignatura pendiente: por qué cada vez dedicamos más tiempo a la formación

En los últimos 20 años se ha duplicado el porcentaje de empleados mayores de 45 años que realiza algún tipo de formación

Foto: Centro de educación en la cárcel de Estremera. (Europa Press/Carlos Luján)
Centro de educación en la cárcel de Estremera. (Europa Press/Carlos Luján)
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Lydia, de 25 años y residente en Estepona (Málaga), lleva algo más de dos años estudiando para opositar al Cuerpo Nacional de Policía. Antes de eso estudió Periodismo, pero el optar a una mayor seguridad financiera y laboral y la tradición familiar, le hicieron cambiar de idea. Mientras se prepara, trabaja a tiempo completo en un radiotaxi de la zona. Aunque al principio era reticente a combinar los estudios y el trabajo, el poder tener una mayor independencia económica y la necesidad de contar con más recursos para costear el “pastizal” que, en sus palabras, supone preparar las oposiciones, le llevaron a esta situación.

Aunque para Lydia pasar el examen sea el punto de inflexión de su carrera, también es solo el punto de partida. Una vez en el cuerpo, tendrá que continuar formándose en la academia y, tanto si quiere avanzar en la jerarquía como si no, tendrá que seguir estudiando. En estos momentos, ni siquiera opositar y contar con una plaza fija es excusa para abandonar la formación.

De forma generalizada, el número de personas en España que estudia y trabaja ha aumentado, tanto para títulos oficiales como no oficiales. Por los primeros entendemos todos aquellos que se encuentran en los planes oficiales de estudios. Una carrera universitaria, por tanto, entraría en este grupo, mientras que un curso de formación de manipulador de alimentos se incluiría en la otra variante.

Según los microdatos de la Encuesta de Población Activa (EPA), la educación reglada es la que menos crece. En el último trimestre de 2023, había un 32% más de trabajadores en aulas de formación que en el mismo periodo de 2005: un millón de ocupados.

Por su parte, la formación no reglada vivió un descenso tras la crisis, pero en los últimos años la popularidad de este tipo de cursos ha crecido con mucha más fuerza, especialmente desde la pandemia, con la introducción de la formación online. En el último trimestre del pasado año, más de 2,7 millones de personas con trabajo realizaban algún tipo de curso dentro o fuera de la jornada laboral, casi un 40% más que hace dos décadas.

Para Gema Carvajal, directora de formación del Grupo EULEN, el aumento de las cifras se justifica por tres motivos principales: en primer lugar, “se requiere de una mayor especialización de los puestos de trabajo”, que unida a una “escasez de talento”, hace que los trabajadores puedan conseguir mejores oportunidades laborales si se forman en un sector concreto. Y en segundo y tercer lugar estarían, según la experta, los “posibles cambios legislativos” y “la necesidad de incorporar conocimientos tecnológicos para ser más competitivos”.

Lorenzo Alonso, CEO del grupo formativo Aspasia, detalla que los cursos que más demandan las empresas y los potenciales alumnos son los relacionados con las nuevas tecnologías. El espectro en este campo es amplio, pues va desde la formación en inteligencia artificial hasta la automatización de procesos en la industria. También destacan “los cursos específicos que permiten una cualificación muy alta en un ámbito concreto”, que también se aplican a sectores de trabajo más generalistas en España, como es el caso de la hostelería: “[En hostelería] no es necesario un título, aunque sí una cualificación que permita que un sector tan fuerte en nuestro país pueda dar un salto e incrementar su calidad”.

Por grupos de edad, los más jóvenes son los que más se formaban antes y los que más lo hacen ahora. Si nos fijamos en el porcentaje de estudiantes de educación reglada en 2005 y ahora, observamos que son mayoría y que se experimenta un incremento significativo durante los últimos años de la crisis, hasta alcanzar su máximo histórico el pasado año con un 15,2%. En la no reglada, por el contrario, la tendencia fue a la baja durante la recesión, pero creció de forma vertiginosa tras la crisis sanitaria del Covid en 2020. Así, 2023 cierra con un 15,4% de trabajadores menores de 30 años que estudia y trabaja al mismo tiempo.

Para el resto de grupos, existen pocos cambios en lo que respecta a la educación formal, pero la no formal sí que ha experimentado variaciones más notables en estos últimos años. Si bien en 2005 el porcentaje de trabajadores de entre 31 y 45 años que realizaba algún tipo de curso era del 9,5%, ahora esa cifra se sitúa en el 15,3%. Igual ocurre para el grupo de ocupación más vetarano: a cierre de 2023, un 12,5% destinaba parte de su tiempo a formarse, 6,3 puntos más que hace dos décadas.

Alonso comenta cómo este fenómeno les ha afectado: “La edad media de nuestros alumnos es de 44-45 años [...].Hasta hace ocho o diez años, nosotros siempre hacíamos campañas de publicidad buscando perfiles de en torno a los 25, pero ahora los alumnos son cada vez mayores porque siguen existiendo necesidades de cualificación”.

Para Carvajal, esta cualificación se necesita para poder seguir siendo competitivos en sus respectivos sectores laborales. Sin embargo, hay otro fenómeno que ha hecho que las cifras se disparen tanto en este como en otros estratos de edad desde la pandemia: el de la gran renuncia.

Foto: Foto: Unsplash/Ryoji Iwata.

Según Mari Ángeles Tajuelo, Directora de Aprendizaje y Soluciones de Adecco Learning & Consulting, las personas no quieren encontrar ni permanecer en un trabajo que les asegure cierta estabilidad, sino que “buscan un empleo que les satisfaga y les motive [...], en el que haya implantado un plan de progresión que permita fidelizar y atraer el talento. Además, los trabajadores buscan empleos que les permitan conciliar con su vida familiar, cosa que antes no era tan común”. La formación sería entonces un eje que permitiría a los trabajadores alcanzar ese trabajo soñado, a la vez que un incentivo que permitiría a los trabajadores aceptar una oferta o permanecer en un puesto concreto.

Un efecto colateral de la formación constante a la que se enfrentan los trabajadores es que las aulas, tanto físicas como virtuales, se abandonan cada vez más tarde. Un grupo mayoritario de la población sí que finalizó su educación entre los 17 y los 30, pero ganan peso aquellas personas que lo hicieron más tarde, especialmente entre los 31 y los 60. Para ambos segmentos, la subida comenzó a experimentarse a partir de 2012, momento álgido de la crisis, en que muchos profesionales decidieron reinventarse para poder conseguir trabajo.

De esta forma, el número de personas de entre 31 y 45 años que sigue estudiando se ha duplicado en los últimos 18 años, al pasar de unas 600.000 personas a 1,26 millones. Lo mismo ocurre en el siguiente segmento de población, el que va hasta los 60 años, que crece desde los 50.000 estudiantes a más de 236.000. El único que decrece es el de aquellos que completaron su educación antes de los 16 y que, aunque se sigue situando en 4,7 millones de personas, ha disminuido en casi 2,5 millones desde 2005.

El impulso de los cursos online

El efecto de la pandemia, especialmente para la formación no reglada, es indiscutible. Desde 2020, aquellos que han optado por ello han crecido de forma sustancial, independientemente de la edad o la situación laboral, según los datos analizados.

Precisamente, uno de los factores que han contribuido al aumento en el número de potenciales alumnos, aparte del cambio de mentalidad que atribuyen los expertos, ha sido la ampliación de la oferta de la formación virtual a niveles que no se conocían. Esto ha permitido a una mayor parte de la población obtener nuevos conocimientos, sin importar la hora o el lugar.

Tanto si los encuestados trabajan como si no, los motivos por los que continúan su educación son bastante variados. En general, la mayoría se forma en algo relativo a su puesto de trabajo actual, aunque este motivo se consolida a medida que la edad de los encuestados es mayor. Para los menores de 30, la situación es distinta: las dificultades para entrar en el mercado laboral hacen que un 50% de ellos continúe sus estudios con el objetivo de encontrar un empleo.

Aunque para el CEO de Aspasia la formación en las empresas se trate de “una asignatura pendiente”, sí que reconoce que se han producido cambios positivos en los últimos años, tanto por parte de las administraciones, gracias a ayudas como los Fondos Next Generation o el Programa Agentes del Cambio, como por parte de las propias corporaciones.

Tajuelo sí que defiende que las empresas españolas “están tomando mucha conciencia” en este asunto y se empieza a interiorizar que la formación “es más una inversión que un gasto”. Sin embargo, hay matices, ya que son las empresas más grandes las que “más recursos tienen”, mientras las más pequeñas dependen más de ayudas públicas para cubrir las necesidades de sus trabajadores, que cada vez demandan más este tipo de incentivos.

Lydia, de 25 años y residente en Estepona (Málaga), lleva algo más de dos años estudiando para opositar al Cuerpo Nacional de Policía. Antes de eso estudió Periodismo, pero el optar a una mayor seguridad financiera y laboral y la tradición familiar, le hicieron cambiar de idea. Mientras se prepara, trabaja a tiempo completo en un radiotaxi de la zona. Aunque al principio era reticente a combinar los estudios y el trabajo, el poder tener una mayor independencia económica y la necesidad de contar con más recursos para costear el “pastizal” que, en sus palabras, supone preparar las oposiciones, le llevaron a esta situación.

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