El problema de la educación musical en España

La carrera que se empieza con ocho años y nadie termina: "Si no tienes vocación, no merece la pena"

Cerca del 90% de los alumnos que empiezan las enseñanzas regladas de música abandona en algún punto. La dificultad para compaginar el conservatorio con la educación general se encuentran entre las razones de esta desbandada

Texto Ana Ramírez | Marta Ley
Diseño Laura Martín | Rocío Márquez
Desarrollo Fernando Anido

uele decirse de la música profesional que es como cualquier otra carrera, solo que se empieza a los ocho años. En España, esa es la edad con la que habitualmente se inician los estudios elementales. Los niños escogen un instrumento, aprenden a leer y escribir en un pentagrama: las mismas herramientas de las que un músico profesional se servirá muchos años después. Y, en estas aulas, quienes acabarán viviendo de la música se sientan junto a los que disfrutarán de ella fuera del ámbito laboral. Compaginándola con la Educación Primaria, empiezan juntos una carrera que muy pocos acabarán.

Catorce años es lo mínimo que se tarda en completar una carrera reglada de música en España. En nuestro país, hay más de 100.000 personas estudiando algún curso en un conservatorio de música. Cerca de nueve de cada 10 no lograrán terminar sus estudios, según se extrae de los últimos datos disponibles del Ministerio de Cultura y Deporte, del curso 2019-2020.

Aunque lo normal es empezar siendo un niño, quien consigue una plaza para estudiar música por la vía oficial pronto entiende que dedicarse a ello profesionalmente es una quimera. Y sabe que, con suerte y en el mejor de los casos, pasarán al menos 14 años hasta que consiga tener un título equivalente al de un grado universitario, aunque haya dedicado casi el cuádruple de tiempo al estudio que quien va a la universidad.

Pablo Pérez pertenece a ese casi 90% del alumnado que comienza sus estudios de grado elemental, pero no termina cursando el grado superior. Empezó a tocar el violín de niño y completó su formación musical hasta los 18 años, con el título de enseñanzas profesionales. Aunque preparó las pruebas de acceso para varios conservatorios superiores, finalmente abandonó el violín profesionalmente y se matriculó en arquitectura. “Lo más habitual es que los años de Bachiller coincidan con los últimos cursos del conservatorio, como me ocurrió a mí. Y son años muy duros para los estudiantes… Tienes muchísimas horas lectivas en el conservatorio más toda la carga y la presión que supone el Bachiller”.

Uno de cada diez termina la carrera musical

Evolución de número de alumnos que comenzaron* el primer nivel de enseñanzas musicales regladas en 2004, por ciclos, hasta terminar en 2018. Cada círculo equivale a 50 estudiantes

*Ver metodología de los cálculos. Fuente: Ministerio de Cultura y Deporte, elaboración propia

Por algo, muy pocos llegan hasta el final. Baste el siguiente ejemplo a modo de cronología de una desbandada. En el curso académico 2004-2005: 41.757 alumnos estaban matriculados en alguno de los cuatro niveles de enseñanzas elementales. Cuatro años después, 36.792 lo estaban en lo que antiguamente se conocía como grado medio y ahora es enseñanzas profesionales. Y en 2014, solo 6.011 habían llegado a superior: un 14% de los que 10 años atrás estaban empezando.

Asumiendo que alumnos del nivel elemental se distribuyen de forma más o menos uniforme entre los cuatro cursos, se puede decir que cerca de 10.500 empezaron a tocar un instrumento en 2004. Y fueron exactamente 997, un 9,5%, los que terminaron la carrera 14 años después, en el curso 2018-2019.

Así es la desbandada en la enseñanza musical

Evolución del número de alumnos en cada ciclo, entre 2004 y 2018. Las áreas de cada curso son ilustrativas, ya que no se dispone de cifras desglosadas para cada año

E. Elementales
E. Profesionales
E. Superiores
Fuente: Ministerio de Cultura y Deporte, elaboración propia

Pérez no ha abandonado el violín por completo. Sigue tocando en formaciones semiprofesionales e imparte clases de grado elemental en una escuela municipal, que compagina con sus estudios universitarios. Pero en el instituto, combinar la música y el resto de su educación no fue tan sencillo. “Las horas diarias que requiere el estudio de un instrumento son tremendas. Y no solo está eso: también las asignaturas teóricas de análisis musical, historia de la música, composición, armonía, orquesta… Si no quieres cerrarte puertas porque no tienes claro lo que quieres estudiar, pero quieres continuar con la música, tienes clase por la mañana en el instituto y por la tarde en el conservatorio. ¿Cuándo estudias?”, opina.

En España, la rama artística o musical del Bachillerato es la herramienta que, normalmente, evita esta doble carga a través de convalidaciones de asignaturas. Se implementó por primera vez con la Logse, en 1990. Desde entonces, se han diseñado algunas variantes: con la LOE, se establecieron por primera vez las dos vías de Artes Plásticas y Música y Danza por separado. Solo se permitía cursar una materia que fuera propia de otra modalidad (como Ciencias Sociales o Tecnología). Y a los alumnos que cursaran las materias comunes y se graduaran en enseñanzas profesionales, se les permitía obtener el título de Bachillerato en la modalidad de Artes o en cualquiera de las otras modalidades si cursaban una troncal correspondiente. Este es el problema que Pérez encuentra en la modalidad de Artes: “Para los que no teníamos claro que queríamos dedicarnos a la música, está mal planteado porque se dejan de tener muchas materias de cultura general que uno necesita en su educación”.

“Entiendo que puede llegar a ser desalentador si no te quieres dedicar a la música o no tienes vocación”

Con la Lomce, las dos vías de la LOE se unieron de nuevo en una sola. Además de las asignaturas troncales obligatorias, las que podían convalidarse con el conservatorio por ser más específicas quedaban incluidas en el grupo de las optativas, entre las que se encontraban también las de otras modalidades, y que en parte vienen configuradas por las comunidades autónomas. La Lomloe o ley Celaá volvió al modelo de dos ramas artísticas, pero los alumnos que cursan simultáneamente en el conservatorio y el instituto solo pueden compaginar las dos titulaciones a través de la modalidad de Artes.

El Bachiller artístico en las leyes educativas

Distribución de las asignaturas troncales y optativas en la modalidad de Artes, desde que se implantó por primera vez en 1990

Obligatorias
Optativas
Asignaturas de música

La dificultad para completar las dos titulaciones es la que llevó a Matteo Giuliani a dejar las enseñanzas profesionales de piano antes de empezar el Bachillerato. Su caso pertenece a la anomalía de quienes no terminan el grado profesional, pero después terminan el grado superior. “Fue precisamente por eso, por la dificultad para compaginar las dos cosas. Preferí dejar el conservatorio y dar clases particulares para estudiar un Bachillerato científico”, explica este pianista que se acaba de graduar en la Escuela Superior de Música Reina Sofía.

Pérez y Giuliani coinciden en su diagnóstico: la educación musical pública en España cuenta con una alta carga teórica, “similar a la del instituto”, y eso complica las cosas. “Entiendo que puede llegar a ser desalentador si no te quieres dedicar a la música o no tienes vocación”, opina el pianista. “Mi hermano, que estudiaba violonchelo, terminó dejándolo porque el estudio de la música requiere mucha perseverancia, muchas horas de estudio. Si no tienes esa vocación y no estás dispuesto a sacrificar horas de tu tiempo, supongo que no vale la pena”.

“No tiene sentido que un proyecto profesionalizador de músicos, como son las enseñanzas profesionales, se plantee como un método masivo para alfabetizar musicalmente a la población”

Tanto quienes no tienen clara su vocación como los que miran a la música profesional conviven en el mismo programa educativo. Y esa es una de las causas que explican la alta tasa de abandono en las enseñanzas profesionales. “El punto de inflexión se da en el tercer curso, cuando los alumnos se preguntan si todo el esfuerzo merece la pena cuando no quieren ser profesionales de la música”, explica Manuel Tomás Ludeña. Este oboísta y consultor en educación musical trabajó como viceconsejero de Educación y Cultura en la Generalitat valenciana y como director del Conservatorio Profesional de Música de Torrent.

“Más o menos, un 50% de los alumnos continuaba con la Educación Superior y otro 50% se quedaba ahí, descontando a todos los que abandonaban por el camino. No tiene sentido que un proyecto profesionalizador de músicos, como son las enseñanzas profesionales, se plantee como un método masivo para alfabetizar musicalmente a la población. Cuando esto ocurre, el precio que se paga es un alto abandono. Esta es una reflexión que se debe hacer, para no jugar con las expectativas de la gente”.

Este consultor, que actualmente trabaja para la Escuela Superior de Música de Alto Rendimiento (Esmar), señala el abandono de los estudios musicales como “un problema poliédrico”, de causas políticas, institucionales, sociales, culturales… “Por la herencia del modelo francés, nos está costando mucho consolidar un modelo de educación musical para aficionados. Arrastramos la idea de que la música es apta solo para los profesionales. Nos cuesta generalizar y dar prestigio a un proyecto de enseñanza no reglada para alfabetizar a la población. Este es el propósito del sistema de las escuelas de música a diferencia de los conservatorios. Que la gente tenga un contacto con el instrumento a lo largo de su vida, que pueda aprender, tocar en grupo, disfrutar, etc.”.

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Menos mujeres terminan la carrera de música

Los datos del Ministerio apuntan también una cuestión de género. Mientras que las mujeres son mayoría en los cursos de elemental y enseñanzas profesionales, su presencia cae 14 puntos cuando se mira el nivel superior. Aunque terminar la carrera se equipara a tener un grado universitario, hacer el grado superior de música tiene un efecto más parecido al de los doctorados: hay más universitarias mujeres que terminan su grado, pero menos doctoras.

Las mujeres son mayoría excepto en el último ciclo

Porcentaje de hombres y mujeres en cada ciclo educativo
Mujeres
Hombres
Fuente: Ministerio de Cultura y Deporte, elaboración propia

“Existe también gente que quiere ser profesional de la música, necesita muchas horas de práctica del instrumento y deserta de los conservatorios. Para evitar las largas jornadas y la compaginación con el Bachiller, por ejemplo, deja la enseñanza reglada y prepara las pruebas de acceso por su parte”, como el caso del pianista Matteo Giuliani.

Sonia Lorenzo Socorro, profesora de piano en el Conservatorio Profesional de Música de Las Palmas de Gran Canaria, abordó en su tesis doctoral la cuestión del abandono de las enseñanzas regladas de música. El texto, publicado en 2013 por la Universidad de Las Palmas, apunta también a la dificultad de compaginar los estudios como una de las causas del abandono.

Los datos del ministerio permiten hacer una estimación del porcentaje de éxito para cada instrumento y, aunque hay diferencias, ninguna especialidad tiene más de un 40% de alumnos que termine. Piano y guitarra están entre las especialidades más demandadas, pero al mismo tiempo copan el ‘ranking’ del abandono. Solo un 4,6% de los pianistas y un 5,7% de los guitarristas terminan la carrera en el tiempo establecido para ello. Y entre los que llegan a superior, poco más de la mitad de los pianistas termina ese último ciclo cuatro años después.

Más porcentaje de éxito entre los instrumentos de viento

Porcentaje de alumnos que terminaron en el curso 2018-2019 sobre el total de los que empezaron* elemental en 2004-2005 y superior en 2014
Desde el 1er curso de elemental
Desde el 1er curso de superior
*Ver metodología. Fuente: Ministerio de Cultura y Deporte, elaboración propia

En el otro extremo de la tabla están los vientos. Tuba, trombón y trompa son los instrumentos cuyos intérpretes tienen más opciones de hacerse con el título final. El 37%, 28% y 27%, respectivamente, terminan. Aunque hay que tener en cuenta que no en todas las especialidades la tasa de éxito se puede medir igual. Por ejemplo, en el caso de los vientos, hay más alumnos en el quinto año de carrera (primero de enseñanzas profesionales) que en el primero de elemental, lo que explica que la tasa calculada sea más alta, ya que son muchos los que llegan a la estadística desde ese segundo escalón.

“La tuba, el trombón y la trompa son instrumentos de conjunto. La soledad del pianista o el guitarrista hace que el proceso sea mucho más aburrido”, opina Manuel Tomás. “La música socializa: si tengo un instrumento que forma parte de una orquesta o una banda, tengo un aliciente. El piano o la guitarra suelen estudiarse como instrumentos solistas o en pequeñas formaciones, y la socialización no está tan integrada en la educación musical”.

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Cada vez más alumnos

En general, la mayor parte de los instrumentos más demandados ha visto un crecimiento en el número de matriculaciones durante los últimos años. La especialidad de guitarra eléctrica es la que más ha crecido, pasando de 56 alumnos en 2010 a 168 en 2020. Pero sigue siendo una opción minoritaria porque se imparte en muy pocos centros de forma oficial. Entre las opciones con más alumnos, los vientos son ahora más populares que hace una década, mientras que piano y guitarra son las únicas especialidades que han perdido alumnos. La opción de guitarra flamenca, eso sí, se libra de esta tendencia a la baja según los datos de alumnos matriculados.

Evolución de alumnos en estudios de música, por instrumento

E. Elementales
E. Profesionales
E. Superiores
Fuente: Ministerio de Cultura y Deporte, elaboración propia

Otro de los problemas, según Tomás, es que la formación musical se inicia en edades muy tempranas, habitualmente a los ocho o nueve años, cuando es difícil —casi imposible— que un alumno tenga claras sus preferencias profesionales. “Esto es como en el deporte. Mucha gente va a correr al parque para disfrutar y para mantenerse en forma. Imagínate que viene un entrenador, nos para y nos dice: ‘Oiga, si corre a cuatro minutos el kilómetro, se queda en su casa’. Uno le respondería que no quiere ser olímpico ni deportista profesional, que solo quiere disfrutar. No tiene sentido aplicar un programa de alto rendimiento a quien quiere ser aficionado, porque entonces se va a lesionar o va a abandonar. Con la música ocurre algo parecido: cuando los modelos pensados para formar profesionales se generalizan al resto de la población, se produce una alta tasa de abandono”.

“En el penúltimo año de acabar el superior, de repente no podía dar ninguna nota sin que me temblara el sonido”

“Muchas veces influye que es deseo de los padres y no de los propios niños”, opina María, exalumna de flauta travesera del conservatorio de Ferraz, en Madrid. “Lo dejan porque igual es un deseo no cumplido de los padres, les meten a cualquier instrumento y luego ya el niño, cuando tiene más poder de decisión, lo deja. No es como algo que el niño quiera desde el principio, dedicarse a la música”. Aunque ella sí tenía claro que quería dedicarse a la música, entiende que mucha gente abandone antes de tiempo.

María llegó al último curso de grado superior de flauta travesera, pero según terminó su examen final, guardó la flauta “y ahí está”, cuenta. En su caso, demasiadas horas de estudio, entre seis y ocho al día, además de clases y conciertos, terminaron por afectar a su salud. “En el penúltimo año de acabar el superior, de repente no podía dar ninguna nota sin que me temblara el sonido”, explica.

No entendía nada: “Fue muy estresante no saber qué te pasa y nadie que te explique”. Su proyecto laboral de futuro se desmoronó, después de años de sacrificio, cuando ya llegaba a la meta. Su profesor intentó ayudarla, pero él tampoco sabía qué ocurría. Años después, de casualidad, llegó a un artículo sobre el síndrome de la distonía de la embocadura, una trastorno causado por “la ejecución excesiva de instrumentos de viento”, según la literatura científica disponible. “Entendí que eso era lo que me había pasado”, comenta por teléfono.

La estudiante madrileña apunta también a las escasas salidas laborales para explicar por qué son muy pocos los que terminan. O eres muy bueno y acabas de concertista, o te dedicas a la enseñanza, por lo que tienes que ser músico y además “tener pasión por enseñar”, opina.

Como espacio para quien disfruta de la música, pero no encuentra en ella una salida profesional, Manuel Tomás destaca las escuelas de música municipales, a diferencia de los conservatorios. “Hay mucha gente que quiere ser músico y disfrutar, da igual que tengas 10, 50 o 90 años. Para ellos debe existir un espacio adecuado a sus intereses y expectativas. No hay que dar el modelo de conservatorio a los aficionados, porque entonces el abandono está servido”, opina.

“Hay mucha gente que quiere ser músico y disfrutar, da igual que tengas 10, 50 o 90 años”

En este sentido, Tomás señala como ejemplo el movimiento asociativo musical valenciano, que desde los años setenta conformó más de 500 agrupaciones de música en la sociedad civil. “Sobre todo, en ámbitos rurales donde las estructuras culturales fueron muy débiles durante años. Allí, la gente terminaba su trabajo en el campo o en la fábrica y se iba a hacer música. Con el interés exclusivo de hacer música. Eso es maravilloso, porque se perseguía que la gente disfrutara”.

Para frenar la deserción, que a veces viene acompañada de la presión o el desencantamiento de la música, lo que Manuel Tomás propone es ampliar y difundir la educación pensada para quien, simplemente, quiere disfrutar. “Lo bonito de la enseñanza no reglada, o no orientada a la profesionalización, es que hay un proyecto vinculado a la socialización: si yo tengo una banda o un conjunto, voy a ensayar a un local, a tocar con mis amigos y pasarlo bien… Eso es muy potente, y fue uno de los éxitos de estas asociaciones musicales de Valencia”.

Metodología

Los cálculos para extraer el porcentaje de personas que terminan una especialidad son una estimación a partir del supuesto de que la carrera se termina en 14 años: cuatro de enseñanzas elementales, seis de enseñanzas profesionales y cuatro de superior. Como en otros estudios, estos 14 años pueden ser más. Además, existe la posibilidad de acceder directamente a un curso sin haber realizado los previos. De hecho, es habitual que se incorporen nuevos alumnos, examen mediante, desde el segundo ciclo de estos estudios. Menos normal es llegar directamente al grado superior, donde el nivel de exigencia es altísimo y no hay sitio para todos.

Las cifras que ofrece el Ministerio de Cultura están desglosadas por ciclo formativo y no por cada año concreto. Por ello, para calcular el número de alumnos que están en primer curso de enseñanzas elementales, enseñanzas profesionales y de grado superior, se ha dividido el total de matriculados entre la cantidad de años de cada ciclo. Este cálculo puede incluso sobreestimar la cantidad de estudiantes, especialmente en primer curso de enseñanzas profesionales. Se han excluido del análisis los instrumentos con menos de 100 alumnos matriculados o que se tratan en la mayor parte de los casos de una especialización en cursos avanzados, como canto o guitarra flamenca.

Por tanto, las tasas son un cálculo propio y estimatorio, a falta de datos que permitan conocer con mayor certeza el itinerario de los estudiantes de enseñanzas regladas de música.