Otro de los problemas, según Tomás, es que la formación musical se inicia en edades muy tempranas, habitualmente a los ocho o nueve años, cuando es difícil —casi imposible— que un alumno tenga claras sus preferencias profesionales. “Esto es como en el deporte. Mucha gente va a correr al parque para disfrutar y para mantenerse en forma. Imagínate que viene un entrenador, nos para y nos dice: ‘Oiga, si corre a cuatro minutos el kilómetro, se queda en su casa’. Uno le respondería que no quiere ser olímpico ni deportista profesional, que solo quiere disfrutar. No tiene sentido aplicar un programa de alto rendimiento a quien quiere ser aficionado, porque entonces se va a lesionar o va a abandonar. Con la música ocurre algo parecido: cuando los modelos pensados para formar profesionales se generalizan al resto de la población, se produce una alta tasa de abandono”.
“En el penúltimo año de acabar el superior, de repente no podía dar ninguna nota sin que me temblara el sonido”
“Muchas veces influye que es deseo de los padres y no de los propios niños”, opina María, exalumna de flauta travesera del conservatorio de Ferraz, en Madrid. “Lo dejan porque igual es un deseo no cumplido de los padres, les meten a cualquier instrumento y luego ya el niño, cuando tiene más poder de decisión, lo deja. No es como algo que el niño quiera desde el principio, dedicarse a la música”. Aunque ella sí tenía claro que quería dedicarse a la música, entiende que mucha gente abandone antes de tiempo.
María llegó al último curso de grado superior de flauta travesera, pero según terminó su examen final, guardó la flauta “y ahí está”, cuenta. En su caso, demasiadas horas de estudio, entre seis y ocho al día, además de clases y conciertos, terminaron por afectar a su salud. “En el penúltimo año de acabar el superior, de repente no podía dar ninguna nota sin que me temblara el sonido”, explica.
No entendía nada: “Fue muy estresante no saber qué te pasa y nadie que te explique”. Su proyecto laboral de futuro se desmoronó, después de años de sacrificio, cuando ya llegaba a la meta. Su profesor intentó ayudarla, pero él tampoco sabía qué ocurría. Años después, de casualidad, llegó a un artículo sobre el síndrome de la distonía de la embocadura, una trastorno causado por “la ejecución excesiva de instrumentos de viento”, según la literatura científica disponible. “Entendí que eso era lo que me había pasado”, comenta por teléfono.
La estudiante madrileña apunta también a las escasas salidas laborales para explicar por qué son muy pocos los que terminan. O eres muy bueno y acabas de concertista, o te dedicas a la enseñanza, por lo que tienes que ser músico y además “tener pasión por enseñar”, opina.
Como espacio para quien disfruta de la música, pero no encuentra en ella una salida profesional, Manuel Tomás destaca las escuelas de música municipales, a diferencia de los conservatorios. “Hay mucha gente que quiere ser músico y disfrutar, da igual que tengas 10, 50 o 90 años. Para ellos debe existir un espacio adecuado a sus intereses y expectativas. No hay que dar el modelo de conservatorio a los aficionados, porque entonces el abandono está servido”, opina.
“Hay mucha gente que quiere ser músico y disfrutar, da igual que tengas 10, 50 o 90 años”
En este sentido, Tomás señala como ejemplo el movimiento asociativo musical valenciano, que desde los años setenta conformó más de 500 agrupaciones de música en la sociedad civil. “Sobre todo, en ámbitos rurales donde las estructuras culturales fueron muy débiles durante años. Allí, la gente terminaba su trabajo en el campo o en la fábrica y se iba a hacer música. Con el interés exclusivo de hacer música. Eso es maravilloso, porque se perseguía que la gente disfrutara”.
Para frenar la deserción, que a veces viene acompañada de la presión o el desencantamiento de la música, lo que Manuel Tomás propone es ampliar y difundir la educación pensada para quien, simplemente, quiere disfrutar. “Lo bonito de la enseñanza no reglada, o no orientada a la profesionalización, es que hay un proyecto vinculado a la socialización: si yo tengo una banda o un conjunto, voy a ensayar a un local, a tocar con mis amigos y pasarlo bien… Eso es muy potente, y fue uno de los éxitos de estas asociaciones musicales de Valencia”.