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Las empresas españolas sacrifican dividendos para pagar salarios como las europeas
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Destinan el 67% del nuevo VAB

Las empresas españolas sacrifican dividendos para pagar salarios como las europeas

Después de una década de austeridad, la pandemia ha cambiado las prioridades de las empresas, que han optado por mejorar sus plantillas recortando inversión y dividendos

Foto: Monedas de euro con la bandera española de fondo. (iStock)
Monedas de euro con la bandera española de fondo. (iStock)
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El mercado laboral español ha experimentado un profundo cambio desde que comenzó la pandemia. En el ciclo expansivo anterior, el que va desde la crisis financiera hasta 2019, la obsesión de las empresas pasaba por ahorrar, ajustar costes laborales y reducir el enorme endeudamiento que acumularon durante la burbuja. Este esfuerzo permitió un gran desapalancamiento a costa de reducir inversión y el salario de sus trabajadores. Cuando llegó el covid a España, la actividad de las empresas se desplomó y se vieron obligadas a elegir entre despedir a sus trabajadores para evitar las pérdidas o mantenerlos y soportar ese coste a cambio de retener el capital humano. La gran mayoría optó por lo segundo, apoyándose en los ERTE que diseñó el Gobierno precisamente para contener los despidos.

Se produjo así un cambio que se ha mantenido hasta la fecha. Las empresas no financieras están priorizando el capital humano incluso por delante de su facturación. El mejor ejemplo se observa en los primeros meses previos a la pandemia. En esas fechas, la actividad todavía seguía renqueante, sin embargo, las empresas recuperaron rápidamente a sus trabajadores de los ERTE e incluso aumentaron sus plantillas. De hecho, en España se ha creado empleo con un crecimiento del PIB inferior al 0,5%, lo que supone una novedad histórica para el país.

Foto: Protesta de los trabajadores de Primark el pasado invierno. (EFE/Alejandro López)

El buen comportamiento del empleo permitió recuperar los niveles de ocupación previos a la pandemia ya en el primer trimestre de 2022. Un rápido rebote que contrasta con el PIB, que tardó unos meses más en conseguirlo. Ese boom del empleo permitió a España superar la cota de los 20 millones de afiliados ya en el mes de mayo de 2022, una cifra nunca antes alcanzada. Y al inicio del verano se quedó cerca de los 21 millones.

La intensa creación de empleo desde 2020 no es exclusiva de España, ya que ocurrió en casi todos los países desarrollados. Responde a dos motivos: la inflación (que ha recortado los costes laborales en términos reales) y, sobre todo, a la escasez de trabajadores. Las empresas han optado por mantener y reforzar sus plantillas ante el temor de quedarse sin profesionales.

El resultado de esta estrategia es que los costes salariales han crecido intensamente desde que comenzó la pandemia. En los últimos cuatro trimestres (con datos hasta el segundo trimestre de 2023) las empresas se gastaron en salarios y cotizaciones sociales 443.000 millones de euros. Esto supone un 17% más que antes de la pandemia, un crecimiento superior al del valor añadido que generan, que ha aumentado un 15%.

Visto de otro modo: de los 95.600 millones adicionales de valor añadido que generan las empresas (lo que facturan menos el coste de los insumos), el 67% se ha destinado a elevar la masa salarial. El grueso de los recursos extra que han conseguido gracias al crecimiento económico y la inflación se han destinado directamente al pago de salarios. Esto incluye tanto el aumento de las plantillas como, en los meses más recientes, subidas de salarios para limitar la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores.

Actualmente, las empresas dedican en torno al 59% de su valor añadido a salarios, lo que significa que se han situado en línea con la media de la eurozona. Supone una gran alteración respecto a los años posteriores a la crisis financiera, cuando dedicaban poco más del 55% de su valor añadido a pagar salarios. Esto significa que se ha producido un reequilibrio en el reparto de los ingresos empresariales hacia los salarios. Está por ver si esto supone un cambio estructural o si todavía es un resultado temporal consecuencia de las dos crisis vividas (pandemia e inflación).

Solo el tiempo resolverá esa duda. Por lo pronto, las empresas están destinando a salarios, una cifra similar a la del año 2009, cuando estaba comenzando el gran ajuste de la economía tras el estallido de la burbuja. En paralelo al aumento de los salarios, las empresas también han seguido reduciendo deuda y mejorando sus recursos propios. Esta sí que es una tendencia que viene desde la crisis financiera y que se ha acentuado en los últimos dos años por la gran incertidumbre que rodea a la economía.

Ahorro e inversión

En los últimos cuatro trimestres, las empresas han ahorrado 21.600 millones más que antes de la pandemia. Esto es, han duplicado su capacidad de financiación, hasta superar los 40.000 millones de euros en un solo año, cifra que no se había visto desde 2017, cuando las empresas estaban en plena fase de desapalancamiento.

En resumen, lo que están haciendo las empresas es pagar más salarios y mejorar su posición patrimonial. Para conseguirlo han tenido que recortar en sus otras dos grandes partidas no financieras: dividendos e inversión.

Las empresas no financieras han pagado algo más de 71.000 millones de euros en dividendos en el último año, casi 13.700 millones menos que en 2019. La retención de dividendos ha ayudado a las empresas a mejorar su posición patrimonial a cambio de recortar la retribución a sus propietarios.

El pago de dividendos equivale a poco más del 9% del valor añadido, una cifra muy inferior a la de los grandes países europeos. En Francia y Portugal supera el 14%, en Italia alcanza el 16% y en Alemania y Países Bajos supera el 17% del VAB.

El mayor problema de las empresas españolas es que también han recortado en inversión. La formación bruta de capital fijo del último año fue de 175.000 millones de euros, casi 3.000 millones menos que en 2019. Ni siquiera los fondos europeos han sido capaces de revitalizar la inversión privada. El porcentaje del valor añadido destinado a la inversión es del 23%, una cifra muy similar a la media de la eurozona, pero el dato más bajo de España desde 2014.

Esta insistencia de las empresas en sacrificar inversión para mejorar la posición patrimonial eleva la solvencia del tejido productivo, en especial ante una escalada de los tipos de interés. Sin embargo, también implica un deterioro a largo plazo del crecimiento económico, ya que sin un incremento del capital es imposible que las empresas puedan elevar de forma significativa su producción.

El mercado laboral español ha experimentado un profundo cambio desde que comenzó la pandemia. En el ciclo expansivo anterior, el que va desde la crisis financiera hasta 2019, la obsesión de las empresas pasaba por ahorrar, ajustar costes laborales y reducir el enorme endeudamiento que acumularon durante la burbuja. Este esfuerzo permitió un gran desapalancamiento a costa de reducir inversión y el salario de sus trabajadores. Cuando llegó el covid a España, la actividad de las empresas se desplomó y se vieron obligadas a elegir entre despedir a sus trabajadores para evitar las pérdidas o mantenerlos y soportar ese coste a cambio de retener el capital humano. La gran mayoría optó por lo segundo, apoyándose en los ERTE que diseñó el Gobierno precisamente para contener los despidos.

Salarios de los españoles Dividendos
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