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El consumo de las familias pincha contagiado por el crecimiento del pesimismo
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EL CRÉDITO SE ESTANCA POR LA DESCONFIANZA

El consumo de las familias pincha contagiado por el crecimiento del pesimismo

El consumo privado no tira. No tiene que ver solo con el repunte de los contagios. Hay causas estructurales anteriores a esta ola. El resultado se traduce en más ahorro y menos créditos

Foto: Foto: iStock.
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Dos indicadores reflejan con nitidez la confianza de las familias sobre el futuro de la economía. Uno es el consumo y el otro, que evoluciona en paralelo, es la demanda de crédito. Precisamente, para financiar las necesidades de gasto de los hogares. Pues bien, todo indica que uno y otro han entrado en periodo de hibernación. O de estancamiento, como se prefiera.

El consumo no tira como se podría esperar tras el desplome ocurrido en 2020. En particular, las compras de consumo duradero, que han descendido un 9% en el último año y todavía se encuentran un 18,2% por debajo de las cifras del cuarto trimestre de 2019; pero es que tampoco las familias han optado por endeudarse en un contexto muy favorable desde el punto de vista del precio del dinero. Por el contrario, la burbuja de ahorro continúa sin pincharse pese a que a la luz del ritmo de creación de puestos de trabajo cabría pensar lo contrario (854.000 empleos creados en los últimos 12 meses, según la EPA). El ahorro de las familias, de hecho, se mantiene por encima del promedio de las dos últimas décadas.

Lo singular es que no se trata solo de un fenómeno vinculado a la actual explosión de contagios o al importante repunte de la inflación, sino que es anterior. De hecho, ni siquiera cuando España ha tenido la tasa de contagios más baja de la pandemia, durante el tercer trimestre, se ha producido un crecimiento del consumo de las familias significativo. Los hogares, incluso, parece que han sido insensibles al hecho de que los tipos de interés reales, que son los más relevantes, se hayan desplomado. Es decir, teniendo en cuenta la pandemia inflación.

Nunca antes el BCE había sostenido tipos de interés reales tan negativos como ahora, lo que permite a los agentes económicos endeudarse casi gratis en el corto plazo. Mientras que la inflación en la eurozona se sitúa en el 4,9%, el tipo de interés oficial se mantiene en el 0%. Aun así, el saldo vivo de crédito concedido por la banca al sector privado residente se ha reducido un 0,2% entre septiembre de 2020 y septiembre de 2021.

Pese a ello, y como se ha dicho, el consumo privado, no así el público, que crece por encima de lo que lo está haciendo la economía, está prácticamente estancado en términos reales. En parte, también, por el descenso de la renta disponible de los hogares debido al crecimiento de los precios (los salarios están perdiendo poder adquisitivo). Y ni siquiera una política fiscal claramente expansiva —que favorece la propensión al consumo de las rentas más bajas— ha animado a las familias a gastar o a endeudarse más.

Financiación de la vivienda

Como recuerda el Banco de España en su último informe, “las nuevas operaciones de crédito se han desacelerado de forma generalizada en los últimos meses”. Es más, el volumen de crédito nuevo se situaba, en octubre, en niveles inferiores a los registrados antes de la pandemia en la mayoría de los segmentos, a excepción de la nueva financiación para la compra de vivienda, en la que se observan unos niveles de actividad muy superiores a los de 2019. Ahora bien, esta tendencia, matiza el banco central, “se ha estabilizado en los últimos meses”.

Este mejor comportamiento de la vivienda respecto de los créditos de consumo, en todo caso, se explica, según BBVA Research, por la baja rentabilidad de los activos libres de riesgo y los cambios en las preferencias de los hogares, que estarían redirigiendo una parte del ahorro acumulado hacia la inversión residencial. Es decir, la vivienda vuelve a actuar como activo refugio ante la escasa rentabilidad de la renta fija pública y privada.

El resultado se traduce en que familias y empresas individuales —las grandes corporaciones han optado por emitir renta fija para aprovechar la política monetaria ultraexpansiva del BCE— prefieren desendeudarse antes que afrontar nuevos préstamos al consumo, que es el componente de mayor peso en el producto interior bruto (PIB).

Esto significa, en el caso de las empresas, que muchas estarían destinando parte de los colchones de liquidez acumulados durante la etapa más severa de la pandemia al repago de la deuda bancaria en lugar de buscar nuevas oportunidades de negocio. Algo que claramente es una señal de que existe desconfianza en el futuro. Es decir, se está produciendo un deterioro de las expectativas que se traslada a la economía, y que no hay que vincular necesariamente a la pandemia, sino también a factores estructurales de demanda (envejecimiento, salarios bajos o temporalidad en el empleo).

Se trata de un proceso muy parecido al que en economía se denomina histéresis, término de tomado de la biología que se produce cuando un fenómeno producido en el corto plazo, por ejemplo, un elevado desempleo derivado de una crisis coyuntural, se prolonga en el largo plazo por ausencia de estímulos que rompan con la situación anterior. Es decir, se produce una inercia contractiva en el gasto de los agentes económicos que las políticas expansivas, fiscales o monetarias, no son capaces de quebrar.

Todo apunta en esa dirección. Entre otras cosas, como apunta el último informe de situación que elabora BBVA Research, porque hay problemas más de fondo que van más allá que la pandemia. En particular, la incertidumbre respecto del futuro sistema de pensiones, la posible reforma impositiva, que genera incertidumbre, o el perfil de quienes concentran la riqueza, que son factores que apuntan a que “la tasa de ahorro no disminuirá a corto plazo por debajo de los niveles promedio históricos”. Y si crece el ahorro, disminuye el consumo, salvo que la renta disponible aumente, algo que no está sucediendo.

Dos indicadores reflejan con nitidez la confianza de las familias sobre el futuro de la economía. Uno es el consumo y el otro, que evoluciona en paralelo, es la demanda de crédito. Precisamente, para financiar las necesidades de gasto de los hogares. Pues bien, todo indica que uno y otro han entrado en periodo de hibernación. O de estancamiento, como se prefiera.

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