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El verdadero problema de los salarios en España: la productividad lleva dos décadas estancada
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No hay excedentes que repartir

El verdadero problema de los salarios en España: la productividad lleva dos décadas estancada

Desde el año 2000 hasta 2019 la productividad de España apenas avanzó un 0,2% anual, el cuarto peor dato de la eurozona. La apuesta por un modelo de bajo valor añadido complica la mejora salarial

Foto: La hostelería tiene parte de la culpa de que la productividad y los salarios estén congelados. (EFE/Ana Escobar)
La hostelería tiene parte de la culpa de que la productividad y los salarios estén congelados. (EFE/Ana Escobar)
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Los sindicatos CCOO y UGT se concentraron el jueves ante la sede de la CEOE en Madrid bajo el lema ‘Ahora, los salarios. ¡Pagad más!’. Reclaman que la negociación colectiva incorpore mayores subidas salariales para evitar la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores ante el repunte de la inflación. El secretario general de CCOO, Unai Sordo, denunció que “lo que está pasando en la negociación colectiva es una de las consecuencias buscadas de la reforma laboral, que se hizo, entre otras cosas, para debilitar el poder de negociación de los trabajadores en los convenios colectivos”.

En efecto, España tiene un grave problema de salarios, que llevan congelados casi desde la entrada del país en el euro. Si bien es cierto que crecieron rápidamente durante la burbuja inmobiliaria, todo este efecto desapareció con la crisis posterior. En términos nominales, los salarios han crecido, pero, si se descuenta la inflación, la retribución media de 2019 fue apenas un 1,8% superior a la del año 2000. Esto es, dos décadas después siguen estancados. Esta cifra contrasta con los crecimientos del 21% de Francia, del 19% de Alemania o del 10% de Países Bajos.

Foto: La hostelería explica una parte menor de la temporalidad. (EFE/Cabalar)

Sin embargo, el estancamiento de los salarios tiene raíces más profundas que la reforma laboral del año 2012 que los sindicatos quieren derogar. De hecho, está más vinculado con los problemas estructurales de productividad que arrastra España. Sin ganancias de productividad no se generan excedentes suficientes para producir mejoras salariales significativas. Si no crece la tarta, la única opción es que los trabajadores se queden con una porción mayor del valor añadido, pero este camino tiene poco recorrido en el largo plazo. Al final, los salarios tienden a crecer al ritmo de la productividad.

Eurostat ha lanzado esta semana su primera estadística sobre productividad tras muchas reclamaciones por parte de la comunidad de economistas. Lo ha hecho con un indicador “crudo” de productividad en el que mide la cantidad de producción ('output') generada por los niveles existentes de 'inputs'. Esto es, el valor de la producción una vez se eliminan los costes de los bienes intermedios, los salarios y otros gastos. En otras palabras, este indicador mide cuánto es capaz de producir un país con los recursos que tiene y cómo evoluciona esta cifra a lo largo del tiempo.

Eurostat ha analizado la evolución de la productividad “cruda” desde el año 2000 hasta 2019, último año previo a la pandemia, que distorsiona todos los indicadores. En estas dos décadas, la productividad de España ha crecido a un promedio anual del 0,2%, esto es, ha estado prácticamente estancada. Eso significa que todo el crecimiento conseguido por España en este periodo ha sido extensivo, a base de incorporar más trabajadores y más capital, pero no se ha mejorado la productividad del trabajo para que cada empleado aumente su aportación al PIB del país.

Este dato es uno de los peores de toda la eurozona. De hecho, solo hay tres países por detrás de España: Luxemburgo (donde los datos están muy alterados por ser una economía financiera), Grecia (cuyo PIB sigue hundido desde que el país casi quebrara en 2009) e Italia (el gran perdedor del proyecto del euro por cómo ha restado competitividad a su industria).

España es el cuarto peor, lo que evidencia el fracaso de una política económica centrada en los sectores de bajo valor añadido y escasa cualificación. Durante la primera década de los años 2000, el crecimiento del PIB en España fue desbocado. En esos años de burbuja inmobiliaria, con un crecimiento anual claramente superior al 2%, se sumaba la intensa creación de empleo y la inversión en 'stock' de capital, en especial en construcción de viviendas e infraestructuras.

Foto: Imagen de la plaza de Colón en Madrid. (Reuters/Susana Vera)

Sin embargo, mientras España recibía un gran chute de inversión extranjera, los recursos se acumularon en sectores de bajo valor añadido, en especial en la construcción. El resultado fue que se produjo un repliegue de la productividad, que en esos años llegó a caer un 2%. Por el contrario, los salarios aumentaban rápidamente, con un avance de casi el 10% hasta 2009 en términos reales. Se produjo un crecimiento irreal en el que la evolución de los salarios nada tenía que ver con los fundamentales de la economía.

Con el estallido de la burbuja inmobiliaria, se pincharon también los salarios. La retribución media cayó casi un 5,5% hasta el año 2012, un descenso que se produjo antes y después de la reforma laboral. En esos años, la economía española experimentó su gran cambio estructural: las empresas apostaron por las exportaciones llevando al país a un superávit histórico de la balanza por cuenta corriente que todavía dura hoy.

Este superávit se hizo sobre la base de las ganancias de competitividad de los bajos salarios. La productividad se recuperó a partir del año 2014 después de 15 años completamente estancada. De hecho, durante esta fase de la recuperación sí se produjeron ganancias de productividad hasta 2018, cuando volvió a frenarse. El resultado es que, en dos décadas completas, España apenas tuvo cuatro años de avance intenso de la productividad.

Una vez más, la apuesta por los sectores de bajo valor añadido, en este caso el turismo, ha vuelto a suponer un freno para los salarios. Aunque en estos años han crecido de forma intensa los servicios de alto valor añadido, el ‘boom’ turístico ha sido tal que, en términos agregados, los salarios se han mantenido congelados. Además, el repliegue de la industria ha provocado la pérdida de algunas remuneraciones altas con empleos estables. El resultado es que, en términos reales, los salarios hoy son muy similares a los del año 2000.

En contraste con España se sitúa Alemania, donde la evolución de la productividad y de los salarios reales ha sido pareja. Esta es la situación ideal para cualquier país, en el que la producción aportada por los trabajadores crece y ese excedente se reparte en forma de mejores salarios.

En España, la vía para mejorar los salarios no solo pasa por la negociación colectiva, también es imprescindible mejorar la productividad de los trabajadores. Solo así el país contará con el excedente necesario para mejorar las retribuciones de los empleados sin poner en riesgo la capacidad inversora de las empresas.

Los sindicatos CCOO y UGT se concentraron el jueves ante la sede de la CEOE en Madrid bajo el lema ‘Ahora, los salarios. ¡Pagad más!’. Reclaman que la negociación colectiva incorpore mayores subidas salariales para evitar la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores ante el repunte de la inflación. El secretario general de CCOO, Unai Sordo, denunció que “lo que está pasando en la negociación colectiva es una de las consecuencias buscadas de la reforma laboral, que se hizo, entre otras cosas, para debilitar el poder de negociación de los trabajadores en los convenios colectivos”.

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