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Los salarios ganan cuota en el reparto de la tarta nacional a costa de los beneficios
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LOS EFECTOS DE LA CRISIS

Los salarios ganan cuota en el reparto de la tarta nacional a costa de los beneficios

El año 2020 lo ha puesto casi todo patas arriba. También en lo que respecta a la distribución de la tarta nacional. Ganan los salarios, pierden los beneficios empresariales

Foto: La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)

La crisis económica de 2020 ha puesto patas arriba el sistema productivo (despidos, ERTE o cierres empresariales). Como consecuencia de ello, se ha producido un intenso cambio en el reparto de la tarta nacional. Unos ganan y otros pierden a la hora de distribuir el PIB. O, lo que es lo mismo, la riqueza creada por la economía española durante un año, y que tradicionalmente se divide entre la remuneración de los asalariados, los beneficios empresariales (excedentes brutos de explotación en la jerga de los economistas) e impuestos sobre la producción y las importaciones.

El resultado muestra que el año pasado los salarios, frente a los beneficios empresariales, salieron mejor parados de la crisis del coronavirus. Lo singular es que esa mejora se produjo a pesar de que la economía destruyó el último año nada menos de 962.000 empleos a tiempo completo, que es como se mide la evolución de los puestos de trabajo en términos de contabilidad nacional.

Pues bien, según Estadística, la remuneración de los asalariados escaló el año pasado hasta el 48,3% del PIB, lejos del 46% de un año antes y todavía a mayor distancia del 45,4% de 2018. Se trata de un nivel desconocido desde los mejores años anteriores a la crisis, cuando la fuerte creación de empleo hizo ganar a los salarios poder en el reparto de la riqueza nacional medida a través del PIB.

En sentido contrario, los beneficios empresariales han caído hasta el 42,8%, un nivel similar al alcanzado al final de la última crisis económica. En 2019, los excedentes de las empresas suponían el 43,9% de la tarta nacional, mientras que en 2018 alcanzaron un 45,4%. Es decir, se ha producido un significativo retroceso que hay que vincular a los confinamientos y, en general, a la caída de la actividad.

Por el contrario, las rentas de los asalariados han salido mejor paradas por el mantenimiento de ingresos a través del SEPE. En los momentos más difíciles de la pandemia, más de tres millones de trabajadores por cuenta ajena llegaron a percibir alguna prestación, mientras que, por el contrario, los beneficios empresariales se desplomaron. En particular, en sectores relacionados con actividades recreativas o de transporte.

Una evolución muy diferente

Expresado de otra forma, el empleo, pese a que el PIB cayó nada menos que un 10,8% el año pasado, ha sufrido menos que las rentas empresariales, lo que explica la diferente evolución de ambas magnitudes. En concreto, mientras que la remuneración de los asalariados cayó un 4,5%, los excedentes de las empresas se desplomaron un 11,6%, incluso por encima del -9,9% que lo hicieron los impuestos ligados a la producción, que son los que se tienen en cuenta para calcular la renta nacional.

Foto: La destrucción de empleo provocó la caída de la masa salarial. (EFE)

El mayor peso de los salarios [ver gráfico] es significativo porque en las últimas décadas ha sucedido justo lo contrario, básicamente por la aparición de nuevos competidores procedentes de los países emergentes (China o India), que ha reducido el peso de los salarios en todos los países desarrollados.

A mediados de los 80, por ejemplo, las nóminas llegaron a suponer más del 57% del PIB, unos 10 puntos más que ahora, cuando el número de asalariados era significativamente inferior al actual. Esto se explica también porque a medida que las nuevas tecnologías han hecho que el capital productivo (las máquinas) sean más baratas y eficientes, las empresas han optado de forma sistemática por reemplazar trabajo asalariado por capital. Esto explica el interés de los economistas por desentrañar la renta nacional, ya que es un indicador clave de desigualdad. Y lo que ha ocurrido en las últimas décadas, con más empleo, es que el peso de los salarios ha tendido a disminuir, si bien en los últimos años se ha revertido algo la tendencia.

Foto: La ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, momentos antes de comparecer en la comisión correspondiente de Congreso, este lunes. (EFE)

El hecho de que los salarios hayan ganado en el reparto de la tarta no supone, sin embargo, que haya aumentado el tamaño del trozo a repartir entre los españoles, sino, por el contrario, significa que el pedazo que ha correspondido a los empresarios se ha reducido mucho más. En concreto, la remuneración de los asalariados alcanzó el año pasado los 542.446 millones, lo que supone 31.020 millones de euros menos que un año antes. Este es el coste que ha tenido la crisis para los trabajadores por cuenta ajena.

En el caso de los beneficios empresariales, el impacto ha sido sensiblemente mayor. De los 546.449 millones obtenidos en 2019, se ha pasado a 480.363 millones, lo que significa una enorme pérdida equivalente de 66.086 millones, algo más del doble. Esto es lo que explica los cambios en la correlación de fuerzas entre capital y trabajo, que en el fondo es lo que se pretende analizar cuando se escudriña el reparto de la tarta nacional.

La desagregación del PIB desde el lado de las rentas sirve, por ejemplo, para conocer si las ganancias de productividad han ido a parar a manos del capital, que es lo que refleja el excedente bruto de explotación, que incorpora también las rentas mixtas (pequeños empresarios individuales) o a los asalariados.

La crisis económica de 2020 ha puesto patas arriba el sistema productivo (despidos, ERTE o cierres empresariales). Como consecuencia de ello, se ha producido un intenso cambio en el reparto de la tarta nacional. Unos ganan y otros pierden a la hora de distribuir el PIB. O, lo que es lo mismo, la riqueza creada por la economía española durante un año, y que tradicionalmente se divide entre la remuneración de los asalariados, los beneficios empresariales (excedentes brutos de explotación en la jerga de los economistas) e impuestos sobre la producción y las importaciones.

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