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Radiografía de la pobreza energética: España pasa más calor que frío y el sur sufre más
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ENCUESTA DE CONDICIONES DE VIDA

Radiografía de la pobreza energética: España pasa más calor que frío y el sur sufre más

Los hogares que no pueden mantener una temperatura adecuada se disparan en la última década: ya representan la cuarta parte del total durante el invierno y la tercera durante el verano

Foto: Una mujer en la puerta de su casa, en Toledo. (EFE/Ángeles Visdomine)
Una mujer en la puerta de su casa, en Toledo. (EFE/Ángeles Visdomine)
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España pasa más calor que frío. La pobreza energética, que normalmente se asocia a las mantas, tiene más que ver con los abanicos. Este fenómeno impacta especialmente en las regiones del sur, donde los hogares están peor climatizados. Y la mala noticia es que no ha dejado de empeorar en los últimos años.

Así lo corrobora el Instituto Nacional de Estadística (INE), que este martes publicó el módulo de condiciones de la vivienda y eficiencia energética de la Encuesta de condiciones de vida (ECV) de 2023. La última vez que lo hizo fue en 2012, en lo peor de la Gran Recesión, por lo que la serie ofrece un amplio rango temporal para sacar conclusiones. Lo cierto es que no son nada buenas, como tampoco lo han sido los últimos datos disponibles sobre pobreza energética, de 2022, que el Gobierno ha decidido obviar para no actualizar los indicadores que miden el nivel de éxito de su propia estrategia.

Pese a la normalización de los precios del gas y la electricidad que se produjo el año pasado, que eliminan el efecto coyuntural de la crisis energética sobre las cifras publicadas este martes, la ECV muestra un profundo empeoramiento de la situación durante la última década. Su principal utilidad, que no ofrecen otras estadísticas, es separar los datos de hogares que no pueden mantener una temperatura adecuada en las viviendas —uno de los cuatro indicadores que tiene en cuenta el Ejecutivo en su estrategia— en dos: los que no pueden calentarse en invierno y los que se achicharran en verano. Los primeros se han disparado casi 10 puntos, y ya representan el 27,5% del total, pero los segundos siguen siendo mucho más numerosos: una de cada tres familias españolas está en esta situación, nueve puntos más que en 2012.

Como se puede apreciar en los gráficos, en ambos casos existe una brecha social muy importante. En el de los que pasan frío, la diferencia entre el 20% más pobre (primer quintil) y el 20% más rico (quinto quintil) es de 24 puntos: los hogares de ingresos bajos que no se pueden calentar casi triplican a los de ingresos altos que están en la misma situación. En el de los que no pueden refrescarse, la brecha llega a 27 puntos. La situación ha empeorado en todos los deciles, sin excepción.

¿Cómo es posible que las familias con ingresos altos también pasen frío o calor? En primer lugar, se trata de una encuesta, que refleja una percepción, por lo que seguramente en este estrato social la exigencia de lo que es una temperatura adecuada resulte más elevada. La mayor concienciación sobre la pobreza energética durante los últimos años también podría ayudar a explicar que más hogares detecten este problema que antes.

Sin embargo, existe otra posible respuesta. Las condiciones climáticas varían enormemente en las diferentes regiones de España, y esto hace que las viviendas estén más o menos adaptadas. El aislamiento puede ser óptimo en una familia de clase baja a la que le va la vida en ello en una zona de montaña —literalmente, para no morir de frío— y subóptimo en una más acomodada que habita en la Costa de Sol y considera una pérdida de dinero instalar un sistema de calefacción. En ambos casos, incluso se puede tratar de una cuestión de oferta: en las zonas frías, existe un gran mercado de viviendas climatizadas, mientras que en las más suaves a veces es difícil encontrar una.

Esto da lugar a una gran paradoja, como refleja el mapa sobre estas líneas: es en las zonas más cálidas de España (el Mediterráneo y la mitad sur) donde se pasa más frío. En la Región de Murcia, más del 40% de los hogares no puede calentarse en los meses de invierno, una cifra que roza el 35% en Andalucía y Extremadura. En cambio, en las zonas más gélidas del país, como Navarra, Castilla y León o Aragón, las cifras no llegan al 20%. Es lógico, cuando en Andalucía cerca de la mitad de los hogares no tiene calefacción, mientras en Castilla y León son menos de 1 de cada 10. Las diferencias de renta entre esos territorios (el norte, más rico; el sur, más pobre) también puede ayudar a explicar los datos.

El paraíso del noroeste

En el caso del calor, sin embargo, no ocurre lo mismo. Aquí sí son los lugares más frescos, principalmente Galicia y la cornisa cantábrica, los que menos se achicharran en verano, pese a que la proporción de aparatos de aire acondicionado es menor. No les hace falta, con las modestas temperaturas que se registran. En cambio, el sur vuelve a salir peor parado, con Murcia una vez más a la cabeza: casi el 47% de las familias de esta región dice pasar calor en su vivienda durante los meses de verano, un dato que supera el 35% en toda la vertiente mediterránea y la mitad sur peninsular.

El cambio climático solo empeorará esta situación durante los próximos años, y amenaza con dejar dos Españas en cuanto a la pobreza energética: no ya la seca y la húmeda, como se suele caracterizar, sino la habitable y la inhabitable durante los meses de verano, que coincide en gran medida con la primera división.

Como advierten todos los expertos, la situación resulta todavía más precaria en las ciudades, donde se forman islas de calor. La ECV también lo corrobora. Pese a tener una renta media superior, las grandes urbes presentan una mayor incidencia del problema: el 39% de los hogares en poblaciones de más de medio millón de habitantes se achicharra, frente al 26% en los municipios de menos de 10.000.

España pasa más calor que frío. La pobreza energética, que normalmente se asocia a las mantas, tiene más que ver con los abanicos. Este fenómeno impacta especialmente en las regiones del sur, donde los hogares están peor climatizados. Y la mala noticia es que no ha dejado de empeorar en los últimos años.

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