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Andalucía ya no cultiva arroz: así ha cambiado la agricultura en España tras dos años de sequía
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Andalucía ya no cultiva arroz: así ha cambiado la agricultura en España tras dos años de sequía

Hasta 2021, el territorio del sur peninsular presumía de ser uno de los mayores productores nacionales de arroz, pero ha reducido en un 92% las hectáreas dedicadas a este cultivo

Foto: Dos sacos de Arroz cultivado en el Parque Natural de la marjal de Pego-Oliva, situado entre Alicante y Valencia. (EFE/Morell)
Dos sacos de Arroz cultivado en el Parque Natural de la marjal de Pego-Oliva, situado entre Alicante y Valencia. (EFE/Morell)

El habitual paisaje sevillano de las marismas del Guadalquivir ha cambiado completamente. Los cultivos de arroz que se bañaban en sus aguas han desaparecido, como corrobora Francisco Delgado, agricultor de Isla Mayor: "En 2023 no sembramos nada y llevamos en un periodo bastante malo desde hace cuatro años". Su situación es solo un ejemplo de la repercusión que ha tenido en la agricultura la incipiente sequía sufrida durante los dos últimos años en buena parte de España.

Andalucía es la comunidad autónoma que ha sufrido las consecuencias más significativas. Hasta 2021, el territorio del sur de la península presumía de ser uno de los principales productores de arroz de nuestro país, pero en solo dos años ha reducido en un 92% las hectáreas dedicadas a este cultivo, según los datos provisionales de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos Cultivos (ESYRCE) actualizada por el Ministerio de Agricultura al cierre de 2023.

Para plantar arroz es preciso inundar los campos, una misión complicada que los agricultores de otras regiones tampoco han podido llevar a cabo ante la escasez de precipitaciones. Así, las tierras dedicadas a este cereal se han reducido también en otros grandes productores nacionales, como Extremadura (-34%), y en otros algo menos relevantes, como Aragón (-54%) y Navarra (-48%). Mientras que Cataluña y Valencia ha podido seguir cultivándose e, incluso, se ha aumentado la superficie en un 8% y un 3%, respectivamente, entre 2021 y 2023.

Ante la imposibilidad de trabajar en el arroz, esas tierras están en barbecho, ya que son muy salinas y no van bien para otros cultivos. Como mucho, se pueden dedicar a sembrar trigo, cebada o colza. Francisco Delgado explica que esos cambios apenas les sirven para salir del paso y que ahora mismo viven "de las ayudas de la Política Agraria Común (PAC)". Aunque en muchos casos tampoco es suficiente y tienen que marcharse a labrar otros campos o cambiar de profesión.

No obstante, en Andalucía no se ha observado un incremento de la extensión dedicada a este tipo de cultivos, sino que se ha reducido en torno al 26% en el caso de la cebada y el centeno. Estos cereales están proliferando en otras zonas más lluviosas, donde las precipitaciones han decaído, pero todavía son suficientes para estos alimentos. Es lo que ocurre en La Rioja con la cebada, que en los últimos dos años se incrementó en un 16%. Aunque el crecimiento más llamativo lo ha observado la veza en comunidades como Aragón o Castilla y León, con aumentos del 161% y el 59%, respectivamente.

¿Es sencillo cambiar de cultivo?

Variar de cultivo no es tarea fácil en muchos casos. Sobre todo en los terrenos donde habitualmente se ha plantado arroz, ya que "el campo no admite cualquier tipo de plantación para no alterar la estructura de tipo de suelo tan específica que requiere", remarca el profesor de Agricultura de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Carlos Gregorio Hernández. Este experto aclara que únicamente "pueden sembrar trigo, algún cereal de invierno o, en algunos casos, es mejor no sembrar nada".

También es complicado, o al menos laborioso y costoso, cuando se trata de campos leñosos (árboles frutales, vid, olivo, frutos secos...), porque son plantaciones que tardan en crecer y, por lo tanto, en ofrecer una remuneración económica. Esto explica que la superficie de olivo en España se haya mantenido estable a lo largo de los años, observando un ligero incremento del 1,3% desde 2010 y en del 0,63% en el periodo de dos años analizado para este artículo. Por su parte, los viñedos han disminuido, pero muy ligeramente, en un 9% desde 2010 y en un 1% desde 2021.

Pero parece que los agricultores sí están dispuestos a esperar los siete años que tarda un pistacho en dar fruto para obtener el fuerte beneficio que les reporta. En nuestro país apenas había 1.000 hectáreas dedicadas al pistacho antes de 2010, creciendo considerablemente hasta alcanzar las 78.500 hectáreas en 2023. Supone un incremento superior al 6.000% en trece años.

Ahora bien, la oferta nacional de pistacho es todavía residual, con poco más del 10% de las hectáreas funcionando a pleno rendimiento, ya que la mayoría de estos árboles no han alcanzado aún la madurez necesaria para producir el fruto a máxima capacidad. Aunque la previsión del Consejo Europeo del Pistacho (CEP) es que España se convierta en el cuarto productor mundial de este fruto seco dentro de diez años, cuando se estima que alcanzará una producción de entre 10.000 y 15.000 toneladas.

De lo que se ha prescindido es de cultivos donde hay más flexibilidad para el cambio, como el maíz, que necesita además un regadío intensivo. Su producción se ha reducido desde 2021 en prácticamente toda España, con las excepciones de La Rioja y Asturias, aunque se trata de regiones donde este cultivo es residual. Sin embargo, en Cataluña, Extremadura y Andalucía ha caído más de un 40%, mientras que Castilla y León —el mayor productor nacional— ha perdido un 15% de superficie dedicada al maíz.

"Ha habido una apuesta por cultivos que tienen más valor añadido y que con menos dotación de agua pueden tener rendimientos mayores", explica el profesor de la UPM. Pero también puede suceder lo contrario, como relata este experto: "Hay agricultores que, por las fuertes lluvias que ha habido a principios de este año, no han podido cultivar cebada y se han pasado a girasol, un cambio que se produce en tres o cuatro meses". La decisión depende también de los compromisos comerciales que el agricultor tenga ya firmados.

Para no depender tanto de la lluvia, lo ideal es que las hectáreas agrícolas usen la técnica del regadío. Siempre fue así en aquellas plantaciones que precisan abundantes cantidades de agua, pero ahora se observa cada vez más en aquellas de secano. Aunque lo cierto es que las hectáreas de regadío en España suponen todavía únicamente el 7% del total de la superficie cultivable, un porcentaje muy similar al de 2021 y que apenas ha mejorado en un 0,5% desde 2010, el comienzo de la serie histórico recogida por el Ministerio de Agricultura.

En algunas comunidades autónomas incluso se ha reducido la superficie de regadío durante los dos últimos años de fuerte sequía. Principalmente en aquellas regiones que han tenido que dejar a un lado los cultivos intensivos en agua, como los mencionados del arroz y el maíz. Por ejemplo, en Andalucía y en Cataluña se ha reducido en un 6,8% y en Extremadura se ha recortado en un 11,7% en solo dos temporadas.

Frente a esta situación, el campo viene demandando la ayuda de las instituciones públicas para acelerar el proceso de transformación y no dejar la producción en manos de las idas y venidas meteorológicas. "Nos trasladan que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir [dependiente del Ministerio de Transición Ecológica] está redactando un proyecto de modernización y que parece que va para adelante, pero llevamos 30 años esperando", lamenta el agricultor Francisco Delgado.

El habitual paisaje sevillano de las marismas del Guadalquivir ha cambiado completamente. Los cultivos de arroz que se bañaban en sus aguas han desaparecido, como corrobora Francisco Delgado, agricultor de Isla Mayor: "En 2023 no sembramos nada y llevamos en un periodo bastante malo desde hace cuatro años". Su situación es solo un ejemplo de la repercusión que ha tenido en la agricultura la incipiente sequía sufrida durante los dos últimos años en buena parte de España.

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