El golpe del virus en el tejido productivo: han reabierto el 42% de las empresas disueltas
La abundancia de empresas de tamaño muy reducido hace que cualquier crisis tenga un impacto profundo sobre la producción y el empleo
La crisis del coronavirus ha generado un golpe sobre la economía como nunca se había visto. El objetivo del Gobierno fue "meter la economía en el congelador" con las políticas de protección de rentas. Sobre el papel, garantizando los ingresos del sector privado sería posible recuperar los niveles de demanda y oferta previos tras la reapertura. Los datos ya han demostrado que esta esperanza era ilusoria. La hibernación de la economía tendrá un impacto duradero sobre la actividad económica. Según las últimas previsiones del Ejecutivo, al menos hasta 2023 no se recuperarán los niveles de PIB previos a la crisis.
España será uno de los países europeos que más tiempo tardará en recuperar toda la actividad perdida. Y no solo será consecuencia de la incapacidad del país para frenar al virus, también se deberá a la estructura del tejido productivo nacional. La abundancia de pymes y, en especial, microempresas, hace que la economía sea muy vulnerable a las crisis. Su capacidad para resistir ante un entorno adverso es limitada, lo que explica la gran destrucción de empresas durante los primeros meses de pandemia.
Entre marzo y abril, durante las semanas más duras del confinamiento, se cerraron en España la friolera de 133.000 empresas, según los registros de códigos de cuenta de cotización de la Seguridad Social (donde están registradas todas las empresas con trabajadores). Nunca se había registrado tal disolución de empresas en dos meses, ni siquiera durante la crisis posterior a la quiebra de Lehman Brothers. Tras la caída, el número de empresas activas se situó por debajo de 1,36 millones, esto es, el dato más bajo desde el año 2001.
Una parte de las empresas disueltas entre marzo y abril se reincorporaron a la actividad con la desescalada. Esta era la gran esperanza de la hibernación de la economía, sin embargo, tras el segundo mes de 'nueva normalidad' la situación sigue muy lejos de volver a la normalidad. Entre mayo y julio el número de empresas activas se incrementó en casi 60.000. Un fuerte incremento que, sin embargo, apenas supone el 42% del total de empresas disueltas. Esto significa que a las puertas del mes de agosto seguían sin recuperarse el 58% de las empresas disueltas. Dato que ejemplifica cómo las heridas de la crisis serán duraderas.
Una parte de estas empresas cerradas eran de tamaño muy reducido, incluso autónomos empleadores con unos pocos trabajadores. El Gobierno puso en marcha tres medidas para ayudar especialmente a estas microempresas con una situación financiera más vulnerable. La primera fueron los ERTE, para descargar a los empleadores de los costes laborales. La segunda, los ceses de actividad de autónomos, para que aquellos cuya actividad estuviera obligada a cerrar pudieran mantener unos ingresos mínimos. Y la tercera, la concesión de avales para garantizar el flujo de crédito y evitar problemas de liquidez.
Todas estas medidas han sido efectivas para lograr una destrucción de empresas muy inferior, pero no han logrado evitar el zarpazo de la crisis. Este cierre de firmas es uno de los tres grandes riesgos que tiene la economía por delante. Si no se recupera este tejido productivo, incluso si se agrava su destrucción, generará un duro golpe sobre la actividad económica y el empleo.
Los otros dos grandes riesgos que se ciernen sobre el horizonte económico son la evolución de la pandemia y la existencia de una gran bolsa de trabajadores en ERTE que supera el millón de personas y que podrían tener muy complicada su reincorporación al empleo. Si cualquiera de estos dos riesgos se cumpliera, provocarían un impacto inmediato sobre el número de empresas activas, ya que muchas de las que han sobrevivido han quedado en una posición financiera delicada.
Según los datos del Banco de España, en el primer trimestre las empresas españolas sufrieron las primeras pérdidas netas desde el año 2002. Ni siquiera ocurrió durante la crisis financiera y del euro. Y eso que en el primer trimestre de este año solo estuvo activo el estado de alarma durante dos semanas. Esto explica por qué se produjo tal destrucción de tejido productivo en los días del confinamiento. Nada hace esperar que no vuelva a producirse si los rebrotes actuales se escapan de control.
La crisis del coronavirus ha generado un golpe sobre la economía como nunca se había visto. El objetivo del Gobierno fue "meter la economía en el congelador" con las políticas de protección de rentas. Sobre el papel, garantizando los ingresos del sector privado sería posible recuperar los niveles de demanda y oferta previos tras la reapertura. Los datos ya han demostrado que esta esperanza era ilusoria. La hibernación de la economía tendrá un impacto duradero sobre la actividad económica. Según las últimas previsiones del Ejecutivo, al menos hasta 2023 no se recuperarán los niveles de PIB previos a la crisis.
- La recuperación amplía la brecha de la Europa a dos velocidades Javier G. Jorrín