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Escolano: el hábito que hace al monje
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INDUSTRIA Y COMPETITIVIDAD SON HOY COMPETENCIAS MÁS RELEVANTES

Escolano: el hábito que hace al monje

El nuevo titular de Economía gestionará un ministerio que en buena medida desconoce. Hoy lo relevante es la industria y la innovación. Se ha optado por la continuidad

Foto: Fotografía de archivo del nuevo ministro de Economía, Román Escolano. (EFE)
Fotografía de archivo del nuevo ministro de Economía, Román Escolano. (EFE)

Hace unos años, en plena vorágine sobre el futuro del euro, el nuevo ministro de Economía, Román Escolano, llegaba a la conclusión —en un artículo publicado en Faes— que si un economista extraterrestre hubiera llegado a la Tierra para estudiar la crisis financiera internacional, nunca hubiera comenzado su análisis por la eurozona. “Mirada en su conjunto”, sostenía, “esta no parece una candidata clara a ser el origen de ninguna crisis”.

Corría el año 2011, y entonces el Partido Popular (PP) estaba en la oposición. Y es probable que siete años más tarde, a partir del próximo viernes, el propio Escolano se preguntará algo parecido: Si un economista extraterrestre aterriza en Castellana 162, el larguirucho edificio que da cobijo al Ministerio de Economía, es muy probable que se quede asombrado por su configuración administrativa, algo aparentemente inocuo, pero que tiene claras consecuencias políticas y económicas.

Tras la última remodelación del Gobierno, el presidente Rajoy decidió que el departamento de Industria se convirtiera en una simple secretaria general del Ministerio de Economía, ni siquiera una secretaría de Estado, lo que sorprendió en su día al sector. No solo por el rango administrativo, que también, sino por el hecho de que, al mismo tiempo, Moncloa daba carta de naturaleza al nacimiento del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital.

Foto: Ramón Escolano. (Fundación Faes)

Es decir, que no solo el Gobierno alejaba a la industria de la energía —que hoy es clave para ganar competitividad—, sino que, al mismo tiempo, disociaba la industria de la agenda digital, lo cual tiene mucho de disparate. Una decisión que, desde luego, hubiera sorprendido al economista extraterrestre. Entre otras cosas, porque hoy el problema de la industria (al margen de los costes de la energía) es, precisamente, su transformación digital en los procesos productivos. De hecho, los propios altos cargos del ministerio son algo más que conscientes de ello, y la actual secretaria general, Begoña Cristeto, no se cansa de decirlo allí donde acude.

Rajoy tomó en su día la decisión en coherencia con su conocida estrategia de repartir el poder entre sus ministros. Y para evitar que Luis de Guindos se quedara políticamente muy debilitado frente a otros ministerios, le entregó el departamento de Industria. Así podía lucir más competencias que de otra manera hubieran recaído en Álvaro Nadal, lo cual le hubiera dado demasiado poder. Y, por el contrario, Guindos hubiera aparecido como el perdedor en el reajuste ministerial.

Ya hizo algo parecido en 2011, cuando —frente a la opinión de muchos— dividió la cartera de Economía y Hacienda en dos, algo que ya hizo Aznar en 2000 cuando comenzaba a alejarse de Rodrigo Rato. Montoro, el hombre del partido, llevaría Hacienda, y De Guindos, el asesor áulico sin carné del PP, la cartera de Economía. Pero si en aquel momento la división pudo tener algún sentido, habida cuenta de la hercúlea tarea que tenían ambos por delante (recesión y amenaza de rescate), siete años después las cosas han cambiado. Y mucho.

Román Escolano, nuevo ministro de Economía

Unión bancaria y poco más

La crisis financiera de la que hablaba Escolano ha sido ahogada bajo la liquidez del BCE, y ni siquiera Grecia es ya un problema serio para el Eurogrupo. Entre otras cosas porque se ha avanzado de forma considerable en la unión bancaria, que está en el fondo de la crisis. Aunque siempre hay materias relevantes, no parecen demasiadas funciones para un Gobierno con pocos ministros. Economía hubiera tenido materia suficiente en la cuestión hipotecaria, pero al final el Gobierno optó por ajustarse a la directiva comunitaria y no ha entrado a saco en una ley centenaria, lo cual hubiera sido un proyecto de legislatura.

Realmente, el Ministerio de Economía se ha quedado con escasas competencias, lo que explica que Rajoy le endosara en 2016 la cartera de Industria, un asunto que nunca quitó el sueño a De Guindos. La tercera pata del Ministerio de Economía tiene que ver con la competitividad, y ahí se incluyen la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación en todos los sectores de la política comercial. Materias sin duda cruciales en unos momentos en que los avances tecnológicos están en el centro de las preocupaciones de las empresas.

Es decir, que al final lo sustancial del departamento de Román Escolano son materias muy relevantes que escapan de su perfil profesional. Algo que explica que en muchos países europeos se haya optado por situar en ese puesto a expertos en economía empresarial. No ha sido así y se ha optado por el modelo clásico: un consumado experto en economía y financiación internacional. Escolano será, por ejemplo, el representante de España en el próximo G-20.argentino.

Probablemente, la solución hubiera sido volver a unir los departamentos de Economía y Hacienda y crear, en paralelo, un gran Ministerio de la Innovación y la Empresa, cada vez más volcada al exterior, pero eso hubiera sido lo mismo que hacer una crisis de Gobierno. Y nada más lejos de la intención del presidente. Al monje hay que hacerlo a fuerza de hábito.

Hace unos años, en plena vorágine sobre el futuro del euro, el nuevo ministro de Economía, Román Escolano, llegaba a la conclusión —en un artículo publicado en Faes— que si un economista extraterrestre hubiera llegado a la Tierra para estudiar la crisis financiera internacional, nunca hubiera comenzado su análisis por la eurozona. “Mirada en su conjunto”, sostenía, “esta no parece una candidata clara a ser el origen de ninguna crisis”.

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