De las feroces críticas a la triste realidad de Bale: el último viaje del 'Expreso de Cardiff'
Gales tiene pocas opciones, mínimas, de pasar a octavos de final, pero Gareth lo quiere intentar hasta el final. Los ingleses buscan repetir, al menos, las semis alcanzadas en Rusia
Hay personas que sostienen que nunca se toca fondo y otras que son pesimistas por antonomasia. En Gales, todavía habrá quienes crean que su selección tiene opciones de estar en octavos, porque las matemáticas no han demostrado lo contrario. También existirán escépticos que duden de que haya una remota posibilidad si enfrente está Inglaterra, uno de los equipos más fuertes del torneo. Todo es cuestión de los puntos de vista.
Gareth Bale liderará este intento a la desesperada por estar en octavos. La épica es algo propio del líder galés, de la que dio muestras con su doblete en la final de Champions de hace cuatro años. En efecto, ya ha pasado mucho tiempo desde aquello. Ahora parece un exjugador más que un futbolista en activo. A pesar de su nulo protagonismo en los clubes, ha tenido tiempo para que Gales haya regresado a un Mundial 64 primaveras después.
Su amor por la selección nunca lo dejó atrás. En el Madrid, donde siempre se cuestionó su poca integración y actitud, nunca mostró el mismo compromiso que en el combinado nacional. Siempre hay cuestión de prioridades y parece que a Bale lo que más le ha importado es vestir de rojo. El blanco solo le importaba en las grandes citas.
La goleada del primer día
Inglaterra fue pionera en goleadas al vencer con facilidad a Irán en la primera jornada (6-2). En cambio, en el segundo encuentro le costó frente a Estados Unidos y no pasaron del empate (0-0). Ahora no quieren disgustos para llegar a octavos y, como mínimo, repetir el papel que completaron en Rusia, cuando llegaron a semifinales. En Londres aún lamentan que se les escapara la Eurocopa, un torneo que nunca ha ganado.
El equipo es joven y cada vez está más consolidado. No es brillante, pero tiene el bagaje mínimo para disputar un torneo de semejantes condiciones. Unas semifinales de Mundial y una final de Eurocopa no es moco de pavo para una generación incipiente. En Inglaterra tienen ganas de celebrar un triunfo, algo que se le resiste desde 1966.
Aquella victoria en un trofeo (fue en el Mundial celebrado en Inglaterra) se logró cuando Isabel II llevaba 14 años en el trono. La difunta reina, que estuvo 70 primaveras en el cargo, jamás presenció un enfrentamiento entre dos regiones del Reino Unido en una Copa del Mundo. Ese honor le corresponderá a su hijo, Carlos III, que tendrá que decidir a qué selección apoyará. O si prefiere el empate. Dicen que los reyes tienen que ser de todos.
El lado menos complicado
Es difícil que Bale meta en una encrucijada insalvable a Inglaterra, porque su clasificación está prácticamente certificada, salvo que sean derrotados y gane Estados Unidos. Los Mundiales, no obstante, tienen estas cosas. Siempre lo virtual tiene que convertirse en matemático, porque los números se empeñan en dar disgustos, ya sea a fin de mes o en una competición.
El camino de Inglaterra será, al igual que en Rusia, por el lado fácil del cuadro si termina como primera de grupo. En octavos, le espera a priori Ecuador u Holanda, aunque luego en cuartos podría haber choque europeo frente a Francia. O Arabia Saudí. O Polonia. En el Mundial todavía quedan más incógnitas que en cualquier ecuación, sea de primer o de segundo grado.
Lo que no es una incógnita es el interés de los ingleses por tener una estrella más en el escudo. Son 56 años desde que la lograron y ya tienen ganas de repetir. Southgate tiene esa tarea. Y la deuda pendiente tras perder la final de la Eurocopa.
Hay personas que sostienen que nunca se toca fondo y otras que son pesimistas por antonomasia. En Gales, todavía habrá quienes crean que su selección tiene opciones de estar en octavos, porque las matemáticas no han demostrado lo contrario. También existirán escépticos que duden de que haya una remota posibilidad si enfrente está Inglaterra, uno de los equipos más fuertes del torneo. Todo es cuestión de los puntos de vista.
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