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El día en que Southgate se convirtió en dios
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el éxito del seleccionador inglés

El día en que Southgate se convirtió en dios

Gareth Southgate ha conseguido la gesta de meter a Inglaterra en la final de la Eurocopa. Es un mesías, un salvador, en torno al cual los ingleses han creado su propia religión

Foto: Southgate celebra el pase a la final de la Eurocopa. (EFE)
Southgate celebra el pase a la final de la Eurocopa. (EFE)

Tengo un mensaje para Morata: no quiero verte sufrir porque en 2046 puedes ser un dios. Y, si no, mira Southgate. En 1996, la última semifinal europea que había jugado Inglaterra hasta este miércoles, falló el penalti decisivo. Pero ahora es un mesías, un salvador, en torno al cual los ingleses han creado su propia religión. Así es el fútbol. Una bestia capaz de transformar el mismísimo paraíso en los más oscuros infiernos y viceversa; una fuerza omnipotente que lleva a hombres a dejar a sus esposas recién paridas —literalmente, me consta— en el hospital para poder llegar a tiempo al estadio; una fase de embriaguez emocional en la que 'tories' y laboristas se juran amor eterno. El mundo cambia en 90 minutos. Se detiene. Si no hay prórroga o infames penaltis.

placeholder La afición de Wembley disfrutó del pase a la primera final de Inglaterra en la Euro de su historia. (EFE)
La afición de Wembley disfrutó del pase a la primera final de Inglaterra en la Euro de su historia. (EFE)

Inglaterra ha conseguido llegar a su primera final en un gran torneo en 55 años. Dowing Street ya avanzado que los 'pubs' podrán cerrar el domingo a las 23.15 (en lugar de las 22.30 horas). Como si eso fuera a asegurar que los ingleses fueran a regresar luego a casa de manera ordenada antes de las 24 horas cual Cenicienta.

Las escenas que se han vivido tras la semifinal son solo un anticipo de todo lo que la especie humana puede llegar a hacer en momentos de euforia. La gente se ha puesto a surfear en pleno centro de Londres, utilizando los míticos autobuses rojos de dos plantas como tablas. Se han subido a farolas cantando 'Sweet Caroline' de Neil Diamond y 'Whole Again' de Atomic Kitten, que se ha adaptado como una oda al entrenador.

Foto: Aymeric Laporte protesta en un partido de la Selección en la Eurocopa. (EFE)

Las estimaciones dicen que se han bebido casi 10 millones de pintas, más de 50.000 por minuto durante el partido. Pocas me parecen, la verdad. La policía ya prepara operaciones especiales para la final. Temen que la histeria sea aún mayor que en las giras de los Beatles. Y eso son palabras mayores.

Boris Johnson y Ceferin

El estadio del Wembley era un micromundo, con los más de 60.000 aficionados, entre ellos, alrededor de 6.000 daneses residentes en el Reino Unido y 2.500 vips de la UEFA, a los que el Gobierno británico no les exige cuarentena, mientras una lleva ya un año sin poder ir a ver a la familia. Luego que si la ley es igual para todos.

Boris Johnson también estaba en las gradas. ¿Será que a este hombre le sale todo bien? ¿Que se convierte en alcalde de Londres justo para los Juegos Olímpicos de 2012, en 'rockstar' de la causa euroescéptica cuando nadie apostaba por el Brexit y ahora en primer ministro cuando Inglaterra gane la Eurocopa? De verdad los hay que nacen con suerte.

Por cierto, al 'premier' le ha faltado tiempo para presionar a favor de una candidatura conjunta británica e irlandesa para la Copa del Mundo de 2030. Así se lo ha hecho saber a Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, en una reunión que ambos mantuvieron el martes en Downing Street. Y si algo tienen los ingleses es poder de convicción. Ceferin ha dicho que quiere un único candidato europeo para que la votación no se divida, por lo que Inglaterra-Irlanda deberá enfrentarse a España-Portugal.

placeholder Los jugadores ingleses celebran el pase a la final. (EFE)
Los jugadores ingleses celebran el pase a la final. (EFE)

No me malinterpreten, lo de ver el partido en el estadio no debe estar mal. Pero los 'pubs' también son universos paralelos, con sus propios credos, sus propias reglas. Porque Steve tenía que sentarse exactamente en la misma mesa donde había visto el resto de los partidos y Megan tenía que tocar tres veces madera al terminar el primer tiempo. Todo “para que se cumpliera la profecía”. Porque es así. Cada uno se cree absoluto responsable del resultado. Pablo estaba aún completamente convencido de que, si se hubiera puesto “sus calcetines de la suerte”, España estaría ahora en la final.

La locura de la final

En los 'pubs' no dejaban entrar si no había mesa reservada. Hasta el 19 de julio no se retiran todas las restricciones sociales. Por lo tanto, dentro solo podía haber mesas de seis. En las terrazas, hasta 30. Con la celebración de goles, como ustedes se pueden imaginar, luego se medía también cautelosamente el metro de distancia. Vi a algunos incluso con regla.

Fue cuando los daneses marcaron el primer gol cuando empecé a tener serias dudas de cómo me las arreglaría para poder salir luego de allí, porque, lejos de venirse abajo, los ingleses comenzaron a animar aún más si cabe al equipo: “It´s coming home, it´s coming home”… (vuelve a casa).

Las calles llegaron a estar desérticas, como no se habían visto ni siquiera durante el confinamiento. Pero terminada la prórroga aquello se inundó de gente con camisetas XXXL. Son las únicas disponibles ya en la tienda oficial de FA al módico precio de 73 euros. Los niños tienen más suerte, aún queda alguna que otra talla a 60 euros. O al menos el miércoles por la tarde.

Foto: Gareth Southgate saluda a Harry Kane tras el cambio. (Reuters)

Para animar a los londinenses a vacunarse (los jóvenes son los que quedan y los que se muestran ahora más reacios), el alcalde de la capital, Sadiq Khan, sorteará dos entradas entre los que reciban o reserven su cita para la primera dosis antes del jueves. También regalará 50 entradas (más acompañante) para la 'fan zone' de Trafalgar Square. Lo que pase luego dentro de la plaza con jóvenes feromonados sin la pauta completa de protección es otra historia. Ante todo coherencia.

El método de Southgate

Pero volviendo a Southgate… Si hay una verdad universal sobre la psicología humana, es que nos encanta estar rodeados de personas que piensan como nosotros. Los antiguos griegos lo llamaron “homofilia”, que significa “amor por el mismo”. Fue Platón quien advirtió que “los pájaros del mismo plumaje se juntan”. Y el fútbol inglés era así. Los equipos tenían que estar dirigidos por un verdadero “futbolista”, que a su vez estaba asesorado por otros “futbolistas”. Se creía que, reuniendo a jugadores de fútbol con conocimientos en una sala, se maximizaría la cantidad de conocimiento y, por lo tanto, se encontraría la manera de ganar partidos.

Pero era un planteamiento tan equívoco como el que llevó a cabo la propia CIA. Desde su fundación hasta 2021 contrataba mayoritariamente a hombres blancos, de clase media, anglosajones. En definitiva, todos clones. Y de ahí no pueden salir ideas creativas.

Southgate ha seguido un enfoque completamente diferente, escuchando los consejos de la llamada Junta Asesora Técnica de FA, un grupo ecléctico fundado en 2016 con miembros (todos voluntarios no remunerados) de todo tipo de esferas. Desde Sir Dave Brailsford, un entrenador de ciclismo, hasta el coronel Lucy Giles, un comandante universitario en la Academia Militar de Sandhurst, pasando por la remera olímpica Kath Grainger o Manoj Badale, un empresario del sector de tecnologías.

Foto: Los aficionados españoles se reúnen en los aledaños de Wembley. (EFE) Opinión

Quizá esto haya influido para que el entrenador haya podido formar “equipo” por primera vez en mucho tiempo. Lo dice la propia afición: “Al fin es un equipo, no un conjunto de superestrellas, que va cada una por su lado”. La selección inglesa, la misma que puede ahora ganar la Eurocopa, es un grupo de “tipos normales”, que se mezclan con el resto de mortales, a los que Southgate les ha mantenido con los pies en el suelo, recordándoles que ni van a ser superhéroes si ganan ni supervillanos si pierden.

Según sus propias palabras, ha inculcado a sus jugadores “el deber de interactuar con el público en asuntos como la igualdad, la inclusión o la injusticia racial” y les ha pedido “usar el poder de sus voces para poner sobre la mesa determinados debates, despertar conciencias y educar”. Los jugadores hincan la rodilla en el campo antes de cada partido, en solidaridad con el movimiento Black Lives Matter; llevan una banda multicolor, respaldando al colectivo LGTB, y lideran campañas para que el Gobierno amplíe las ayudas de menú escolar para los niños más desfavorecidos durante la pandemia.

Esa es la selección de Southgate. El tipo que falló el penalti es ahora el nuevo mesías. Así es el fútbol. Paraíso o infierno, en 90 minutos.

Tengo un mensaje para Morata: no quiero verte sufrir porque en 2046 puedes ser un dios. Y, si no, mira Southgate. En 1996, la última semifinal europea que había jugado Inglaterra hasta este miércoles, falló el penalti decisivo. Pero ahora es un mesías, un salvador, en torno al cual los ingleses han creado su propia religión. Así es el fútbol. Una bestia capaz de transformar el mismísimo paraíso en los más oscuros infiernos y viceversa; una fuerza omnipotente que lleva a hombres a dejar a sus esposas recién paridas —literalmente, me consta— en el hospital para poder llegar a tiempo al estadio; una fase de embriaguez emocional en la que 'tories' y laboristas se juran amor eterno. El mundo cambia en 90 minutos. Se detiene. Si no hay prórroga o infames penaltis.

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