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La revolución tranquila de Valverde: así se ha ganado a Messi y compañía
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su relación con el argentino es excelente

La revolución tranquila de Valverde: así se ha ganado a Messi y compañía

Detrás de las frías estadísticas hay un tipo discreto que se ha sabido ganar a un vestuario que ya lo había ganado todo y le ha convencido para seguir luchando por los títulos

Foto: En 2014, Ernesto Valverde rechazó la oferta del Barcelona porque había dado su palabra al Athletic. (EFE)
En 2014, Ernesto Valverde rechazó la oferta del Barcelona porque había dado su palabra al Athletic. (EFE)

Cuando Ernesto Valverde fue presentado como nuevo entrenador del FC Barcelona el pasado 1 de junio ya dejó bien claro que él no llegaba para liderar la gran revolución, pero también que tenía personalidad de sobra como para dejar su sello. Siete meses después, el Txingurri —hormiguita en vasco como le bautizó Clemente en su etapa de jugador en el Espanyol— ha hecho honor a su apodo y se ha currado un equipo que es el único de las grandes ligas de Europa que sigue invicto. Los números cantan, pero detrás de las frías estadísticas hay un tipo discreto que se ha sabido ganar a un vestuario que ya lo había ganado todo y le ha convencido de que la solidaridad, la presión y el funcionamiento como equipo eran la base. Y como las hormigas, todos tienen su papel y lo cumplen como un ejército disciplinado. Valverde les ha sabido seducir como si fueran a ser elegidos para ‘el empleado de la semana’ en cada partido.

"Yo trataré de influir para que los jugadores sean mejores y para que el equipo crezca. ¿El estilo? Me tengo que adaptar al que ya tiene el Barça, pero al final siempre cada uno deja su sello personal y tiene su forma de hacer las cosas, ya lo iremos viendo. Como estamos no nos podemos quedar. Hay que avanzar porque si no vas hacia arriba, vas para abajo. Profundizaré en el estilo y trataré de darle una vuelta más. Quiero crear un espíritu de equipo que pueda emocionar porque el fútbol es eso: generar emociones", afirmó aquel 1 de junio algo nervioso ante un auditorio con más de 150 medios acreditados en una rueda de prensa en la que la palabra que más utilizó fue la de 'reto'. Venía avisado. "Ten cuidado", le aconsejaron. Tiene buenos amigos que conocían los entresijos, las puertas traseras y hasta las cloacas del club, pero ya había dejado pasar una vez el reto de entrenar al Barça (cuando el club contrató a Luis Enrique) porque se había comprometido con el Athletic y su palabra es ley, y a la segunda aceptó el desafío. Después de la presentación se subió a un avión y esa misma noche cenó en Sestao con su cuadrilla de amigos, los de toda la vida, para festejarlo.

placeholder En Anoeta, el Barcelona de Valverde cerró invicto la primera vuelta: 16 victorias y tres empates. (Reuters)
En Anoeta, el Barcelona de Valverde cerró invicto la primera vuelta: 16 victorias y tres empates. (Reuters)

A su 'txoko' privado en Sestao se escapa siempre que puede para desconectar. En esas comidas en las que las sobremesas se tiñen de risas y anécdotas acuden, entre otros, su amigo el director de cine y escritor David Trueba —que ya viajó en coche desde Madrid a Bilbao para no perderse el debut de Valverde en el banquillo de San Mamés en el 2003 ante el Barça de Rijkaard— y su mano derecha, Jon Aspiazu, que jugó con él en el Sestao y le ha acompañado siempre desde entonces. De su vida en Barcelona junto a su mujer Juncal y sus tres hijos poco se sabe, tal y como desean.

Se ha ganado al vestuario

Valverde alucinó desde el primer entrenamiento con el Barcelona. Cuando él estaba pensando "pasa la pelota" y aún no lo había verbalizado, Iniesta o Busquets ya la habían pasado. Cuando él se disponía a gritar "abre, abre" a Messi, el argentino ya se había adelantado e inventado el espacio. Cuando en la semana antes del Clásico en el Bernabéu sintió el cosquilleo de los nervios en la boca del estómago, entró al vestuario de los jugadores y se los encontró bromeando y tan tranquilos que pensó "si es que ellos ya están acostumbrados y yo no, así que mejor relájate". La incógnita de si sabría lidiar con una plantilla de estrellas ya está más que resuelta y lo ha logrado sin imponer su autoridad; la tiene porque se la ha ganado, poco a poco. Con la sencillez y la naturalidad por bandera, sin hacerse amigo de ellos, pero con la complicidad suficiente como para que sepan quién manda. Sin alardes, pero con firmeza.

placeholder Ernesto Valverde se entiende maravilla con Leo Messi. (EFE)
Ernesto Valverde se entiende maravilla con Leo Messi. (EFE)

La conexión con Messi

Con Messi, por ejemplo, se entiende de maravilla hablando básicamente de fútbol. Asegura que no se ha encontrado a otro como el argentino que entienda tan bien el fútbol, no ya que lo juegue.

A Valverde, al que llamaban ‘el raro’ cuando jugaba en el Athletic, al que siempre le decían que no parecía un futbolista porque no encajaba con el patrón y le interesaba la fotografía hasta el punto de desaparecer en las concentraciones para hacer fotos de los alrededores o incluso en el mismo banquillo —sin que se diera cuenta el entrenador de turno—, le une a Messi la misma pasión obsesiva por el fútbol y sus mecanismos; el reto de la búsqueda por la perfección en un juego de aciertos, pero sobre todo de fallos. No solamente no han tenido ni un roce, sino que se han convertido en colaboradores, compinches. Y eso ya es mucho, un mundo, tratándose de dos tipos tan reservados e introvertidos. Tan diferentes en teoría el uno del otro.

Después de la presentación se subió a un avión y esa misma noche cenó en Sestao con su cuadrilla de amigos, los de toda la vida, para festejarlo

Con Iniesta, tres cuartos de lo mismo. Después de una temporada en la que se planteó marcharse, Valverde le devolvió la confianza y la titularidad. El manchego sabe que está en ‘el once’ del Txingurri y, como Messi, firmó su renovación.

No es aleatorio que para el día en el que Radio Barcelona de la 'Cadena SER' celebrara su tradicional ‘Cap nen sensa joguina’ para recaudar fondos para niños con pocos o ningún recurso en Reyes, Valverde donara una foto para la subasta de Iniesta y Xavi con un balón de la Champions que hizo en el 2011, cuando su amigo Pep Guardiola le invitó a un entrenamiento del Barça en Sant Joan Despí y mientras ‘El Periódico’ juntaba a los dos guardianes de las esencias del Barça para un reportaje, Valverde diera al clic de su cámara por detrás, sin que se dieran cuenta, sin hacer ruido. Eso sí, la primera copia de la fotografía no le gustó porque la resolución no era todo lo buena que él quería y hubo que repetirla. El periodista Jordi Évole la compró por 400 euros.

El equilibrio

"¿La clave de la primera vuelta? Sobre todo el no plantearnos grandes cosas, ir paso a paso, no entrar en la dinámica catastrofista que a veces rodea a los equipos grandes cuando pierdes un partido o dos, ni en la euforia. Hay que mantener el equilibrio y desde luego que todavía no somos campeones porque aún quedan 19 partidos", declaró tras ganar en Anoeta remontando un 2-0 en el marcador y en un campo donde el Barça no ganaba desde hacía 11 años.

Con lo puesto, la fuga de Neymar, la lesión de Dembélé a las primeras de cambio y el revolcón que le propinó el Real Madrid en la Supercopa, el Txingurri no se descompuso ni se quejó, ni un ruido siquiera. Como si de hacer una foto se tratara, buscó el equilibro en la composición de los elementos que tenía a su disposición, cambiando de foco, de sistema (ha utilizado hasta cinco), de jugadores y variando sobre la marcha en función del partido agotando los cambios o haciendo al menos dos por encuentro.

Los resultados le avalan, pero nada más terminar el encuentro en Anoeta dijo exactamente lo mismo que el día de su presentación: “Nunca te puedes quedar como estás, siempre debes pensar en ir a más. No puedes decir: 'estoy bien, me quedo así'. Entonces es cuando bajas”.

La primera parte de la temporada ha sido un éxito: 29 partidos consecutivos sin conocer la derrota, 16 victorias en Liga y tres empates, 52 goles a favor y sólo nueve en contra. Y detrás de esos números está él, el Txingurri Valverde con su pose aparentemente tranquila —le han salido unas cuantas canas más desde que está en el Barça—, observando el panorama y esperando a hacer la mejor fotografía de un equipo, un club, en el que quiere dejar huella.

Cuando Ernesto Valverde fue presentado como nuevo entrenador del FC Barcelona el pasado 1 de junio ya dejó bien claro que él no llegaba para liderar la gran revolución, pero también que tenía personalidad de sobra como para dejar su sello. Siete meses después, el Txingurri —hormiguita en vasco como le bautizó Clemente en su etapa de jugador en el Espanyol— ha hecho honor a su apodo y se ha currado un equipo que es el único de las grandes ligas de Europa que sigue invicto. Los números cantan, pero detrás de las frías estadísticas hay un tipo discreto que se ha sabido ganar a un vestuario que ya lo había ganado todo y le ha convencido de que la solidaridad, la presión y el funcionamiento como equipo eran la base. Y como las hormigas, todos tienen su papel y lo cumplen como un ejército disciplinado. Valverde les ha sabido seducir como si fueran a ser elegidos para ‘el empleado de la semana’ en cada partido.

Leo Messi
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