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Por qué Carlos Sainz mereció ser parte de la gran fiesta de Leclerc y Ferrari en Mónaco
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CUARTO PODIO DE LA TEMPORADA

Por qué Carlos Sainz mereció ser parte de la gran fiesta de Leclerc y Ferrari en Mónaco

Tras un gran premio soporífero, Leclerc logró uno de los sueños de su vida. Sainz supo elevarse de menos a más para subir al podio y compartir uno de los éxitos de Ferrari

Foto: Sainz y Leclerc se abrazan tras la victoria del monegasco. (EFE/Anna Szilagyi)
Sainz y Leclerc se abrazan tras la victoria del monegasco. (EFE/Anna Szilagyi)

Lástima que el pasado Gran Premio de Mónaco superara su fama con un gran festival de bostezos. Se pagó un alto precio para disfrutar, eso sí, con la primera victoria de un local. Porque las emociones vividas por Charles Leclerc son su triunfo cerraron el círculo personal con su padre Hervé, fallecido prematuramente de cáncer cuando su hijo estaba a punto de subir a Ferrari. Hasta el príncipe Alberto de Mónaco lloró en el podio.

Fue la tercera victoria de Ferrari en Mónaco en el presente siglo. En las dos anteriores, Michael Schumacher (2001) y Sebastian Vettel (2017) fueron acompañados en el podio por Rubens Barrichello y Kimi Räikkönen. Era de justicia que Carlos Sainz también subiera junto a Leclerc en esta edición. No haberlo logrado le hubiera alejado inmerecidamente de la gran fiesta que vivió Ferrari.

"Ver a tu compañero de equipo en lo alto del podio, que es monegasco, rodeado de los suyos, delante de los tifosi y de todos los mecánicos, es una de las mejores imágenes que he visto en la Fórmula 1. Lo merece porque ha pilotado a un increíble nivel este fin de semana", reconoció el madrileño. Nobleza obliga.

Sainz asumió su posición ante un Leclerc absolutamente imperial. Tema aparte será analizar por qué el madrileño parece haber perdido ese poderío con el que arrancó en 2024, aunque en Mónaco se rehizo de viernes a domingo para lograr su cuarto podio de la temporada. Con un pequeño beso de la fortuna y un soporífero simulacro de carrera de Fórmula 1.

Sainz se une a la causa

"Ha sido un fin de semana muy complicado hasta ahora, de los más difíciles, de los que he tenido de confianza como piloto, y seguro que el más difícil de Mónaco de mi carrera hasta ahora", confesó el madrileño el sábado. Por distintas razones, el SF24 se le atragantó en uno de los mejores escenarios para Sainz. ¿Por qué tantos sustos en los libres? ¿Por qué Sainz perdia el pulso con un monoplaza que tenía más por la mano que Leclerc en los primeros compases de la temporada?

Está por ver si se trata del rumbo técnico del coche con las últimas evoluciones, o que Leclerc ha metido una marcha atrás tras tocar fondo en Japón y encerrarse en el simulador para trabajar. Consciente de no tener respuesta a un Leclerc de otra dimensión en Mónaco, Sainz se unió lealmente a la causa de la victoria de su compañero.

Ya desde la salida intentó el primer objetivo: adelantar a Oscar Piastri para proteger al monegasco, tanto en la arrancada, como en la estrategia posterior. Quiso su afán que el gran premio se hubiera terminado antes de llegar al Casino.

La ruleta del Casino

"Me la he jugado en la salida, en el intento de pasar a Piastri por el interior, era mi única baza para esa salida y la carrera", explicó el madrileño sobre ese primer lance. "Casi le paso, pero a la salida de la curva no he traccionado bien y he perdido el tren delantero y nos hemos tocado. Pero por fin he podido salir tercero e intentarlo de nuevo".

El lateral del McLaren hacía de cuchilla al neumático del Ferrari, y Sainz tenía que aparcar delante del Casino. Peor escenario, imposible. Leclerc se quedaba solo con los dos McLaren detrás, expuesto así a los posibles ataques con estrategias de carrera.

Sin embargo, Magnussen y Pérez vinieron involuntariamente en ayuda de Sainz con su brutal accidente. Tras la bandera roja, la suerte acompañó al madrileño, porque no todos los monoplazas habían completado el primer sector, con lo que se daba una nueva salida en parado con Sainz en la misma tercera posición.

La bandera roja permitió cambiar neumáticos, y los dos Ferrari y McLaren montaron el compuesto duro para no tener que parar hasta terminar la carrera. Se propició así una exasperante procesión que convirtió el Gran Premio de Mónaco en una cruel tortura para el espectador. En esta Fórmula 1 de un Liberty sin complejos para romper tradiciones y formatos, quizás sea oportuno entrar a saco con algunos tabúes inamovibles.

placeholder Sainz se pasó la carrera embutido entre los McLaren. (Reuters/Jennifer Lorenzini)
Sainz se pasó la carrera embutido entre los McLaren. (Reuters/Jennifer Lorenzini)

Saludando a los paisanos desde el coche

Casi diez segundos más lento rodaban todos los monoplazas, hasta el punto de que Leclerc podría haber saludado a sus paisanos en las ventanas. Verstappen bromeó que se había olvidado la almohada en casa, y luego, que desde la vuelta 20 había necesitado ir al baño. Con tan baja velocidad media, corrió el peligro de hacérselo encima.

Sainz llevó a cabo un ejercicio de control para evitar la parada en boxes de McLaren. El madrileño solo contaba con un juego de blandos usados, dejándole vulnerable de haber tenido que montarlos. No hubo necesidad. Incluso a final de carrera se echó encima de Piastri, que no pudo seguir el acelerón final de Leclerc.

"Una vez que estuve seguro de que Lando no tenía espacio para parar y atacarme al final, me concentré en hacer vueltas rápidas para tratar de presionar a Piastri, tal vez para llevarlo a cometer un error sabiendo que era imposible adelantar aquí", explicó el madrileño. "Vi que perdió la zaga en un par de ocasiones, pero no fue suficiente para adelantar". Una carrera dura de tragar hasta el último bostezo. Menos mal que las emociones de Leclerc salvaron tan enorme pedrada al aficionado.

Carlos Sainz necesita recuperar el pulso con el que empezó su último año en Ferrari. Aunque ya tiene el corazón partido ante su salida del equipo italiano. Por ello, antes necesita resolver otras cuestiones más importantes para su futuro. Quizás pronto.

Lástima que el pasado Gran Premio de Mónaco superara su fama con un gran festival de bostezos. Se pagó un alto precio para disfrutar, eso sí, con la primera victoria de un local. Porque las emociones vividas por Charles Leclerc son su triunfo cerraron el círculo personal con su padre Hervé, fallecido prematuramente de cáncer cuando su hijo estaba a punto de subir a Ferrari. Hasta el príncipe Alberto de Mónaco lloró en el podio.

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