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Las singulares habilidades de Horner para sobrevivir 20 años al frente de Red Bull
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¿EL LUBRICANTE DEL EQUIPO AUSTRÍACO?

Las singulares habilidades de Horner para sobrevivir 20 años al frente de Red Bull

El futuro de Horner es incierto en estos momentos, pero su habilidad y sagacidad han catapultado la trayectoria de Red Bull hacia cotas insospechadas cuando llegó en 2005

Foto: El paisaje parece haber cambiado dentro de Red Bull. (EFE/Alejandro García)
El paisaje parece haber cambiado dentro de Red Bull. (EFE/Alejandro García)

Sin estudios universitarios ni máster de ningún tipo. Así llegó Christian Horner a Red Bull, con solo 31 años. Hoy tiene 50 y su equipo ha logrado 113 victorias desde 2005, siete títulos de pilotos y seis de constructores. Sin embargo, su futuro está en el aire. Las últimas noticias apuntan a que el proceso abierto por Red Bull durará quizá algunas semanas más, prueba de la complejidad que está adquiriendo el asunto.

Salvo Toto Wolff, ninguno de los actuales jefes de equipo supera los cuatro años en su cargo. Horner va camino de los 20. No es casualidad. Aunque el equipo austríaco cuenta con la aportación decisiva de Adrian Newey, algo tendrá la gestión del británico para llevar a Red Bull hacia el éxito con una velocidad más fulgurante que en su día McLaren o Ferrari.

¿Dónde radica el secreto de Christian Horner? ¿Ha sido tan crucial su aportación en la aventura de Red Bull en la Fórmula 1 o se ha tratado de un mero gestor de instrucciones de la cúpula y los inmensos recursos de Red Bull?

Toto Wolff, por ejemplo, llegó a la Fórmula 1 con amplia experiencia en el mundo empresarial y de la inversión. Horner solo se ha dedicado a la competición. Sus padres le pusieron como condición que siguiera con sus estudios para poder correr. El joven Christian eligió una carrera al azar y pidió un año de prueba. Nunca tuvo la menor intención de acudir a la universidad.

Determinación y sagacidad

El jovencísimo Horner gozaba de cualidades naturales que no se aprenden en la universidad ni escuelas de negocio. Para empezar, determinación absoluta, capacidad de trabajo y ambición. No tenía presupuesto para competir en la F3000, la antesala en su día de la Fórmula 1. Creó su propio equipo, para lo que se endeudó hasta las cejas. Pilotaba su monoplaza, buscaba patrocinadores, pagaba las facturas y unas pocas nóminas. Como escuela de vida, ni tan mal.

De aquí que llamara la atención de Helmut Marko cuando el equipo de Horner, Arden, se convirtió en la referencia ganadora de la Fórmula 3000. Que alguien tan vivido como Dietrich Mateschitz, multimillonario con Red Bull y triunfador a escala global, le ofreciera con 31 años entrar en el equipo decía mucho de la materia prima de Christian Horner. Tema aparte era saber nadar entre las pirañas. Vaya si lo logró.

placeholder Horner, durante el Gran Premio de F1 en Abu Dhabi. (EFE/Ali Haider)
Horner, durante el Gran Premio de F1 en Abu Dhabi. (EFE/Ali Haider)

En 2005, Red Bull pisaba sobre las cenizas de Jaguar; en 2009 ganó su primera carrera; en 2010, los primeros títulos para Sebastian Vettel y el equipo. Fue en este corto segmento temporal cuando se evidenciaron las virtudes que haya podido aportar Horner. Entre ellas, la habilidad política y personal para desenvolverse en el singular territorio de Red Bull. Porque el británico no dejaba de ser un empleado.

La sala de trofeos de Red Bull es ya inmensa. Pero el mayor éxito de Horner fue su perspicacia para atraer a Adrian Newey. La historia de seducción por parte del británico ya es bien conocida, muestra de su gran perspicacia para el negocio. Envolvió a Newey con la perspectiva de un ambiente de libertad total y extraordinario potencial económico de la marca de bebidas.

Mateschitz solo tuvo que tocar la última tecla. Pero el mayor éxito de Horner fue saber acoplarse a los deseos últimos del genio británico: Newey no quería ser un ingeniero más, sino participar en la gestión y dirección del equipo. Por no lograrlo, dejó Williams primero y luego McLaren. Horner tuvo la suficiente visión para dejar espacio a Newey y compartir cuota de poder en la dirección del equipo.

El ingeniero participaba en las decisiones más importantes. Que le pregunten a Jaime Alguersuari en aquella famosa y sorprendente reunión en la que se decidió su salida). "Adrian y yo manejamos el negocio día a día", llegó a reconocer en su día, aunque Dietrich Mateschitz tuviera la última palabra.

Horner creó para Newey la estructura técnica y humana que no existía cuando asumió la dirección del equipo. Como hombre orquesta que fue con su propio equipo, sabía gestionar las diferentes ramas de un equipo de carreras, y bajo la singular cultura de la marca de bebidas. Teniendo a su lado un comisario de control de singular personalidad: Helmut Marko, con quien derrochó habilidad para el equilibrio durante todos estos años. Que podría haberse roto desde hace tiempo cuando, al parecer, Horner quería quitarse de en medio al austríaco.

El instinto para ponerse de perfil

Newey garantizaba el éxito en el plano técnico, para lo que Horner supo ceder cuota de poder. Aunque algunas lenguas dicen que su relación también ha cambiado en los últimos tiempos. Y con Marko, mano derecha de Mateschitz, supo nadar y guardar la ropa, no peleando algunas batallas que sabía perdidas de antemano.

Por ejemplo, con los pilotos. Sebastian Vettel era un producto del fabricante de bebidas, no de Horner. Verstappen fue una apuesta personal de Marko. Y Horner fue suficientemente perspicaz para ponerse de perfil en los momentos clave de conflicto entre sus pilotos.

placeholder Horner siempre fue pragmático con el poder de Marko. (EFE/Yoan Valat)
Horner siempre fue pragmático con el poder de Marko. (EFE/Yoan Valat)

Luces y sombras

¿Qué Vettel echaba de la pista a Webber en el GP de Turquía de 2010? Marko acusaba al australiano y Horner callaba, no importaba la realidad. ¿Multi 21, cuando el alemán desobedeció órdenes de equipo? Horner había sido desautorizado por su piloto ante todo el mundo. Marko justificó al alemán. El británico no dijo una palabra.

Otro tanto con Verstappen. Horner siempre se ha mostrado diplomático y discreto cuando el alemán ha cuestionado su autoridad. Valgan los ejemplos del pasado Gran Premio de Austria, cuando el piloto desobedecía al propio Horner en directo y paraba para montar neumáticos y lograr la vuelta rápida. O su docilidad con el neerlandés cuando este desobedecía órdenes para dejar pasar a Sergio Pérez en Brasil 2022. Horner sabía por dónde soplaba el viento en cada momento para saber ponerse de perfil. Al menos, públicamente.

Capacidad para crear durante estos años un equipo humano, compactado y de talento, audaz, una maquinaria siempre engrasada y dispuesta a saltar a la yugular de los rivales como una pantera. Habilidad para decisiones estratégicas clave: fichar a Newey, crear Red Bull Technologies para evitar que el ingeniero británico emigrara a Ferrari, el matrimonio con Honda, la creación de Red Bull Powertrains para fabricar motores a partir de 2026...

placeholder El procedimiento con Horner podría tardar semanas. (EFE/Christopher Petit)
El procedimiento con Horner podría tardar semanas. (EFE/Christopher Petit)

Christian Horner supo convertirse en ese malabarista capaz de mover en el aire con habilidad todas las múltiples bolas que integraban el conglomerado de Red Bull, dosificando su autoridad cuando era necesario con sagacidad política y humana. El fallecimiento de Dietrich Mateschitz ha cambiado el paisaje y, quizá, el británico haya tensado demasiado la cuerda desde entonces.

Porque tal vez también habrá grandes sombras en Christian Horner. Las que estén alimentando su posible salida del equipo. Dilatar más todavía el procedimiento y alargar su desenlace pondrá bajo mayor presión si cabe su imagen.

Sin estudios universitarios ni máster de ningún tipo. Así llegó Christian Horner a Red Bull, con solo 31 años. Hoy tiene 50 y su equipo ha logrado 113 victorias desde 2005, siete títulos de pilotos y seis de constructores. Sin embargo, su futuro está en el aire. Las últimas noticias apuntan a que el proceso abierto por Red Bull durará quizá algunas semanas más, prueba de la complejidad que está adquiriendo el asunto.

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