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La leyenda sigue creciendo: así cinceló Fernando Alonso su obra maestra en el GP de Brasil
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Octavo podio de la temporada

La leyenda sigue creciendo: así cinceló Fernando Alonso su obra maestra en el GP de Brasil

El español cuajó una actuación espectacular en todas y cada una de las áreas del gran premio, para devolver cuando nadie lo esperaba una estocada final a Sergio Pérez y llegar ambos a la meta separados por 56 milésimas

Foto: Alonso cuajó una de sus mejores carreras en la F1. (EFE/Sebastiao Moreira)
Alonso cuajó una de sus mejores carreras en la F1. (EFE/Sebastiao Moreira)

Cuarenta y dos años y sin triunfos desde 2013. ¿Cómo seguir forjando una leyenda sin lograr victorias en la Fórmula 1? Con obras maestras como la de Fernando Alonso en el Gran Premio de Brasil, donde logró un impresionante tercer puesto. Una carrera cincelada cada centímetro como Miguel Ángel con su monumental David, rematada con un último toque que solo los genios son capaces de regalar. Seguro que, en las alturas, Ayrton Senna hubiera sonreído y con ese gesto de pulgar tan brasileño le hubiera dicho: "Fernando, tudo bem".

Alonso y Aston Martin se levantaron de la lona tras una racha desconcertante. El piloto, con una ejecución brutal de los distintos parámetros que optimizan el rendimiento de un monoplaza. "Fue una carrera muy intensa. No había tiempo para relajarse, una carrera muy estratégica además, salvando neumáticos, ahorrando batería siempre por si hacía falta una oportunidad de DRS para Checo...", confesaría el asturiano.

Y el equipo apretó las muelas para desenredar la enmarañada madeja técnica del AMR23. Y por encima de todo, el español desató de nuevo las más profundas emociones que las carreras pueden deparar con ese talento y espíritu indomable que siguen forjando su leyenda en la historia de la Fórmula 1.

"Todo bien por aquí"

"Pensaba que todo estaba bajo control…", confesaría Alonso al terminar la carrera, para sorpresa del respetable. Desconocía cómo había latido el corazón de cualquier buen aficionado después de su última parada en boxes. Y sí, hubo dos momentos, sendos mensajes de radio, en los que Alonso confirmaba como la computadora mental, manos y pies, funcionaban con precisión y eficacia absolutas.

"Pérez, 1,5 por detrás", le comunicaba su ingeniero en el primer relevo, cuando el mexicano se puso a su estela tras despachar a los Mercedes. "Sí, todo bien por aquí, ya sabes lo que estoy haciendo", contestaba el español. Pues cebar a su rival mexicano, ambos con neumáticos medios. Dejó que Pérez oliera su colonia, para luego distanciarse de él con facilidad. Parecía que había jugado con el Red Bull. "Todo bien por aquí".

Pero antes, Alonso resolvió con decisión un obstáculo que pudo haber arruinado su carrera. Tras una pésima primera salida fue adelantado por Hamilton y Norris. La bandera roja forzó una segunda oportunidad. Para Alonso resultaba crucial neutralizar al británico —tercero— para no quedar a merced del Red Bull de Pérez.

Con un soberbio hachazo se quitó al británico de en medio y puso tierra de por medio para marcar su ritmo. Esa ventaja sería crucial al final. Gran parte de la magistral actuación posterior fue posible por esa maniobra. La obra de arte empezaba a tomar cuerpo.

"Creo que, para ser sincero, el adelantamiento más importante de la carrera ha sido el de Hamilton en la curva 4 en la primera vuelta. Eso cambió mi carrera" reconocería Alonso después. En cuarto lugar tenía que pelear con Hamilton en el primer relevo, incluso si le hubiera pasado en la vuelta 10, mis neumáticos nunca habrían estado en condiciones de extender el primer relevo y luego tener una ventaja de neumáticos sobre Checo”.

"Dame la diferencia y ya está"

Segunda parada en boxes y Pérez, de nuevo a la estela del español. Ahora, incluso más amenazante el mexicano, el español víctima propiciatoria del mejor monoplaza de la parrilla en cuestión de pocas vueltas. Pero llegó ese segundo mensaje de Alonso. "Mantenme informado de la diferencia, y ya está". Sensación total de confianza y control.

Parecía repetirse la estrategia del relevo anterior como, efectivamente, reconoció al terminar la carrera. "Pensaba que todo estaba bajo control, que Checo iba a estar diez vueltas detrás de mí y que abriría hueco, como sucedió con las medias. Cuando me faltaba cinco o seis vueltas empecé a tirar, y como ví que se me juntaba más, entonces no me salían las cuentas...".

La estocada final, y la respuesta

Quizás Alonso infravaloraba su habilidad en esos momentos como una cualidad rutinaria del talento. Quizá Pérez únicamente esperaba a soltar la estocada cuando ya hubiera tiempo de reacción para su rival. Aunque lo intentó pronto una vez. Le sacaron los dientes. Entonces, Alonso comenzó a impartir una obra maestra de cómo manejar un monoplaza bajo presión, "salvando un poco de gasolina y un poco de los neumáticos", apuntaría después.

Sus diferentes trazadas para mimar el neumático, sus puntos de frenada..."Cambiando de línea a veces, no quería estar siempre en la misma trazada. De vez en cuando por dentro, de vez en cuando por fuera, por lo que no tenía una dirección clara para cambiar de línea y aprovechar la oportunidad para coger algo de aire limpio. Estaba tratando de conseguir algo de turbulencia en su parte delantera (del Red Bull)".

Vuelta a vuelta mantenía a Pérez a su estela. El milagro parecía cercano, pero, efectivamente, la estocada final del mexicano llegó implacable en la penúltima vuelta. Pérez sabía lo que hacía. Aunque no esperaba que se la devolverían.

"Cuando me adelantó a dos vueltas del final me dije, 'cuarto, es lo que hay'. Me resigné porque me fui fuera en la seis y cogí muchas virutas de goma, y dije bueno, ya no voy a poder tener otra oportunidad", recordaba después Alonso. Fue entonces, los corazones se dispararon.

"Pero se fue un pelín largo en la uno, y me dio esa oportunidad en la dos y la tres. Luego al final no sabía si faltaba una vuelta o dos, y cuando vi la bandera me pilló por sorpresa que era la última vuelta, y entramos rueda con rueda. Creo que desde fuera era más emocionante que desde dentro, que lo tenía más controlado, y no era así". Desde luego que no. 53 milésimas de diferencia entre dos caballeros enfrentados en un duelo con honor y armas pares. El David estaba terminado.

Compañero de Alain Prost

Un dolorido y tambaleante Aston Martin recibía así un inesperado regalo para la autoestima y una brújula técnica recalibrada para terminar el campeonato levantados de la lona. "Hay que ser valiente y pragmático para romper el parque cerrado, hay que aprender para el futuro, no nos asustó hacerlo, aunque hay mucha presión y escrutinio desde fuera", reivindicaba Alonso.

"Pero fue la decisión adecuada, y nos permitió encarar esta carrera con el mejor paquete posible, y para las que quedan hasta final de temporada", remató. Desde el coche, como el día anterior, el recuerdo para todos los que sufrían en sus ordenadores en la fábrica de Silverstone.

El primer podio con Alpine el año de su regreso, la defensa con Lewis Hamilton que le dio la victoria a Esteban Ocon en Hungaroring, la increíble vuelta por la pole en Mónaco este año, o el segundo puesto al día siguiente, el podio de Holanda… Son algunos momentos más recientes que ha seguido forjando la leyenda de un piloto que ya ha superado los 40 años. Antes de su retirada temporal se pueden recuperar otros muchos.

Sin embargo, el lazo del tiempo ha unido aquella legendaria actuación frente a Michael Schumacher en Imola 2005, todavía un crío, con este artista maduro del presente, casi veinte años después. De momento, Fernando Alonso ya acopaña a Alain Prost en el número de podios (106) en la Fórmula 1. Parece que la leyenda todavía tiene recorrido por delante para seguir ganando altura.

Cuarenta y dos años y sin triunfos desde 2013. ¿Cómo seguir forjando una leyenda sin lograr victorias en la Fórmula 1? Con obras maestras como la de Fernando Alonso en el Gran Premio de Brasil, donde logró un impresionante tercer puesto. Una carrera cincelada cada centímetro como Miguel Ángel con su monumental David, rematada con un último toque que solo los genios son capaces de regalar. Seguro que, en las alturas, Ayrton Senna hubiera sonreído y con ese gesto de pulgar tan brasileño le hubiera dicho: "Fernando, tudo bem".

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