El otro Red Bull tiene un problemón por el imperio de Verstappen (y no es culpa de Checo)
Es desconcertante el pobre rendimiento del mexicano en estas últimas tres carreras, cuando estuvo peleando de tú a tú con Max Verstappen al principio de la presente temporada
Es un patrón que se ha visto anteriormente en Red Bull: Max Verstappen saca una diferencia abismal sobre su compañero de equipo, dando la impresión de que estamos ante un mal piloto. Luego, resulta que ese piloto, que parece no estar a la altura del reto, brilla y rinde a gran altura cuando conduce otros monoplazas. Nadie discute que Max es un fuera de serie. Es evidente la falta de un coloso a la altura del neerlandés entre los pilotos de su generación. Pero una cosa es tener cierta superioridad y otra bien distinta que parezca que Checo Pérez, Pierre Gasly o Alex Albon sean pura mediocridad. Algo huele mal.
Simplemente, es imposible pasar de disputar victorias y poles a Max Verstappen a no ser capaz de alcanzar en tres carreras consecutivas la Q3 con el mejor coche de la parrilla. A nadie se le olvida pilotar de una semana para la siguiente, luego tiene que haber otra explicación al súbito bajón de rendimiento. Si Checo nunca hubiera estado cerca del neerlandés, no habría debate. Pero cuando alguien es capaz de rodar en ocasiones a la décima de Supermax, como en repetidas ocasiones lo ha hecho Checo, es obvio que eres un gran piloto.
Para los que no les sirva el ejemplo de Checo Pérez, veamos el caso de Alex Albon. Durante el tiempo en el que el piloto tailandés y Verstappen convivieron juntos en Red Bull, la cosa fue más decepcionante aún de lo que vemos con el mexicano. Tan pobre llego a ser su rendimiento que tuvo que marcharse por la puerta de atrás de la Fórmula 1 y encontrar acomodo en el campeonato alemán de turismos. Por suerte para Albon, la conexión tailandesa de Red Bull (que ostenta el 50 por ciento de la compañía) permitió que tuviera una segunda oportunidad. Y resulta que hoy en día, pilotando el teórico peor coche de la parrilla, ahí tienen a Alex Albon haciendo un carrerón en el pasado Gran Premio de Canadá. Y, por cierto, siendo nominado como piloto del día.
La cara de alegria de Max cuando Alonso dice que piensa que puede superar a Checo Pérez en el campeonato, sonrisa de oreja a oreja. pic.twitter.com/wfWj4jzvhv
— Zoot.zoot (@shaggyzoot) June 20, 2023
Un patrón que se repite
Si se analizan los diferenciales de clasificación de Albon respecto a Verstappen, es un hecho que en ocasiones hay incluso menos distancia entre ambos en la actualidad, cuando pilotan respectivamente el mejor y peor monoplaza de la parrilla, que cuando compartían (teóricamente) el mismo coche en Red Bull. El mismo ejercicio puede hacerse con Pierre Gasly, porque es también un hecho constatable que a menudo había menos diferencia entre él y Verstappen cuando pilotaba el Red Bull descafeinado que es el Alpha Tauri que cuando compartían coche pata negra. Una situación puntual con un piloto puede suceder, pero dos empieza a ser sospechoso. Pero si tres pilotos y compañeros de equipo de Max están en la misma situación, está claro que estamos ante la existencia de un patrón.
Si Checo, Albon o Gasly fueran un segundo más lentos que Verstappen con el mismo coche, mayor distancia tendría que haber cuando pilotan peores coches que el Red Bull. Y no solo no es el caso, sino que a menudo es al revés. ¿Dónde está la explicación al pobre rendimiento de un piloto en cuanto se le coloca al otro lado del garaje de Verstappen? Es obvio que Supermax es pura kryptonita para todo piloto que se le acerque, pero tiene que haber algo más que un factor intimidante. Algo pasa en ese segundo coche para que el piloto no brille como le corresponde.
Una teoría plausible es el foco permanente de Red Bull en desarrollar sus coches hacia el muy particular estilo de conducción de Max Verstappen. Tan extrema podría llegar a ser esta configuración que los pilotos manejen un monoplaza sencillamente inconducible para ellos. Esto no es ni la primera ni la última vez que ocurre en Fórmula 1. Hay muchos ejemplos históricos que evidencian que si das a un piloto unos zapatos muy lejanos a tu talla, les resulta imposible correr como ellos saben.
A mediados de los noventa, en Benetton grandes pilotos como Johnny Herbert o JJ Lehto estaban a años luz de un coche hecho absolutamente a la medida de Michael Schumacher. Cuando Juan Pablo Montoya se retiró abruptamente de la Fórmula 1 en 2006, el de Bogotá se encontró con un coche inconducible para su estilo que, sin embargo, hacía sentir a Kimi Raikkonen como pez en el agua. Montoya estuvo en 2005 muy a la par del finlandés y logró incluso tres victorias. Pero, de repente, parecía un piloto mediocre.
Esta filosofía de que un equipo técnica y deportivamente gire exclusivamente en la órbita de una superestrella como es Verstappen es muy peligrosa. Mientras te funcione, todo va bien. Pero el día que se tuercen las cosas, las consecuencias pueden ser catastróficas. Basta echar un vistazo a la dramática situación de Honda en MotoGP después de muchos años de haber hecho un equipo Marquezcéntrico. Si HRC no hubiera prescindido de Dani Pedrosa y hubiera seguido un desarrollo técnico más generalista, probablemente el extraterrestre Márquez habría seguido ganando, pero tendrían también hoy en día una moto que permitiera brillar a Joan Mir o Alex Rins. Básicamente, haber empleado la filosofía de Ducati cuya moto es conducible (y ganadora) con varios pilotos.
La cara de alegria de Max cuando Alonso dice que piensa que puede superar a Checo Pérez en el campeonato, sonrisa de oreja a oreja. pic.twitter.com/wfWj4jzvhv
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Los riesgos de la desatención
No es culpa de Marc Márquez o de Max Verstappen que se llegue a esta situación. Es un riesgo que tiene que valorar el jefe de un equipo y ser consciente de lo que se pone en juego. Un piloto de carreras, por naturaleza, va a ser egoísta y va a reclamar la atención total hacia él. Esto es tan viejo como las carreras de coches. El problema es que llega un punto en que, si se te va la mano en la atención a un piloto por encima de otro, condicionas el futuro del equipo al descuidar tu retaguardia. Y Red Bull, al ignorar a Pérez, pone en peligro el subcampeonato. No hay más que ver el contundente "¡sí!" que dio como respuesta Fernando Alonso al ser preguntado sobre si veía posible batir al mexicano por la segunda plaza del campeonato.
No deja de ser curioso, tampoco, que los males de Checo Pérez comiencen momentos después de haber estado cerca, o incluso superado puntualmente, a Max. Ocurrió el año pasado después de la victoria del mexicano en el Gran Premio de Mónaco y ha vuelto a ocurrir esta temporada después del Gran Premio de Azerbaiyán. Un patrón que se repite. Como los oportunistas no escasean por el paddock, inmediatamente surgen las voces del poderoso lobby británico cuestionando la continuidad de Checo en Red Bull y, como no podía ser de otra forma, sugiriendo a sus pilotos.
Promocionar a Lando Norris para que se siente a la vera de Verstappen es escoger el camino más corto para fulminar la carrera deportiva tanto de Norris como de cualquier otro piloto que tengan en mente. Se parte de la base de que, por principio, ningún equipo quiere perjudicar deliberadamente a uno de sus pilotos. Nadie quiere tirar piedras contra su propio tejado. Ahora bien, los hechos demuestran que hay un problema recurrente con el segundo coche de Red Bull y que la responsabilidad no es exclusiva de sus pilotos.
Es un patrón que se ha visto anteriormente en Red Bull: Max Verstappen saca una diferencia abismal sobre su compañero de equipo, dando la impresión de que estamos ante un mal piloto. Luego, resulta que ese piloto, que parece no estar a la altura del reto, brilla y rinde a gran altura cuando conduce otros monoplazas. Nadie discute que Max es un fuera de serie. Es evidente la falta de un coloso a la altura del neerlandés entre los pilotos de su generación. Pero una cosa es tener cierta superioridad y otra bien distinta que parezca que Checo Pérez, Pierre Gasly o Alex Albon sean pura mediocridad. Algo huele mal.
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