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La primera vez en la historia: por qué ya no es una ruina invertir en un equipo de Fórmula 1
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UN CASO SIN PRECEDENTES

La primera vez en la historia: por qué ya no es una ruina invertir en un equipo de Fórmula 1

Williams quizá sea el ejemplo más claro que el valor de las escuderías ha crecido de tal forma que se pueden permitir el lujo de sobrevivir sin patrocinadores y ganar dinero

Foto: El equipo Williams cumplió 800 grandes premios el pasado Gran Premio de Gran Bretaña. (EFE/Christian Bruna)
El equipo Williams cumplió 800 grandes premios el pasado Gran Premio de Gran Bretaña. (EFE/Christian Bruna)

El dinero fluye de forma descomunal en la Fórmula 1. Esto explica una paradoja que jamás se ha dado en la historia de la competición: un equipo sin apenas patrocinadores, como es el caso de Williams, progresa a base de inyecciones de capital de sus propietarios sin miedo a arruinarse en poco tiempo. ¿El secreto? El radical cambio en el valor de mercado de los equipos. Las cuentas salen claras. En 2019, el fondo de inversión Dorilton Capital compró Williams por 180 millones de dólares y su valor actual de mercado se tasa en 800. Por eso es lógico que los propietarios de la mítica escudería británica no tengan prisa en vender. Ni están dispuestos a aceptar a cualquier compañero de viaje.

Los casos de multimillonarios y de grandes compañías que han perdido mucho dinero al invertir en Fórmula 1 son incontables. Hasta hace poco se podía ganar dinero en Fórmula 1 en algunos equipos mientras hubiera un flujo estable de ingresos procedente de los patrocinadores. La cuenta de resultados anual arrojaba beneficios o pérdidas en función de los resultados deportivos, porque este aspecto primaba en el reparto del dinero de la competición. Los problemas llegaron al empeorar los resultados, porque los patrocinadores dejaron de llegar. Equipos saneados como Arrows, Jordan, Prost, Sauber... se vieron abocados de repente a vender o a desaparecer en cuestión de un año. No había bolsillo que lo resistiera.

La Fórmula 1 estaba preparada y asumió como normal que por la selección natural se quedaran por el camino los Super Aguri, Minardi, Caterham, Marussia o HRT de turno. Pero la señal de alarma surgió cuando los dos nombres más gloriosos de la competición después de Ferrari, McLaren y Williams, entraron en sala de urgencias. De nada sirvió su glorioso palmarés. Les pasó como a esas familias ricas que necesitan vender para mantener su alto tren de vida. Eso sí, cuando ya no queda nada que vender, desaparecen de la escena pública. La llegada de la pandemia iba a ser la puntilla para los dos gigantes venidos a menos. Sin embargo, mientras estaban en la UVI, hubo un prodigioso cambio de ciclo.

placeholder Williams durante muchos años fue el mejor equipo de la competición. (Archivo Goodyear)
Williams durante muchos años fue el mejor equipo de la competición. (Archivo Goodyear)

Mitad de gastos, doble de ingresos

A Liberty Media le costó tiempo encontrar el camino desde que compraron el negocio a Bernie Ecclestone por 4.600 millones de dólares. Sin embargo, en cuanto aprendieron de sus errores y sus nuevas formas de enfocar el negocio empezaron a dar sus frutos, la facturación creció de forma exponencial. La inmediata consecuencia fue que el valor del activo en el mercado creció hasta los 20.000 millones de dólares, la cifra que parece que estaba dispuesto a pagar el Gobierno de Arabia Saudí por hacerse con el control del deporte. El nuevo pacto de la concordia firmado entre los equipos, la FIA y el promotor, lo más parecido al texto constitucional que rige la competición, redistribuye de manera más equitativa que antes el dinero generado. No obstante, lo que ha cambiado es el dinero a repartir, porque ahora es aproximadamente el doble. Con la introducción de los límites presupuestarios, las cuentas no sólo empiezan a salir, sino que el valor de ser propietario de un equipo se dispara.

No es de extrañar que, en este escenario, los equipos presentes en el campeonato se hayan opuesto con fiereza a la llegada de Andretti y General Motors a la competición. Un equipo más significa una disminución del valor de mercado y un reajuste en el reparto de los ingresos. No es ninguna sorpresa, por tanto, que Williams sea uno de los que se haya opuesto con más fiereza a que se aumente el número de equipos. De golpe y porrazo, su inversión valdría un poco menos. Todo el paddock daba por hecho, sin embargo, que Dorilton Capital no iba a poder sosteniendo mucho tiempo al equipo con sede en Grove; que iba a ser cuestión de tiempo que diera el pase a Porsche o al mismo Andretti. Para sorpresa de todos, no sólo no vendió, sino que hizo una ampliación de capital de 36 millones de euros el pasado mes de enero para mejorar las infraestructuras del equipo y hacer todavía más apetecible su venta a futuro. Tarde o temprano, Dorilton venderá. Un fondo de inversión no mantiene un activo por afición de sus directivos, sino para maximizar lo más posible su inversión.

placeholder Frank Williams, en el box durante un gran premio. (Reuters/Hamad I Mohammed)
Frank Williams, en el box durante un gran premio. (Reuters/Hamad I Mohammed)

La barrera de los mil millones

Los últimos movimientos inversores del mercado en la Fórmula 1 sugieren que no sería descabellado que Dorilton haya pedido 1.000 millones de dólares a aquel que se haya acercado con intenciones de compra. Audi ha pagado 600 millones de dólares por el 75% de Sauber, el grupo inversor liderado por el actor Ryan Reynolds, que ha abonado 200 millones por el 24% de Alpine. McLaren vendió hace dos años una participación del 33% en un acuerdo que valoró al equipo en 736 millones. Esto da a pensar que su valor hoy con el deporte en pleno boom es sensiblemente superior.

La ingeniería financiera puede hacer maravillas cuando hay una revalorización tan descomunal de un activo, sea por la vía del endeudamiento o por la llegada de inversores que quieren participar en la competición. En otro tiempo, Lance Stroll, al comprar el equipo Force India para renombrarlo como Aston Martin, habría acabado igual de arruinado que con anterioridad lo hicieron multimillonarios como Vijay Mallya, Alex Schnaider o Michiel Mol. Mantenerse en la competición era un pozo sin fondo de perder dinero. Eso vio enseguida Eddie Jordan que, como propietario original del equipo en el que hoy corre Fernando Alonso, lo puso en venta antes de perder todo lo que con tanto esfuerzo le había costado ganar.

Una clave fundamental para que salgan las cuentas son los límites presupuestarios. No hay que engañarse. En el paddock de la Fórmula 1, todos saben que en mayor o menor medida los equipos grandes tienen muchos subterfugios para saltarse la normativa. Ese diferencial económico de los poderosos siempre estará ahí por mucho que se quiera controlar. Cuando hay un gasto operativo limitado a 145 millones de euros, los tramposos acaban gastando algo más. Sin embargo, la brecha entre los de arriba y los de abajo será acaso de decenas, pero nunca de cientos de millones de euros como en el pasado. Si a eso le añadimos que los motores cliente y los oficiales tienen que ser de una configuración parecida, ahí tenemos la respuesta a tremenda igualdad de la parrilla que se vive en la actualidad.

Si pasas de gastar 500 millones de euros a 145 y al mismo tiempo recibes el doble de dinero de los beneficios generados por la competición, el negocio funciona. El propio Stefano Domenicali comentó que ese valor histórico, por encima de los 1.000 millones de euros en los que se puede cotizar ahora cualquier equipo, es una señal del poderío y la salud actual de la Fórmula 1. En tiempos de bonanza, también es buena compañera la prudencia y muy mala la codicia.

Un 11ª equipo adicional a la parrilla como Andretti y un gran constructor como Cadillac (General Motors) no va a suponer ningún roto insalvable en las cuentas de nadie. Andretti, eso sí, se lamentó hace poco: "No es una cuestión siquiera de dinero. Nadie, absolutamente nadie, quiere vender". Ya ven los efectos de que, por primera vez en la historia, invertir en Fórmula 1 no equivalga a ruina segura.

El dinero fluye de forma descomunal en la Fórmula 1. Esto explica una paradoja que jamás se ha dado en la historia de la competición: un equipo sin apenas patrocinadores, como es el caso de Williams, progresa a base de inyecciones de capital de sus propietarios sin miedo a arruinarse en poco tiempo. ¿El secreto? El radical cambio en el valor de mercado de los equipos. Las cuentas salen claras. En 2019, el fondo de inversión Dorilton Capital compró Williams por 180 millones de dólares y su valor actual de mercado se tasa en 800. Por eso es lógico que los propietarios de la mítica escudería británica no tengan prisa en vender. Ni están dispuestos a aceptar a cualquier compañero de viaje.

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