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"Aquí se come arena". Recorrer el desierto montado en chatarras (y sobrevivir en el intento)
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Los 'comedunas' del Sáhara

"Aquí se come arena". Recorrer el desierto montado en chatarras (y sobrevivir en el intento)

Más de 250 coches han participado en la última edición de Chatarras Raid, un rally campo a través desde Tánger a Marruecos con automóviles de mínimo 15 años de antigüedad

Foto: La prueba pone al límite a los vehículos. (Cedida)
La prueba pone al límite a los vehículos. (Cedida)

El Fiat Panda de color azul se llama Pandereto. "Porque tiene algunas alondras sueltas y hace un ruido como de pandereta. Como cuando la toca tu tía cuando canta villancicos", cuenta Guillermo, uno de sus conductores. A su lado está un Renault 4 de 1987, llamado Juarma. También otros coches con nombres puestos por sus dueños, como la Patroleta, la Cirila y el Volvone. Todos van a participar en la edición de este año de Chatarras Raid, descrito como el rally campo a través más divertido alocado y espectacular que recorre Marruecos, de Tánger a Marrakech, a lo largo de 6 etapas.

Uno de los requisitos para participar es que el coche tenga mínimo 15 años de antigüedad. El Peugeot 205 de Roberto lo cumple. Pero, a diferencia del Pandereto o la Cirila, no tiene nombre. Todavía no ha pasado el suceso definitivo que marque su identidad pero, como todos los coches, tiene una historia. El 205 era un proyecto de pareja para cruzar el desierto a través de ciudades como Orión, Er-Rachidia y Erfoud. Los planes han cambiado y Roberto viaja ahora sin copiloto.

Por las rutas de arena y polvo le sigue un Seat Terra y una Seat Trans, alias ‘La abuelita’, conducidos por sus amigos. Las dos parejas le acompañan en muchos de los tramos y son testigos de cómo se estanca en una duna del desierto marroquí, o del cambio de amortiguadores por los impactos de las piedras que rozan los bajos del coche.

En cada duna, en cada bache, el temor es que sea el último. Para algunos vehículos, el viaje ha acabado antes incluso de empezar. El primer punto de encuentro de Chatarras Raid, en el pueblo gaditano de Castellar de la Frontera, es ya una odisea para Roberto y Andrés. En la ruta desde Valencia, su Citröen dio el último suspiro. "Buscamos otro coche por Wallapop, lo comoramos y lo llevamos al taller. Le arreglamos lo mínimo para poder venir y ya pasamos toda la noche conduciendo para llegar. Hemos llegado tarde, pero hemos llegado". Con ese coche, sin que haya ni siquiera pasado por la mano de un mecánico conocido, ha pasado por el puerto de Algeciras hasta Tánger.

placeholder Chatarras Raid, en acción. (Cedida)
Chatarras Raid, en acción. (Cedida)

Una larga travesía

Para llegar a Marrakech, hay que superar los 6 tramos con un roadbook como mapa. En algunos puntos, los bancos de arena se llenan de coches atrapados y los arcenes de automóviles parados por llevarlos al límite. En este raid "se come mucho polvo", como dicen casi todos los que lo han vivido, y también se viven muchos momentos en los que no hay más remedio que levantar el capó. El Renault 4 de Pedro y Diego está acostumbrado a eso.

El modelo original de 1984, alias "El comedunas del Huerva", tiene que parar cada pocos kilómetros porque se recalienta el motor. Antes de llegar a Marruecos, llevaba 17 años quieto en una nave industrial. Su dueño, Pedro, iba a ir a Chatarras Raid con un Fiat Punto. "Pero un fin de semana fui a la nave y lo vi allí parado y el coche me llamó: 'Llévame a mí. No lleves al Punto, llévame a mí. ¡Quiero ir al Sáhara!'", explica mientras espera a que el motor se enfríe y pueda seguir la ruta.

El nombre del Renault 4 se lo pusieron cuando empezaron a pulir el coche: a revisar que todo esté en orden, a cambiar algunas piezas y a pintarlo. La primera parte, "Comedunas", es obvia. La segunda es en honor al pueblo de los dos amigos, María de Huerva, en Zaragoza.

En algunos tramos, hasta los coches mucho más preparados para el desierto se quedan atrapados en la arena. Los más grandes, los 4x4, les remolcan para sacarlos. El Nissan Navara de Ferrán, del año 2003, empieza ayudando a dos. Engancha una eslinga entre su coche y el que tiene las ruedas hundidas en la arena. Consigue sacarlos. Pocos minutos después, socorre a otros dos. Cuando estaba ayudando al quinto, se rompe el embrague.

placeholder Chatarras Raid. Cedida
Chatarras Raid. Cedida

"No me arrepiento de haberlo hecho porque eso también es la esencia de este raid. Si hay coches que, como el mío, pasan por las dunas sin problema pero luego hay otros que se quedan atrapados, tengo que echarles una mano", explica Ferrán desde el taller en el que le están arreglando la Navara, que él llama Nevera. Lo es, de alguna forma, literalmente, porque guarda en él bebidas frías, varias botellas de vino, dos paellas y un cochinillo. "Hay gente que viene aquí con un espíritu competitivo, y eso es genial porque la gente se pica. Pero yo lo veo ahora de otra manera. Tengo muy claro que no ganaré, pero para mí también es importante disfrutar de esta experiencia", añade.

Esta es una parte de lo que los creadores y participantes del Chatarras Raid llaman "espíritu chatarrero". También lo es perderse por caminos hasta que los coches de la organización tienen que ir a socorrerlos. Y recibirles con una sonrisa, porque forma parte de la aventura del desierto marroquí.

Ese espíritu también se palpa en el compromiso de las personas que llevan meses preparando a sus 'chatarras' para adentrarse en la arena. Y, como Guillermo, los que se preparan ellos mismos. Antes de venir a Marruecos, ha pasado 6 meses de prácticas en un taller mecánico, mientras trabaja como técnico audiovisual. Junto con su amigo Gonzalo, ha viajado desde Madrid esperando que Pandereto no les deje tirados. En los primeros tramos de arena, el Fiat Panda ha aguantado y ha pasado por terrenos desconocidos "como si estuviera en su barrio. Ni siquiera se ha enfriado el motor".

La esencia 'chatarrera'

Después de cada ruta, todos los conductores y los coches llegan en medio del desierto para montar sus tiendas de campaña y pasar la noche. Hasta altas horas de la madrugada, los mecánicos locales intentan reparar los coches que han tenido mejores días.

Más de 200 coches y más de 450 personas que se reúnen para vivir una experiencia que ya consideran especial incluso antes de que empiece. Cada uno de los participantes tiene una manera de definir lo que es ser un 'chatarrero'. Para José Verdejo, el organizador y creador de este raid, ese espíritu se caracteriza por ser natural. "Disfrutar de la vida sin miedo a ponerte una etiqueta. Aquí uno es juez, el otro es policía y el otro mecánico, pero todos somos lo mismo y aquí no tenemos miedo de ser quienes somos realmente", explica.

Verdejo continúa: "En pocos sitios verás a gente seria como la que hay aquí. Médicos, cirujanos y de otras profesiones haciendo piña con mecánicos que son auténticos cabestros. Estas dos personas no pegan nada, en su vida diaria no se saludarían ni cenarían en el mismo restaurante, y aquí cenan y comen en el mismo sitio y duermen en el mismo suelo. Esto es Chatarras Raid".

El proyecto de Verdejo se fraguó durante varios años antes de llevarse a cabo. Lo primero que llegó fue la idea de montar un raid que Verdejo, que había participado y formado parte del equipo de organización de otros eventos de este tipo, recomendaría a sus amigos. Una de las bases de esa idea fue el coche de su abuelo, un Nissan Patrol de 1988 que para él era una joya, pero que todo el mundo despreciaba. "Eso pasa con cada uno de los coches que están aquí. Seguro que para cada persona, el suyo es especial porque ha vivido una aventura. No necesitamos tener el mejor coche del mundo, sino uno que nos permita vivir las aventuras que queremos hacer", subraya.

placeholder Los participantes ponen a punto el coche. (Cedida)
Los participantes ponen a punto el coche. (Cedida)

En esta aventura, el compromiso por intentar llegar hasta el final de cada ruta se mezcla con un humor que parece ya otra característica del raid. La carrera tiene hasta su propia mascota, el Chatarrasaurio, que ha aparecido en medio del desierto para saludar a los participantes en el penúltimo día. Esa misma noche, el campamento empieza a oler al sofrito de la paella que está preparando Ferrán y Toni, los de la Nissan Navara, junto con otros compañeros. "Nunca pensé que olería tanto a paella en medio de un lugar como este", dice Antonio, otro de los participantes.

Seguramente tampoco se imaginaría que, en el Día del Padre, un grupo de cuatro amigos de Córdoba encenderían una bengala en medio del desierto para grabar un vídeo dedicado a sus hijos. Dos de ellos, Antonio y Jose, no le han puesto nombre a su coche, pero en varias partes han impreso una frase que sirve para bautizarlo: Eternos 40. "Tenemos 41, pero queremos quedarnos en esa edad. Por eso nuestro dorsal es el 40, porque ahí nos plantamos", bromea Jose.

La última duna

La paella en el desierto es la antesala del final del raid. La última ruta acaba antes de llegar a Marrakech. Los primeros en alcanzar la meta se colocan en fila, formando una cadena de coches que da la bienvenida a los que van llegando. Son recibidos con aplausos, gritos y vítores. Para el participante conocido como El Pesca, la aventura acaba con la sorpresa de que ha venido hasta Marruecos su hermana, su cuñado y un amigo para felicitarle en persona.

Un día antes de la última etapa de Chatarras Raid, han cogido el coche desde Burgos y han conducido más de 11 horas para llegar a tiempo. Con una botella de champán, se esconden detrás del hinchable que marca la línea de meta y rocían a El Pesca cuando pasa por ella. Se le humedecen los ojos tras la sorpresa, pero el participante afirma que es porque se le ha metido champán en el ojo.

El último en llegar es un cuatro latas, otro Renault 4 de color blanco. Ya no queda casi nadie en la pasarela de coches. No tiene el aplauso de sus compañeros pero alcanza la meta casi sin tocar el suelo. El equipo de organización, formado por más de 30 personas, le ha esperado hasta el final y entre todos cogen el cuatro latas en volandas. Llega al final del raid casi sin tocar tierra, pero con el orgullo de que su Renault 4 ha conseguido pasar por arena, dunas y piedras durante casi una semana.

placeholder No es fácil llegar al final. (Cedida)
No es fácil llegar al final. (Cedida)

Después de la última cena, ya en Marrakech, se reparten los premios Chatarras Raid. Al que mejor ha completado las etapas según el roadbook, pero también al que más se ha perdido en el desierto y ha tenido que ser rescatado por el equipo. Eso también es el espíritu chatarrero. Con o sin premio, cada uno de los que han participado se ha marcado su propio reto y vuelve a su casa con su experiencia. En una sala con cientos de personas, entre aplausos y gente de pie, acaba esta edición del Chatarras Raid.

Roberto volverá a casa con su Peugeot 205. Llega de una pieza, y hasta él mismo parece sorprenderse de lo que ha aguantado en medio del desierto. Otros coches del mismo modelo han pasado penurias, pero este no. Roberto lo atribuye a los mecánicos con los que trabaja en su negocio automovilístico y que le han ayudado a poner a punto el 205. Pero también hay una parte mística.

"Siempre que he llegado a conducir un coche bien es porque he sentido el coche y el coche me ha sentido a mí. Nos volvemos uno", explica. La conexión ya está hecha, pero no es hasta el último día, poco antes de llegar a la meta, que Roberto encuentra un nombre para su coche. Se llama Lupin, por el personaje de ficción francés conocido por su talento para disfrazarse y asumir múltiples identidades para cometer delitos y resolver casos de criminales. "Porque cada vez que Lupin iba a dar un paso, se disfrazaba de lo que necesitaba. Este coche, cuando pasa por las dunas, se disfraza de 4x4. Es como un trampantojo".

La aventura de Roberto empezó sin compañía durante la ruta. A veces, un tanto amarga por no poder compartir in situ los momentos más alocados del raid. Pero acaba con la certeza de que, esté quien esté a su lado, no estará solo. Lupin le acompaña.

El Fiat Panda de color azul se llama Pandereto. "Porque tiene algunas alondras sueltas y hace un ruido como de pandereta. Como cuando la toca tu tía cuando canta villancicos", cuenta Guillermo, uno de sus conductores. A su lado está un Renault 4 de 1987, llamado Juarma. También otros coches con nombres puestos por sus dueños, como la Patroleta, la Cirila y el Volvone. Todos van a participar en la edición de este año de Chatarras Raid, descrito como el rally campo a través más divertido alocado y espectacular que recorre Marruecos, de Tánger a Marrakech, a lo largo de 6 etapas.

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