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Tánger, tan cerca y tan lejos en el viento de los tiempos
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Una ciudad cosmopolita

Tánger, tan cerca y tan lejos en el viento de los tiempos

Cuando asomaba el siglo XX, los alemanes estaban muy subidos y esta era la capital interina de aquel conglomerado de tribus e intereses donde el Kaiser Guillermo II quería 'pillar cacho'

Foto: Tánger (Fuente: iStock)
Tánger (Fuente: iStock)

"Los valores que admiramos: ternura, generosidad, franqueza, honestidad, comprensión y sentimiento, provocan el fracaso en nuestro sistema. Aquellos rasgos que detestamos: codicia, materialismo, mezquindad, egoísmo... son los rasgos del éxito".

John Steinbeck.

El anhelo de un estado tapón en el norte de África siempre fue para España una aspiración muy deseada y en el fondo, una dulce venganza psicológica. Desde antiguo la cornisa norteafricana tocante con Europa fue una fuente permanente de problemas para los habitantes peninsulares. Ora venía la cultura árabe, ora los piratas de Berbería, migraciones, invasiones y por lo general, lo más común es que casi todos venían con turbantes.

El tratado hispano-francés firmado en 1912, que permitía zonas de influencia separadas a ambas potencias, quedó demolido por la realidad poscolonial que surgió tras la II Guerra Mundial. La zona adjudicada a España tras este tratado era de aproximadamente de unos 20.000 km2 y su nombre era el Rif. El Rif era un pozo sin fondo para las arcas públicas de nuestro país, pero un buen negocio para unos cuantos jerarcas peninsulares. Con las manos vacías de valores dignos de tal nombre, hicieron enormes fortunas con la sangre de miles de soldados españoles y procederes bastante cuestionables de los que ya se ha hablado en varias ocasiones en esta sección.

Foto: Escena interpretada como canibalismo en el Códice Magliabechiano (Fuente: Wikimedia)

El escenario internacional de ese momento no era muy favorable a España. A perro flaco todo son pulgas. Muy a pesar de las afirmaciones que se vienen sosteniendo como un soniquete, la ocupación del Rif tuvo un componente o mezcolanza de inversión, posibilidad de controlar el estrecho en sus dos orillas, y alejar el fantasma del ruido de algunos espadones carpetovetónicos.

España puso el pie oficialmente en esta tumba a cielo abierto hacia el año del señor de 1904, tras los acuerdos de la Entente Cordial y abandonó el llamado protectorado tras una actitud bastante patriarcal (si exceptuamos algunos tristes episodios bélicos en contexto) muy diferente a los comportamientos de los franceses, que siempre iban al grano. Cuando corría 1956, la monarquía alauita cerraba filas en torno a un estado incipiente con la sólida herencia administrativa francesa, que había dejado unas buenas bases que, posteriormente, la enorme corrupción de los jerifes traduciría en un auténtico y escandaloso freno de mano.

Dentro del reparto, quedaba una perla muy cotizada con un estatus similar al de una ciudad abierta y cosmopolita, albergue de un turismo cultural e intelectual que siempre prestigiaría aquella hermosa ciudad que es y fue Tánger. Aislada dentro del protectorado, era un imán para los exploradores de lo exótico y la casa común de escritores de todas las latitudes. Mark Twain, Peter y Jane Bowles, Rocío Rojas Marcos, Jack Kerouak, Alejandro Dumas, William Burroughs, Tennessee Williams, Vázquez Molina y un largo etcétera; buscadores todos ellos de la paz esencial que requiere la inspiración para escribir, habitaron sus bulliciosos zocos, la Corniche, la cercana Assilah y los vientos de poniente en una ciudad varias veces milenaria fundada y refundada por fenicios, romanos, númidas, vándalos, bizantinos, visigodos y finalmente, por árabes, hoy icono de multiculturalidad.

placeholder Vista histórica de Tánger, grabado en madera, publicado en 1870 (Fuente: iStock)
Vista histórica de Tánger, grabado en madera, publicado en 1870 (Fuente: iStock)

Cuando asomaba el siglo XX, los alemanes estaban muy subidos y Tánger era la capital interina de aquel conglomerado de tribus e intereses y donde el Kaiser Guillermo II quería sentar sus reales y de paso, “pillar cacho”.

Había un riesgo más que latente para que los intereses de las potencias del momento, Reino Unido, Francia y Alemania, llegaran a las manos. Los norteamericanos ya habían despellejado a los mexicanos, y los principios de la Doctrina Monroe (América para los americanos) funcionaban a pleno rendimiento.

La posibilidad que albergaba más cartas era que llegaran a aliarse en bloques militares enfrentados los europeos. Esta previsión o especulación no llegó a buen puerto afortunadamente, pero, la historia es muy caprichosa y da muchas sorpresas. El acumulado de las tensiones internacionales expresado en el atentado de Sarajevo de dudosa iniciativa (que no ejecución) anarquista acabaría concluyendo en la mal llamada I Guerra Mundial (1914-1918). Las fauces del infierno se volverían a abrir una vez más.

Foto: Galdós, por Joaquín Sorolla. (Cedido)

A pesar de su secular antigüedad, Tánger aparece en el mapa geoestratégico a raíz de su enorme influencia sobre el resto de las “taifas” marroquíes. Cuando se firma el Estatuto de Tánger (un acuerdo internacional sellado en 1923 entre Francia, Inglaterra y España principalmente) se establece el estatus internacional de dicha ciudad.

Fue precisamente ese estatus de ciudad internacional lo que la impulsó como foco de acogida y asilo de apátridas, lo que permitió un asentamiento tranquilo de las tres culturas religiosas hegemónicas, la árabe- bereber, en menor medida la cristiana y una importante mayoría minoritaria de hebreos sefarditas, muchos de ellos herederos de la expulsión impuesta por los Reyes Católicos. No hay que pasar por alto otro factor determinante que ayudó, y mucho, su tolerancia fiscal y por ende la instalación de empresas multinacionales.

Como hemos dicho, los alemanes estaban muy crecidos y su reciente unificación (1871) y el vapuleo que habían dado a los franceses a domicilio en las mismas fechas, con el añadido solapado en el tiempo de la rebelión de la Comuna de París, les dotaba de un aura de titanes. Pero el sentido común prevaleció… Por poco tiempo, claro.

España cogería provisionalmente la fruta madura por un breve tiempo, hasta que los primos de Zumosol nos dijeron que la cosa se podía poner fea"

En 1905 Tánger y su proverbial vitalidad parecía que iban a calzar botas alemanas. La visita de Guillermo II, un narcisista de manual y el heredero político de la doctrina militar de Bismarck al cual dio una sutil y caprichosa patada en el trasero, iba a entrar en juego tras la primera de las crisis marroquíes; aquello parecía más un episodio del juego del gato y el ratón. Plantado en Tánger con sus 100 kg, anchas espaldas y casi 190 cm de talla, el alemán fue a por todas en la cosmopolita ciudad altavoz de los grandes acontecimientos de la época por la enorme mezcla de racial e idiomática. El teutón Guillermo II pronunció un discurso flamígero que más bien parecía una voz atronadora salida del abisal averno. Claramente, expresó durante las negociaciones de Tánger que Marruecos debía de ser independiente a la voz de ya y con ello, otorgaba un poder soportado por las armas al sultán de turno.

El viento de los tiempos y sus caprichos cambiantes llevarían a los intervinientes a firmar el primer Tratado de Algeciras en 1906, el desencanto germano y la presunta y sospechosa accidentalidad del atentado de Gavrilo Princip ayudaron a los teutones a liarla parda en el año 1914 y más tarde, tras muchas vicisitudes, España cogería provisionalmente la fruta madura por un breve tiempo durante la II Guerra Mundial, hasta que los primos de Zumosol nos dijeron que la cosa se podía poner fea.

Tánger, ayer y hoy, “la joie de vivre” …

"Los valores que admiramos: ternura, generosidad, franqueza, honestidad, comprensión y sentimiento, provocan el fracaso en nuestro sistema. Aquellos rasgos que detestamos: codicia, materialismo, mezquindad, egoísmo... son los rasgos del éxito".

Algeciras Historia de España Primera Guerra Mundial