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Por qué 'El buen patrón' es mucho mejor que 'Madres paralelas'
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Por qué 'El buen patrón' es mucho mejor que 'Madres paralelas'

El sábado se celebra la gala de entrega de los premios Goya, donde la película de León de Aranoa parte como favorita con récord de nominaciones

Foto: Carteles de 'El buen patrón' y 'Madres paralelas'.
Carteles de 'El buen patrón' y 'Madres paralelas'.

No está muy claro que decir 'cine social' no sea una redundancia. Cuando hablamos de cine social, pensamos en obreros y prostitutas y parados y limpiadoras, en espacios depauperados y coches de segunda mano y en cierta fealdad generalizada. Ken Loach, por antonomasia. Sin embargo, si la intención 'social' de este cine se dirige a mostrar y concienciar, hay las mismas posibilidades de conseguir el aleccionamiento retratando la vida del sujeto explotado que retratando la vida de aquel que le explota. Basta pensar en la serie 'Succession' y preguntarse si eso no es cine social.

Todo buen producto audiovisual es cine social porque no hay cine sin conflicto, intereses contrapuestos, entornos sociales concretos o tensiones derivadas de la supervivencia o el afán de medro. El escritor Fransecs Serés afirmó en una entrevista que 'El apartamento' (1960), de Billy Wilder, era la gran obra maestra del cine social, muy por encima de cualquier película que meta una cámara en una chabola y te haga contemplar la miseria durante noventa minutos.

El éxito de 'El buen patrón' sería ridículo si la película consistiera en una crítica a todo pequeño empresario, es decir, si el espectador fuera al cine sabiendo que iba a ver una crítica a los patrones, una alabanza del obrero, y eso exactamente se encontrara. A diferencia de los panfletos, las entradas de cine se compran. Nadie compra panfletos.

Justo ahí localizamos la distancia abismal que separa 'El buen patrón' de 'Madres paralelas', supuestamente su rival en la entrega de los Goya de este año. 'Madres paralelas' es un panfleto, es decir, un mensaje simple. Almodóvar, no se sabe por qué, ha puesto su talento y todo el aparataje de producción cinematográfica al servicio de la Ley de Memoria Histórica y de la necesidad de que los cuerpos enterrados sin nombre ni decoro por los campos de España sean inhumados y devueltos a sus familias. Si un 'spot' de la Administración pública aconsejándote reciclar, leer o conducir con cuidado se hace insoportable en sus 30 segundos de duración, es difícil tasar lo insoportable que resulta un 'spot' que dure dos horas.

'Madres paralelas' se incluiría hoy dentro del peor cine posible, el de las buenas intenciones a la traílla de la moda. Me cuesta entender este cine. Hacer una película, por ejemplo, contra el maltrato doméstico (como fueron 'Te doy mis ojos' o 'Solo mía') habla muy bien, en principio, de sus creadores, pero difícilmente puede hablar bien de sus espectadores. ¿Vas a ver una película que denuncia el maltrato doméstico, la contaminación, la pederastia o los abusos sexuales por si te convence de que son malos? ¿No sabes que son malos? Y, si estás convencido de que violar es malo y matar es malo y arrasar el planeta es malo, como debería suceder con el 99% de los ciudadanos, ¿a qué vas al cine a ver una película que te dice lo que ya sabes? Imagino que ocurre algo parecido a cuando uno va a la filmoteca para darse aires intelectuales, a fuerza de ver películas soporíferas; uno va a ver estas películas de Perogrullo para darse aires también, aires morales, una pátina de respetabilidad. Antes, con este mismo objetivo, se iba a misa.

Marcos sociales

La mayoría de las películas de Ken Loach son excelentes. Pienso que esto se debe a que Loach ha elegido un marco social para su cine y a partir de ahí solo le preocupa rodar una buena película. En 'Lloviendo piedras' (1993) un hombre se empeña en comprarle un vestido de comunión nuevo a su hija, pero al estar en el paro no puede permitírselo. La película trata del orgullo herido de ese hombre, que solo podrá restañar proporcionándole a su hija lo que cualquiera a su alrededor puede proporcionarle a la suya. Que esté en el paro, y que estar en el paro sea malo, y que el desempleo sea una lacra, y que el que le ha despedido viva en una mansión, es solo la condición de posibilidad de la película. Rodando, al propio Ken Loach todo eso ya le da igual.

Foto: Javier Bardem y Almudena Amor, en 'El buen patrón'. (Tripictures)

Así llegamos de nuevo a 'El buen patrón', que es una película mucho más cercana a Billy Wilder que a Ken Loach. Como saben, el filme de León de Aranoa trata de los problemas que ocupan la vida de un empresario, dueño de una fábrica de básculas, cuya única obsesión es el éxito de su negocio. Todo lo que hace bien y todo lo que hace mal es por la empresa. Yo, que algo sé de pequeñas y medianas empresas, reconozco el gran acierto de 'El buen patrón' en no hablar de dinero nunca, ni de tren de vida, pues eso no le importa a ningún empresario, dado que el dinero es la consecuencia inevitable del éxito de una firma comercial. Vender más no significa ganar más dinero, sino que tu empresa es mejor que las otras.

Aranoa plantea una comedia de enredos clásica. Esto ha sorprendido a algunos, al punto de considerar 'vieja' la película

Dado el marco o condición de posibilidad de la película (un empresario preocupado por el bajo rendimiento de un trabajador de mucha antigüedad, inquieto ante el asentamiento enfrente de su fábrica de otro trabajador al que ha despedido y loquito por una becaria nueva que ha sustituido a la becaria anterior que ya le traía loquito), Aranoa plantea una comedia de enredos clásica. Esto ha sorprendido a algunos, al punto de considerar “vieja” la película. Es decir, su técnica de guion.

Si en literatura la narración clásica o depurada sigue férreamente un esquema de planteamiento, nudo y desenlace, así como una sucesión de peripecias a caballo de la causalidad (sucede esto porque antes sucedió aquello, y ahora sucederá necesariamente esto otro), en el cine clásico se hereda todo ello y se añade además una virguería encantadora: todo elemento de la película tiene un recorrido, y todos los recorridos de todos los elementos están orquestados. Es lo que sucede, en su máxima expresión, en las comedias de Billy Wilder, donde un simple espejito roto ('El apartamento') volverá a aparecer con consecuencias devastadoras.

Foto: Fernando León de Aranoa, posando en San Sebastián. (EFE/Javier Etxezarreta)

El guion de 'El buen patrón' sigue esta premisa centrípeta de la comedia clásica americana, haciendo equilibrismos extraordinarios con todos los personajes, todos los objetos y todas las líneas de diálogo. Enseguida notamos la matemática disposición de cada elemento.

Este cine se ha visto cuestionado desde los años cuarenta, pues los grandes movimientos estéticos del séptimo arte no eran otra cosa (como sucede con el experimentalismo literario) que el deseo de apartarse de una fórmula. Neorrealismo, Nouvelle Vague, etcétera tratan de parecerse más a la vida, y lo más radical es por supuesto rodar directamente sin guion. En los noventa, el iraní Abbas Kiarostami criticaba del guion clásico argumentando, muy sensatamente eso sí, que esos libretos de relojería precisa “dejaban fuera de la película al espectador”. Es cierto que esta forma de escritura cinematográfica se ve cada vez menos, pero quizá por ello la película de Aranoa ha gustado tanto: porque el cine bien hecho suele gustar mucho, amigos.

Maravilloso guion y milagroso 'casting'

Pero 'El buen padrón' no solo brilla por su maravilloso guion, sino por una labor de 'casting' que parece milagrosa en su increíble puntería (Almudena Amor como becaria, Manuel Solo como trabajador leal pero a la deriva, Fernando Albizu como guardia de seguridad…) y, sobre todo, por el logro impresionante de la naturalidad. Hay una escena en la que el empresario (Javier Bardem) lleva a comer a su empleado de confianza (Solo) y trata de sonsacarle el motivo de su bajo rendimiento. La escena podría durar medio minuto, pregunta y respuesta. Sin embargo, las vueltas que ha de dar Bardem para que Solo le cuente sus problemas domésticos configuran una escena tan vívida, realista y verosímil (la pesquisa se alarga hasta los 4cuatro minutos) que uno se pregunta si no estará todo improvisado, si, de hecho, no hay guion.

Foto: Javier Bardem y Penélope Cruz. (EFE)

En 'Madres paralelas', sin embargo, Penélope Cruz le pide a Israel Elejalde en una de las primeras escenas del filme charlar después de una sesión de fotos, y su voz, sus palabras, el tono, la gestualidad de ambos resultan tan acartonados y sobreactuados que ya sabes que la película va a ser un desastre. El personaje de Cruz dice cosas como: “Cuando salió la Ley de Memoria Histórica, el juez que le corresponde a mi pueblo se inhibió…”. ¿Quién habla así, andando por una calle? Es la naturalidad lo que ha perdido Almodóvar desde, por lo menos, 'La piel que habito'; las lavanderas de 'Dolor y gloria' no existen, las casas de sus películas no existen, los cameos de Rosalía estorban (como el de Ed Sheeran en 'Juego de tronos'), nadie habla así y nada en la vida real tiene esos colores. Sus patatas parecen de mentira. A fuerza de estilizar, las películas de Almodóvar se dirían rodadas dentro de otra película de Pedro Almodóvar, fuera de la realidad.

Es la naturalidad lo que ha perdido Almodóvar desde, al menos, 'La piel que habito'

'El buen patrón' no va de un malvado poderoso que humilla a sus subordinados, sino de mucha gente en diferentes posiciones de poder que trata de sacar ventaja y favorecer sus propios intereses, sean el ascenso en la empresa, el sexo fuera del matrimonio, la conservación del trabajo o la conservación de un estatus social arduamente labrado. Nadie es tan malo, y nadie es tan bueno, como pasa en la vida verdadera. En los panfletos cinematográficos, por su parte, sucede lo siguiente: tú, en cuanto espectador, eres el bueno.

Que 'El buen patrón' acabe, además, con una clara muestra de cómo las buenas intenciones en nuestro tiempo pueden simularse y venderse como ciertas, cuando son fruto del azar o de la necesidad o de la hipocresía, no hace sino elevar esta película de Fernando León de Aranoa al primer escalón del cine español del siglo XXI.

No está muy claro que decir 'cine social' no sea una redundancia. Cuando hablamos de cine social, pensamos en obreros y prostitutas y parados y limpiadoras, en espacios depauperados y coches de segunda mano y en cierta fealdad generalizada. Ken Loach, por antonomasia. Sin embargo, si la intención 'social' de este cine se dirige a mostrar y concienciar, hay las mismas posibilidades de conseguir el aleccionamiento retratando la vida del sujeto explotado que retratando la vida de aquel que le explota. Basta pensar en la serie 'Succession' y preguntarse si eso no es cine social.

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