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'American fiction': He venido a hablar de mi libro, no de mi raza
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'American fiction': He venido a hablar de mi libro, no de mi raza

Cord Jefferson adapta muy recatadamente la corrosiva novela que publicó Percival Everett hace veinte años

Foto: Fotograma de la película 'American Fiction'.
Fotograma de la película 'American Fiction'.

El toque final de sofisticación que ha recibido la muy comentada American fiction se lo ha dado PrimeVideo al estrenarla en nuestro país directamente en su plataforma, sin pasar por salas. Esto parece indicarnos definitivamente que la película no está hecha para el vulgo, que, ya desde su título, Ficción americana, es meta-narrativa, pos-moderna, compleja y demasiado inteligente para tu bol de palomitas. Yo mismo (público exacto para la cinta) me la imaginaba en la misma liga que Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999) o Adaptation (2003), división donde también me imagino a la recién llegada Dream scenario (Kristoffer Borgli). Es la liga que podemos llamar “Charlie Kaufman”.

Se trata, en fin, de películas sobre películas, el ser, la nada, la identidad, la forma narrativa y lo listos que somos en la gran ciudad de tanto buscar camello. A mí me suele gustar mucho este tipo de cine, que incluye habitualmente a Nicolas Cage (El peso insoportable de un talento descomunal, Tom Gormican, 2022) de protagonista cuando John Malcovich no coge el teléfono, que es a menudo. Estas cintas parten de una idea muy loca (entrar en la cabeza de John Malkovich; una película donde se escribe el guión de otra película…) y durante un par de años hasta figuran entre lo mejor que se ha hecho nunca en la historia del cine. Luego, claro, se olvidan.

La idea loca de American Fiction es bien poca cosa, y se acaba enseguida para dejarnos una cinta al uso, totalmente vacía. En resumen: un escritor de raza negra no consigue publicar sus libros áticos y refitoleros, en plan Javier Marías. Mientras, ve cómo auténticas analfabetas logran éxitos comerciales y de crítica haciéndose pasar por muchachas “del gueto”. La industria editorial quiere gueto, quiere que, si eres negro, escribas sobre lo duro que era ser negro en el barrio, por mucho que tu raza negra se haya educado en Cornell y no sepas ni lo que es fregar los platos por ti mismo. ¡Fíngelo, bro! Así que, cabreado y casi de broma, nuestro hombre (interpretado por Jeffrey Wright), escribe una novela llena de tacos, drogas, motherfuckers y demás, y van y se la publican y aplauden. Así de triste es la cultura.

Esto, sin ir más lejos, es lo que está pasando ahora mismo en España -según les digo a menudo- con la industria editorial y las mujeres: te publicamos, siendo mujer, si nos cuentas lo que queremos que nos cuentes: el horror de ser mujer. Podría hacerse incluso un filme titulado Ficción española adaptando la novela La experiencia (Pez de Plata, 2022), de Sergi Puertas, donde cuenta cómo ningún editor le hacía caso hasta que decidió enviar su manuscrito firmado por una mujer, e inmediatamente se lo quisieron publicar.

Si soy negro, dice, mi literatura es siempre literatura de hombre negro, incluso si no sale una sola persona de raza negra en todo el libro

Por estos vericuetos American fiction va bien y provoca, pues el escritor depurado tiene momentos de reflexión certera. Si soy negro, dice, mi literatura es siempre literatura de hombre negro, incluso si no sale una sola persona de raza negra en todo el libro. Igualmente, si una mujer escribe una novela, esa novela es la novela de una mujer, aunque la protagonice un peón de albañil y no aparezcan más féminas que las que se ven en los calendarios de los talleres mecánicos del barrio del albañil. La industria no lo ve así: la literatura de los negros o de las mujeres es la que retrata negros y mujeres en condiciones de vida muy precarias y dolientes. Todo lo demás es literatura heteropatriarcal, blanca y sumisa. “¡Yo he venido a hablar de mi libro, no de mi raza!”, gritaría en el desierto el personaje de Jeffrey Wright. Y dice en efecto: “El libro es igual que el resto de la basura que publican. Mira lo que publican, mira lo que esperan que escribamos.”

placeholder Jeffrey Wright recibe un premio por su actuación en 'American Fiction' en los Film Independent Spirit Awards. (Reuters)
Jeffrey Wright recibe un premio por su actuación en 'American Fiction' en los Film Independent Spirit Awards. (Reuters)

Y eso es todo. American fiction adapta una novela de Percival Everett llamada Erasure (2001), que aquí leímos como X (2011, Blackie Books). Recuerdo que X estaba llena de barbaridades y acidez, al tiempo que escanciaba teoría literaria de primer nivel. En la película no queda casi nada de esta mezcla delirante (Deleuze y el nigger, en resumen), y se alarga casi dos horas con una morosidad exasperante y profiláctica.

Todo es demasiado limpio, demasiado pijo, demasiado televisivo. Fuera de la trama literaria, American Fiction parece un cruce entre Friends y El show de Bill Cosby. Las escenas familiares y amorosas podrían llevar de acompañamiento canciones de Taylor Swift (si es que no las lleva, yo qué sé), pues la película no se deja contaminar por las salvajadas de la novela, sino que únicamente le roba un par de ideas para vender como punky una comedia romántica con copas de vino y paredes tapizadas de toda la vida de Dios.

Mary Poppins es más punky que American fiction: acaban de ordenar en Reino Unido que los niños no puedan verla sin sus papás

Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964) es mucho más punky que American fiction: acaban de ordenar en Reino Unido que los niños no puedan verla sin la compañía de sus papás.

Ya que un libro de hace veinte años, reducido en su soberana incorrección política a cuatro trazos un poco incómodos a través de una película, haya fascinado a tanta gente nos indica que hemos ido a peor. Al final Caperucita roja nos parecerá un cuento escrito por Bukowski.

Si no lo es ya.

El toque final de sofisticación que ha recibido la muy comentada American fiction se lo ha dado PrimeVideo al estrenarla en nuestro país directamente en su plataforma, sin pasar por salas. Esto parece indicarnos definitivamente que la película no está hecha para el vulgo, que, ya desde su título, Ficción americana, es meta-narrativa, pos-moderna, compleja y demasiado inteligente para tu bol de palomitas. Yo mismo (público exacto para la cinta) me la imaginaba en la misma liga que Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999) o Adaptation (2003), división donde también me imagino a la recién llegada Dream scenario (Kristoffer Borgli). Es la liga que podemos llamar “Charlie Kaufman”.

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