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¡No cavéis! El aviso antibelicista de la más brutal película de guerra de la historia (que es soviética)
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¡No cavéis! El aviso antibelicista de la más brutal película de guerra de la historia (que es soviética)

En 1985 se estrenó en la URSS 'Ven y mira', un filme aterrador y alucinante de Elem Klimov que se les escapó de las manos a quienes lo financiaron

Foto: Imagen de 'Ven y mira'.
Imagen de 'Ven y mira'.

Hay un campesino desaliñado en mitad del campo bielorruso. Menea en el aire la vara con la que espolea a su caballo atado a su carromato y grita a los dos niños que se ríen de él: "¡Eh! ¿Estáis locos? ¿A qué jugáis? ¿Cavando? ¿Cavando otra vez? ¡Lo pagaréis!". El más pequeño de los dos está disfrazado con ropas de soldado mugrientas que le quedan grandes e imita a los oficiales nazis con voz perruna y gruñidos. Incluso finge llamar a Berlín con un teléfono destrozado tirado sobre la arena y la chatarra. El mayor tiene 14 años, es bastante más alto, lleva sonrisa edad del pavo y una kipá sobre la coronilla.

Ambos cavan con el furor de un cazador de tesoros. Buscan lo mismo: algún fusil abandonado por alguno de los dos ejércitos. Sueña el adolescente con incorporarse a la resistencia bielorrusa contra el Tercer Reich. Se tumba boca abajo y forcejea con la tierra. Parece un parto, ha encontrado algo. Rojo, jadeante, por fin consigue desenterrarlo del todo: es un fusil grande, posiblemente alemán. Es su pasaporte para poder alistarse. Se van sonrientes y leemos: Bielorrusia, 1943. Así empieza la aterradora película bélica ‘Ven y mira’ (1985).

Quien no tenga hijos puede salir

"Terminé filmando una versión ligera de la verdad. Si hubiera incluido todo lo que sé, ni siquiera yo hubiera podido verla", asegura su director, Elem Klimov, que huyó con su familia de la batalla de Stalingrado cuando era un niño. Cuatro décadas más tarde consiguió con ‘Ven y mira’ (se puede ver en Filmin) una película para no dormir y única en su especie. Como ocurrió con ‘El acorazado Potemkin’, a veces la propaganda no está reñida con el cine.

Y la propaganda se prepara con aburrida antelación. A finales de los años setenta, la Unión Soviética ya pensaba en los fastos del 40 aniversario de su victoria en la Segunda Guerra Mundial (que ellos llaman la Gran Guerra Patriótica), fijados para 1985. Encargaron una película al cineasta Elem Klimov y empezaron a molestarle mientras la escribía. Ocho años de molestias, esperas y abandonos del proyecto.

"Terminé filmando una versión ligera. Si hubiera incluido todo lo que sé, ni yo hubiera podido verla", asegura su director

No está clara la concreción del encargo. Klimov, obsesionado con hacer una película bélica en cualquier caso, decidió basarse en la impresionante novela de 1978 'I am from Fiery Village', que cuenta la historia de las aldeas bielorrusas arrasadas por los alemanes. Más de 600 villas fueron quemadas y sus habitantes, civiles, calcinados con fines recreativos y racistas. El testimonio de algunos de sus poquísimos supervivientes fue grabado por los soviéticos. El director Klimov se documentó oyéndolos: “Nunca olvidaré la cara y los ojos de un campesino recordando que les encerraron a todos en una iglesia antes de prenderle fuego, y que un oficial nazi les ordenó: Quien no tenga hijos puede salir. Y él no pudo resistirse y salió, dejando atrás a su mujer y a sus hijos”.

placeholder 'Ven y mira'.
'Ven y mira'.

La historia que Klimov guionizó junto al autor del libro, Ales Adámovich (mentor de la premio Nobel Svetlana Alexievich y superviviente de las propias aldeas bielorrusas), era sencilla: la dantesca peripecia bélica del adolescente que desentierra el fusil y se une a los partisanos. Pero el enfoque y desarrollo utilizados no gustaban a Moscú. Demasiado “naturalismo y estética de la suciedad”. Si Vassili Grossman tardó cuatro años, once versiones e infinitas intromisiones en publicar ‘Stalingrado’, Klimov se plantó en 1984 con un guion todavía sin aprobar por el Goskino o Comité Estatal de Cinematografía de la URSS. Pero se lanzó a rodar.

Filmó en bielorruso. En Bielorrusia. En orden cronológico. Y con actores que no eran profesionales. Estas cuatro decisiones confieren a la película una textura veraz, salvaje y alucinada. El joven actor protagonista, Aleksei Kravchenko, concentra el mayor número de mitos y leyendas, la mayoría confirmadas en las entrevistas que incluye el DVD adicional de la edición restaurada del sello The Criterion Collection. Kravchenko apenas tenía 15 años y durante los nueve meses de filmación sufrió "la fatiga y el hambre más debilitantes. Mantuve una dieta muy severa, y cuando terminó el rodaje volví a la escuela no solo delgado, sino con el pelo gris". Parte de la munición que silbó junto a su cabeza, por cierto, era real.

Los supervivientes envidian a los vivos

Todo el mundo sabe de las atrocidades de la guerra. Poco nuevo aporta otra película bélica si es solo otra historia de sangre y barbarie. Así que lo que hace magnífica a 'Ven y mira' es cómo está contada, su personalidad visual, su concepto realizador. Primeros planos con gran angular. Una 'steadicam' hipnótica y una cámara al hombro documental. Planificación expresionista. Composición multitudinaria, dificilísima, y, sin embargo, muy precisa. La locura se traslada a la realización e incluso al sonido: desde que caen las primeras bombas, el protagonista se queda medio sordo y nosotros con él. Ya no será posible distinguir la alucinación de la percepción fiable. Ya no podremos desembarazarnos de la música amorfa de Oleg Yanchenko, ni del 'Réquiem' de Mozart que nos rescata, por fin, al final de la película.

Desde las primeras bombas, el protagonista se queda medio sordo y nosotros con él

Surgen los nombres, los nombres mayúsculos. Los menciono confiando en no hacerlo en vano. 'Ven y mira' se adelanta al terror límpido de ‘La chaqueta metálica’ de Kubrick. Recrea la fiebre psicológica de Conrad y el 'Apocalypse Now' de Coppola. Inspira la fisicidad de 'El hijo de Saúl' y evoca el aliento de Tarkovsky y 'La infancia de Iván'. Y se recrea en las miradas desencajadas de Carl Theodor Dreyer en 'La pasión de Juana de Arco', emuladas sin disimulo. Hay un naturalismo pictórico, una escala de producción de Estado y el verismo sucio del pintor Vasily Súrikov. Se estiliza la brutalidad para realzarla. El director de fotografía ganador de dos Oscar y 14 veces nominado Roger Deakins advierte el poder de esta mirada: “La utilización del formato de imagen clásico, el cuadrado, hace que no puedas escapar del plano”.

Quedan perdonados los excesos expresivos, disculpados los grumos de propaganda y sus insertos. Lo cinematográfico prevalece. ‘Ven y mira’ aparece, fantasmagórico, en cualquier ranking de películas bélicas cuyo radar barra más allá del Telón de Acero y del decálogo de facultad. De ella escribió también el crítico Roger Ebert: "Es una película en la que los supervivientes envidian a los vivos".

Foto: (Foto: Corbis)

Klimov reconoce: "Pensé que nadie vería la película y me llevé la sorpresa". Se estrenó cuando Gorbachov llegó al poder, y su administración no le puso ninguna zancadilla y hasta le otorgó algún premio (en el Festival Internacional de Moscú). Añade el director: "Después de la película no me sentí capaz de rodar nada más". Su título, por cierto, iba a ser 'Matar a Hitler', pero al Goskino no le gustó y el hermano de Elem, German, se sacó de la manga la frase “ven y mira” del libro bíblico del Apocalipsis: “Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco”.

80 años después, la película resulta una advertencia cuya sombra se proyecta sobre la Ucrania y la Rusia actuales

Asegura el historiador ruso Vadim Erlikman en el libro 'Population loss in the XX century' que un 25% de la población total bielorrusa (con mayoría de civiles) murió entre 1941 y 1945. Y afirma que es la peor proporción de entre todas las repúblicas soviéticas. Ochenta años después, la película resulta una advertencia antibelicista (pagada con dinero soviético) cuya sombra se proyecta sobre la Ucrania y la Rusia actuales.

No es casualidad: al protagonista se le termina rompiendo su rifle. Se quiebra la madera de la culata, en la parte que se apoya contra el hombro del tirador, y el adolescente lo remienda con vendas de botiquín. Ya ha visto el horror, pero aún contempla algo más, desencajado. Se encuentra moribundo y en carne viva al anciano de la escena inicial. “¿No te lo avisé? Me rociaron con gasolina y me prendieron fuego. Corrí hasta ellos para suplicar que me mataran. Se rieron de mí. ¿No te lo dije? No cavéis”.

Hay un campesino desaliñado en mitad del campo bielorruso. Menea en el aire la vara con la que espolea a su caballo atado a su carromato y grita a los dos niños que se ríen de él: "¡Eh! ¿Estáis locos? ¿A qué jugáis? ¿Cavando? ¿Cavando otra vez? ¡Lo pagaréis!". El más pequeño de los dos está disfrazado con ropas de soldado mugrientas que le quedan grandes e imita a los oficiales nazis con voz perruna y gruñidos. Incluso finge llamar a Berlín con un teléfono destrozado tirado sobre la arena y la chatarra. El mayor tiene 14 años, es bastante más alto, lleva sonrisa edad del pavo y una kipá sobre la coronilla.

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