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'Ven y mira': las desconocidas atrocidades nazis en Bielorrusia
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'Ven y mira': las desconocidas atrocidades nazis en Bielorrusia

Reestreno del clásico moderno de Elem Klimov, el viaje al fondo de la locura de la guerra que impactó a millones de espectadores en la década de los ochenta

Foto: Aleksei Kravchenko, en 'Ven y mira'. (Filmin)
Aleksei Kravchenko, en 'Ven y mira'. (Filmin)

Entre 1941 y 1944, las divisiones del Tercer Reich arrasaron centenares de pueblos en Bielorrusia. En un 'modus operandi' recurrente, cada vez que los soldados llegaban a una aldea encerraban a todos sus habitantes en el edificio más espacioso, habitualmente el granero, y lo prendían fuego. Miles de ancianos, adultos y menores perecieron quemados vivos, como medida de represalia por el hecho de que los bielorrusos habían conformado una de las resistencias más activas contra la ocupación nazi. Todos estos muertos cayeron en el olvido al final de la guerra. La Unión Soviética se replegó en un discurso propagandístico triunfalista que invisibilizaba el horror vivido por millones de sus habitantes.

En los años sesenta, Alés Adamóvich, quien todavía adolescente luchó junto a los partisanos en los bosques bielorrusos, empezó a recuperar el recuerdo de ese genocidio. El escritor se dedicó a registrar los testimonios orales de centenares de supervivientes, que quedaron recopilados en documentales y en obras tanto de ficción como de memoria oral, en un ejercicio que serviría de modelo para autores posteriores. La también bielorrusa Svetlana Aleksiévich siempre ha reconocido en Adamóvich a su maestro de referencia.

placeholder Un momento de 'Ven y mira'. (Filmin)
Un momento de 'Ven y mira'. (Filmin)

En 1985, se conmemoraba el 40 aniversario de la victoria del Ejército Rojo frente a las tropas alemanas, un triunfo clave en la derrota definitiva de las fuerzas del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Ese mismo año, en la Unión Soviética se estrenaba 'Ven y mira' (en su exhibición por entonces en España, el título incorporaba la palabra masacre), el drama bélico de Elem Klimov destinado a recordar las atrocidades del ejército alemán y sus colaboradores en el frente oriental, una película que se inspira en buena parte en los trabajos de Adamóvich, quien también cofirmó el guion. Klimov y su equipo tardaron años en sacar adelante 'Ven y mira'. La crudeza de la historia, en que se detallaban estas masacres que los nazis llevaron a cabo en las zonas rurales de Bielorrusia, despertó las suspicacias de Mosfilm, la productora estatal que tenía que dar luz verde al proyecto y prefería un filme con un tono menos oscuro. Cuando 'Ven y mira' llegó a las pantallas, resultó sin embargo un acontecimiento que lo convirtió en un clásico instantáneo del cine bélico por su retrato cuasi insoportable de aquellos hechos.

Sin embargo, no se trataba de la primera película soviética que abordaba la Segunda Guerra Mundial desde un prisma en las antípodas del discurso propagandístico. El propio Klimov pertenecía a la generación de cineastas que irrumpió en el panorama del audiovisual de su país en pleno deshielo y aprovechó el contexto más propicio para agitar los fundamentos anquilosados del cine soviético de la era estalinista. Entre finales de los cincuenta y principios de los sesenta, vieron la luz títulos como 'Cuando pasan las cigüeñas' (1957), de Mikhail Kalatozov, 'La infancia de Ivan' (1962), de Andréi Tarkovski, o 'Alas' (1966), de Larisa Shepitko, que por primera vez reflejaban la Segunda Guerra Mundial desde una dimensión más humana, trágica y alejada del relato colectivo heroico. Shepitko, por cierto, falleció en un accidente de tráfico mientras rodaba otra película, 'Adiós a Matiora' (1985), que justo se encargó de finalizar su esposo, Elem Klimov, cuando preparaba la que ahora nos ocupa. La diferencia de 'Ven y mira' respecto a estos primeros títulos radica en la dureza explícita de los acontecimientos narrados.

placeholder Otro momento de la película. (Filmin)
Otro momento de la película. (Filmin)

'Ven y mira' supone un descenso al infierno de la guerra de la mano de un adolescente, Flyora (impresionante Aleksei Kravchenko). En el arranque del filme, el joven y un amigo desentierran armas de una trinchera para enrolarse en las filas de la resistencia. Un anciano les advierte de las represalias que tal acción puede acarrear a todo el pueblo. Los muchachos, sin embargo, se mueven por ese ciego ímpetu juvenil que hincha las alas del heroísmo. Cuando unos partisanos acuden a la casa de Flyora para reclutarle, el muchacho accede encantado a pesar de las reticencias desesperadas de su madre. Así inicia su viaje al corazón del horror. Klimov convierte al joven Flyora en nuestro guía en este recorrido por la Bielorrusia rural en plena contienda que lo convierte en testimonio directo de la barbarie nazi. Pocas veces en la historia del cine, el rostro de un actor ha funcionado talmente un lienzo en que se van imprimiendo las progresivas señales del trauma ante lo acontecido. Klimov recurre al primer plano frontal continuo del protagonista y algunos de los personajes con quienes se va encontrando, también para interpelar continuamente a la audiencia, en consonancia con ese título del filme de ecos bíblicos que nos conmina a convertirnos en observadores de las brutalidades relatadas.

La película dispone de esa capacidad inmersiva que otros títulos recientes como '1917' (2019), de Sam Mendes, han querido reproducir desde recursos como el plano secuencia. Pero Klimov no pretende replicar desde un estricto realismo la experiencia de la guerra. Por el contrario, 'Ven y mira' se mueve por momentos por cauces más simbólicos u oníricos, desplazándonos hacia el territorio de la experiencia subjetiva del conflicto como alucinación o pesadilla. Cuando el itinerario desemboca en el momento de máximo horror, a Klimov no le hace falta recrearse explícitamente en detalles concretos de la crueldad que sufrieron los ciudadanos bielorrusos por parte de los nazis. El cineasta nos adentra en un episodio de la locura colectiva de la guerra que, en su progresiva acumulación de delirio y su implicación de todo tipo de personajes, parece el reverso dantesco de un clímax orquestado por Federico Fellini. Aunque el triunfo definitivo del filme consiste en cómo salva al protagonista de caer en el abismo de la devastación total y preserva en su inconsciente un último rescoldo de inocencia.

Foto: Javier Cámara es Héctor Abad Gómez en 'El olvido que seremos'. (BTeam)
Foto: Jasna Djuricic es Aida en 'Quo vadis, Aida?', de la directora bosnia Jasmila Zbanic. (Vercine)

Entre 1941 y 1944, las divisiones del Tercer Reich arrasaron centenares de pueblos en Bielorrusia. En un 'modus operandi' recurrente, cada vez que los soldados llegaban a una aldea encerraban a todos sus habitantes en el edificio más espacioso, habitualmente el granero, y lo prendían fuego. Miles de ancianos, adultos y menores perecieron quemados vivos, como medida de represalia por el hecho de que los bielorrusos habían conformado una de las resistencias más activas contra la ocupación nazi. Todos estos muertos cayeron en el olvido al final de la guerra. La Unión Soviética se replegó en un discurso propagandístico triunfalista que invisibilizaba el horror vivido por millones de sus habitantes.

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