'Gorrión rojo': una excusa para que Jennifer Lawrence se quite la ropa
El director Francis Lawrence y la actriz Jennifer Lawrence vuelven a unirse —tras su lucrativa colaboración en 'Los juegos del hambre'— en una historia de espionaje y sexo
'Gorrión rojo' está siendo promocionada como una virguería en la línea de 'Atómica', pero en realidad la película pretende funcionar más bien como un homenaje a esos 'thrillers' de espionaje de los años setenta llenos de planos de crípticas reuniones y de gente que camina y que fuma mucho. Apenas incluye coreografías de acción, y hace que buena parte de su capacidad para el suspense recaiga en las cuestionables motivaciones que su protagonista sugiere mientras se acerca alternativamente a los servicios de inteligencia de Putin y a la CIA, y viaja entre Budapest y Londres y diferentes partes de Rusia.
Pero al mismo tiempo nos ofrece escenas de intentos de violación, y gente que pelea en pelotas en las duchas y demás muestras de violencia excesiva; y, a medida que transita entre salas de tortura y teatros de ópera, y que escena a escena da a Jennifer Lawrence oportunidad para lucir vistoso fondo de armario, 'Gorrión rojo' hace alarde de una estética excesiva que subraya el tono ridículo de la historia. El resultado es una película situada en tierra de nadie entre los 'bestsellers' de aeropuerto y las intrigas de John le Carré que, eso sí, carece de la inquietante cosmovisión de estas últimas en parte porque es tan poco creíble como su heroína.
Se trata de Dominika (Lawrence), cuya prometedora carrera como bailarina se ve truncada a causa de una terrible lesión y que, desesperada por encontrar otra forma de mantener a su madre enferma, a causa de las manipulaciones de su misterioso tío Vanya (Matthias Schoenaerts) —sí, se llama tío Vanya— acaba formando parte de un programa secreto de entrenamiento para espías de élite. Allí la enseñarán a usar su cuerpo como un arma letal sin expresar emoción alguna en el proceso; la convertirán en algo así como una versión posmoderna de Mata Hari, una agente experta en el uso del arte de la seducción para la obtención de información.
El personaje de Lawrence se convierte en una agente experta en el uso del arte de la seducción para la obtención de información
A partir de ese proceso, el director Francis Lawrence insufla al relato un insistente subtexto sobre la forma en que mujeres como Dominika son víctimas de hombres que tratan de intimidarlas y explotarlas. Cada decisión en la vida de la joven está determinada por la presión masculina: la del bailarín que destruye su carrera; la de esa figura paterna que la empuja a ingresar en una 'escuela de prostitutas'; incluso la de Nash (Joel Edgerton), el americano al que debe acercarse con el fin de desenmascarar a un topo ruso.
Buena parte del guion, precisamente, se centra en la relación de Dominika con este último. Ambos han sido entrenados para ocultar sus emociones y usar su sexualidad para manipular a los demás. La idea es que cada vez que los vemos acercarse el uno al otro dudemos de lo que cada uno de ellos trata realmente de conseguir y, en ese sentido, es una lástima que la química existente entre Lawrence y Edgerton sea igual a cero. El interés de 'Gorrión rojo' radica más bien en la lucha de Dominika y su madre por liberarse de Vanya —que obviamente tiene pensamientos incestuosos para con su sobrina—, y en la rebelión de la joven contra el rol de sumisión que se le ha asignado en el sexista juego político.
Es una lástima que la química existente entre Lawrence y Edgerton sea igual a cero
En el proceso, en todo caso, Lawrence (el director) parece más interesado en la maraña de espionaje y contraespionaje que en los matices de su personaje central. A pesar de toda la palabrería que en ella se dedica a complejas manipulaciones sexuales, la película apenas presta atención al potencial conflicto entre sentimientos de duda, lujuria y paranoia derivados de ellas. En parte por eso, 'Gorrión rojo' transita con suficiente agilidad por su accidentada narrativa, pero sin resultar especialmente epatante o angustiosa mientras lo hace. A ello sin duda contribuye la permanente distancia a la que nos mantiene de la vida interior de Dominika, que posiblemente tenga sentido argumental pero en todo caso nos impide empatizar con ella.
Similarmente, resulta difícil sentir incertidumbre sobre cuál será el próximo paso de Dominika, como la película pretende que hagamos; desde el principio sabemos que la joven andará "un paso por delante de todos" —así lo verbaliza, de hecho, uno de los personajes— y por tanto contemplarla manipular a sus oponentes no es una experiencia particularmente absorbente. Tampoco resulta tan inspiradora como sus responsables sin duda esperan. Si por un lado 'Gorrión rojo' narra el viaje de empoderamiento de una mujer decidida a recuperar la vida que le fue arrebatada, por otro la historia busca constantemente excusas para que Lawrence (la actriz) se quite la ropa.
'Gorrión rojo' está siendo promocionada como una virguería en la línea de 'Atómica', pero en realidad la película pretende funcionar más bien como un homenaje a esos 'thrillers' de espionaje de los años setenta llenos de planos de crípticas reuniones y de gente que camina y que fuma mucho. Apenas incluye coreografías de acción, y hace que buena parte de su capacidad para el suspense recaiga en las cuestionables motivaciones que su protagonista sugiere mientras se acerca alternativamente a los servicios de inteligencia de Putin y a la CIA, y viaja entre Budapest y Londres y diferentes partes de Rusia.