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Si estalla una guerra en Europa, ¿quién salvará los cuadros del Louvre (o del Prado)?
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Paula Corroto

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Si estalla una guerra en Europa, ¿quién salvará los cuadros del Louvre (o del Prado)?

Cuando se está haciendo guerra cultural con la cultura, desde obras de teatro a los propios museos, me temo que hoy no existirían un Jauajard y un Wollf-Metternich como en 1940

Foto: Fotograma de 'El hombre que salvó el Louvre'. (Filmin)
Fotograma de 'El hombre que salvó el Louvre'. (Filmin)
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"Dirigir es anticiparse a lo que pueda ocurrir". Esta frase se repite varias veces en el delicioso documental El hombre que salvó el Louvre que se encuentra en Filmin. Sus directores, Jean Pierre Devillers y Pierre Pochard, se refieren a Jacques Jaujard, alto funcionario del Gobierno francés que era director de los museos nacionales de Francia, entre ellos la famosa pinacoteca, en 1938, y del que lo más seguro es que usted no haya oído hablar nunca. Lo dicen porque Jaujard se anticipó, pensó en un plan para salvar todos los cuadros del Louvre —también los más enormes— antes de que empezaran a caer las bombas nazis sobre Francia años después. Lo dicen porque a este hombre —y a alguno y alguna más— de los que ya nadie se acuerda les debemos poder admirar La Gioconda, la Victoria de Samotracia o la Venus de Milo, por citar solo tres obras maestras. Lo dicen porque Jaujard —y alguno y alguna más— son parte de los grandes héroes de la II Guerra Mundial.

La historia de este documental, que cuenta con imágenes reales y otras ficcionadas y dibujadas, y que dura menos de una hora, lo cual es fabuloso, es absolutamente memorable porque además me hizo pensar en una situación que hoy parece casi improbable. Y no precisamente porque no pueda estallar una guerra en el corazón europeo de la cual, otra cosa que parece increíble en 2024, se oyen ligeros tambores (y no, no estamos hablando de lo que ya está ocurriendo en Ucrania).

Jaujard, que había sido periodista, era un enamorado del arte que en 1938, con la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi, comienza a elaborar la estrategia para sacar todos los cuadros y esculturas del Louvre —más de 4.000 obras— y llevarlas a castillos seguros por todo el país. Se ofrece el dato, que seguro que también se desconoce, de que él fue una de las personas que ya en 1936 había estado detrás de la evacuación del Museo del Prado con el estallido de la Guerra Civil. Aquello le sirvió de experiencia para lo que sucedería solo unos meses después, cuando buscó camiones y todo tipo de ayuda para resguardar las obras maestras. Todas ellas se metieron en cajas —algunos cuadros sin sus marcos porque no cabían— y fueron tachadas con colores según su valor. La Gioconda tenía tres marcas rojas. Lo máximo.

placeholder Fotograma del documental (Filmin)
Fotograma del documental (Filmin)

Sin embargo, lo más llamativo de la historia es que en ese momento en el que la cosa en Europa anda desbocándose entra en escena otro personaje: el duque Franz Wolff-Metternich, un historiador y profesor de arte en la universidad, quien aunque no llegó a formar parte del Partido Nazi, sí simpatizaba con ellos y fue a quien estos designaron para dirigir el programa Kunstschutz (protección del patrimonio artístico) en Francia en 1940. Es decir, él tenía que ser la pieza angular para el saqueo que pretendían hacer los nazis del patrimonio francés (otra guerra dentro de la guerra), en el cual estaban particularmente interesadas figuras como Joseph Goebbels y Hermann Göring.

Pero lo que ocurrió fue algo muy distinto. Cuando Wolff-Metternich llegó a París para entrevistarse con Jaujard se encontró con un Louvre vacío. Ya no había nada. Y, según hace constar el documental, ambos hombres respiraron aliviados porque ninguno de los dos quería que ninguna de estas obras maestras se perdiera. De alguna manera, el simpatizante nazi, amante del arte, pero no para consumo propio, ayudó al francés para que las obras se mantuvieran guardadas mientras el país empezaba a ser bombardeado y los caminos se llenaban de refugiados. Al menos, así fue la relación durante dos años, ambos sufriendo presiones. Uno, por ser el mayor responsable del más importante museo de Francia; el otro, por tener que responder cada día ante los nazis. Es casi increíble.

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Menos pudieron hacer con las obras de particulares, principalmente judíos, que sí fueron requisadas. Pero aquí, una vez más, Jaujard también se anticipó de alguna forma y puso a trabajar con los nazis en el Jeu du Paume, el museo en el que iban alojando las obras robadas, a Rosa Valland, una historiadora de arte que también fue luego miembro de la Resistencia. Ella se dedicó a hacer el inventario de estas obras y anotaba todo, desde los responsables de las transferencias a los convoyes y transportes en las que se las llevaban y a dónde. Aquellas fichas fueron primordiales para recuperar después de la guerra más de 45.000 de estas obras. La paradoja más terrible es que muchas volvieron en los mismos trenes que antes habían llevado a sus legítimos dueños a los campos de concentración.

La historia tiene hasta un recoveco romántico, ya que en medio de toda esta situación —como aquello de "era París y nosotros nos enamorábamos"— Jaujard se enamoró de la actriz Jeanne Boitel, una de las más importantes de la Comedia Francesa, que era también miembro de la Resistencia y que había acudido a encontrarse con él bajo el nombre en clave de Mozart. Las cosas que pueden ocurrir durante una guerra.

Wolff-Metternich pudo mantener su apoyo a Jaujard hasta el año 1942, cuando sus superiores ya se dieron demasiada cuenta de que les estaba obstaculizando el trabajo. Fue defenestrado, retirado de sus funciones y devuelto a la universidad. Fue un momento crítico para los cuadros, pero se logró mantenerlos a salvo. Todo esto, por cierto, también lo cuenta otra película, Francofonía, el Louvre durante la ocupación, de 2015, y que pueden ver también en Filmin (aunque aconsejo muchísimo más el documental dibujado: tiene alma). Jaujard, por cierto, después de la guerra fue nombrado Director General de las Artes y las Letras y en 1959 André Malraux, ministro de Cultura, lo nombra secretario general de Cultura hasta 1966. Pero esto es ya otra historia.

placeholder Jacques Jaujard, segundo por la derecha, en 1947. (Archivo Howard-Beneyton)
Jacques Jaujard, segundo por la derecha, en 1947. (Archivo Howard-Beneyton)

En cualquier caso, después de verlo, y conocer a Jaujard, a Wolff-Metternich, a Volland, a Boitel, se me pasó por la cabeza pensar qué sucedería hoy en estos museos si estalla un conflicto. Si existirían un Jaujard y un Wolff-Metternich, de ideologías completamente distintas pero enamorados del arte, que pudieran colaborar para que, precisamente, el arte se mantuviera por encima de las ideologías.

Y la respuesta, cuando hay incluso manifestaciones por el mismo objetivo divididas, cuando hasta los gustos por una película o una serie se convierten en pelea de gallos en redes sociales, cuando la exageración lo copa todo, cuando se está haciendo guerra cultural con la cultura, desde obras de teatro a los propios museos, es que no lo sé. Y no debería ser así.

"Dirigir es anticiparse a lo que pueda ocurrir". Esta frase se repite varias veces en el delicioso documental El hombre que salvó el Louvre que se encuentra en Filmin. Sus directores, Jean Pierre Devillers y Pierre Pochard, se refieren a Jacques Jaujard, alto funcionario del Gobierno francés que era director de los museos nacionales de Francia, entre ellos la famosa pinacoteca, en 1938, y del que lo más seguro es que usted no haya oído hablar nunca. Lo dicen porque Jaujard se anticipó, pensó en un plan para salvar todos los cuadros del Louvre —también los más enormes— antes de que empezaran a caer las bombas nazis sobre Francia años después. Lo dicen porque a este hombre —y a alguno y alguna más— de los que ya nadie se acuerda les debemos poder admirar La Gioconda, la Victoria de Samotracia o la Venus de Milo, por citar solo tres obras maestras. Lo dicen porque Jaujard —y alguno y alguna más— son parte de los grandes héroes de la II Guerra Mundial.

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