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El hombre que más sabe de 'rock' destapa los excesos de las estrellas de los noventa
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'BODIES: VIDA Y MUERTE EN LA MÚSICA'

El hombre que más sabe de 'rock' destapa los excesos de las estrellas de los noventa

Charlamos con el periodista musical británico Ian Winwood sobre los excesos de las grandes estrellas del 'rock' de los noventa y cómo llegaron a ser víctimas de su propia autodestrucción

Foto: David Bowie en Victoria Station, Londres, en 1973. El artista se dirige a Francia para grabar su álbum de covers, 'Pinups'. (Getty Images/Hulton Archive)
David Bowie en Victoria Station, Londres, en 1973. El artista se dirige a Francia para grabar su álbum de covers, 'Pinups'. (Getty Images/Hulton Archive)
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“¿Estamos en esto por las drogas o estamos en las drogas por esto?”, se preguntaban los Lendakaris Muertos en el apogeo de su carrera. La cuestión es esa, qué fue antes, si el huevo o la gallina, mezclar vino con anfetas o el Sweet Jane, la heroína o el Nevermind, el Jack Daniels o la voz rasposa de Lemmy. Realmente, no hay ni huevo ni gallina: te cuidas o te vas al hoyo directo con todo tu talento.

Esta es una de las conclusiones sobre la sempiterna relación entre exceso y obra en ese fastuoso mundo que englobamos bajo la etiqueta rock and roll que traza el periodista musical británico Ian Winwood en Bodies: vida y muerte en la música (Liburuak, 2023). A lo largo de sus más de 300 páginas desfilan héroes de la guitarra como James Hetfield (Metallica), Chris Cornell (Soundgarden) o Shane MacGowan (The Pogues) sacando a la luz todos y cada uno de los trapos sucios (haciendo honor a Mötley Crue) que enturbiaron su vida hasta arrastrarles al precipicio de la adicción o a la tentativa del suicidio. Se tiende a pensar que en el rock no hay camino de vuelta (“and once you’re gone, you can’t come back”, que cantaba Young), pero lo cierto es que Winwood volvió de ese infierno que compartió con tantas caras conocidas para contarlo.

Y, no, no hay ningún tipo de glamur si lo vives desde dentro. Deja de ser divertido cuando te das cuenta de que esos tipos a los que tienes que rendir cuentas (empresarios de discográficas, promotores y mánagers) te empujan a la autodestrucción. Winwood combina la narración de episodios detrás de los focos y confesiones íntimas de los propios artistas con su propia vida, la cual también se vio arrastrada por esa "picadora de carne" (como el autor la define) que es la industria musical. ¿A qué se debe que veamos como parte del espectáculo esa autodestrucción televisada? ¿Es que estos artistas están tan alineados que viven su propia destrucción "como un goce estético de primer orden", como diría Benjamin? ¿O reconocemos nuestra propia alienación en ellos y por eso la apreciamos como si fuera un atributo más de su enorme talento? Hablamos de esto y más con el propio Winwood a través de videollamada.

placeholder El autor, Ian Winwood, en una imagen promocional.
El autor, Ian Winwood, en una imagen promocional.

PREGUNTA. ¿Cuáles son los hechos narrados en el libro de los que más te arrepientes?

RESPUESTA. Es difícil arrepentirme, porque al final este libro parte de todas esas experiencias. Cuando tuve la idea, quise dividirlo en dos elementos: hablar de personas ajenas y, por primera vez, incluir mi propia historia. Debía exponerme a mí mismo en la narración. Empecé en revistas y periódicos hablando sobre gente adicta o que se había suicidado y, como es lógico, escribía sin meterme dentro de la narración. Entonces, cuando comencé a escribirlo, pensé que era necesario mostrar a los lectores cómo era esa vida para mí o ese entorno que tanto me había afectado personalmente. Fue algo nuevo para mí.

Sin el libro, mi experiencia habría sido un derroche de dinero y de tiempo, además de habérselo hecho pasar fatal a mis seres queridos

Y, de algún modo, el libro tiene final feliz: tengo algo tangible entre manos, algo físico de lo que estoy muy orgulloso y que creo que ha gustado a la gente. Y, sobre todo, lo mejor es que estoy vivo para contarlo. Sin ánimo de hacer spoiler, mi vida se pone realmente difícil y terrible al final. Así que, de algún modo, si no hubiera pasado por todas esas experiencias que me situaron al borde del abismo, este libro no existiría. A nivel profesional, es lo mejor que he hecho, y no podría haberlo conseguido sin exponerme. Si el libro no existiera, todas esas experiencias habrían sido un derroche de dinero y de tiempo, además de habérselo hecho pasar fatal a mis seres queridos. Ellos fueron los que más sufrieron a raíz de mi comportamiento. Es difícil que no me arrepienta de todo ello. Pero, al final, creo que no tengo remordimientos, tan solo por el hecho de que este libro existe.

P. El libro fue publicado por primera vez en Reino Unido hace ya casi dos años. ¿Cómo han cambiado tus sensaciones al respecto? ¿Sientes algún tipo de nostalgia por los hechos que narras? Al fin y al cabo, los artistas del rock engrandecen su leyenda con sus excesos y su vida tiene la percepción dentro del público de ser muy divertida debido a esas juergas continuas.

R. Sí, una de las preguntas que me gustaría poner sobre la mesa es por qué esto ocurre, no solo en los artistas del rock, también en el pop. ¿Por qué la respuesta de la audiencia ante estos hechos es tan diferente de, por ejemplo, los actores? Pienso en las muertes de Philip Seymour Hoffman o Brittany Murphy. La gente reconoce que fueron auténticas tragedias, y por ello lo único que sienten es tristeza, pena y vergüenza. Pensemos, por ejemplo, en Charlie Sheen, que ni siquiera ha muerto, pero sus excesos se perciben como muy tóxicos. En cambio, con la música pasa lo contrario. Parece que, como se usa para la fiesta, tendemos a celebrar o ser indulgentes con estos mismos comportamientos. Shane MacGowan, el líder de The Pogues, murió el mes pasado a los 65 años. Su vida fue extrema en muchos momentos; siempre estaba borracho, y parecía que lo llevaba bien, de ahí que el alcoholismo y sus excesos acabaran convirtiéndose en el aspecto más famoso de su vida. Cuando murió, escribí un obituario sobre él en el que señalaba que no había escrito una sola canción buena en 33 años. Y, de hecho, no llegó a publicar nada nuevo desde los años 90.

"Debemos dejar de engrandecer estas vidas de exceso, sobre todo cuando son jóvenes. Es nuestro deber moral con ellos, los artistas"

La gente no es consciente de lo mucho que afectan los excesos al talento. Al final, por mucha resistencia que tengas, las drogas acaban minando tu creatividad. Cuando eres joven, puedes hacer todas las locuras que se te antojen basadas en esa mitología del rock and roll y, a la par, hacer buena música. Pero, según vayan pasando los años, vas a tener que decidir con qué te quedas, si con tu talento o esa forma de vida extrema. Por ejemplo, Led Zeppelin, el mayor grupo de rock que ha existido: el éxito de la segunda mitad de su carrera viene determinada por sus primeros álbumes, cuando el talento musical bullía en ellos sin control. A la gente le gustan estos últimos discos solo porque son la progresión de los primeros, los realmente buenos. Mötley Crue u Ozzy Osbourne, dos leyendas de la música a quienes se les atribuyen los mayores excesos, llevaron una vida que la mayoría de los mortales como nosotros no podrían vivir hasta el punto de convertirse en héroes culturales. Pero debemos entender que eso solo luce genial cuando nuestro rol es el de espectador, ya que, cuanto más practiques ese exceso, tu vida se irá haciendo más terrible; solo puedes disfrutar esas historias desde una distancia de seguridad. Sí, hay cierta emoción en ello, pero debemos dejar de engrandecer estas vidas, sobre todo cuando son jóvenes. Es nuestro deber moral con ellos, los artistas.

P. Sí, la mayoría de estos artistas y leyendas del rock están cubiertos por un halo de fetichismo e idealización. Pienso en si el título del libro (Bodies) es una manera de bajarlos a la tierra para reivindicar esa corporalidad y así desmitificar sus figuras, haciéndolas de carne y hueso.

R. Nunca me habían hecho esta pregunta y me parece interesante. No, no puse ese título por eso, lo cogí por la canción de Sex Pistols. Y, luego, por dos enfoques que se me ocurrieron. El primero hace referencia al conteo de cadáveres. Y, luego, el segundo motivo nace de una frase popular aquí en Inglaterra, no sé si en España tiene un equivalente, que dice algo así como “necesitamos un cuerpo para hacer el trabajo” (“we need a body to do this job”). Esto quiere decir que muchas veces se necesita a alguien, no importa quién, una persona anónima, para que siga engrosando esta línea productiva de candidatos a subirse en esta montaña rusa. Si alguno de ellos se vuelve loco, o muere en el intento, o acaba destrozado de por vida…, no pasa nada, hay muchos más cuerpos esperando para tomar su relevo.

P. La salud mental es uno de los grandes temas hoy en día. Hemos visto cómo distintas figuras públicas de todos los ámbitos, sobre todo jóvenes, han renunciado a sus carreras de éxito por estos problemas. En la música británica, pienso en Isaac Wood, de Black Country, New Road, quien se retiró después de publicar uno de los mejores discos de los últimos años, y justo cuando empezó a hacerse famoso y a vivir de ello. ¿Crees que los jóvenes están más concienciados del peligro de la fama para su salud mental y de los males de la industria, y que por eso se retiran antes de que su éxito se consolide?

R. Creo que la analogía de la montaña rusa es buena para hablar de esto. Aquellos que han estado ahí, en la cima de esa montaña rusa y saben lo que es, quieren que termine. Nunca olvidarán esa experiencia. Sí, hay gente para la que esa montaña rusa no tiene viaje de vuelta, mira los Rolling Stones, que siguen ahí. Pero, por desgracia, para la mayoría de fans, esa carrera termina mucho antes. Sí, hay bandas para las que esa montaña rusa dura décadas, como Green Day, Metallica o los Red Hot Chili Peppers. Y no importa lo empinada o afilada que sea la caída, están forzados a seguir sin que importen los costes personales. Pero, si tuvieran la más mínima oportunidad, les encantaría volver a lo de antes. Al menos esa es mi experiencia con esa vida.

"Es bastante difícil renunciar al éxito, sobre todo si vienes de clase obrera. Saben que se arrepentirán o la gente se burlará de ellos"

Muy poca gente es capaz de dejar todo eso atrás porque saben que se arrepentirán o la gente no lo entenderá y se burlará. Esto sucede mucho con las bandas cuyos miembros son de clase obrera o de orígenes humildes. Recuerdo una banda de Gales llamada Black Cow, que grabaron un disco en Los Ángeles, fueron portada de Kerrang! varias veces y estuvieron de gira con bandas muy conocidas como My Chemical Romance o Limp Bizkit. Los entrevisté en Japón cuando estaban en la cresta de la ola. Y percibí que no eran conscientes de lo que estaba pasando; sin embargo, desde fuera se notaba que su éxito iba a ser temporal. Tenían que ganarse a los fans de esas bandas, la audiencia es muy exigente, y al final la posibilidad de que se olvidaran de ellos era muy alta. Terminó la gira y volvieron a sus casas arruinados. Entonces, no les quedó otro remedio que buscar trabajos normales. Imagínate: estás tocando para la MTV o de cabeza de cartel en Wembley y, de un día para otro, te tienes que levantar a las ocho de la mañana para ir a trabajar a una tienda de tatuajes porque no tienes dinero. Por tanto, es bastante difícil renunciar al éxito, sobre todo si vienes de clase obrera.

P. El género también es otro elemento a tener en cuenta. La mayoría de los artistas famosos que llevan una vida de exceso son hombres. Metallica, sin ir más lejos, es el paradigma más claro de esa masculinidad en el rock. Ahora han despuntado artistas femeninas como Taylor Swift o Lana del Rey. ¿Crees que el feminismo ha impulsado una nueva sensibilidad musical que ha desplazado esa iconografía del rock tan masculina?

R. Sí, la música rock siempre ha sido muy patriarcal. Y todavía lo es. Mi libro también. Intenté que hubiera más mujeres en él, y en el episodio ocho procuro dar voz a los peligros a los que se enfrentan las mujeres en la industria musical. Sin embargo, como dices, la mayoría de las bandas que aparecen tienen una energía muy masculina. Metallica, sin ir más lejos. Su película, Some Kind of Moster, es la quintaesencia de esa masculinidad tóxica y agresiva, encarnada sobre todo por su frontman, James Hetfield. Las artistas que has mencionado, como Taylor Swift…, no creo que se puedan meter en el mismo saco, ya que ella es una estrella del pop, y siempre ha habido buena representación femenina en la cultura pop: Madonna, Whitney Houston…

"No va a haber grandes bandas de guitarras de aquí a 10 años que giren por el mundo o en grandes espacios"

No creo que el rock se haya despojado de esa masculinidad, al fin y al cabo, el rock es como un "ejército", pero llena de drogas y alcohol. Y espero que hayamos llegado al punto en el que no tengamos que preguntarnos si las mujeres podrían pasar por lo mismo, porque por supuesto podrían. Lo que sucede es que esta manera de trabajar es brutal. Y es así porque a los artistas no se les paga como es debido y tienen que trabajar hasta la extenuación para conseguir un estatus. Me alegro de que por fin haya entrado la salud mental en la conversación pública, pero aún no hemos llegado al fondo del asunto, y es que los artistas son sistemáticamente estafados por las plataformas de streaming y por más actores de la industria. Esta es solo una de las razones por las que sufren tantos problemas de salud mental. Es decir, no solo tienen que trabajar muy duro, sino que lo deben hacer en un entorno brutal.

P. Los festivales hoy en día se han convertido más en un evento social que en una reunión de verdaderos apasionados de la música. Mientras tanto, grandes cabeceras de música globalmente respetadas como Pitchfork son adquiridas por revistas de tendencias. ¿Crees que la música y sus artistas han perdido parte de ese aura mágica y ahora se ven más como un recurso de ocio o turismo para grandes empresas?

R. Creo que no puedo responder a esta pregunta porque hace mucho que no voy a ningún festival. No soy un gran forofo de estos eventos, tengo ya 52 años y no quiero pasar cuatro días en mitad del campo, acampando o gastando un montón de dinero en hoteles solo para ver a Metallica u otras bandas que ya he visto más de 30 veces. No soy un chico al que le guste ir a conciertos, me gusta ver a los artistas dentro de su ambiente fuera del escenario. Es difícil responder a la pregunta de si la música en directo se ha convertido más en un lifestyle event que en un acontecimiento musical. He oído que va a celebrarse un festival especial por aquí cerca al que van los chavales que acaban el bachillerato para celebrar el fin de exámenes. Y que no hay cartel ni nada, da igual quién toque.

"Nuestra relación con la música cambiará, no paran de salir festivales nuevos, pero no hay un relevo en los cabezas de cartel"

También he oído que en los festivales de Reading y Leeds ya no se ve a gente con camisetas de bandas en primera fila. Puede que sea cierto. Lo que sí que creo es que el hecho de que el acceso a la música se haya hecho instantáneo en los últimos años ha acabado relegándola a un mero fenómeno de masas. Ahora puedes conocer el mítico álbum Running Up That Hill de Kate Bush por Stranger Things. Mucha música del pasado que antes no era tan conocida ha encontrado nuevas audiencias. Y al público joven no le importa que la música que les gusta sea de ahora o de hace 50 o 40 años. Cuando escuché el Master of Puppets de Metallica, tenía 15 años, y en aquella época ni yo ni nadie nos podíamos poner en la tesitura de escuchar música publicada hace 40 años. Tendríamos que habernos ido a la Segunda Guerra Mundial (risas). Era importante escuchar música actual. Y esa idea creo que ha acabado o ya no tiene valor para los jóvenes de hoy en día. No sé si nuestra relación con la música ha cambiado mucho, creo que no estoy del todo seguro y tampoco me parece relevante. Lo que sí que me parece relevante es a dónde va el dinero de cada escucha que hago a través de mis auriculares. O el hecho de que la gente escuche música gratis, cuando antes tenías que comprar el disco. Esa cuestión me parece más relevante y creo que es un problema

P. Siguiendo con el tema de los festivales… ¿Cómo crees que han cambiado las giras internacionales de las bandas después de la explosión de estos eventos masivos? Muchas pueden quedarse sin actuar en un país determinado por cancelaciones imprevistas a pocas horas de celebrarse (como ocurrió con el primer día del Primavera Sound Madrid) y, al tener contrato de exclusividad, ya no pueden tocar en ningún sitio de ese país durante lo que dure el contrato.

R. No sé muy bien cómo funcionará en España, pero aquí en Reino Unido lo más común es que una banda que sea cabeza de cartel anuncie tour el día después de haber tocado en un festival. Lo que me parece preocupante es que no va a haber grandes bandas de guitarras de aquí a 10 años que giren por el mundo o en grandes espacios. Ahora mismo, los cabezas de cartel de esos festivales son agrupaciones como Fall Out Boy, Queens of the Stone Age o Avenged Sevenfold. De todos los cabezas de cartel de un festival grande, ellos son los más jóvenes, y eso que son más que adultos. Sucede lo mismo con Peal Jam y otros tantos. El progreso lógico de toda banda prometedora, que siempre ha sido pasar de las salas a los teatros, de los teatros a los estadios y de los estadios a los grandes festivales, se ha roto. Además, los sellos pequeños tienen grandes problemas para sobrevivir, y la mayoría cierran. Nuestra relación con la música cambiará, no paran de salir festivales nuevos, pero no hay un relevo en los cabezas de cartel.

P. Para finalizar, ¿qué consejo darías a ese conjunto de músicos que ahora mismo se está enfrentando a la industria o está atisbando el éxito?

R. Que se comprometan todo lo posible y cuanto sean capaces. Realmente, esto es lo más difícil, ya que tendrán todo en contra para conseguir éxito. Las posibilidades de triunfar son muy reducidas, así que lo único que deben hacer es esforzarse mucho para conseguirlo. El verdadero éxito es hacer que la música sea su principal medio de subsistencia, por lo que deben tener resistencia a la frustración y a la tristeza, ya que lo más probable es que no lo consigan. Y, a la par, deben cuidarse mucho.

"No digo que los músicos tengan que ser abstemios, pero a muchos empresarios les conviene que estén drogados o borrachos"

La industria musical no se sostiene sin compositores ni músicos, así que lo más importante es que sean conscientes de su valor y se cuiden. No deben mostrar agradecimientos a nadie por cosas que ya son suyas. Tienen que asegurarse de que son pagados de manera justa y nunca trabajar gratis. Y, en cuanto a lo demás…, que no pierdan la cabeza por los excesos. No estoy diciendo que tengan que ser abstemios, pero a muchos empresarios de la industria les conviene que estén drogados o borrachos. Si no son conscientes o no tienen un ojo puesto en estas cosas, les acabará perjudicando porque a ellos les conviene. Si tan solo quieres tocar e ir de fiesta, sé maduro e intenta estar pendiente de todo lo que sucede a tu alrededor y la dirección que está tomando tu banda, sobre todo si crees que estás teniendo éxito o estás cerca de conseguirlo. Y, si no, si no alcanzas el objetivo y no va mucha gente a tus conciertos, ten un plan B o una estrategia para no acabar en la mierda. No evadas la realidad. Tienes que mentalizarte y pensar que va a salir bien. Buena suerte.

“¿Estamos en esto por las drogas o estamos en las drogas por esto?”, se preguntaban los Lendakaris Muertos en el apogeo de su carrera. La cuestión es esa, qué fue antes, si el huevo o la gallina, mezclar vino con anfetas o el Sweet Jane, la heroína o el Nevermind, el Jack Daniels o la voz rasposa de Lemmy. Realmente, no hay ni huevo ni gallina: te cuidas o te vas al hoyo directo con todo tu talento.

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