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¿Es más empática la gente que más disfruta de la música que el resto?
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SOBRE LAS NEURONAS ESPEJO

¿Es más empática la gente que más disfruta de la música que el resto?

Un estudio determina que aquellos que tienen más capacidades para conectar con las composiciones de sus artistas favoritos, también poseen más habilidades de cara a leer las emociones de los demás

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De la música se pueden decir cosas muy bellas. Todo aquel que la disfrute de forma extrema, es decir, hasta la lágrima o la euforia contenida, sabe que inunda al cuerpo y a la mente de sensaciones muy difíciles de definir. Se trata de un arte sublime, esto es, que sobrepasa la capacidad de descripción con palabras, gestos o actitudes. De ahí que haya tantas manifestaciones corporales en torno a ella, como los bailes populares, la danza contemporánea o simplemente el 'head-banging' durante los conciertos más metaleros.

"En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad", que diría Arthur Schopenhauer. Y no es cuestión tampoco de ponernos filosóficos para intentar transmitir parte de los efectos que induce la música, pues al final es algo tan abstracto y subjetivo que traspasa la experiencia individual y fenomenológica de cada uno. Pero lo que sí que es cierto es que cada vez la ciencia intenta acercarse más a la raíz de la naturaleza propia de la música, generando debates y resultados empíricos que le otorgan una función evolutiva y social dentro de la antropología.

Es evidente que aquellos con más sensibilidad a las tonalidades melancólicas tienen más posibilidades de percibir los sentimientos de los demás, especialmente los tristes

Como, por ejemplo, el hecho de que nuestra capacidad para componer y disfrutar de la música vaya unida a nuestra habilidad para interpretar emociones humanas. Los expertos neurocientíficos llevan años especulando con la posibilidad de que nuestras neuronas espejo, aquellas células nerviosas neurotransmisoras que se activan cuando perciben algún tipo de emoción en los demás, se activaron justamente en el mismo estado evolutivo que cuando despertó en nosotros la sensibilidad hacia la música. Esto quiere decir que es muy posible que nuestras relaciones sociales favorecidas por la empatía van de la mano de nuestra capacidad para emocionarnos por una secuencia de sonidos ordenada y afinada.

Multitudes en torno a un pentagrama

No en vano, toda cultura humana produce símbolos que funcionan, precisamente, como representación inmaterial de un grupo de personas. La música transmite, de algún modo, el espíritu y sentir de un colectivo de manera espontánea. Tanto si te vas a una tribu de hace cientos de años como a un estadio de fútbol de nuestra era, la música une y conecta a individuos distintos que comparten una serie de rasgos en común, ya sea la pertenencia a un mismo espacio geográfico o a un ideario común. No hay grupo sin himno, sea cual sea.

La expresión musical es muy similar a la de emociones llevada al plano de lo sonoro, aunque la música no remita a gestos ni palabras

En la era del 'streaming', aunque este grupo esté diversificado en miles de individuos que ni se conocen ni puede que tengan nada en común, de pronto emerge ese espíritu de comunidad de desconocidos cuando se interpreta en directo, es decir, en el concierto. Quien lo experimente de forma frecuente lo sabe: la música nos conecta con nosotros mismos y el mundo, pero ante todo es una forma de cultura eminentemente social, pues antes que dirigirse al 'yo' o al mundo, estas dos esferas no son nada sin el otro, el colectivo.

Ya en 2016 un grupo de investigadores internacional publicó un 'paper' en 'Frontiers of Psychology' en el que demostraban después de muchas pruebas que las personas con altos niveles de preocupación empática por los demás tendían, de manera general, a experimentar una mayor reacción emocional a la música, y en concreto a la música catalogada como "triste". Así a simple vista, es evidente que aquellas personas que son más sensibles a las tonalidades melancólicas (podríamos pensar en acordes menores) tienen más posibilidades de percibir los sentimientos de los demás, especialmente los tristes.

Emociones por doquier

De algún modo, la expresión musical es muy similar a la expresión de emociones llevada al plano de lo sonoro, aunque la música no remita a los gestos y palabras de un individuo como sí sucede en el proceso empático. "Para los compositores e intérpretes, uno de los principales objetivos artísticos de la creación musical es transmitir mensajes afectivos específicos a una audiencia", aseveran Benjamin Tabak, profesor de psicología y Zachary Wallmark, musicólogo y neurocientífico, en un reciente artículo sobre el tema en la revista 'Aeon'. Esto es algo evidente, ya que como músico quieres transmitir una emoción concreta y precisa que quieres que se manifieste en los demás.

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"Si tratamos de componer una canción lacrimógena de lo más sincera y el público se echa a reír, es probable que hayamos fallado en nuestro objetivo como músicos", aseguran. "La codificación y decodificación precisas de las señales de expresividad musical es lo que otorga poder a la música, a la par que la capacidad de inferir con precisión las emociones de los demás es esencial para nuestra capacidad cognitiva social". Bajo esta premisa, realizaron un estudio con varios experimentos en los que ponían varias piezas musicales tristes a una serie de participantes después de medir su habilidad para interpretar emociones ajenas.

"Las personas más empáticas en la vida cotidiana, podrían tender a poseer una mayor comprensión de las emociones comunicadas a través de la música"

Así, los resultados se publicaron en la revista 'Emotion'. Tabak y Wallmark descubrieron que, efectivamente, aquellos que descifraban con mayor precisión los estados emocionales de los demás al hablar eran también los que demostraban una mayor capacidad empática a la hora de escuchar actuaciones musicales. "Aquellas personas que son relativamente más empáticas con los demás en la vida cotidiana, también podrían tender a poseer una mayor comprensión de las emociones comunicadas a través de la música", concluyeron.

Aunque todavía es pronto para confirmarlo, los autores esperan en un futuro dar con las claves para que la música forme parte de una serie de terapias enfocadas en tratar de fomentar habilidades sociales a personas más retraídas o menos empáticas de lo normal. "Estamos en la cúspide de la comprensión de las implicaciones sociales que tiene la música, y estamos excitados ante la posibilidad de que futuros investigadores profundicen en cómo esta actividad humana, la más antigua, se relaciona con la cognición social", argumentan.

De la música se pueden decir cosas muy bellas. Todo aquel que la disfrute de forma extrema, es decir, hasta la lágrima o la euforia contenida, sabe que inunda al cuerpo y a la mente de sensaciones muy difíciles de definir. Se trata de un arte sublime, esto es, que sobrepasa la capacidad de descripción con palabras, gestos o actitudes. De ahí que haya tantas manifestaciones corporales en torno a ella, como los bailes populares, la danza contemporánea o simplemente el 'head-banging' durante los conciertos más metaleros.

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