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'Reality', 'Jury Duty': cuando la realidad supera al porno
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PLANES DE FIN DE SEMANA

'Reality', 'Jury Duty': cuando la realidad supera al porno

Las series y películas que juegan a ser indistinguibles de la realidad nos provocan un extraño desasosiego

Foto: Sidney Sweeney es Reality Winner en 'Reality'. (Filmin)
Sidney Sweeney es Reality Winner en 'Reality'. (Filmin)

De vez en cuando alguien tiene una idea original y, con suerte, hasta funciona. La idea original detrás de Reality (Filmin) es reproducir sin saltarse una coma el interrogatorio más o menos informal al que sometió el FBI a una traductora de persa que trabajaba para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). La idea singular de Jury Duty (PrimeVideo) es copiar con toda precisión el procedimiento por el que se forma un jurado popular y colocar a una persona anónima en medio de un juzgado real donde todo el mundo, desde el juez a los guardias, pasando por los otros jurados, es un actor. Reality (que es una película) funciona; y Jury Duty (una serie), no.

La prensa cultural ha saboteado sin paliativos ambas producciones. Da mucha rabia que los periódicos se dediquen a dirigir nuestra mirada hacia los elementos de una película o de una serie que resultan insustanciales, menores, propagandísticos o evidentes. Así, de Reality enseguida se revela lo que la propia cinta no revela hasta el mismo final, postergación que es la clave de su calidad; y de Jury Duty todo el mundo ha repetido lo que seguramente alguien en una sala de márketing acuñó para la serie: “Es una mezcla de The Office y El show de Truman”. No hay nadie peor para definir una creación artística que su propio creador.

'Reality'

Dirigida por Tina Satter, Reality es cine experimental con un poco de política. Cuanto menos política tiene, mejor funciona. La ficción no es periodismo: el titular se deja para el final o, si se tiene realmente mucho talento, no se pone. Una buena película va de demasiadas cosas como para reducirla a un titular.

placeholder Otro momento de 'Reality'. (Filmin)
Otro momento de 'Reality'. (Filmin)

Todo es paradójico. Tenemos a una mujer cuyos padres no encontraron mejor nombre que ponerle que "Realidad" (encima su apellido es Winner: Reality Winner, parece un nombre sacado de alguna novela de Charles Dickens), y la propia película consiste en reproducir el puñado de horas en las que el FBI le hizo preguntas sobre un hecho ilegal cometido por la traductora en la sede de la NSA. La actriz, Sydney Sweeney, se parece a Reality Winner; la peinan igual, la visten igual, le ponen las mismas zapatillas, ruedan en la casa exacta donde vivía cuando el FBI la abordó. Hasta las voces de todos los actores suenan igual que las voces de los personajes reales (de vez en cuando, interrumpe el relato ficticio un fragmento real de la grabación en la que se basa).

Así planteado, la película parece una chorrada: el FBI graba un interrogatorio, Tina Satter consigue una copia; Tina Satter hace una película donde varios actores reproducen con toda exactitud (silencios, susurros, toses, dudas) los parlamentos que se escuchan en esa grabación policial. Por eso lo menos interesante de la película es qué hizo Reality en la NSA para recibir la visita de dos agentes del FBI. Lo más interesante es cómo distinguimos la realidad de un guion de cine.

Foto: Fotograma de la película 'Reality'. (Filmin)

La tensión de Reality está en el constante recordatorio de su creadora de que nada ahí es falso, y sin embargo parece una obra de teatro de primer nivel, con libreto premiable. La película se la juega porque una historia que se aparte de los tres actos, los puntos de giro, los clímax y demás aparataje narrativo está condenada al fracaso o ganar la Palma de Oro en Cannes. El espectador se pregunta a cada momento: ¿pero esto es real de verdad? ¿Cómo puede ser real un thriller tan bien medido, tan angustioso, tan certero? Los agentes del FBI están maravillosos como agentes del FBI que sólo hacían su trabajo: dan ganas de pedirle al FBI todo lo que tenga grabado y hacer películas brillantes una detrás de otra. El agente que lidera el interrogatorio es encantador, educadísimo. Poco a poco va llevando a la pobre traductora a un callejón sin salida donde la cárcel es su mejor opción. Quizá el FBI es indistinguible, a su vez, de Hollywood mismo. Protegen el país haciendo actuaciones dignas de un oscar.

La película desconcierta, hace pensar, hace dudar de todo registro y de todo recuerdo. Y certifica qué es buen cine: justamente la realidad, la sensación extrema de realidad. Por eso una película coreana doblada al español ya no es cine, amigos.

'Jury Duty'

Jury Duty, sin embargo, no funciona, como decimos. Más que a El show de Truman (Peter Weir, 1998) recuerda a Inocente, Inocente, ese programa de bromas donde todos en el lugar de la acción son actores compinchados menos uno, el inocente.

placeholder Ronald Gladden es el protagonista de 'Jury Duty'. (Amazon Prime)
Ronald Gladden es el protagonista de 'Jury Duty'. (Amazon Prime)

La labor de sus creadores es portentosa. Reproducir de manera precisa la vida dentro de un juzgado, las peripecias de un juicio, al ciudadano variado y común que puede coincidir contigo en un jurado popular, y todo animado por la improvisación a la que obliga que el “inocente” diga una cosa u otra, vaya hacia un sitio o hacia otro, se enfade o se alegre o dude incluso de pronto sobre algo que acaba de suceder.

El toque casi de genialidad en la idea original es incluir como jurado a un actor conocido, James Marsden (El diario de Noa, Sonic). Dense cuenta de que todos son actores menos ese pobre hombre llamado Ronald Gladden, y que poner a un actor evidente entre los miembros del jurado no deja de ser una especie de confesión anticipada, una pista sobre lo que de verdad está viviendo Ronald.

Foto: 'Jury Duty'.

Pero el resultado es decepcionante. Si se compara con The Office, es porque comparte productores y guionistas, pero la realidad es mucho menos divertida que el fruto de tus largas horas en la writing room. El hecho de que Ronald Gladden viva una realidad hace que toda la serie sea esa realidad: sólo vemos a un hombre engañado por Amazon PrimeVideo para hacer dinero. Nunca vemos otra cosa que eso: un engaño. Así es difícil el humor, el momento de gracia de un actor o la perfección de un gag. Lo único importante es mantener engañado al joven Gladden.

En 'Jury Duty' lo único importante es mantener engañado al joven Gladden

Tampoco El show de Truman tiene nada que ver con Jury Duty, porque El show de Truman es un engaño dentro de una ficción, que nos creemos a pies juntillas: alguien ha colocado a un hombre en un mundo falso y lo manipula para solaz de una audiencia. Jury Duty no pretende que su hombre viva una peripecia increíble, sino que viva una realidad completamente vulgar. Lo consigue, y por eso no funciona como entretenimiento.

En todo caso, tanto Jury Duty como Reality son productos estimulantes, generosos y arriesgados. La clase de aventura creativa que cada vez resulta más difícil de encontrar.

De vez en cuando alguien tiene una idea original y, con suerte, hasta funciona. La idea original detrás de Reality (Filmin) es reproducir sin saltarse una coma el interrogatorio más o menos informal al que sometió el FBI a una traductora de persa que trabajaba para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). La idea singular de Jury Duty (PrimeVideo) es copiar con toda precisión el procedimiento por el que se forma un jurado popular y colocar a una persona anónima en medio de un juzgado real donde todo el mundo, desde el juez a los guardias, pasando por los otros jurados, es un actor. Reality (que es una película) funciona; y Jury Duty (una serie), no.

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