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La gran estafa inmobiliaria del Benidorm de los ochenta: "Fue una cutrada"
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Historias de la corrupción

La gran estafa inmobiliaria del Benidorm de los ochenta: "Fue una cutrada"

La escritora valenciana Elisa Ferrer publica 'El holandés', una novela basada en la venta fraudulenta de un solar vacío que le acarreó al estafador una ganancia de 400 millones de pesetas en 1989

Foto: La escritora Elisa Ferrer acaba de publicar 'El holandés', sobre una estafa inmobiliaria en Benidorm. (Iván Giménez)
La escritora Elisa Ferrer acaba de publicar 'El holandés', sobre una estafa inmobiliaria en Benidorm. (Iván Giménez)
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Se llamaba Rafael. Y Ángel. Y Honorato. Tenía un bar. Y una discoteca. Y en 1989 dio uno de los palos con mayor estilo picaresco de los que se recuerdan en Benidorm: consiguió vender un solar que no era suyo en primera línea de playa y embolsarse 400 millones de pesetas engañando al comprador, al poseedor del solar y a cualquier autoridad que se precie. Luego huyó a los Países Bajos. Catorce años se pasó entre cárceles y escondites para después regresar y contar su gesta, su gran épica. Se sentía un héroe y en su pueblo, donde no se escatima en motes, como en ninguno, le llamaban el Holandés.

“¿Tú eres la guionista?”. “Sí”. “Pues ven, que te voy a contar una historia”. Así fue como Elisa Ferrer (Valencia, 1983) se topó hace más de seis años con la leyenda de Rafael o Ángel u Honorato, los nombres bajo los que se escondió el autor de esta estafa real. Ambos eran del mismo pueblo, L’Alcudia de Crespins, y la historia era una de esas de las que todo el mundo había oído hablar y se contaba en los bares con sus medias verdades y mentiras. Pero para Ferrer había un plus, ya que el tipo era un conocido de la familia. “Así que vino a mi casa, me la contó y yo pensé, ahora no estoy para escribir un guion de nada. Pensé, qué marrón. Pero estando en Iowa, a donde me había ido por una beca para escribir, fui a un taller de no ficción y ahí pensé, voy a llamarle. Y así empecé con skypes con él desde EEUU”, cuenta la escritora por teléfono a El Confidencial. Aquello ocurrió en 2018; cinco años después, Rafael no tiene su serie de televisión, ni su biografía, pero sí su novela: El holandés (Tusquets), un retrato novelesco, pero, como dirían en la tele, basado en hechos reales, de una de esas estafas que demuestran por qué Benidorm es todavía hoy uno de los parajes más singulares de la geografía española.

placeholder 'El holandés', de Elisa Ferrer.
'El holandés', de Elisa Ferrer.

Porque lo que va reflejando la novela es un paisaje español ávido de ganar dinero rápido con operaciones cuanto menos bastante opacas —muchas veces regadas de alcohol y cocaína— y que fue llenando el litoral levantino de torres donde no quedara un mínimo trozo de tierra vacío. Una España en la que se entiende que habitaran tipos como Jesús Gil o el personaje de Javier Bardem en Huevos de oro. Ese tipo ibérico que lo único que quería era lucrarse y cuya mayor arma era la labia, el desparpajo, tener pocos escrúpulos y, como dice Ferrer, “que cada vez que abría la boca muriera todo el feminismo”. Y, sin embargo, que al mismo tiempo te cayera muy bien, te sedujera. Como Rafael, al que la escritora no duda en calificar de “un tipo muy majo”. Desde luego, así siempre se estafa mucho mejor.

Pero esa España de pícaros vividores sesenteros, setenteros, ochenteros y noventeros también tuvo sus consecuencias. “Son ese tipo de personas que hicieron cosas que ahora nos estamos comiendo la gente de nuestra generación. Por eso supe que no quería escribir un thriller cronológico, sino compararlo con el momento actual cuando han pasado más de 30 años y la sociedad ha evolucionado”, sostiene. Porque ella, tras la historia de primera mano de Rafael y cotejar archivos, lo tiene bastante claro: “Lo que hicieron fue una cutrada absoluta con un banco, el otro, el amiguito del banco. Ahora sería inviable. Ahora hay mucha nostalgia de esa de antes se vivía mejor y no, no se vivía mejor”.

placeholder Elisa Ferrer, delante del edificio Veralux, que se construyó en el solar con el que Rafael estafó a los compradores. (Iván Giménez)
Elisa Ferrer, delante del edificio Veralux, que se construyó en el solar con el que Rafael estafó a los compradores. (Iván Giménez)

Si el estafador es el personaje angular de la novela, Benidorm no lo es menos, ya que su historia es muy impresionante. Pocas personas pueden imaginar hoy que aquello, antes del boom turístico y el Spain is different, era un pueblecito de 6.000 habitantes donde muchos solo tenían una mano delante y otra detrás mientras se dedicaban a la pesca de atún de almadraba. Es más, un pueblo en el que las tierras buenas eran las del interior, las fértiles, las de los huertos y los olivos, mientras que las que estaban justo a la playa nadie quería por ser áridas y estériles. Hasta que entró el dinero de la especulación, claro.

“La historia de Benidorm es puro material literario. Es un personaje con su arco de evolución supermarcado. Empieza siendo un pueblo de nada, y de repente las tierras que sobre todo heredaban las mujeres y los hijos vagos, que eran las de primera línea de playa y que no servían para nada…, de repente aparece un montón de gente que conoce al alcalde y que empiezan a ver que esas tierras se puede revalorizar y se las compran a muchos agricultores por cuatro duros. Así es como empieza esta España de ñapas, de lucrarse, de corrupción… Benidorm es un caldo de cultivo brutal”, comenta Ferrer que, no obstante, pese a que cree que todo ha mejorado “porque hay más control”, Valencia, en general, “sigue siendo bastante corrupta”.

"En esta España de ñapas, de corrupción… Benidorm es un caldo de cultivo brutal"

De hecho, en la novela no aparecen nombres reales, pero en varias escenas de reuniones que acaban en reservados de discotecas se pueden poner unos cuantos nombres y apellidos. ¿La causa de este ambiente tan corrupto? La escritora tiene su propia teoría que fue pergeñando a medida que reconstruía la historia de Rafael: “Imagina este clima para una persona de Reino Unido… Y para ellos además todo es barato. Con eso ya lo tienes. Una persona de Reino Unido no se va a ir al norte de España… Esta gente quiere playa, sol y alcohol barato. Y es una gente claramente estafable”.

La España emigrante

El trabajo de la novela también llevó a Ferrer hasta Utrecht, en Holanda, donde Rafael se mantuvo huido durante años. Huido, pero no escondido en un sótano. Al contrario, allí también desplegó su don de gentes y le conocía todo el mundo. “Salieron las ayudas de alivio Covid para escritores y me fui a Utrecht. El propio Rafael me puso en contacto con gente de allí. Y se acuerdan de él incluso los que no eran amigos de él. No hablaba inglés ni holandés, pero hablaba con todo el mundo. Es que es este tipo de persona encantadora”, comenta. Fueron dos meses de escritura sin parar. “Superproductivos. Virginia Woolf hablaba de la habitación propia y yo de la residencia propia”, añade.

"Es una España rara porque se ha quedado anclada y ya no sabe muy bien qué está pasando aquí y ya no son ni de allí ni de aquí"

Allí descubrió también la España emigrante. La que había llegado allí sobre los sesenta y setenta y hoy se ha quedado en una especie de limbo. Esa España que aún mantiene el bar de bravas, croquetas y cabezas de gamba como seña de identidad. “Es una España rara porque se ha quedado anclada y ya no sabe muy bien qué está pasando aquí y ya no son ni de allí ni de aquí. Allí siempre son extranjeros y tienen ese desarraigo. Y luego tienen esa cosa de decir que si vienen los migrantes… ¡pero si ellos lo son!”, describe Ferrer sobre lo que vio allí. En la novela aparece Casa Sánchez, “lo que conocían como la auténtica España”, y holandesas que incluso se arrancan con el flamenco, “como si todas las españolas supiéramos flamenco. Eso todavía persiste y en mi caso no hay nada más alejado de la realidad”.

La creación literaria

Dar forma a todo esto no ha sido nada fácil, admite Ferrer. Para ella ha sido más complicado tratar con el sustrato de la verdad que si hubiera sido todo ficción. “Yo estoy cómoda en la mentira absoluta”, reconoce confesando que le costó mucho encontrar el tono. De ahí que le haya llevado tanto tiempo escribirla. Además, la ha conjugado con una trama de thrillercon asesinato incluido— que hace que se rompan las costuras de la novela e incluso se pueda medio incluir en el género negro. “Para mí es una novela literaria. Yo no me siento escritora de género, les admiro mucho, pero como todos los géneros se están repensando igual sí”, añade.

placeholder La autora, junto a la locura de la costa de Benidorm. (Iván Giménez)
La autora, junto a la locura de la costa de Benidorm. (Iván Giménez)

En la novela, Rafael acaba al final poniéndole alguna pega a la escritora que escribe su historia porque lo que quiere es quedar como un auténtico héroe y no como un pícaro de tres al cuarto que estafó 400 millones de pesetas. “El real no me ha puesto pegas —se ríe Ferrer—, pero si me ha dicho, esto no puede estar, esto sí o cómo vamos a repartir los derechos. Él lo que quiere es forrarse y ya le he dicho que qué vamos a repartir si aquí ni en el audiovisual ni en la literatura hay dinero”.

Precisamente por eso la novela tiene una última dedicatoria: a las ayudas extraordinarias para la movilidad de la creación literaria impulsadas por el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, las ayudas covid. “Es que es imposible vivir de escribir libros. Yo trabajo en un programa de radio. Y luego en el día a día tienes todo lo doméstico. No tienes tanto tiempo para escribir. Es una lucha contigo misma para sacar tiempo para escribir. Hay poquísima gente en este país que pueda vivir de los libros, así que claro que son necesarias esas becas si queremos tener tejido cultural, pero tanto en cine como en literatura como en todo”, zanja.

Se llamaba Rafael. Y Ángel. Y Honorato. Tenía un bar. Y una discoteca. Y en 1989 dio uno de los palos con mayor estilo picaresco de los que se recuerdan en Benidorm: consiguió vender un solar que no era suyo en primera línea de playa y embolsarse 400 millones de pesetas engañando al comprador, al poseedor del solar y a cualquier autoridad que se precie. Luego huyó a los Países Bajos. Catorce años se pasó entre cárceles y escondites para después regresar y contar su gesta, su gran épica. Se sentía un héroe y en su pueblo, donde no se escatima en motes, como en ninguno, le llamaban el Holandés.

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