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Poeta maldito y 'enfant terrible': la historia de Branwell, la oveja negra de la familia Brontë
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Poeta maldito y 'enfant terrible': la historia de Branwell, la oveja negra de la familia Brontë

Aunque no ha pasado a la historia como sí lo han hecho sus hermanas, el cuarto hijo de la familia tuvo una vida bohemia y sirvió como catalizador para algunas obras góticas fundamentales en la literatura

Foto: Retrato de las hermanas Brontë por Branwell, que posteriormente borró su propia figura del cuadro. (Getty/Corbis/VCG Wilson)
Retrato de las hermanas Brontë por Branwell, que posteriormente borró su propia figura del cuadro. (Getty/Corbis/VCG Wilson)

Si hay una familia conocida por haber sido tocada por la musa de la escritura, sin duda fue la de las talentosas hermanas Brontë. Aunque la reputación se extiende en mayor o menor medida a todos sus miembros, las que realmente han pasado a la historia por ser unas novelistas excepcionales fueron Charlotte y Emily, y en menor medida Anne. Sin embargo, no fueron tres, sino seis, el total de hermanos que formaron parte de esta estirpe fundamental para la historia de la literatura.

En una época en la que se reivindican las figuras femeninas antes acalladas, las Brontë forman parte de ese selecto grupo de escritoras del siglo XIX que en un principio tuvieron, irremediablemente, que firmar sus poemas y novelas bajo seudónimos masculinos. Pese a que solamente Jane Eyre, de Charlotte, alcanzó la fama inmediata, los críticos han señalado en multitud de ocasiones que fue Emily Jane, autora de la novela gótica por excelencia, Cumbres borrascosas, el verdadero genio de la familia. Un genio que no pudo madurar en exceso debido a su prematura muerte y que tuvo que enfrentarse a una acogida tibia, en el mejor de los casos, de su novela más famosa.

Foto: Fotografía de una chica enferma de tuberculosis, por Henry Peach Robinson. (Wikimedia)

Las Brontë convivieron con la muerte, como cualquier espíritu romántico que se precie, desde muy temprano. Primero, asistieron a la de su vivaz madre, de la que los hermanos más pequeños apenas guardaban recuerdo. Después, de las dos hermanas mayores, María y Elizabeth, fallecidas cuando eran muy jóvenes. Esto marcaría forzosamente la personalidad de los cuatro hermanos que llegarían a la edad adulta, conmocionados por la severidad de las escuelas a las que asistieron (tanto es así que Cowan Bridge, la escuela fundada para los hijos de los clérigos de escasa fortuna, tendrá un impacto tan fuerte en Charlotte que servirá para forjar la cruel infancia de su personaje Jane Eyre) y absortos en el propio micromundo que crearon, en torno a la literatura.

Porque también el único hermano varón de los Brontë, el preferido de su padre y niño mimado por sus hermanas, tuvo un amplio interés por la literatura pese a que su nombre no ha pasado a la posteridad y nadie podría nombrar una sola obra salida de su mano. Y, sin embargo, fue fundamental para el devenir de sus hermanas y para la creación de sus obras. Fue Branwell Brontë, nacido como Patrick, la oveja negra de esta familia de escritoras eternas. El enfant terrible del mundo gótico, apasionado de Byron, como no podía ser de otro modo.

Foto: 'La muerte de Lord Byron' (1826)

Quizás el error que marcaría su vida fue el hecho de que, desde su infancia, tanto su padre como sus hermanas consideraron que se encontraban ante un genio indiscutible. El cuarto hijo de la familia fue el orgullo de su padre, pastor anglicano que se desvivió por forjar su carácter y su talento. Y, en un principio, Branwell pareció cumplir con lo que se le exigía: inteligente y despierto, lector voraz, se interesaba por la música, la historia, las lenguas antiguas y la literatura en particular (según cuentan podía escribir dos cartas diferentes a la vez, una con cada mano), por lo que desde su infancia se complacía creando reinos imaginarios con sus hermanas o mostrando su talento en la posada del pueblo, The Black Bull, donde entretenía a los visitantes.

Además, poseía un destacado talento para la pintura (el retrato más famoso de las tres hermanas juntas está pintado por él), por lo que su padre siempre intentó llevarle por el camino recto pese a todas las veces que él luchaba por desviarse del mismo. Pudo educarse en casa, a diferencia de sus hermanas, y, cuando cumplió 18 años, aquel niño mimado que jamás se había preparado para una carrera específica porque parecía tenerlo todo en la palma de su mano comenzó a sufrir el peso del rechazo y las humillaciones. Entre 1835 y 1842 escribió a varias revistas ofreciendo sus servicios con arrogancia, y sus cartas jamás recibieron respuesta. Su progenitor le consiguió un trabajo en la estación de ferrocarriles, pero a los pocos meses le acusaron falsamente de robo y le echaron.

Entre 1835 y 1842 escribió a varias revistas ofreciendo sus servicios, pero no recibió respuesta. Se refugió en el opio y el alcohol

¿La solución? La bebida y el opio. Sus andanzas son memorables, comienza a frecuentar pubs nocturnos donde hace colegas de andanzas que le adoran por su sentido del humor y su rápido ingenio e incluso en 1836 se une a la logia masónica de las Tres Gracias de Haworth. Un año antes había solicitado ser admitido en la Royal Academy of Arts en Londres, pero la inseguridad quizá no le permite acudir a clase y pasa la mayor parte del tiempo dedicado a la bebida. Volverá al final a la casa paterna totalmente arruinado, como el hijo pródigo.

Su corta vida no mejora, pese a los intentos de su familia, siempre pendientes de él. Su padre insistirá durante toda su vida en que se convierta en tutor y su hermana Anne, la pequeña, lo recomendará como profesor en la casa en la que ella misma trabaja como institutriz. ¿Cómo termina el asunto? Con Branwell perdidamente enamorado de la señora Robinson (al más puro estilo El graduado), la madre de los niños que ha jurado instruir, lo que por supuesto termina en un escándalo mayúsculo en aquella sociedad victoriana. Humilla a Anne y él acaba también humillado y con el corazón roto, lo que agravará sus problemas y adicciones.

Los últimos años antes de morir los pasó con el corazón roto y en un extraño 'delirium tremens' acrecentado por su adicción al láudano

Los últimos años antes de su muerte los pasará en un extraño delirium tremens acrecentado por su adicción al láudano, hasta el punto de que su padre acaba durmiendo con él por las noches para vigilarlo. Como cualquier personaje clásico del romanticismo y el poeta maldito que en el fondo es (fue, a pesar de todo, el primero de los Brontë en ver publicado un poema, aunque no haya pasado a la posteridad), acabará falleciendo por tuberculosis en 1848 en Haworth (Inglaterra). Genio y figura, en la biografía de su hermana Charlotte se cuenta que insistió en morir de pie como última voluntad.

El impacto de su persona fue fundamental en la obra de sus hermanas. Su alcoholismo se ve reflejado en el personaje de Arthur en la novela de Anne La inquilina de Wildfell Hall. De la misma manera, estudiosos de la familia han querido ver su figura en el señor Rochester de Jane Eyre. Y, probablemente, la referencia está aún más clara en el Heathcliff de Cumbres borrascosas, un personaje salvaje, cruel y libre que mantiene una relación tan ambigua con la protagonista Catherine que solo puede describirse con una de las frases de la novela, salida de los labios de la propia antiheroína: “Si el mundo desapareciera y él se salvara, yo seguiría viviendo, pero si desapareciera él y lo demás continuara igual, yo no podría vivir”.

Algunos autores han querido ver una relación incestuosa entre Branwell y Emily. Ambos murieron el mismo año y casi con la misma edad

Es difícil señalar la verdadera relación que tuvieron Branwell y Emily, puesto que ambos murieron muy jóvenes, de la misma enfermedad y en el mismo año (él con 31 años y ella con 30). El carácter profundamente reservado e introvertido de Emily solo pudo conocerse mediante los ojos de su hermana Charlotte y las cartas que dejó sobre ella. No obstante, muchos expertos quisieron ver una suerte de relación incestuosa entre ambos, basada en el hecho de que (como indica un artículo publicado en The Conversation), la escritura de las Brontë era en un principio bastante tosca, influenciada probablemente por el estilo de vida bohemio de su hermano. Eso les hizo volar la imaginación: si la relación de Heathcliff y Catherine es, en cierto modo, incestuosa porque se consideran prácticamente hermanos, y Branwell sirvió de algún modo como catalizador para el personaje masculino de Cumbres borrascosas, eso significa forzosamente que Emily y él también tenían una relación incestuosa.

Pero hay poca información al respecto como para poder admitir algo así. La figura de Branwell, aunque esencial para sus hermanas, se pierde en las páginas de la historia. Irónicamente, el hermano que parecía tener más papeletas para convertirse en alguien importante fue el único de los Brontë que no ha conseguido su sitio en la eternidad.

Quizás, en el fondo, él lo sospechaba cuando realizó el retrato de las Brontë. Si se observa bien, se intuye la sombra del mismo pintor en el centro del cuadro, rodeado de sus hermanas, que lo protegen como lo hicieron en vida. Una sombra invisible, apenas perceptible, irremediablemente eclipsada por las tres mujeres que se encuentran a su alrededor.

Si hay una familia conocida por haber sido tocada por la musa de la escritura, sin duda fue la de las talentosas hermanas Brontë. Aunque la reputación se extiende en mayor o menor medida a todos sus miembros, las que realmente han pasado a la historia por ser unas novelistas excepcionales fueron Charlotte y Emily, y en menor medida Anne. Sin embargo, no fueron tres, sino seis, el total de hermanos que formaron parte de esta estirpe fundamental para la historia de la literatura.

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