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Austen Layard, el Indiana Jones que descubrió la ciudad bíblica de Nínive y el palacio de Nemrod
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La aventura de la Arqueología I

Austen Layard, el Indiana Jones que descubrió la ciudad bíblica de Nínive y el palacio de Nemrod

Layard viajaba junto a su amigo y ayudante Hormuz Rassam, en una búsqueda real de los vestigios de aquellos templos y ciudades

Foto: Austen Henry Layard (1817-1894). (Wikimedia Commons)
Austen Henry Layard (1817-1894). (Wikimedia Commons)

"En el otoño de 1839 y el invierno de 1840, viajé por Asia Menor y Siria. Me acompañaba un hombre que tenía tantas ansias de aprender como yo. Ambos despreciábamos todo peligro, cabalgábamos solos, sin más protección que nuestras armas; la mochila atada a la silla de montar era todo nuestro equipaje". Es difícil no imaginar con las palabras del aventurero y arqueólogo Austen Layard la escena final de Indiana Jones y la última cruzada, cuando salen a caballo del templo de los leones alados, en Petra, Jordania.

Layard viajaba junto a su amigo y ayudante el iraquí Hormuz Rassam, en una búsqueda real de los vestigios de aquellos templos y ciudades que a diferencia de otros vestigios antiguos se había tragado el tiempo literalmente, totalmente ocultos, y de los que incluso se dudaba de su existencia, como algunos años más tarde ocurriría con la ciudad de Troya, descubierta por Schliemann siguiendo la guerra entre griegos y troyanos descrita por Homero en la Ilíada.

placeholder 'Jonás predicando al pueblo de Nínive', de Andrea Vaccaro (siglo XVII). (Museo de Bellas Artes de Sevilla)
'Jonás predicando al pueblo de Nínive', de Andrea Vaccaro (siglo XVII). (Museo de Bellas Artes de Sevilla)

Con Austen Layard y Paul Emile Botta comenzamos una serie de esos auténticos Indiana Jones, menos conocidos que el alemán y que entre los siglos XIX y primera mitad del XX moldearon la figura de esos héroes y aventureros de ficción que cautivaron la imaginación de varias generaciones. Layard y Botta, tras los pasos de las ciudades perdidas de Nínive y Nemrod en lo que una vez fue el imperio asirio de Mesopotamia, la cuna de la civilización, el arquitecto alemán Robert Koldewey, en busca de la bíblica Torre de Babel, el abogado neoyorquino Lloyd Stephens, desentrañando las ruinas mayas de Copán…

¿Quién era Austen Layard, un pasante inglés que había acabado en los confines de Irak buscando las ciudades del Antiguo Testamento? En España lo conocían bien porque acabaría como embajador inglés en Madrid. El historiador español Juan Facundo Riaño lo describiría así a finales del XIX: “Nació el señor Layard (Austen-Henry) en París el 5 de marzo de 1817. Hijo de una familia protestante, a quien la revocación del Edicto de Nantes obligó a volver a Inglaterra, Layard comenzó allí la carrera del Derecho, que abandonó bien pronto por lanzarse a los viajes de Oriente, cuya vocación parecía en él innata. Contando apenas 22 años, recorrió el Asia menor y la Siria, bajando por la orilla derecha del Tigris hasta los lugares en que se suponía haber existido Nínive. Aprendió el persa y el árabe, acomodándose a las costumbres de estos pueblos de tal modo que se le creía hijo del Oriente" (Juan Facundo Riaño, La Ilustración española y americana, 25 de abril de 1870).

Foto: 'La Armada Invencible', atribuido al pintor inglés Nicholas Hilliard.

"En los que se suponía que existió Nínive"… En realidad, estaba escrito en la Biblia: y eran precisamente las ciudades del vicio y la perdición. En el Antiguo Testamento se describían con detalle las expediciones punitivas de los asirios, la construcción de la Torre de Babel, la suntuosa ciudad de Nínive, la cautividad de los judíos —que duró 70 años—, el reinado de Nabucodonosor… y también sobre las vasijas de la cólera divina que siete de sus ángeles vertieron sobre el país del Éufrates, cómo los profetas Isaías y Jeremías exponían sus terribles visiones de la destrucción del más hermoso de los reinos, del esplendor maravilloso de los caldeos, que sufrirán el castigo de Dios como Sodoma y Gomorra

Pero si tal y como explicaba David W. Ceram en el clásico de la arqueología Dioses, tumbas y sabios, la palabra de la Biblia no se había puesto en duda en el mundo cristiano durante 17 siglos, con la llegada de la Ilustración y la ciencia moderna, que precisamente impulsarían las disciplinas del estudio científico del mundo antiguo, ¿podía tomarse en serio lo que allí estaba escrito?

La palabra de la Biblia no se había puesto en duda en el mundo cristiano durante 17 siglos

Dejando al lado las interpretaciones divinas y religiosas, se fue abriendo camino entre estudiosos y eruditos, entre aventureros y científicos, la idea de que a pesar de cualquier crítica de la razón, a la fuerza los textos bíblicos debían contener también grandes verdades. Estaban además las inquietantes colinas alrededor de la ciudad de Mosul, Irak, entonces parte del imperio otomano, que coincidían con la descripción de Mesopotamia, la civilización entre los ríos Tigris y Éufrates. Las colinas cerca de la nueva ciudad en un territorio que se caracterizaba por ser llano.

"Solo en algunos lugares se elevaban misteriosas colinas fustigadas por las tempestades de polvo que acumulaban tierra negra hasta formar altas dunas que crecían durante cien años, y en los cinco siguientes eran otra vez deshechas por el viento. Los beduinos que pasaban por estos lugares, y en ellos hallaban miserables pastos para sus camellos, no sabían que aquellas colinas ocultaban algo" (David W. Ceram, Dioses, tumbas y sabios).

Foto: Harrison Ford en la premiére de Indiana Jones en Los Ángeles (California). (Reuters/Mike Blake)

Lo cierto es que a diferencia de otros vestigios y ruinas de una forma u otra a la vista para los pueblos indígenas y que fueron más bien redescubiertas y dotadas de significado histórico por los primeros proto arqueólogos europeos en el XIX, los restos de Nínive, de Nemrod, del imperio asirio, habían desaparecido. Nadie se podía imaginar además la belleza de que lo que contendrían aquellos palacios asirios con sus enormes y fantásticos toros alados, ya que apenas se sabía lo poco de las vagas descripciones del Antiguo Testamento, ni una sola representación, grabado o similar, sencillamente era ignoto.

Tal y como describe José Luis Pellicer Mor en el prólogo de la propia narración que escribiría Austen Layard acerca de sus descubrimientos — Nínive, historia de los descubrimientos en Mesopotamia (Confluencias)—: "Desde la destrucción de Nínive, junto con la caída del último de los imperios asirios en el año 612 a. C., como consecuencia del ataque de una coalición de pueblos alzados contra su opresivo poder militar, Asiria había pasado a ser una de las civilizaciones menos documentada de la Antigüedad, al tiempo que permanecía rodeada de un halo de infranqueable misterio".

La destrucción de Nínive coincidió con la caída del último de los imperios asirios

Imaginen por un momento: en la nueva era de la ilustración y después del cientifismo victoriano, unos aventureros confirman hallazgos maravillosas de los textos bíblicos que se querían poner en duda: las mismas ruinas de las ciudades asirias, extraídas de su letargo de dos milenios y medio, apoyaban amplios pasajes del Antiguo Testamento en relación con la primitiva historia de Israel, por lo que a mediados del siglo XIX, cuando tuvieron lugar esos asombrosos descubrimientos, el interés que despertó en el imaginario colectivo europeo (y especialmente británico) fue inusitado.

La historia del descubrimiento es aún más increíble: poco antes de que Austen Layard y Hormuz Rassam bajaran por la orilla derecha del Tigris, el francés Paul Emille Botta había reparado también esas extrañas colinas y excavado en una de ellas afirmando haber encontrado por fin la ciudad de Nínive. Botta que era médico y coleccionista de insectos había llegado a Alejandría en 1833 como cónsul francés y en 1840 agente consular en Mossul, exactamente en el mismo año que Layard y Hormuz comenzaban a investigar también las colinas.

Foto: El falangista Manuel Hedilla

Allí, intrigado por conseguir alguna pista que dilucidara si merecía excavarlas fue visitando choza por choza todos los alrededores de Mossul. ¿Qué buscaba? Vestigios de esa zona que hubieran podido ir emergiendo del suelo y que se hubieran quedado entre los lugareños, una concentración de piezas que justificara hincar el pico y la pala: Botta iba así inquiriendo: ¿Tenéis antigüedades? ¿Jarros, algún vaso antiguo? ¿De dónde habéis sacado los ladrillos con que habéis construido este establo…?

Fue inútil, lo que no desanimó al francés que acabó hincando la piqueta en la primera colina que le inspiró y que resultaría ser cerca de Kunyunjik…No encontraría nada pero sin saberlo, entre la casualidad y la intuición había dado con Nínive, si bien sería su colega Austen Layard quien la lograra desenterrar finalmente. Pero Botta, sin desanimarse y siguiendo la pista de un lugareño que esta vez sí le aseguró que en su pueblo Korsabad, había multitud de esas vasijas y ladrillos que buscaba excavó en esa colina y tras entrar en una fosa se abrieron ante él las más extrañas figuras: hombres con increíbles barbas, animales alados, figuras que rebasaban lo que se pudiera imaginar. Si no frente a Nínive, Botta había hallado por primera vez los restos de la cultura asiria que describía la Biblia exactamente en la zona en donde debía estar. Si comenzaban a aparecer los primeros palacios asirios, Nínive estaría cerca…

Foto: Una imagen de archivo de Jorge Semprún. (Sophie Bassouls/Sygma/Getty Images)

En Mossul, Botta había conocido a Austen Layard, su rival en la búsqueda de la ciudad perdida: ni siquiera la figura del antagonista es una creación puramente literaria o cinematográfica como ocurre en la saga de Indiana Jones, con el arqueólogo de turno al servicio de los nazis… En esta historia sin embargo, los hallazgos de Botta en Korsabad sirvieron de acicate para el inglés, que consiguió financiación del embajador inglés, después de sus infructuosos viajes de 1839 y 1840.

Cinco años después bajaba de nuevo por la orilla del Tigris, hacia la colina de Nemrod, en donde además de la dificultad de la excavación tuvo que hacer frente al gobernador o bajá de Mossul y a varias revueltas que tuvieron lugar entonces. La aventura estaba unida a la exploración del pasado como escribiría David. W. Ceram. En la colina de Nemrod, tan solo 24 horas después de iniciar con su equipo de expedición la excavación, encontraron un muro con planchas en relieve y... "la escena representa un combate, y en él se ven dos carros tirados por caballos al galope, en cada carro se ven tres guerreros, el principal de los cuales no lleva barba y probablemente es un eunuco…Lleno de asombro contemplaba yo la elegancia y la riqueza de los adornos, el dibujo fiel y delicado de los miembros y de los músculos" (Henry Austen Layard, Niniveh and its remains).

Aunque había encontrado los primeros muros del palacio de Nemrod o Nimrud, el arqueólogo inglés lo confundió en los comienzos con Nínive

Aunque había encontrado los primeros muros del palacio de Nemrod o Nimrud, el arqueólogo inglés lo confundió en los comienzos con Nínive, que en realidad estaba en la colina de Kuyunjik, la misma que había comenzado a excavar Botta unos años antes y donde no había encontrado nada. Allí encontraron más esculturas de enormes toros y leones alados, los restos de los palacios de Nimrud y las primeras partes de Nínive.

Ni Botta, ni Layard seguían conceptos de excavación adecuados lo que les llevó a cometer errores pero habían abierto el camino a la exploración de un imperio que había sido arrollado por sus enemigos debido a su extrema crueldad y también habían cortado de raíz el imperio dejando sus ciudades y sus palacios enterrados en el olvido. Las posteriores excavaciones llevadas a cabo por los sucesores de Botta —Victor Place— y de Layard —Hormuz Rassam— fueron desbrozando poco a poco los increíbles restos e impulsaron la asiriología e una Europa, especialmente en Reino Unido, sobre ese fascinante pasado bíblico.

Fue una carrera arqueológica que comenzaría a estallar en los años siguientes y a la que se uniría también Alemania

La rivalidad entre Inglaterra y Francia por atribuirse la paternidad de los hallazgos del mundo asirio fue una constante del periodo, lo que a la larga fue también una carrera arqueológica que comenzaría a estallar en los años siguientes y a la que se uniría también Alemania, dotando cada vez de más medios y financiación para descubrir el mundo antiguo y facilitando nuevas excavaciones como las de Robert Koldewey 50 años más tarde. Si Nínive existió, como decía la Biblia, ¿dónde estaba la Torre de Babel que quiso llegar al cielo?

"En el otoño de 1839 y el invierno de 1840, viajé por Asia Menor y Siria. Me acompañaba un hombre que tenía tantas ansias de aprender como yo. Ambos despreciábamos todo peligro, cabalgábamos solos, sin más protección que nuestras armas; la mochila atada a la silla de montar era todo nuestro equipaje". Es difícil no imaginar con las palabras del aventurero y arqueólogo Austen Layard la escena final de Indiana Jones y la última cruzada, cuando salen a caballo del templo de los leones alados, en Petra, Jordania.

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