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Las lecciones de Jorge Semprún: cuando el olvido de la Guerra Civil es también parte de la memoria
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Las lecciones de Jorge Semprún: cuando el olvido de la Guerra Civil es también parte de la memoria

Veinte años desde que Rodríguez Zapatero resucitara la cuestión sobre la Guerra Civil, enterrada de alguna forma durante la Transición, sacándola del ámbito de la historia para colocarla en el de la memoria

Foto: Una imagen de archivo de Jorge Semprún. (Sophie Bassouls/Sygma/Getty Images)
Una imagen de archivo de Jorge Semprún. (Sophie Bassouls/Sygma/Getty Images)

En 1988, cuando el Gobierno del PSOE de Felipe González nombró ministro de Cultura al escritor y guionista Jorge Semprún, referente intelectual del recuerdo de la Guerra Civil de los perdedores, nadie podía imaginar que la guerra ocuparía una parte central del debate político actual. No ocurrió así entonces, cuando prácticamente se acababa de salir de la Transición, de un pacto más bien de olvido. Las reclamaciones de esa época se centraron en asuntos las propiedades incautadas a los sindicatos y partidos políticos como el PSOE tras la contienda y la dictadura. Ni calles, ni Valle de los Caídos, ni símbolos. Poco más.

Ahora, en cambio, la cuestión es tan candente como para que el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, incluyera la derogación de la Ley de Memoria Democrática entre las cinco propuestas para los primeros cien días de su gobierno si ganara las elecciones el 23-J. Son ya veinte años desde que José Luis Rodríguez Zapatero resucitara para la vida pública la cuestión sobre la Guerra Civil, enterrada de alguna forma durante la Transición, sacándola del ámbito de la historia para colocarla en el de la memoria, tal y como se denominó entonces. La memoria de Zapatero no es que no casara con el espíritu de la Transición, sino que lo revocaba.

Estaba, por supuesto, la cuestión de las fosas comunes, los muertos asesinados durante la guerra y abandonados en las dichosas cunetas, fundamentalmente del bando republicano —pero no solo— y que seguían allí sin que se hubieran identificado ni desenterrado: no se abordó durante la Transición porque antes que los muertos estaban los vivos, es decir todos los contendientes que habían participado en la guerra y que tuvieron incluso puestos de responsabilidad a la hora de ordenar muchos de esos asesinatos. Se solucionó con una ley de olvido, la de Amnistía, que tenía un mérito y es que equiparaba por igual los actos violentos de cada bando. No se persigue a los rojos y no se persigue a los azules.

placeholder Una persona envuelta en una bandera en la explanada del Valle de los Caídos. (EFE/Mariscal)
Una persona envuelta en una bandera en la explanada del Valle de los Caídos. (EFE/Mariscal)

Jorge Semprún, que había sobrevivido a la guerra, a los campos de internamiento franceses y a los de concentración alemanes como el de Buchenwald, además de operar en la clandestinidad en España como miembro del PCE para intentar derrocar a Franco, dedicaría su vida literaria en gran parte a esa memoria a pesar de ser partidario también de ese olvido. Cuando la democracia se consolidó y comenzaron a emerger las cuestiones sobre las fosas explicó por ejemplo: "En esta España de hoy todavía tenemos un problema con nuestra memoria y yo soy un viejecito que tiene demasiada… Qué los cadáveres de nuestra vieja guerra resuciten me parece lógico y positivo, siempre que no se utilice eso para volver a la confrontación civil, sino para esclarecer la memoria y consolidar la razón democrática".

La cita pertenece a Memoria y Guerra Civil en la obra de Jorge Semprún, de Elios Mendieta, con quien ha hablado El Confidencial. Es un reciente ensayo, muy oportuno en el contexto de una Memoria que el presidente Pedro Sánchez impulsó durante su legislatura, provocando más de una confrontación tanto en el Parlamento como en los debates entre historiadores, en los medios y en las redes sociales.

A pocos días de las elecciones, el gobierno ha tomado incluso medidas exprés en ese sentido, como la reciente anulación de la medalla del mérito a Francisco Franco. Es fácil advertir que la ley de Memoria está más bien dividiendo al país, como demuestra que casi la mitad de la cámara, si se suma al PP y a VOX, no es que no haya votado a favor de esa memoria, sino que amenaza con revocarla si llega al gobierno. No parece que sea para todos. ¿El enfoque adecuado era el de la Transición? ¿Se ha hecho oídos sordos en el PSOE a las advertencias de Semprún sobre el revanchismo?

placeholder El Ayuntamiento de Madrid restituyó las placas de la calle General Millán Astray. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El Ayuntamiento de Madrid restituyó las placas de la calle General Millán Astray. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

PREGUNTA. Explicas en tu libro que en la obra de Semprún el olvido es también importante…

RESPUESTA. Sí, memoria y olvido son casi dos conceptos que se necesitan el uno al otro, Semprún, por ejemplo, no los considera antagónicos y gestiona diversos momentos, tanto personales como colectivos, en términos del único, en términos de memoria, jugando con ambos polos, por ejemplo, la temática sobre en lo personal, respecto, por ejemplo, a su vivencia en el campo de concentración, abraza el olvido un poco para distanciarse porque es un recuerdo que le llevaba la muerte. A diferencia de otros autores, de otros supervivientes de los campos de concentración o directamente de los campos de exterminio como Primo Levi, que digamos que necesitan la memoria de esa urgencia por narrarlo todo y hacerlo lo más rápido posible para que el mundo supiese transmitirlo. Se abraza a lo que él denomina como la "amnesia voluntaria". Un poco para sobrevivir. Y ahí hay un proceso que es casi órfico de curación, de catarsis, de encontrar el propio estilo para poder narrar su experiencia.

P. ¿Esta "amnesia voluntaria" en lo personal no es también un poco a lo que se encomienda su generación cuando llega la hora de la Transición?

R. Bueno, Semprún considera en efecto que durante la Transición fue muy necesaria la Ley de Amnistía, la de amnesia de 1977, pero cuando encara la octava década de vida, es decir, en torno a los 2000, ya se va planteando ese debate con la memoria, que acabará en la Ley de Memoria Histórica del 2007. Él empieza a decir que ya es el momento de empezar a dejar los márgenes y empezar a entender sin levantar revanchismo y sin volver a caer en el guerracivilismo. Lo increíble es que cuando empieza la explosión de la temática de memoria historia en la literatura, ya en el siglo XXI, a partir de la novela 2001 de Soldados de Salamina de Javier Cercas, ha coincidido también con el final de los años 90, sobre todo cuando llega Aznar al gobierno en 1996 que cuando también el Partido Socialista empieza a sacar la memoria.

Es a mediados de la década de los 90 cuando empieza un poco a emerger el término de la memoria por parte del socialismo

P. Llama la atención porque resulta que después de la Transición el PSOE llega al poder y personalidades clave como Semprún, que han vivido la guerra y que han relatado esa memoria, cuando es ministro de Cultura no acomete nada parecido…

R. Es verdad que él sigue recuperando esa memoria con la ficción, en clave literaria, o bien con pequeñas aclaraciones sobre cómo se usaba el pacto de la transición, como fueron esos años. Pero claro, cuando él llega al Ministerio en 1988 no plantea ninguna confrontación en términos de memoria con los restantes ministros socialistas ni con la oposición. De hecho, sus problemas en el gobierno van a venir con otra, casi con otra temática, con otra que no solo con la memoria. Respecto a la recuperación de esa memoria es verdad que es totalmente así, en los 80 no había ninguna intención: Javier Cercas lo explica en El impostor, a finales de los 80 con la entrada en la UE y luego ya en los 90 con la modernidad, la memoria no es reivindicada ni por el PSOE ni por nadie. Hay una especie de tabula rasa entre todos los partidos. Es a mediados de la década de los 90, cuando empieza un poco a emerger y también cuando empieza a aparecer el término por parte del socialismo. Si Semprún hubiera vivido más, habría sacado más partido de esta temática.

P. Sin embargo, la visión, por ejemplo, de Semprún sobre la memoria es crítica con la República, no una enmienda de alguna forma al bando ganador… En Las dos memorias, la única película que dirige y que tú recuperas en tu libro después de años de olvido es una memoria muy diferente…

R. Semprún no se mete en la temática de la memoria histórica como nos llega a nosotros en el siglo XXI, lo trabaja desde otro ángulo, desde otro punto de vista, incluso cómo era la situación de España en la posguerra en los años 50, que es cuando él vuelve después de haber estado en el exilio. También analiza toda la guerra civil interna entre anarquistas y comunistas y denuncia las barbaridades cometidas también en el bando republicano. Si es verdad que sorprende, a diferencia de Semprún, que las que tienen en cierta manera interés en reivindicarlo, están, en cambio, muy lejos de haber vivido la guerra o el franquismo. O sea los que hacen el mayor esfuerzo, digamos incluso. Por eso, quizá también ese olvido de la transición, en algunos sentidos, quizás sea digno de ser tenido en cuenta.

En 1988, cuando el Gobierno del PSOE de Felipe González nombró ministro de Cultura al escritor y guionista Jorge Semprún, referente intelectual del recuerdo de la Guerra Civil de los perdedores, nadie podía imaginar que la guerra ocuparía una parte central del debate político actual. No ocurrió así entonces, cuando prácticamente se acababa de salir de la Transición, de un pacto más bien de olvido. Las reclamaciones de esa época se centraron en asuntos las propiedades incautadas a los sindicatos y partidos políticos como el PSOE tras la contienda y la dictadura. Ni calles, ni Valle de los Caídos, ni símbolos. Poco más.

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