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'Pacto de silencio': la desaparición del Nani, el primer juicio a policías corruptos en democracia
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'Pacto de silencio': la desaparición del Nani, el primer juicio a policías corruptos en democracia

La serie funciona como un 'true crime' y, a la vez, como un gran reportaje. Es una combinación de trama de suspense y de periodismo sin caer en el sensacionalismo ni las imágenes recreadas

Foto: Imagen del documental 'Pacto de silencio'. (RTVE)
Imagen del documental 'Pacto de silencio'. (RTVE)

Mucha laca, mucho cardado, mucha Ray-Ban y mucho cigarrillo en la sala. También mucha chulería policial. Y alguna pistola. Son imágenes en color, pero de una España antigua, rancia y pobretona. Esto es lo que muestra el juicio que grabó íntegro RTVE en abril de 1988 sobre la desaparición de Santiago Corella, el Nani, un raterillo de 29 años que entró en la Dirección General de Seguridad, entonces en la actual sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid (Sol), en noviembre de 1983 y nunca más se supo de él. Fue el primer juicio a policías corruptos y torturadores —así lo señaló la sentencia que los condenó a más de 29 años de prisión— en democracia. Y ahora se puede volver a ver en la didáctica y estupenda serie documental Pacto de silencio (RTVE Play) creada por Ángela Gallardo y César Vallejo.

Son solo dos capítulos que se nutren de más de 500 horas de grabaciones que hay en el archivo de Televisión Española. Se intercalan con los testimonios de abogados defensores de los policías acusados, de jueces, fiscales y los defensores de la familia Corella, muchos de ellos todavía vivos, y que explican lo que sucedió en el juicio y en el propio caso con algún dato bastante alucinante (todo ya ha prescrito). Aparece hasta Rafael Vera, entonces secretario de Estado de Seguridad (no así José Barrionuevo, que era el ministro del Interior). Además, no solo se habla del Nani, sino que también hay imágenes de juicios posteriores —el más grave, el del atraco de Atocha 16 en 1991— que sacaron a la luz todo el entramado de una mafia policial que operaba en una España que ya creía que se había limpiado del franquismo. No era verdad: en los 80 todavía pervivía una Policía corrupta y con la mano demasiado larga para con los delincuentes comunes. Y todo eso todavía cuando no se tenían noticias del GAL. Cloacas con hedor del bueno.

True crime y periodismo

La serie funciona como un true crime y, a la vez, como un gran reportaje de Informe Semanal. Es una combinación de trama de suspense y de periodismo sin caer en el sensacionalismo ni las imágenes recreadas que usan muchas de estas series que rememoran casos criminales reales. No hace falta. Las imágenes de lo que ocurrió son tan poderosas que hubiera sido hasta un delito ficcionarlas.

placeholder Santiago Corella, el Nani, en una imagen del documental. (RTVE)
Santiago Corella, el Nani, en una imagen del documental. (RTVE)

Mucho espectador no tendrá ni idea de lo que estamos hablando, por eso la serie comienza contextualizando el caso. El 13 de noviembre de 1983 —se cumplirán ahora 40 años—, Santiago Corella, el Nani, un chorizo de 29 años que había participado en varios robos —los asaltos a farmacia que cantaba Sabina y a joyerías estaban a la orden del día: la pobreza y la droga cotizaban alto en esa España que ni era moderna ni era nada— es arrestado en el barrio de San Blas acusado de participar en el atraco a la joyería Paybar en Tribulete, 3, en Lavapiés (hoy, por cierto, es una clínica dental) y matar a su dueño. Le llevan, junto a Ángel Manzano y su mujer, Soledad Montero, a las dependencias de la Dirección General de Seguridad. Y ya no se le volvió a ver más.

Le había detenido la brigada especial de Policía, un cuerpo creado para luchar contra la delincuencia e inseguridad ciudadana (en realidad, contra estos rateros) que, según se va sabiendo a medida que transcurre el juicio, aplicaba sin miramientos la ley antiterrorista destinada a miembros de ETA o el GRAPO. Y eso significaba que tus derechos se quedaban por el camino y torturas de todo tipo, como relata el testimonio de Manzano en el propio proceso judicial. Es todo tan explícito en el relato que hiere: a Manzano le colocaron un casco de moto en la cabeza, le desnudaron, le tumbaron boca arriba en una mesa con la cabeza colgando y comenzaron a darle golpes en todo su cuerpo. También en los genitales. A Montero, por su parte, la amenazaron con violarla y sufrió "abusos deshonestos", según su testimonio. Esa era España.

La brigada especial de Policía aplicaba sin miramientos a los delincuentes comunes la ley antiterrorista destinada a miembros de ETA

Los policías acusados basan su defensa en que llevaron al Nani a un poblado chabolista de Vicálvaro para que les dijera quién le había vendido las armas del atraco, y allí salió corriendo y se les escapó. Ahora, cuando lo ves, casi te entra la risa floja. Por suerte, tampoco se lo creyeron mucho los jueces. Y, según los testimonios del documental, muchos de ellos grabados en el Café Barbieri de Lavapiés, ni siquiera los abogados defensores de estos policías.

Uno de los más impactantes es el de un personaje bastante conocido en el entorno de la judicatura y no por dejar demasiada buena huella: el abogado José Emilio Rodríguez Menéndez. Por supuesto, estaba del lado de los policías. Y, ahora, 40 años después, afirma con toda tranquilidad que él llegó a ver el cadáver del Nani, que les dijo que se declararan culpables, que no le hicieron caso, que se fue y que ya nunca supo qué hicieron con Corella. Y en el juicio, 40 años atrás, sin embargo, se muestra como uno de los abogados más vehementes en la defensa de sus clientes. Impresionante manera de driblar a la justicia.

Rodríguez Menéndez dice ahora que llegó a ver el cadáver del Nani, que les dijo que se declararan culpables y que no le hicieron caso

La parte periodística del caso también es muy interesante como máquina del tiempo para saber cómo se investigaba en aquellos años. Y la parte de ingenuidad que también existía en la sociedad. El periodista Javier Valenzuela, entonces en El País, narra cómo comenzó todo cuando una de las hermanas del Nani acudió a la redacción del periódico —entonces pasaban esas cosas— para denunciar que a su hermano se lo había llevado la Policía y no sabían nada. El periodista llamó a sus contactos de los cuerpos de seguridad y nadie tenía datos. No estaba registrado en ninguna parte. Eso ya olía fatal. Y así fue como se fue tirando de una cuerda que acabó con varios policías en el banquillo de los acusados. No es el único reportero que aparece en el documental. También lo hacen otros que acudieron al juicio. Rosa Montero llega a decir en uno de los momentos que los acusados, con sus Ray-Ban y sus poses chulescas, daban miedo. Es que no eran polis cualquiera. Eran comisarios e inspectores. Eran personas con mucho poder.

placeholder Imagen del juicio en el documental. (RTVE)
Imagen del juicio en el documental. (RTVE)

No todos los acusados fueron condenados. El peso de la ley —más de 29 años de prisión— cayó sobre el comisario Francisco Javier Fernández Álvarez, que llevaba una carrera meteórica (cumplió su pena, se transformó en abogado y murió hace años), y los inspectores Victoriano Gutiérrez Lobo (que rehizo su vida bien) y Francisco Aguilar González (que al parecer no). Hubo otro policía, José María Pérez Gutiérrez, que no fue condenado por el caso Nani, pero sí por el del atraco a la joyería Atocha 16 y también rehizo su vida en libertad, tal y como se cuenta al final del documental. Alguno de sus abogados sigue diciendo hoy que la condena fue exagerada (si nadie sabe dónde está el cuerpo, cómo atestiguar las torturas, defienden). Por cierto, a día de hoy se sigue sin saber dónde está el Nani y qué pasó con él. Ningún policía de los que participó en aquello ha confesado. Se le dio finalmente por muerto en 1996 y el pacto de silencio continúa.

Mafia policial

Si bien el primer capítulo se centra en el Nani, el segundo se abre precisamente a otros juicios que sacaron a la luz todo el entramado de la mafia policial que dirigía Fernández Álvarez junto a otros policías. Si la España de 1988 nos parece gris, la de 1991 no cambia demasiado. Es entonces cuando hace su aparición el joyero cántabro Federico Venero, otro personajazo con su bigotito, su cuerpo enjuto y su poca estatura. Él era el vértice de todo, ya que se encargaba de captar rateros para los robos, se confiscaba lo robado, parte se lo quedaban los policías y se blanqueaba en sus joyerías de Santander. De hecho, la detención del Nani viene en parte, según lo que se desliza del juicio, no del atraco a la joyería de Lavapiés, sino de un robo anterior de 40 kilos de oro en el que Corella se quedó con demasiada parte destinada a otros menesteres. “Canta Nani, canta dónde está el oro”, fue uno de los gritos que Ángel Manzano escuchó mientras torturaban a Corella, tal y como manifestó en su declaración.

La serie es el documento de una época y no solo por la estética. Es lo que vende y lo cumple

Entre los atracos amañados estuvo el de Atocha 16, ocurrido en junio de 1984. Tres delincuentes entraron en el quinto piso de este portal, donde se encontraba otra joyería —hoy todo el edificio es un hostal—, y robaron varias planchas de oro. Antes de salir, uno de ellos, José Luis Fernández Corroto —nada que ver con quien esto escribe— les dejó el botín y sus armas, se marchó y les dijo que esperaran. Justo el tiempo para que entraran dos de los policías de la mafia policial (los del Nani), les metieran varios tiros y cogieran el oro. Después adujeron que había sido un tiroteo entre todos. A Fernández Corroto, el chorizo que estaba compinchado con ellos, se lo cargaron días más tarde en un descampado de Móstoles cuando pensaba que iba a cobrar su parte. En 1991 los policías fueron condenados.

Todo esto ocurrió, hay reportajes en los periódicos y hay imágenes. La serie es, sobre todo, el documento de una época, y no solo por la estética. Es lo que vende y lo cumple. Un cuerpo policial que todavía arrastraba demasiadas costumbres feas. Unas instituciones a las que había que meter un buen fregado. Una España que, aunque alguno quiera volver, no era ciertamente tan libre. Como dice uno de los magistrados que participó en el juicio del Nani, “me consta que hubo policías que se alegraron con la sentencia”. Había gente que sí quería cambiar las cosas.

Mucha laca, mucho cardado, mucha Ray-Ban y mucho cigarrillo en la sala. También mucha chulería policial. Y alguna pistola. Son imágenes en color, pero de una España antigua, rancia y pobretona. Esto es lo que muestra el juicio que grabó íntegro RTVE en abril de 1988 sobre la desaparición de Santiago Corella, el Nani, un raterillo de 29 años que entró en la Dirección General de Seguridad, entonces en la actual sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid (Sol), en noviembre de 1983 y nunca más se supo de él. Fue el primer juicio a policías corruptos y torturadores —así lo señaló la sentencia que los condenó a más de 29 años de prisión— en democracia. Y ahora se puede volver a ver en la didáctica y estupenda serie documental Pacto de silencio (RTVE Play) creada por Ángela Gallardo y César Vallejo.

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