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¿Se burla 'Black Mirror' del propio Netflix? Ojalá
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¿Se burla 'Black Mirror' del propio Netflix? Ojalá

La sexta temporada de la prestigiosa serie británica abusa de la puesta en abismo para acabar cayendo en uno

Foto: Fotograma de la sexta de 'Black Mirror'.
Fotograma de la sexta de 'Black Mirror'.

Los cinco primeros minutos de Joan es horrible, primer capítulo de la sexta temporada de Black Mirror, son complicados. Vemos a Joan, mujer blanca de mediana edad no muy atractiva, pero con el pelo guay. Vemos a su “pareja”, hombre apuesto de raza negra. El hombre apuesto de raza negra le cocina el desayuno a Joan. Sin embargo, nada es perfecto, y Joan parece tener un amante. Luego va al trabajo. Es un sitio diseñado para la felicidad, la típica oficina estilo Silicon Valley, con colorines y patinetes. El ayudante de Joan es gay, majísimo, con falda. Todo es tan irreal, políticamente pornográfico, que cuando Joan debe despedir a una joven negra me alarmo. ¿Vas a despedir a una mujer de raza negra? Qué fuerte.

La despide. El argumento de la mujer a la que, como dicen en las series norteamericanas, “van a dejar marchar” (expresión que la literatura de aquel país siempre había utilizado para “te vas a morir”; véase Patrimonio, de Philip Roth), la ya ex empleada, digo, opone a su despido este argumento: los proyectos en los que ella anda trabajando quedarán apartados, y eso aumentará la “huella de carbono” de la empresa. Oh.

O sea: ¡oh!

Foto: Una imagen de la temporada 6 de 'Black Mirror'. (Netflix)

A pesar de conmovedor motivo climático para no acabar en la puta calle, Joan la despide. ¿Es todo una broma?, pienso. De pronto, en dos o tres segundos de respiro que me da este comienzo vertiginoso, pienso si ha aparecido algún hombre blanco heterosexual en la serie. Lo hace de inmediato. Es el “segurata” que obliga a la mujer despedida a abandonar el paraíso de la empresa tecnológica. Se trata de un hombre vulgar, ya algo calvo, con el peor trabajo de todos en esa oficina y con la brutalidad natural necesaria como para echar a la calle a una mujer negra joven recién despedida.

¿Es todo una broma?, vuelvo a preguntarme. La concatenación de clichés y lugares raciales comunes, y la dosificación de la diversidad y de las cuotas de orientación sexual, resultan tan forzadas, anti-creativas y baratas que estoy por pensar, a favor de los creadores de Black Mirror, que buscan parodiar al propio Netflix, reírse de las nuevas normas de los “oscars” y de la televisión de nuestro tiempo en general. Atacar el sistema desde dentro, y esas cosas.

placeholder Salma Hayek, en la sexta temporada de 'Black Mirror'.
Salma Hayek, en la sexta temporada de 'Black Mirror'.

Pero, para que algo sea paródico, debe quedar claro. No se puede hacer sátira dejando al espectador la opción de considerar satírica una escena que muchos se tomarán totalmente en serio. Me temo que el comienzo de Joan es horrible queda como totalmente en serio. Es así de lamentable, así de Pixar.

Black Mirror lleva diez años siendo la serie favorita del más moderno de la casa. Es un show con ideas brillantes sobre tecnologías siniestras y sobre futuros posibles donde tanta pantalla y tanto algoritmo se vuelvan contra nosotros. También es una de las primeras series no americanas que entró a formar parte de nuestro iconostasio audiovisual.

Esta sexta temporada me ha resultado particularmente indigesta con esa apuesta por personajes que se creen guays

Sin embargo, esta sexta temporada me ha resultado particularmente indigesta. La apuesta por personajes que se creen guays porque llevan determinados peinados o determinados piercings, y la evidencia de que, a partir de ese look, son indudablemente mejores personas que los demás (más progres, más inteligentes, más creativos, más amables), no tiene ningún sentido, ni asidero real. La gente que necesita ser especial y, para ello, no deja de tatuarse y mirarse al espejo, es gente, de hecho, mucho menos interesante que el común.

Foto: Una imagen de la temporada 6 de 'Black Mirror'. (Netflix)

Los clichés, en el primer episodio, incluyen alguna escena del joven gay ayudante con su pareja en su apartamento. Se quieren. Es una cosa fascinante de las series de televisión: las parejas gays son perfectas, almibaradas, nunca una pareja gay ha discutido o se ha enfadado, o ha roto, o ha tenido un día malo. Eso sólo pasa en las parejas heterosexuales.

Y así todo.

La idea central de Joan es horrible tiene alguna gracia. Joan se pone Netflix con su novio maravilloso (apenas se disimula que están viendo algo muy parecido a Netflix) y, buscando qué ver, encuentran una serie titulada Joan es horrible, cuya protagonista guarda un enorme parecido con la Joan real. Ponen la serie y ven todo lo que nosotros acabamos de ver, el despertar con novio que cocina, el despido climáticamente reprochable, el amante… Esto genera grandes incomodidades a la protagonista de la serie que vemos, interpretada en la serie que ella ve por Salma Hayek. Juntas lucharán contra el mal, aunque esto ya no lo entendí muy bien.

Las parejas gays son perfectas, almibaradas, nunca una pareja gay ha discutido o se ha enfadado. Eso sólo pasa en las heterosexuales

El segundo episodio de la temporada es una historia que también aparecía en el menú del Netflix figurado que vimos en el primer episodio. La temporada, en fin, se apoya en la puesta en abismo, el meta-relato y la técnica de cajas chinas para armar todo su recorrido. En Loch Henry una pareja también interracial y también super guay (no hacen hamburguesas o pican piedra en una mina, sino que se dedican a rodar documentales) acude al campo, a la casa de la madre de él. Entonces les hablan de unos crímenes cometidos hace tiempo y deciden rodar una película sobre ellos. En este capítulo, lo que queda claro es que la gente de ciudad, con piercings y profesiones molonas, es mucho mejor persona que la gente del campo, que normalmente violan turistas y los entierran por ahí, como costumbre local.

placeholder Aaron Paul, en la sexta temporada de 'Black Mirror'.
Aaron Paul, en la sexta temporada de 'Black Mirror'.

La temporada sigue, y sale el actor de Breaking Bad (Aaron Paul) con traje de astronauta, y luego no sé qué viene, y luego una joven de origen pakistaní que, la verdad, tampoco sé qué hace. Todos los capítulos tienen esa fotografía como de Wes Anderson con lluvia, y empiezan morosamente con planos tranquilos para que aprecies el diseño de producción, y después de darse aires de gran cine con esta lentitud totalmente afectada entran algunos personajes aborrecibles para vivir aventuras sin ningún interés que acaban con la satisfacción impagable de que usted, que ve la serie, está en el lado correcto de la vida.

Es como yo lo he visto.

Los cinco primeros minutos de Joan es horrible, primer capítulo de la sexta temporada de Black Mirror, son complicados. Vemos a Joan, mujer blanca de mediana edad no muy atractiva, pero con el pelo guay. Vemos a su “pareja”, hombre apuesto de raza negra. El hombre apuesto de raza negra le cocina el desayuno a Joan. Sin embargo, nada es perfecto, y Joan parece tener un amante. Luego va al trabajo. Es un sitio diseñado para la felicidad, la típica oficina estilo Silicon Valley, con colorines y patinetes. El ayudante de Joan es gay, majísimo, con falda. Todo es tan irreal, políticamente pornográfico, que cuando Joan debe despedir a una joven negra me alarmo. ¿Vas a despedir a una mujer de raza negra? Qué fuerte.

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