Es noticia
'El esfuerzo constante de ganarse la vida': hablemos de lo cansados que estamos
  1. Cultura
TEATRO

'El esfuerzo constante de ganarse la vida': hablemos de lo cansados que estamos

El 'performer' Vicente Arlandis llega a Réplika Teatro con una pieza sobre el trabajo y el agotamiento de nuestros cuerpos

Foto: 'El esfuerzo constante de ganarse la vida'.
'El esfuerzo constante de ganarse la vida'.

Vendedor de periódicos. Limpiadora. Violinista en un grupo celta. Perito en subastas. Mozo de almacén. Cantante de boleros. Encuestadora. Repartidor de pizzas. Pintor de fachadas. Teleoperador. Diez trabajos que hayas realizado en tu vida y uno de ellos inventado, el penúltimo juego en Twitter esta semana y este que leen, un mix con algunas de las respuestas compartidas por unos cuantos profesionales de eso que llamamos trabajos creativos, trabajos vinculados al sector de la cultura. El hombre que se tiende boca abajo y semidesnudo en una camilla colocada en el centro del escenario no ha visto todos esos tuits, pero contará que con 14 años trabajó en una fábrica de serigrafía pintando los números de bolas de bingo durante 12 horas al día o que un verano recogió tantas almendras que por las noches soñaba que invadían su cuerpo. Cuenta todo eso despacio, sin prisa, mientras otro hombre comienza a darle un masaje en la espalda y él respira, se relaja y emite algunos de esos gruñidos que no sabemos si son de dolor, de placer o de ambos.

Cuenta después que trabajó unos años en una famosísima compañía de danza, la del coreógrafo belga Jan Fabre, en “un ambiente asquerosamente competitivo donde muchos días la gente lloraba, gritaba, se peleaba y se insultaba” mientras aspiraban a ser los “guerreros de la belleza” que su director quería que fueran. Un artista que los llevaba “al límite con el pretexto de que su trabajo consistía en trascender los límites del cuerpo y alcanzar el éxtasis”, un creador “sin escrúpulos, que te gritaba, que no se aprendía ni tu nombre y que te llamaba por el nombre de tu ciudad. A mí me llamaba Valencia”. Respira profundo y hace otra pausa.

placeholder Un momento de 'El esfuerzo constante de ganarse la vida', del 'performer' Vicente Arlandis.
Un momento de 'El esfuerzo constante de ganarse la vida', del 'performer' Vicente Arlandis.

Su rostro, que se cuela por el orificio de la camilla, aparece proyectado en una pantalla y vemos en primer plano sus ojos, rasgados por la tensión de tener incrustada la cara en ese agujero, y distinguimos también el movimiento de las aletas de su nariz o el diastema de sus dientes.

Antes de empezar a hablar de sus trabajos, todos reales y ninguno inventado, se ha dirigido al público y ha dicho lo siguiente: “El título de esta charla es El esfuerzo constante de ganarse la vida y está basado en una cita anónima que abre el libro El rechazo al trabajo de David Fryne”.

Mientras el masajista hunde los dedos en sus trapecios, el hombre añade: “El esfuerzo constante de ganarse la vida es una performance donde trato de trabajar lo mínimo, lo justo y lo que yo entiendo por razonable”. Se llama Vicente Arlandis y es el autor, director e intérprete —junto con un masajista profesional— de esta pieza, una conferencia performativa sobre el trabajo y sus efectos sobre nuestros cuerpos que llega este fin de semana a la sala Réplika Teatro, de Madrid.

El malestar en el trabajo

Bailarín, performer y creador valenciano, Vicente Arlandis ha trabajado con artistas como Hipólito Patón, Lisbeth Gruweth, Macarena Recuerda, Amalia Fernández, Saioa Olmo y Jan Fabre, condenado hace un año a 18 meses de prisión tras ser declarado culpable de actos de violencia, acoso, conducta sexual inapropiada y atentado contra el pudor en el seno de su compañía, Troubleyin.

placeholder Una camilla con un hombre tumbado en ella ocupa el centro del escenario en 'El esfuerzo constante de ganarse la vida'.
Una camilla con un hombre tumbado en ella ocupa el centro del escenario en 'El esfuerzo constante de ganarse la vida'.

En 2001, Arlandis crea junto a la coreógrafa Sandra Gómez el proyecto Losquequedan, con el que abordan durante 14 años numerosos proyectos que vinculan coreografía y juego. En 2017 nace Taller Placer, un colectivo artístico y de investigación en torno a la filosofía, la literatura, la política y las artes vivas que Arlandis comparte actualmente con Paula Miralles y donde nace esta performance, que se estrenó en Valencia en 2018 y que, a lo largo de estos años, se ha podido ver en el Festival Sâlmon y el Mercat de les Flors de Barcelona y en Medialab Prado, en Madrid.

Pero El esfuerzo… no solo es una pieza, es también parte de un proceso de investigación mucho más amplio titulado El malestar en el trabajo que incluyó en su día la celebración —en el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque de Madrid y en la Sala Mutant de Valencia— de unas jornadas sobre imaginarios, afectos y trabajo llamadas El lugar donde se hacen las cosas. A lo largo de esas sesiones, el colectivo invitó a un grupo de espectadores a visitar las instalaciones de diferentes centros laborales en un viaje al mundo de las fábricas, de la producción en serie o del trabajo en cadena: la fábrica de Danone y el Parque Tecnológico de Valdemingómez, pero también el Museo Reina Sofía.

Foto: El agotamiento es, en suma, cuando el estrés se vuelve crónico y tiene un efecto perjudicial en otras áreas de la vida. (Pexels)

Las visitas se acompañaron, además, de conferencias y encuentros, uno de ellos con trabajadoras de la fábrica de Coca-Cola en Fuenlabrada, que compartieron con el público su lucha para recuperar sus puestos de trabajo después del ERE que la compañía anunció en 2014. La otra pata de este proyecto se llamó Trabajar cansa, un ciclo en el que dos invitados mantenían cada día una conversación sobre su trabajo y su agotamiento mientras recibían un masaje, tumbados sobre una camilla. Ese fue el germen de El esfuerzo constante de ganarse la vida, ya con Arlandis solo en el escenario.

El cansancio de ayer, de hoy y de mañana

Frente a nuestra compulsividad y estrés diarios, Arlandis propone justo lo contrario: una pieza contemplativa y de ritmo lento, sencilla, en la que no pasa nada, en la que parece reclamar la inmovilidad, en la que todo el protagonismo reside en ese cuerpo agotado con el que lidia un masajista, un hombre que dota de cuidados a esa carne cansada que acumula un historial de precariedad y, muchas veces, de violencia. “¿Cómo contaros lo cansado que estoy? ¿Cómo describir el cansancio que siento, el cansancio que sentimos?”, se pregunta el artista, que explica a este diario que todos esos trabajos precarios por los que ha pasado no solo él, sino gran parte de su profesión, van dejando una huella en la piel, como si fueran pegatinas que se van superponiendo una encima de otra sobre un cuerpo que en el mundo de la danza se concibe “como algo poético y estético, pero a mí me parece que en él hay algo inscrito mucho más profundo y que son todos esos trabajos que has hecho a lo largo de la vida y que, de alguna forma, también están operando cuando tú estás bailando en un escenario”.

Los artistas son "el perfecto modelo del trabajador neoliberal", sin horario, sin sede física y con la máxima flexibilidad

Además de esa vocación de borrado, cara al público, de toda esa huella que dejan ocho horas diarias de ensayos y una disciplina férrea, Arlandis impugna también esos procesos de trabajo que persiguen la belleza a través de la violencia. Ese todo por la belleza y la armonía de unos cuerpos hermosos y expresivos que bailan sobre el escenario como si no fueran de este mundo, inmaculados, etéreos, despojados de historia: “Yo no me lo creo, es un relato muy romántico que se ha atornillado mucho en determinados contextos de la escena y de la danza. Mira, Pina Bausch era una salvaje trabajando con los bailarines y sí, hacía cosas bellísimas, pero pregúntales ahora cómo se lo pasaron con ella en el trabajo”.

Arlandis, que recuerda que César Rendueles escribió en su libro Capitalismo Canalla que en el mundo laboral soportamos cosas que en otro ámbito de la vida jamás soportaríamos, se pregunta también qué pasa cuando tu cuerpo y tu cabeza dicen basta, y no tienes una red familiar que te sostenga económicamente. Y admite que los artistas son “el perfecto modelo del trabajador neoliberal”, sin horario, sin sede física y con la máxima flexibilidad, profesionales dotados de esa aura de libertad total que encierra tantas trampas, entre ellas la vulnerabilidad, la autoexplotación y esa idea de cuerpo tan subordinado a lo laboral que deja de ser tuyo. No hay llamadas a la revolución en esta pieza ni nostalgia de tiempos pasados, sino un texto con un poso más cercano a la obra no solo del propio Rendueles, también la de Remedios Zafra, Marina Garcés o Belén Gopegui en el que Arlandis se pregunta cómo convertir ese malestar y ese cansancio, el suyo y el de tantos, en un arma política y cómo hacer de la inmovilidad y de la pausa una posibilidad de cambio: “¿Y si nuestra arma es esa, el cansancio, el dolor, la impotencia, la enfermedad, la depresión? ¿Y si convertimos todo eso en una potencia que nos pare y nos detenga?”.

‘El esfuerzo constante de ganarse la vida’. Autor, director e intérprete: Vicente Arlandis. En Réplika Teatro el 15 y 16 de abril.

Vendedor de periódicos. Limpiadora. Violinista en un grupo celta. Perito en subastas. Mozo de almacén. Cantante de boleros. Encuestadora. Repartidor de pizzas. Pintor de fachadas. Teleoperador. Diez trabajos que hayas realizado en tu vida y uno de ellos inventado, el penúltimo juego en Twitter esta semana y este que leen, un mix con algunas de las respuestas compartidas por unos cuantos profesionales de eso que llamamos trabajos creativos, trabajos vinculados al sector de la cultura. El hombre que se tiende boca abajo y semidesnudo en una camilla colocada en el centro del escenario no ha visto todos esos tuits, pero contará que con 14 años trabajó en una fábrica de serigrafía pintando los números de bolas de bingo durante 12 horas al día o que un verano recogió tantas almendras que por las noches soñaba que invadían su cuerpo. Cuenta todo eso despacio, sin prisa, mientras otro hombre comienza a darle un masaje en la espalda y él respira, se relaja y emite algunos de esos gruñidos que no sabemos si son de dolor, de placer o de ambos.

El redactor recomienda